Respecto a la relación entre CIENCIA e INTERESES se puede decir que... (lee las cuatro respuestas y escoge la respuesta mejor y más completa, y ... toma nota en tu mente) Ejercicio sobre ciencia e interés
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SEGUNDA PARTE | |||||||||||||||
00 | Ffía de la cienc. | 06 | Definir | 12 | Tipos de demostr. | 18 | Ciencia e interés | 24 | Términos claves | 26 | Aristóteles | 32 | Popper | ||
01 | Poner orden | 07 | Dividir | 13 | Inferencia | 19 | Valor mét. inductivo | 25 | Lugar de la ffía | 27 | Descartes | 33 | Marcel | ||
02 | Ciencia | 08 | Clasificar | 14 | Método c.experim. | 20 | Verificac./falsación | 28 | Galileo | 34 | Gadamer | ||||
03 | Tipos de cienc. | 09 | Analizar | 15 | Métodos de la ffía | 21 | Cienc. único saber | 29 | Hume | 34 | Ffía analítica | ||||
04 | Método | 10 | Sintetizar | 16 | Demostrac.completa | 22 | Puntos de vista | 30 | Ortega y G. | 35 | Tú mismo/a | ||||
05 | Tipos de métod. | 11 | Demostrar | 17 | Demostrar todo | 23 | Cienc./técnica/ética | 31 | Habermas |
RESUMEN ESQUEMÁTICO DEL PENSAMIENTO DE HABERMAS TENEMOS UNA RAZÓN INTERESADA, UNA RAZÓN ANCLADA EN EL MUNDO DE LA VIDA, QUE TIENE INTERESES DE DIVERSA ÍNDOLE
- DENUNCIAR
+ PROPONER UNA ALTERNATIVA:
"el ideal de una sociedad emancipada |
Debate
¿es la ciencia objetiva?
¿es la ciencia desinterasada?
Composición filosófica: Objetividad y desinterés en la ciencia
PROFUNDIZACIÓN sobre
CONOCIMIENTO E INTERÉS
CONOCIMIENTO E INTERÉS, Erkenntnis und lnteresse, 1968.
JURGEN HABERMAS, nacido en 1929
Opuesto al cientifismo positivista tal como se expresa en ‑ La lógica de la investigación científica de Karl Popper y en Carl G. Hempel y Paul Oppenheim ‑que pretenden definir de manera exclusiva los criterios de toda verdad científica‑, Habermas afirma la especificidad de las ciencias sociales. Intenta reconstruir «la prehistoria del positivismo moderno» exponiendo: la crisis de la crítica del conocimiento (Kant, Hegel, Marx, 1ª parte), el positivismo, el pragmatismo, el historicismo (Comte, Mach, Peirce, Dilthey, 2.' parte), la crítica como unidad del conocimiento y del interés (Kant, Schelling, Freud, Nietzsche, 3.a parte).
Prolongando su «lección inaugural» pronunciada en la Universidad de Francfort en junio de 1965, Habermas afirma que existe un lazo entre el conocimiento (la ciencia) y e! interés (en el sentido de interés universal). La ciencia es interesada porque son los intereses comunes a la especie humana en conjunto los que demandan el conocimiento.
A este respecto, se deben distinguir las ciencias exactas de las ciencias humanas.
Las ciencias exactas son empírico‑analíticas: empíricas en tanto que emplean el control por la experimentación, y analíticas por la formalización lógico‑matemática de las teorías hipotético‑deductivas. Habermas refuta la pretensión de la llamada objetividad de la experiencia científica, en realidad del orden de la íntersubjetividad (que es a la vez intersubjetividad empírica de la observación e intersubjetividad lógico‑lingüística de su formulación). Las ciencias empírico‑analíticas proceden de un interés técnico del conocimiento.
Las ciencias humanas son por su parte ciencias histórico‑hermenéuticas. Proceden de un interés práctico que está orientado al mantenimiento y la extensión de la intersubjetividad de una comprehensión entre los individuos.
Habermas propone finalmente una «tercera ventana», la de las ciencias críticas (crítica de las ideologías, psicoanálisis) que proceden de un interés emancipatorio donde coinciden al fin conocimiento e interés en la intención de realizar la racionalidad comunicativa de la interacción (noción opuesta a la de trabajo).
Edición: Conocimiento e interés (tr. M. Jiménez y F. Ivars), Taurus, 1992.
Estudio: Th. Mac Carthy, La Teoría Crítica de Jürgen Habermas (tr. M. Jiménez Redondo), 3.' ed., Tecnos, 1987.
ANTOLOGÍA DE TEXTOS
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JÜRGEN HABERMAS
“ CONOCIMIENTO E INTERÉS” (1965)
urante el semestre de verano de 1802,
pronunció Schelling en Jena
sus Lecciones sobre el método del estudio académico.
Enfáticamente renovó, en el lenguaje del idealismo alemán, aquel
concepto de teoría que, desde sus comienzos, había determinado la
tradición de la gran filosofía. "El horror a la especulación, el ostensible abandono de lo teórico por lo meramente práctico produce necesariamente en el obrar la misma banalidad que en el saber. El estudio de una filosofía rigurosamente teórica nos familiariza del modo más inmediato con ideas, y solamente las ideas prestan al obrar impronta y significado moral". Sólo puede orientar verazmente en el obrar el conocimiento que se ha liberado de los meros intereses y se ha instalado en las ideas, adoptando cabalmente una actitud teórica.
La palabra "teoría" se remonta a
origenes religiosos: theoros se llamaba el representante
que las ciudades griegas enviaban a los festivales públicos. En la
teoría, vale decir, contemplando, se enajena el mensajero
ante el sacro acontecer.
En el uso filosófico del
lenguaje la teoría se transforma en perspectiva del cosmos.
Como contemplación del cosmos, la teoría presupone haber trazado ya,
de antemano, la frontera entre ser y tiempo, que, con el Poema de
Parménides, funda la
ontología y retorna en el Timeo de Platón:
ella reserva para el logos un ente depurado de inestabilidad
e incertidumbre y deja a la doxa el reino de lo perecedero.
