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Cfr Vicente Pérez Cano y otros, Mayores solidarios. Dykinson,S.L.Madrid 2007
Introducción .
En este capítulo bucearemos en lo nuclear de las motivaciones voluntarias. Los contenidos que aquí desarrollamos permitirán conocer en profundidad la esencia del voluntariado y estaremos en condiciones de saber QUÉ ES el voluntariado, por eso las cuestiones de este tema, más que válidas, son imprescindibles para cualquier tipo de voluntariado, también el de mayores. Parte de los problemas del voluntariado actual, hunden sus raíces en las deficiencias formativas y en la falta de conocimientos y de claridad de ideas respecto a los principios básicos del voluntariado, no sólo de los propios voluntarios, también de quienes coordinan o promueven el voluntariado.
La idea de que el voluntariado es todo lo que se hace gratuitamente está muy implantada en la sociedad pero es tan básica como insuficiente y por eso quienes comienzan a dar pasos con ese escaso bagaje, más pronto que tarde, se encuentran con problemas para los que no tienen respuesta. En las páginas siguientes encontraremos la información necesaria al respecto
Conceptos básicos en voluntariado
Comenzamos por determinar el alcance de ciertos términos que aunque tengan elementos en común con el voluntariado, no se les puede llamar voluntariado, Frecuentemente se utilizan en el mismo sentido, y eso ocasiona una confusión que debería ser superada con la información necesaria que nos permita llamar a cada cosa por su nombre.
Por poner un ejemplo sencillo y fácil de entender, digamos que se puede estar haciendo materialmente la misma actividad, como realizar los encargos y compras a personas con dificultades para hacerlo por sí mismas, y, a pesar de que sea aparentemente la misma acción, unas veces será voluntariado pero otras no. El problema es cuando a todo se le llama con el mismo nombre. La clave para distinguir qué es cada una de esas conductas -insistimos, aparentemente casi idénticas- está en conocer las motivaciones por las que se hacen, así como la actitud ante el usuario y ante la acción misma. Analicemos donde están esas diferencias.
La traducción literal de su raíz latina es "bien hacer" y el significado que le da el diccionario: es "virtud de hacer el bien" y "práctica de obras buenas y especialmente de caridad". Las actuaciones benéficas han sido una constante en nuestra sociedad casi hasta la llegada de la democracia. El talante benéfico ha sido patrimonio del Estado en sus diversas formas de actuación, llegando a tener reguladas por Ley las actividades de beneficencia. Así lo refleja también un tercer matiz del diccionario: "conjunto de fundaciones benéficas y de los servicios gubernativos referentes a ellas" como los patronatos, diputaciones y otros organismos públicos que se ocuparon de orfanatos, asilos, manicomios, e instituciones similares que, si bien realizaron una labor social en su tiempo, son muy diferentes y hasta contrapuestas a los principios inspiradores de los actuales sistemas de atención social y sanitaria.
Por tanto se puede decir que beneficencia es, para bien o para mal, patrimonio de nuestra historia. Incluso hoy, a pesar de la consolidación democrática en nuestra sociedad, no es raro encontrarse actitudes y conductas que tienen que ver más con el pasado que con la concepción de usuario-ciudadano-persona con derechos, propia de los Servicios Sociales.
Hoy concebimos la palabra “beneficencia” en un sentido peyorativo, porque la forma de actuar según ese concepto práctico de beneficencia, tiene un marcado alcance paternalista, conformista y mantenedor de situaciones de desigualdad. Y eso nunca puede ser voluntariado, pues como dice Tavazza, la diferencia entre una actuación benéfica y otra voluntaria consiste en que la primera no trasciende la situación con la que se encuentra, se queda en la intervención misma, mientras que el voluntariado analiza la situación carencial sobre la que interviene y propone alternativas para su erradicación.
Ejerciendo el voluntariado hoy con esa actitud paternalista se corre un alto riesgo de consolidar situaciones injustas. Si uno se considera superior al otro, difícilmente podrá desarrollar actitudes de empatía y sentimientos de solidaridad, de igual a igual, ni tendrá capacidad para acoger al otro tal cual es, ni tendrá la visión de potenciar en el otro sus propias capacidades y recursos para ser persona autónoma, recorriendo su propio camino, no el que el paternalista le indica como el óptimo.