Pero, cuando el filósofo contempla el orden inmortal, no puede menos
de asimilarse él mismo a la medida del cosmos, imitar a éste en su
interior. A las proporciones que contempla, tanto en los movimientos
de la naturaleza como en la sucesión armónica de la música, procura
darles personal expresión; se forja a si mismo por mimesis. I,a
teoría induce a la asimilación del alma al movimiento ordenado del
cosmos en la praxis de la vida: la teoría acuña en la vida su forma,
se refleja en la actitud de aquel que se somete a su disciplina, en
el ethos. Este concepto de la teoría y de una vida en la teoría ha determinado a la filosofía desde sus comienzos. A la separación entre teoría en el sentido de esta tradición y teoría en el sentido de la crítica ha consagrado Max Horkheimer una de sus más relevantes investigaciones [Teoría tradicional y teoría crítica (1937)].
Hoy, casi después de una
generación, reanudo yo este tema,
remitiéndome a una disertación de Husserl que apareció
aproximadamente por el mismo tiempo (La crisis de las ciencias
europeas y la fenomenología trascendental).
Husserl se dejó guiar
entonces precisamente por aquel concepto de teoría al que Horkheimer
contrapuso el de teoría crítica.
Husserl no trata de las crisis en las
ciencias, sino de la crisis de la ciencia como ciencia, puesto que
"en nuestra penuria vital esta ciencia no tiene nada que decimos».
Sin vacilaciones, como casi todos los filósofos que le precedieron,
toma Husserl por medida de su crítica una idea de conocimiento que
preserva aquella conexión platónica de la teoría pura con la praxis
de la vida. No es el contenido informativo de las teorías, sino la
formación de un hábito reflexivo e ilustrado en los teóricos mismos
lo que produce en definitiva una cultura científica. La marcha del espíritu europeo parecía tener por meta la gestación de semejante cultura de ciencia. A esta tendencia histórica la ve, empero, Husserl amenazada tras 1933. Está convencido de que el peligro no amenaza, en rigor, desde fuera, sino desde dentro. Y rastrea el origen de la crisis en el hecho de que las disciplinas más avanzadas, sobre todo la física, se han alejado de lo que en verdad debe llamarse teoría.
II (CONTINUIDAD) ¿Y qué es lo que
realmente sucede con ello?
Entre la autocomprensión positivista de
las ciencias y la antigua ontología existe, muy verosímilmente, una
conexión. Las ciencias
empírico-analíticas desarrollan sus
teorías en una autocomprensión que instaura sin violencia una
continuidad con los comienzos del pensar filosófico: éste y aquellas se
comprometen a una actitud teórica, que libera de la conexión dogmática y
de la enojosa influencia de los intereses naturales de la vida; y
coinciden en el propósito cosmológico de describir teóricamente el
universo en su ordenación conforme a leyes, tal y como es.
En cambio, las ciencias
histórico-hermenéuticas, cuyo ámbito
es la esfera de las cosas perecederas y del mero opinar, no se dejan en
igual medida reducir sin violencia a esta tradición: no tienen nada que
ver con la cosmología. Pero, de conformidad con el modelo de las
ciencias naturales, también ellas se forjan una conciencia cientifista.
Hasta los contenidos de sentido transmitidos del pasado parecen dejarse
coleccionar en ideal simultaneidad para constituir un cosmos de hechos.
Aunque las ciencias del espíritu capten sus hechos por medio del
comprender, y por poco que les importe hallar leyes generales,
comparten, no obstante, con las ciencias empírico-analíticas la
conciencia del método: describir desde la actitud teórica una realidad
estructurada. El historicismo se ha tornado en el positivismo de las
ciencias del espíritu.
El positivismo se ha impuesto también en
las ciencias sociales, ya
sea que éstas obedezcan a las exigencias metódicas de una ciencia
empírico-analítica del comportamiento o que se orienten por el patrón de
las ciencias normativo-analíticas, que presuponen máximas de acción.
Bajo el título de libertad de juicios de
valor se ha confirmado también en este campo de investigación, cercano a
la praxis, el código que la ciencia moderna hubiera de agradecer a los
comienzos del pensar teórico en la filosofía griega:
psicológicamente, el compromiso incondicional con la teoría y,
epistemológicamente, la separación del conocimiento respecto del
interés. A esto corresponde, en el plano lógico, la distinción
entre enunciados descriptivos y normativos, distinción que obliga a
discriminar gramaticalmente los contenidos meramente emotivos respecto
de los cognitivos.
(RUPTURA)
Por lo demás, el término "libertad de
valor" nos recuerda ya que los postulados que con él se vinculan
han dejado de identificarse con el sentido clásico de teoría.
Escindir los valores respecto de los hechos significa contraponer al
puro ser un abstracto deber. Los valores son el producto residual
nominalista de una crítica, que ha durado siglos, a aquel enfático
concepto del ente por el cual se orientó antaño exclusivamente la
teoría. Ya el nombre, puesto filosóficamente en circulación por el
neolcantismo, de valores, frente a los cuales la ciencia debe preservar
neutralidad, niega el nexo en otro tiempo pretendido por la teoría.
(RESUMEN)
Ciertamente, las ciencias positivas
comparten con la tradición de la gran filosofía el concepto de teoría;
pero destruyen la pretensión clásica de esta tradición.
Dos momentos toman de la herencia
filosófica:
en
primer lugar, el sentido metódico de la actitud teórica y,
en segundo
lugar, la suposición ontológica fundamental de una estructura del mundo
independiente del cognoscente.
Mas de otra parte la conexión, instaurada
desde Platón a Husserl, de theoría y cosmos, de mimesis
y bios theoretikós, se ha perdido. Lo que antaño debía constituir la
eficacia práctica de la teoría queda ahora sujeto a prescripción
metodológica. La concepción de la teoría como un proceso educativo se
torna apócrifa. Aquella asimilación mimética del alma a las
aparentemente contempladas proporciones del universo no había hecho más
que poner el conocimiento teórico al servicio de una internalización de
normas, enajenándolo con ello de su legítima tarea -así nos parece
ahora.
III Las ciencias hubieron de perder, en efecto, la
específica significación vital, que Husserl quiso volver a instaurar
mediante la renovación de la teoría pura.