Con la motivación propia de la beneficencia, el sujeto-agente, se siente superior en bienes, salud, conocimientos, estatus social... experimenta la necesidad de hacer algo por los demás, objeto-paciente, no por la otra persona en sí, sino como campo donde satisfacer su necesidad de sentirse bien. El paternalista llega a necesitar la existencia de los otros, inferiores-“niños”-desgraciados, para llevarles la solución. Pero no la solución que ellos necesitan sino la que el paternalista entiende que es la mejor.
Porque el paternalista que actúa con los criterios de la beneficencia, no piensa en el otro, no se pone en su lugar, actúa para satisfacerse a sí mismo y a veces termina alimentando situaciones de injusticia y consolidando realidades de pobreza. El paternalismo propio de la beneficencia no es el voluntariado.
Para entender esquemáticamente el concepto, basta con fijarse en el significado de las dos palabras que componen el término: "apoyo" e "informal". El diccionario contiene dos definiciones pertinentes de apoyo ,"lo que sirve para sostener" y "protección". Y por informal entiende lo "que no se ajusta a las circunstancias prevenidas". Es decir, que en el terreno de la convivencia ciudadana, vendría a ser la protección (se entiende de unos para con otros) no ajustada a (que se sale o que queda fuera de) lo "prevenido". En nuestro caso, las circunstancias "prevenidas" son los servicios ya previstos (prevenidos) por el Estado o por iniciativa privada o ciudadana organizada. Es decir, contraponemos el término "informal" como lo no previsto ni organizado, frente a "formal", como lo previsto y organizado.
Con todo ello, y buscando ya un lenguaje más fluido, podríamos decir que entendemos por "apoyo informal" el conjunto de actuaciones de ayuda o auxilio que unos ciudadanos prestan a otros que están en situaciones de cierta necesidad o dependencia, y lo hacen por propia iniciativa, no como fruto o consecuencia de la acción organizada o formalizada de los servicios estructurados con los que cuenta la sociedad.
El apoyo al que nos referimos puede ser realizado desde personas con una obligación moral e incluso legal como la familia directa, pero también otros familiares retirados, los vecinos, amigos, e incluso personas desconocidas como personas que ejercen una solidaridad por libre, sin estar integradas en ninguna organización. Si bien la inclusión del voluntariado bajo el concepto de apoyo informal es discutible para algunos por considerar que los niveles de organización de determinadas asociaciones voluntarias pueden ser más parecidas a los servicios formales estructurados que al carácter "no prevenido" del apoyo informal.
Uno de los ejemplos más conocidos de apoyo informal (no sujeto a leyes, no prevenido ni organizado ni estructurado) es el que se da entre vecinos cuando las relaciones son aceptables o positivas: nos recogen el niño del colegio si calculamos que llegaremos tarde, nos recogen un certificado si estamos fuera, nos retiran las cartas del buzón mientras estamos de vacaciones, incluso nos visitamos en el hospital o en casa cuando atravesamos una enfermedad y estamos dispuestos a ayudar en circunstancias similares. Eso no puede ser malo. Todo lo contrario, es fantástico que una sociedad cuente con esas redes informales de apoyo. Pero no puede llamarse voluntariado por dos razones.
En primer lugar porque no está garantizada la gratuidad de las acciones, ya que el receptor de los apoyos suele corresponder con ciertos detalles que, en función de su valor, pueden ser desde simbólicos, hasta más o menos compensatorios de las atenciones recibidas. Aunque el móvil inicial de quien practica el apoyo informal seguramente está fundado en actitudes desinteresadas, la práctica habitual es que el receptor de los apoyos no sólo se siente en la obligación de corresponder sino que lo entiende como un deber moral de agradecer los favores recibidos con detalles de distinta importancia. La posibilidad de recibir cualquier tipo de compensación está totalmente descartada en el voluntariado.
En segundo lugar, el apoyo informal tampoco se puede considerar como voluntariado porque no se ajusta a ningún tipo de proyecto de intervención que pretenda resolver una necesidad o potenciar una cierta transformación social. El apoyo informal funciona entre conocidos, vecinos… siempre y cuando tenga una relación más o menos positiva entre el emisor y el receptor de la ayuda, mientras que en el voluntariado se parte del análisis de una necesidad que se pretende subsanar mediante un proyecto de intervención en el que participan personas que en principio no conocen de nada a los receptores de la ayuda.