Por mi parte, creo poder reconstruir su
crítica en tres pasos.
or de pronto se dirige contra el
objetivismo de las ciencias. A éstas se les aparece objetivamente el
mundo como un universo de hechos cuya conexión legal puede ser captada
por descripción. Pero la verdad es que el saber del mundo, aparentemente
objetivo, de los hechos está trascendentalmente basado en el mundo
precientífico. Los posibles objetos del análisis científico se
constituyen de antemano en las autocomprensiones de nuestro mundo vital
primario. En este estadio la fenomenología no hace más que poner las
realizaciones de una subjetividad fundadora de sentido.
uego quiso mostrar Husserl que esta
subjetividad realizadora desaparece bajo la cobertura de una
autocomprensión objeúvista, porque las ciencias no se han liberado
radicalmente del peso de intereses del mundo primario de la vida. Sólo
la fenomenología rompe con la actitud ingenua a favor de una actitud
contemplativa rigurosa y libera, en defmitiva, al conocimiento respecto
del interes.
inalmente, Husserl equipara la
autorreflexión trascendental, a la que da el nombre de una descripción
fenomenológica, con la teoría pura, con la teoría en sentido
tradicional. El filósofo agradece a la actitud teórica un giro
o cambio de actitud que lo libera de la red de intereses de la vida. En
este respecto la teoría es "impráctica". Pero esto no la desliga de la
vida práctica. Precisamente la consecuente reserva de la teoría produce,
de conformidad con su concepto tradicional, una cultura que orienta la
acción. Una vez se la ejercita, la actitud teórica se deja reconciliar
con la práctica: "Esto acontece en la forma de una praxis de nuevo cuño
[...], que pugna por elevar a la humanidad, mediante la razón científica
universal, a normas de verdad de todas formas, que pugna por cambiarla
en una humanidad fundamentalmente nueva: capacitada para una
autorresponsabilidad absoluta que se funda en perspectivas teóricas
absolutas".
El que recuerde la situación de hace
treinta años cuando sobrevino la barbarie, respetará la apelación
a la fuerza terapéutica de la descripción fenomenológica; pero ésta no
se deja fundamentar. La fenomenología capta, en todo caso, normas que
son necesarias para la labor trascendental de la conciencia; dicho en
términos kantianos, describe leyes de razón pura, pero no normas de una
legislación general de razón práctica, conforme a las cuales se pudiera
dirigir una voluntad libre. ¿Por qué cree Husserl poder defender la
pretensión de eficacia práctica de la fenomenología como teoría pura?
Yerra al no percatarse de la conexión entre el positivismo al que
critica correctamente, y aquella ontología de la que él
inconscientemente sustrae el concepto tradicional de teoría. Correctamente
crítica Husserl la ilusión objetivista,
que proyecta en las ciencias la imagen de un en-sí de hechos
estructurados conforme a leyes, encubre la constitución de estos hechos
y no permite, por tanto, que se tome conciencia de la imbricación del
conocimiento con los intereses del mundo de la vida. Por traer esto a
conciencia, la fenomenología queda, al parecer, sustraída a tales
intereses; el título de teoría pura, que injustamente reclaman las
ciencias, le corresponde, pues, a ella. A este momento, a la desconexión
del conocimiento respecto del interés, le anuda Husserl la expectativa
de eficacia práctica. El error está al
alcance de la mano: si la teoría, en
el sentido de la gran tradición, incidió en la vida, es porque fingió
haber descubierto en el orden cósmico una conexión ideal del mundo, lo
cual quiere decir: también el prototipo para la ordenación del mundo
humano. Sólo en tanto que cosmología fue la teoría capaz de orientar a
la par el obrar.
Por eso justamente no puede esperar
Husserl procesos culturales de una fenomenología que ha purificado
trascendentalmente a la antigua teoría de sus contenidos cósmicos y sólo
abstractamente mantiene aún algo así como una actitud teórica. La teoría
no quedaba instalada en la cultura por haber emancipado al conocimiento
respecto del interés, sino, inversamente, por tener que agradecer al
encubrimiento de su propio interés una fuerza pseudonormativa. Mientras critica la
autocomprensión objetivista de las ciencias, sucumbe Husserl a otro
objetivismo que siempre había estado ya adherido al concepto tradicional
de teoría.
(RESUMEN HISTÓRICO) Dentro de la
tradición griega, las mismas fuerzas que la filosoifa reduce a potencias
anímicas continúan manifestándose como dioses y poderes sobrehumanos. La
filosofía las ha domesticado y proscrito, como demonios interiorizados,
al recinto del alma. Mas si concebimos bajo este punto de vista los
impulsos y emociones que enredan a los hombres en la conexión de
intereses de una praxis inestable y casual, entonces cobra también un
nuevo sentido la actitud de la teoría pura, que precisamente promete la
purificación de estos afectos: la contemplación desinteresada significa
ostensiblemente entonces emancipación. Desligar al conocimiento del
interés no debía acaso purificar a la teoría de las perturbaciones de la
subjetividad, sino, inversamente, someter al sujeto a una extasiadora
purificación de las pasiones. El hecho de que la "katharsis" ya no se
logre ahora por la vía del culto mistérico, sino que se establece
mediante la teoría en la voluntad de los individuos, muestra el nuevo
estadio de la emancipación: ha prosperado la individuación de cada uno,
al extremo de que la identidad del yo aislado como una magnitud fija
sólo se puede constituir mediante la identificación con las leyes
abstractas del orden cósmico. En la unidad de un cosmos que descansa en
sí mismo y en la identidad del ser inmutable encuentra ahora su sostén
la conciencia que se ha emancipado de los poderes originarios.
De este modo la teoría acreditó antaño un
mundo liberado, depurado de demonios, sólo por virtud de distinciones
ontológicas. Al mismo tiempo la ilusión de la teoría pura protegía de la
recaída en un estadio superado. Si se hubiera contemplado la identidad
del ser puro como una ilusión objetivista, no se habría podido formar la
identidad del yo con esa identidad. Oue el interés sea reprimido es algo
que sigue formando parte de este mismo interés.
Pero, cuando así sucede, los dos momentos
más efectivos de la tradición griega, la actitud teórica y la suposición
ontológica fundamental de un mundo estructurado en sí, son admitidos en
una conexión que ambos, empero, prohiben: en una conexión del
conocimiento con el interés.
(CRITICA DEL OBJETIVISMO DE LAS CIENCIAS)
Con esto retornamos a la crítica de
Husserl al objetivismo de las ciencias. Sólo que el motivo se vuelve
ahora contra Husserl. Si presumimos una conexión inconfesada de
conocimiento e interés, no es porque las ciencias se desprendieran del
concepto clásico de teoría, sino porque no se han liberado plenamente de
él. La sospecha del objetivismo viene motivada por la ilusión ontológica
de la teoría pura, que las ciencias, tras la eliminación de los
elementos educativos, aún comparten engañosamente con la tradición
filosófica.