En tercer lugar, porque el apoyo informal se realiza con personas conocidas, generalmente vecinos, mientras que el voluntariado parte de una disponibilidad que, traspasando los límites de las personas con las que habitualmente nos relacionamos, está abierto a personas, inicialmente desconocidas por nosotros cuyo contacto facilita la entidad coordinadora de cualquier proyecto.
Este nuevo concepto está marcado por una característica diferenciadora, el de la reciprocidad. Si en los demás conceptos se produce un movimiento unidireccional de un sujeto -emisor- que facilita algo a otro sujeto -receptor-, en la ayuda mutua hay una bidireccionalidad entre los dos. Ambos son a la vez emisores y receptores de ayuda.
La ayuda mutua viene a ser una estrategia, la auto-organización, utilizada por algunos ciudadanos como recurso para superar sus propios problemas. Suelen ser grupos de personas que están afectadas negativamente por problemas similares, directamente ellos (como asociaciones de viudas...) o vinculados a los que lo padecen (asociaciones de enfermos de Alzheimer...) y que se estructuran. marcándose objetivos para buscar soluciones. Hay organizaciones de ayuda mutua que sólo cuentan con el apoyo mutuo de sus asociados y otras que buscan recursos para contratar profesionales que elaboran y ejecutan proyectos en beneficio del colectivo. Algunas llegan a niveles muy notables de organización, de buen hacer, convirtiéndose en entidades interlocutoras muy acreditadas ante las distintas Administraciones Públicas a la hora de abordar conjuntamente un problema social, como se ha puesto de manifiesto en el gran papel desempeñado por las Asociaciones de Familiares de Alzheimer.
De acuerdo con J.R.Villalbi la ayuda mutua consiste en: "Grupos de personas que padecen un mismo problema o que viven una situación que afecta negativamente su salud o bienestar y que se reúnen de una manera formal periódicamente, marcándose unos determinados objetivos para mejorar su situación".
Las organizaciones de ayuda mutua son un escenario frecuente donde se produce confusión llamando voluntariado a otras actividades que nada tienen que ver con la solidaridad. El prototipo más frecuente de este error es el del profesional recién graduado, sin trabajo, que bien se ofrece a la entidad o que la entidad, carente de medios para contratarle, le ofrece la posibilidad de hacer prácticas. Estos profesionales en paro, no sólo obtienen un beneficio profesional con las prácticas sino que cuando la entidad recibe subvenciones, ellos son los primeros candidatos para ser contratados. Ampliaremos esta casuística más adelante.
En definitiva, las organizaciones de ayuda mutua no son teóricamente voluntariado porque su motivación es solucionar los problemas propios de la asociación. Ahora bien, tampoco se puede trazar una línea divisoria que deje a un lado el voluntariado y a otro la ayuda mutua porque muchas personas asociadas en estas organizaciones actúan con altas motivaciones de solidaridad que van más allá de la compensación que pueden recibir al solucionar su problema. En todo caso, sólo se podría distinguir entre quienes participan en estas organizaciones sólo por el beneficio que esperan obtener y entre quienes además de eso actúan solidariamente. Pero en ningún momento pretendemos excluir nada ni a nadie sino únicamente proporcionar criterios que ayuden a distinguir con cierta claridad los principios de la solidaridad.
Estas personas realizan grandes esfuerzos y sacrificios, dedicando mucho tiempo a sus asociaciones sin recibir dinero por ello, y son un bien para la sociedad y para el Estado. El beneficio está en la solución al su problema, por lo que quedarían fuera de las definiciones clásicas de voluntariado pero aunque haya personas que solo piensen en el beneficio para el problema personal o familiar que les ha hecho asociarse, también es cierto que muchas continúan colaborando activamente con la asociación una vez solucionada su situación y que otras actúan con una mezcla de motivaciones en las que no deja de estar presente un altruismo incuestionable que no es posible distinguir más que a niveles teóricos y estrictamente conceptuales. Sirva, en todo caso, esta disquisición sólo para que cada cual pueda repasar la naturaleza de sus propias motivaciones.
No vamos a hacer ahora una definición exhaustiva, porque lo haremos más adelante, pero sí aproximamos matices diferenciadores.
El voluntariado es básicamente
una actitud permanente del sujeto (frente a la circunstancialidad propia del apoyo informal)
comprometida en la transformación de la sociedad (frente a la actitud conformista de la beneficencia)
de una forma universal (frente a restricciones de la ayuda mutua y del apoyo informal).
Además de estos tres puntos de contraste, el voluntariado tiene otras muchas características que veremos a partir de ahora.