Siguiendo a Husserl, llamamos
objetivista a una actitud que refiere ingenuamente los enunciados
teóricos a estados de cosas. Esta actitud considera las relaciones
entre magnitudes empíricas, que son representadas por enunciados
teóricos, como algo que existe en sí; y a la vez se sustrae al marco
trascendental, solamente dentro del cual se constituye el sentido de
semejantes enunciados. No bien se entiende que estos enunciados son
relativos al sistema de referencia previamente puesto con ellos, la
ilusión objetivista se desmorona y deja franco el paso a la mirada
hacia un interés que guía al conocimiento.
(ESQUEMA BÁSICO HEBERMASIANO)
Para tres categorías de procesos de
investigación se deja demostrar una conexión específica de
reglas lógico-metódicas e intereses que guían al conocimiento.
Esta es la tarea de una crítica de la ciencia que escape a
las trampas del positivismo.
En el ejercicio de las ciencias
empírico-analíticas interviene un interés técnico del
conocimiento;
en el ejercicio de las ciencias
histórico-hermenéuticas interviene un interés práctico del
conocimiento,
y en el ejercicio de las ciencias
orientadas hacia la crítica interviene aquel interés
emancipatorio del conocimiento que ya, como vimos, subyacía
inconfesadamente en la ontología tradicional.
(PLAN DEL CAPITULO SIGUIENTE) Quisiera
ilustrar esta tesis con unos cuantos ejemplos paradigmáticos.
V
En las ciencias empírico-analíticas
el sistema de referencia, que prejuzga el sentido de posibles enunciados
científicos de tipo empírico, establece reglas no sólo para la
construcción de teorías, sino también para su contrastación crítica. La teoría consta de conexiones hipotético-deductivas de proposiciones, que permiten deducir hipótesis legales pregnantes de contenido empírico. Esas hipótesis son susceptibles de ser interpretadas como enunciados sobre la covarianza de magnitudes observables: bajo condiciones iniciales dadas, permiten hacer pronósticos. El saber empírico-analítico es, por tanto, posible saber pronóstico. Pero el sentido general de tales pronósticos, vale decir, su viabilidad técnica, se sigue exclusivamente de las reglas según las cuales aplicamos las teorías a la realidad.
En las observaciones controladas, que toman a menudo la forma de
experimentos, provocamos las condiciones iniciales y medimos el
éxito de las operaciones así realizadas. Pues el empirismo quisiera
asegurar la claridad objetiva en las observaciones expresadas en las
proposiciones básicas: a este respecto debe darse algo que sea
inmediatamente evidente de modo accesible y sin intervención
subjetiva.
La verdad es que no son las proposiciones básicas reflejos de los
hechos en sí; más bien traen a expresión éxitos o fracasos de
nuestras operaciones. Pudiéramos decir que los hechos y las
relaciones entre los hechos se captan descriptivamente; pero este
modo de hablar no debe ocultar que los hechos de experiencias
científicas relevantes se constituyen como tales merced a una
organización previa de nuestra experiencia en el círculo de
funciones de la acción instrumental.
Tomados a la vez ambos elementos, la
construcción lógica de los sistemas de enunciados permitidos y el
tipo de las condiciones de contrastación sugieren la
siguiente interpretación: que las teorías científicas de tipo empírico abren la realidad bajo la guía del interés por la posible seguridad informativa y ampliación de la acción de éxito controlado.
Este es el interés cognitívo por
la disponibilidad técnica de procesos objetivados.
Las ciencias histórico-hermenéuticas
obtienen sus conocimientos en otro marco metodológico.
En ellas el sentido de la validación de
enunciados no se constituye en el sistema de referencia del control de
disposiciones técnicas. Los niveles de lenguaje formalizado y
experiencia objetivada aún no están diferenciados; porque ni están las
teorías construidas deductivamente ni tampoco están organizadas las
experiencias atendiendo al resultado de las operaciones. Es la
comprensión de sentido lo que, en lugar de la observación, abre acceso a
los hechos. A la contrastación sistemática de
suposiciones legales corresponde aquí la interpretación de textos.
Las reglas de la hermenéutica determinan,
por lo tanto, el posible sentido de los enunciados de las ciencias del
espíritu.
A esa comprensión del sentido, a la que
deben ser dados como evidentes los hechos del espíritu, ha anudado el
historicismo la ilusión objetivista de la teoría pura. Parece como
si el intérprete se situase en el horizonte del mundo o del lenguaje,
horizonte del cual extrae su sentido un hecho histórico transmitido.
También aquí se constituyen los hechos
sólo por relación a los patrones de su constatación. Así como la
autocomprensión positivista no se hace expresamente cargo de la conexión
de operaciones de medición y controles de resultados, así también olvida
esa precomprensión adherida a la situación inicial del intérprete, a
través de la cual el saber hermenéutico siempre está transmitido.
El mundo del sentido transmitido se
abre al intérprete sólo en la medida en que se aclara a la vez el
propio mundo de éste. El que comprende mantiene una comunicación
entre los dos mundos; capta el contenido objetivo de lo transmitido
por la tradición y a la vez aplica la tradición a sí mismo y a su
situación.
Pero cuando las reglas metodológicas
unen de este modo la interpretación con la aplicación se
sugiere la siguiente interpretación:
que la investigación hermenéutica abre la realidad guiada por el
interés de conservar y ampliar la intersubjetívidad de una posible
comprensión orientadora de la acción. La comprensión de sentido
dirige su estructura hacia el posible consenso de los actuantes en
el marco de una autocomprensión transmitida.
A esto lo llamamos, a diferencia
del técnico, el interés práctico del conocimiento.
Las
ciencias de la acción sistemáticas
-a saber, economia, sociología y política- tienen como meta,
al igual que las ciencias empírico-analíticas de la naturaleza, la
producción de saber nomológico.
Una ciencia social crítica no se
contenta obviamente con esto. Se esfuerza por examinar cuándo las
proposiciones teóricas captan legalidades invariantes de acción
social y cuándo captan relaciones de dependencia, ideológicamente
fijadas, pero en principio susceptibles de cambio.
Mientras éste sea el caso la crítica de las ideologías cuenta -del
mismo modo, por lo demás, que el psicoanálisis- con que la
información sobre nexos legales desencadene un proceso de reflexión
en el afectado; con ello, el estadio de conciencia irreflexiva, que
caracteriza las condiciones iniciales de semejantes leyes, puede ser
cambiado. Un conocimiento críticamente mediado de las leyes puede
por este camino colocar a la ley misma, merced a la reflexión, no
ciertamente fuera de la validez, pero sí fuera de la aplicación. El marco metodológico que establece el sentido de la validez de esta categoría de enunciados críticos se puede explicar en términos del concepto de autoreflexión.
Esta libera al sujeto de la dependencia de poderes hipostasiados.
La autorreflexión está determinada por un interés cognitivo
emancipatorio.
Las ciencias críticamente orientadas lo comparten con la filosofía.
( UN APUNTE SOBRE LA FILOSOFÍA)
Mientras
la filosofía permanezca atada a la ontología queda sujeta a un
objetivismo que enmascara el nexo de su conocimiento con el interés
por la emancipación.
Sólo cuando
vuelve contra la ilusión de la teoría pura en si misma la crítica
que dirige contra el objetivismo de las ciencias, extrae la
filosofía, de la confesada dependencia, la fuerza que en vano
vindica para sí como filosofía aparentemente libre de supuestos.
(PROBLEMA) En el concepto del interés
como guía del conocimiento quedan recogidos esos dos momentos cuya
relación urge aclarar: conocimiento e interés.
(EJEMPLOS)Por la experiencia diaria
sabemos que las ideas sirven bien a menudo para enmascarar con pretextos
legitimadores los motivos reales de nuestras acciones. A lo que en este
plano se denomina racionalización,
en el plano de la acción colectiva lo llamamos ideología.
En ambos casos, el contenido manifiesto de enunciados es falseado por la
irreflexiva vinculación a intereses por parte de una conciencia sólo en
apariencia autónoma.
(CONSECUENCIAS) Con razón tiende por ello
la disciplina del pensamiento educado a desconectarse de semejantes
intereses. En todas las ciencias se han ideado rutinas para prevenir la
subjetividad de la opinión; y contra la influencia incontrolada de
intereses de honda raigambre, que dependen menos del individuo que de la
situación objetiva de grupos sociales, ha salido a escena incluso una
nueva disciplina, la sociología del conocimiento.
Pero éste es sólo un lado de la cuestión.
Pues de otra parte, por tener que
ganar primeramente en objetividad de sus enunciados contra la
presión y la seducción de intereses particulares, la ciencia se
engaña sobre los intereses fundamentales a los que agradece no sólo
su impulso, sino también las condiciones de posible objetividad.
La actitud del control técnico, de la
comprensión práctico-vivencial y de la emancipación respecto de la
coerción que emana de la naturaleza, determina los específicos
puntos de vista de la historia desde los cuales podemos por primera
vez concebir la realidad como tal. Al tomar conciencia de que los
límites trascendentales de posibles concepciones del mundo no pueden
ser excedidos, un trozo de naturaleza cobra, merced a nosotros,
autonomía en la naturaleza. Si el conocimiento pudiera engañar a su
interés innato, lo haría al advertir que la mediación de sujeto y
objeto que la conciencia filosófica adjudica exclusivamente a su
síntesis es inicialmente producida mediante intereses. Por la
reflexión puede cobrar conciencia el espíritu de esta base natural.
Pero el poder de ésta alcanza hasta la lógica de la investigación.
Las representaciones o descripciones
no son nunca independientes de normas. Y la elección de esas normas
se basa en actitudes que necesitan de la evaluación crítica mediante
argumentos porque no pueden ser ni deducidas lógicamente ni probadas
empíricamente.
Decisiones metódicas básicas,
distinciones tan fundamentales acaso como la que hay entre el ser
categorial y el no categorial, entre enunciados analíticos y
sintéticos, entre contenido descriptivo y emotivo, tienen la
peculiar característica de no ser ni arbitrarias ni obligatorias. Se
manifiestan como acertadas o equivocadas Pues se miden por la
necesidad metalógica de intereses, que nosotros no podemos fijar ni
representar, sino con los que nos tenemos que encontrar. Por eso mi primera tesis se enuncia así:
Las realizaciones del sujeto
trascendental tienen su base en la historia natural del género
humano.
Esta tesis, tomada por sí misma,
pudiera llevarnos a la errónea idea de que la razón del hombre es
como las garras y los colmillos de los animales, un órgano de
adaptación. Esto, ciertamente, lo es también.
Pero los intereses
histórico-naturales, a los que reducimos los intereses que guían al
conocimiento, proceden a la par de la naturaleza y de la ruptura
cultural con la naturaleza. Esto con el momento de imposición del
instinto natural incorporan el momento de la emancipación respecto
de la coerción de la naturaleza. Ya al interés de la
autoconservación, que parece ser algo tan natural, corresponde un
sistema social, que compensa las deficiencias del equipo orgánico
del hombre y asegura su existencia histórica contra una naturaleza
que amenaza desde el exterior. Pero la sociedad no es solamente un
sistema de autoconservación. Una seductora naturaleza, que está
presente en el individuo como libido, se ha emancipado del círculo
funcional de la autoconservación y presiona hacia una realización
utópica. A su vez, estas pretensiones individuales, que no armonizan
de antemano con la exigencia de autoconservación colectiva, se las
incorpora el sistema social.
Por ello los procesos de conocimiento,
que están inextricablemente vinculados a la formación de la
sociedad, no pueden funcionar sólo como medio de reproducción de la
vida: en la misma medida determinan ellos las definiciones de esta
vida. La aparentemente desnuda supervivencia es siempre una magnitud
histórica; pues se la mide por aquello a lo que una sociedad aspira
como su vida buena.
Mi segunda tesis por tanto, dice: el conocer es instrumento de la autoconservación en la medida misma en que trasciende a la mera autoconservación.
Los puntos de vista específicos desde
los cuales concebimos necesaria y trascendentalmente la realidad
establecen tres categorías de posible saber:
informaciones,
que amplían nuestra potencia de dominio técnico;
interpretaciones,
que hacen posible una orientación de la acción bajo tradiciones
comunes; y
análisis,
que emancipan a la conciencia respecto de fuerzas hipostasiadas.
Estos puntos de vista dimanan del
nexo de intereses de una especie que está por naturaleza vinculada a
determinados medios de socialización: al trabajo, al lenguaje
y a la dominación.
La especie humana asegura su
existencia
en
sistemas de trabajo social y de autoafirmación violenta;
merced
a una vida en común mediada por la tradición en la comunicación del
lenguaje ordinario;
y,
finalmente, con ayuda de identidades plasmadas en un "yo", que
reconfiguran la conciencia del individuo por relación a las normas
del grupo en cada nivel de individualización.
Así pues, los intereses que guían al
conocimiento se adhieren a las funciones de un yo que,
mediante procesos de aprendizaje, se adapta a sus condiciones
externas de vida; que se ejercita, mediante procesos
culturales en el nexo de comunicación de un mundo de vida
social; y que se construye una identidad en el conflicto entre las
solicitudes del instinto y las coerciones sociales. Estas realizaciones inciden, a su vez,
en las fuerzas de producción que una
sociedad acumula;
en la
tradición cultural merced a la cual una sociedad se interpreta a sí
misma; y en las legitimaciones que una sociedad adopta o critica.
Mi tercera tesis,
por tanto, reza:
los intereses que guían al conocimiento se constituyen en el medio o
elemento del trabajo, el lenguaje y la dominación.
Desde luego que la constelación de
conocimiento e interés no es igual en todas las categorías.
Ciertamente, aquella autonomía exenta
de supuestos en la que el conocimiento concibe teóricamente la
realidad por vez primera, para más tarde ponerla al servicio de
intereses extraños al conocimiento, es en este plano siempre una
ilusión. Pero el espíritu puede referirse al nexo en el que
previamente sujeto y objeto están anudados; y ello está reservado
solamente a la autorreflexión. Esta puede recuperar el interés en
cierto modo, mas no superarlo.
No es fortuito que las medidas de la
autorreflexión escapen a esa peculiar vaguedad en la que las normas
de todos los demás procesos de conocimiento necesitan de una
consideración crítica. Son teóricamente ciertas. El interés por la
emancipación no se limita a flotar; puede ser vislumbrado a priori.
Aquello que nos saca de la naturaleza es cabalmente la única
realidad que podemos conocer según su naturaleza: el lenguaje. Con
la estructura del lenguaje es puesta para nosotros la emancipación.
Con la primera proposición es expresada inequívocamente la intención
de un consenso común y sin restricciones. Autonomía es la
única idea de que somos dueños en el sentido filosófico tradicional.
Quizá sea por esto por lo que el uso del lenguaje del idealismo
germano, de acuerdo con el cual "razón" contiene ambos momentos:
voluntad y conciencia, no es, empero, totalmente obsoleto. Razón
significaba a la vez voluntad de razón.
En la autorreflexión, el conocimiento
por mor del conocimiento viene a coincidir con el interés por la
autonomía. El interés emancipatorio del conocimiento tiende a la
consumación de la reflexión como tal.
Por eso mi cuarta tesis se
enuncia así: En la fuerza de la autorreflexión el conocimiento y el interés son uno.
Y, sin embargo, sólo en una
sociedad emancipada, que hubiera conseguido la autonomía de todos
sus miembros, se desplegaría la comunicación hacia un diálogo, libre
de dominación, de todos con todos, en el que nosotros vemos siempre
el paradigma de la recíprocamente constituida identidad del yo como
también la idea del verdadero consenso.
En esta medida la verdad de los
enunciados se basa en la anticipación de la vida lograda. La ilusión
ontológica de la teoría pura, tras la cual desaparecen los intereses
que guían el conocimiento, consolida la ficción, como si el diálogo
socrático fuera posible en general y en cualquier tiempo.
La filosofía ha asumido desde el
comienzo que la autonomía puesta con la estructura del lenguaje era
no sólo anticipada, sino efectiva.
Precisamente la teoría pura, que
quiere obtenerlo todo de sí misma, claudica ante el desplazado
exterior y se torna ideológica.
Sólo cuando la filosofía descubre
en la ruta dialéctica de la historia las huellas de la violencia,
que siempre desfigura el fatigoso diálogo y siempre lo lleva fuera
del curso de la comunicación sin coacciones, impulsa al proceso cuyo
estacionamiento de otro modo legitima: el progreso del género humano
hacia la autonomía. Como quinta tesis quisiera, por tanto, defender la siguiente proposición:
la unidad de conocimiento e interés se acredita en una dialéctica
que reconstruye lo suprimido rastreando las huellas históricas del
diálogo suprimido.
VII (CRÍTICA DE LA PRETENSIÓN TEÓRICA)
Las ciencias han retenido una cosa de la filosofía: la ilusión de
la teoría pura.
Esta ilusión no determina la
praxis de la investigación científica, sino sólo la comprensión que
las ciencias tienen de sí. Y, mientras esta autocomprensión nos
reconduzca a esa praxis, tiene incluso un sentido positivo.
El honor de las ciencias consiste,
desde luego, en aplicar infaliblemente sus métodos sin reflexionar
sobre el interés que guía al conocimiento. En la medida en que no
saben metodológicamente lo que hacen, tanto más ciertas están las
ciencias de su disciplina, vale decir: del progreso metódico dentro
de un marco no problematizado. La falsa conciencia tiene una función
protectora. Pues en el plano de la autorreflexión les faltan a las
ciencias los medios para afrontar los riesgos de una conexión,
antaño contemplada, de conocimiento e interés.
El fascismo ha podido fingir la superchería de una fisica nacional,
y el estalinismo la superchería, que ciertamente hay que tomar más
en serio, de una genética soviético-marxista, porque faltaba la
ilusión del objetivismo, un factor que hubiera podido inmunizar
contra los peligrosos encantamientos de una reflexión mal conducida
El elogio al objetivismo tiene,
ciertamente, sus fronteras; en este punto basó acertadamente
Husserl su crítica, aun cuando no emplease los métodos adecuados.
Tan pronto se plasmó la ilusión objetivista en afirmaciones de
concepción del mundo, truécase la precariedad de lo
metodológicamente inconsciente en la dudosa virtud de una profesión
de fe cientifista. El objetivismo en modo alguno impide a las
ciencias, como Husserl creía, intervenir en la vida práctica. De una
forma o de otra, están integradas en ella. Pero no desarrollan eo
ipso eficacia práctica en el sentido de una creciente racionalidad
de la acción.
(POSIBLES CONSECUENCIAS)
Una autocomprensión positivista en las
ciencias nomológicas tiende más bien a sustituir la acción ilustrada
por el control técnico. Guía la aplicación de las informaciones de
la ciencia de la experiencia bajo el ilusorio punto de vista de que
la dominación práctica de la historia puede dejarse reducir al
control técnico de procesos objetivados.
No menos rica en consecuencias es la
autocomprensión objetivista de las ciencias hermenéuticas. De la
apropiación reflexiva de tradiciones aún operantes sustrae un saber
esterilizado, y recluye en cambio a la historia en los museos.
Guiadas por la actitud objetivista de
la teoría configuradora de hechos, las ciencias nomológicas y
hermenéuticas se complementan mutuamente en sus consecuencias
prácticas. Mientras éstas se liberan de su compromiso con la
conexión tradicional, aquellas, apoyándose en el engañoso fundamento
de una historia desplazada, confinan exclusivamente la praxis de la
vida al círculo funcional de la acción instrumental.
La dimensión en la cual los sujetos
activos pueden llegar al entendimiento racional y mutuo sobre
objetivos y fines, es así entregada a la oscuridad de la mera
decisión entre el sistema de ordenaciones cosificadas de valor y el
poder irracional de la creencia.
Cuando de esta dimensión, abandonada
por todos los buenos espíritus, se apodera una reflexión que
procede, al modo de la antigua filosofía, objetivamente frente a la
historia, se eleva el positivismo a su más alta cota -como sucedió
con Comte. Este es el caso cuando la crítica niega acríticamente su
conexión con el interés emancipatorio del conocimiento en favor de
la teoría pura.
Semejante crítica exagerada proyecta
el indecidido proceso de avance de la humanidad sobre el plano de
una filosofía de la historia que imparte dogmáticamente
instrucciones para la acción. Pero una engañosa filosofía de la historia es sólo el reverso del ciego decisionismo: la parcialidad burocráticamente ordenada se compadece sólo demasiado bien con una neutralidad de valor contemplativamente malentendida. (POSIBLE REMEDIO)
Contra estas consecuencias prácticas de una conciencia
cientifista restringida de las ciencias puede operar una
crítica que destruye la ilusión objetivista.
Verdad es que el objetivismo no
es roto, como aún imaginaba Husserl, por la fuerza de una renovada
teoría, sino sólo por la demostración de lo que
encubre: la conexión entre conocimiento e interés. La filosofia permanece fiel a su gran tradición en tanto renuncia a ella. La idea de que la verdad de los enunciados esta, en última instancia, vinculada a la intención de vivir la verdadera vida se deja hoy defender mejor sobre las ruinas de la ontología. Seguramente que esta filosofía seguirá siendo una especialidad junto a las ciencias y fuera de la conciencia pública, mientras la herencia de la tradición, de la que ella críticamente se ha liberado, continúe perviviendo en la autocomprensión positivista de las ciencias.
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VIDA DE HABERMAS
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CONTEXTO HISTÓRICO – FILOSÓFICO DEL PENSAMIENTO DE HABERMAS Y RASGOS DE SU PERSONALIDAD
A. SITUACIÓN HISTÓRICA
Habermas nace en Gummersbach (Alemania) en
1929.
Los hechos históricos más revelantes con mucho en relación a la formación de Jurgen Habermas son los que tienen que ver con lo que supuso el paso por el nazismo en Alemania. El partido
nazi llegó al poder en los años treinta por medio de unas elecciones
democráticas (julio de 1 932) y hay constancia histórica del apoyo
general de la población alemana al regimen de Adolf Hitler, hasta el
final de la guerra en 1945. Por otra parte, ni siquiera la ignorancia
puede ser atenuante pues el antisemitimismo de Hitler estaba ya presente
en su obra Mein kampf y desde 1920 en los veinticinco puntos del
programa del NSDAP (Partido Obrero Nacional Socialista Alemán). Ya en
1933 se prohibe a los judíos la practica de la medicina, la abogacía y
cualquier cargo público. En 1935, las Leyes de Nurenberg excluyen
totalmente a los judíos de la comunidad nacional alemana. Ya en plena
guerra mundial, en 1942, la conferencia de Wannsee ultima la "solución
final": el exterminio sistemático de los judíos. En los campos de
Auschwitz, Chelmno, Belzec, Sobibor y Treblinka se asesina entre cuatro
y seis millones de judios europeos (aunque, por supuesto, la matanza no
afecta sólo a judíos, sino también a militantes de izquierda, eslavos y
gitanos Esto ha hecho que el pueblo alemán viva después de esa fecha con una especie de mala conciencia colectiva Los campos de exterminio nazis pesaron como una losa sobre las conciencias de la generación que vivió la guerra y la posterior. Pero aun hoy, es imposible entender Alemania sin esa conciencia colectiva de culpa. Habermas,
preguntado por su formación cultural, ha contado como siendo estudiante
de bachillerato se encontró con los documentales que en 1945 les
proyectaban sobre los campos de exterminio, y como ya en la carrera se
percató de como grandes figuras intelectuales habían estado implicadas
con el nazismo (Heidegger, Ernst Júnger, C. Schmidt). Y como, en
cambio, había también todo un grupo de intelectuales emigrados limpios
de todo menoscabo moral (entre ellos, los miembros de la Escuela de
Frankfurt: Adorno, Horkheimer...). Piénsese además que Habermas es de
familia judía. En definitiva la formación intelectual habermasiana ha
estado muy determinada por estos acontecimientos, y no sólo en lo que
se refiere a autores cercanos, sino incluso a otros más lejanos, como
por ejemplo Nietzsche, utlizado ideológicamente por los nazis.
Después de esa peculiar situación alemana
desde después de la Segunda Guerra Mundial, quizás sean dos
los acontecimientos históricos más relevantes para entender a
Habermas, y en buena medida también a toda una generación, ya incluso
independientemente del contexto alemán:
Antes, sólo señalar cual es el marco
general posterior a la Segunda Guerra Mundial: 1. La situación desde 1945 viene definida por el reparto por parte de las grandes superpotencias de la totalidad del mundo en zonas de influencia, claramente delimitadas en el caso de Europa entre los países capitalistas occidentales -tutelados por U.S.A, y, tras el "telón de acero", los países comunistas del Este, tutelados por la U.R.S.S.
En el caso de Alemania, este reparto significa la partición del país en
la República Federal Alemana (occidental) y la República Democrática
Alemana (oriental). 2. El resto
del mundo está marcada por esa repartición. Los procesos de
descolonización en Asía y Africa en los que la independencia política de
las metropolis no impide una dependencia económica. Los paises de esos
dos continentes y el Cono Sur americano se convierten en zona de
explotación económica y de conflictos de influencias entre las dos
superpotencias, En Europa, salida de la situación de penuria económica posterior a la guerra, los años sesenta representan el momento de máxima prosperidad. Ese es el escenario de las revueltas estudiantiles que tienen dos localizaciones: algunas universidades norteamericanas y París. Siendo el año decisivo el de 1968. Todos estos sucesos tienen que ver por la transformación ideológica sobre todo en el seno de la izquierda. Las revueltas de los sesenta se hacen desde unos planteamientos de crítica global al mundo contemporáneo, criticándose las democracias occidentales como regímenes en el fondo totalitarios. Es un rechazo global de "el Sistema", con el que tiene mucho que ver figuras de la Escuela de Frankfurt como Herbert Marcuse o, en menor medida, Adorno (Pese a que parte de la formación de Habermas ha sido su trabajó con Adorno en el Instituto de investigación social -aglutinador de los frankfurtianos desde 1956 hasta 1959). Pues bien,
es muy significativo el distanciamiento de Habermas con respecto a todas
estas revueltas, a la que se refirió en su momento como un posible
fascismo de izquierdas. Habermas considera que aquel movimiento
minusvaloraba la importancia que supone el gozar de un Estado
Democrático de Derecho y piensa que se trata de mejorar esa situación
pero sin negar lo ya conseguido, frente al "pataleo" irresponsable.
Incluso aquí podemos ver presente la experiencia del nazismo, que hace
en Habermas apreciar lo que significa una democracia por muchas
imperfecciones que tenga. El escenario postbélico sufre un revulsivo no previsto por nadie, primero en 1989 con la caída del comunismo en los países del Este, y luego en 1991 con la desaparición de la U.R.S.S., de la cual se separan muchas de sus antiguas repúblicas que abandonan el régimen comunista. Ante esta situación, Habermas,
En síntesis, el contexto histórico de Habermas configura a
B.
HERENCIA FILOSÓFICA
La filiación de Habermas con respecto al
espiritu ilustrado tiene lugar
a través de la tradición dialéctica y
marxista. En el siglo XX el marxismo es una de las grandes
"familias" de pensamiento que engloba autores muy dispares, dentro de su
común marxismo. Por mencionar algunos nombres: A. Gramsci (1891-1937),
G. Lukács (1885-1971), o E. Bloch (1885-1977). Hay también un marxismo
soviético (Lenin, Stalin...), pero muy pobre filosóficamente. Más concretamente, la filiación de Habermas se produce con respecto a un grupo de autores de esta "familia" marxista que se conocen con el nombre de Escuela de Frankfurt.
Este es el nombre con el que a partir de los años 50 se conoce al
círculo intelectual vinculado al Instituto de Investigación Social,
fundado en 1923, cuyo propósito original (desarrollado en los años
treinta) reanudará Habermas: la investigación interdisciplinar en
el campo de las ciencias humanas hecha desde la teoría
marxista con aportaciones empíricas de todo tipo y
desde una
perspectiva crítica.
De entre los miembros de la Escuela, participaron de manera fundamental
en el Instituto
T.W. Adorno (1903-1969)
y M. Horkheimer (1895-1973) (que colaboraron entre otras en una obra
clave dentro de la Escuela: Dialéctica de la ilustración), y H. Marcuse (1898-1979). En menor medida, lo hizo E. Fromm (1900-1980).
(Por último, W. Benjamin (1892-1940) no sólo tuvo menor vinculación con
los miembros de la escuela, sino que su pensamiento está ya mucho más
alejado de los tópicos de ésta). Sin embargo lo que auna a estos autores, lejos de ese propósito inicial del que sí puede considerar heredero a Habermas, es precisamente lo que los hace muy diferentes del espíritu de la filosofia de Habermas: su rechazo absoluto y radical de la civilización occidental (El Gran Rechazo del que hablaba Marcuse).
Ese tono apocalíptico de cariz casi religioso (o abiertamente religioso
como en el último Horkheimer) es explícitamente rechazado por Habermas,
cuya crítica a la sociedad occidental está mucho más matizada.
Recuerdese lo que hemos dicho respecto al alejamiento de Habermas
respecto a la actitud revolucionaria hipercritica con las democracias
occidentales de los jovenes revolucionarios de los sesenta. inspirados
por Marcuse o, más lejanamente, por Adorno.
Si hubiera que buscar autores
contemporáneos recientes cercanos a Habermas, habría que
buscarlos más bien en otras corrientes.
Así, por ejemplo. Habermas mismo dirá en 1983 al comienzo de
Conciencia moral y acción comunicativa, que es Karl-Otto Apel
(1922) el filósofo vivo que más ha influido en su pensamiento.
Las ideas que habremos de explicar luego de una "ética comunicativa" es
básicamente compartida por ambos filósofos.
Aunque nos hemos referido a la filiación neo-marxista de Habermas. su
figura resulta especialmente interesante hoy precisamente porque
transciende su filiación neomarxista y pone a dialogar tradiciones
filosóficas inconexas (capacidad que, por cierto, comparte también con
Apel). En concreto, en la que es hasta ahora la gran obra de
Habermas, su Teoría de la acción comunicativa de 1981,
encontramos una influencia decisiva de la filosofía de ámbito
anglosajón: la filosofía de corte analítico o post-analítico,
centrada sobre todo en el estudio del lenguaje, que procede del segundo
Wittgenstein (el de las Investigaciones filosó ficas) y que
engloba autores como
Austin o Searle. Si hemos calificado a Habermas como un ilustrado, como un continuador de ese proyecto de emancipación. habría que citar ahora a toda una serie de pensadores contemporaneos e incluso actuales no porque estén cercanos al filósofo alemán, sino porque constituyen el punto de referencia negativo de nuestro autor. Y ello justamente porque son pensadores que de una u otra manera consideran ese proyecto de la Ilustración como algo acabado. muerto, que ya no tendría vigencia. Se trata de autores sobre todo franceses como G. Bataille, M. Foucault, J. Derrida o J.F. Lyotard.
Es este último el que acuño un término que ha tenido fortuna, el de
postmodernidad, como definitorio de esta nueva época en que
viviríamos después del acabamiento del proyecto ilustrado. A estos
autores les une una cierta desconfianza en la Razón, a la que consideran
el gran mito de la Ilustración. Todos enfatizan la existencia de una
multiplicidad de épocas, de modos de interpretar el mundo, sobre las
cuales ningún punto de vista puede pretender ser esa razón con
mayúsculas. Por último, señalar como Habermas muestra en sus obras (particularmente en la Teoría de la acción comunicativa) un conocimiento enciclopédico no ya de filosofía, sino de diversas ciencias (lingúística, sociología, antropología...) que suele decirse que corresponde más bien a una labor de equipo. encabezada por él mismo. |
En parte es verdad, pero no es la respuesta más completa.
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