DEL VOLUNTARIADO
Las personas que acceden por primera vez al voluntariado se suelen sentir sorprendidas cuando se les habla de sus derechos porque generalmente sólo piensan en ayudar, en hacer algo por los demás, por la sociedad, por defender valores humanos… de ahí su sorpresa cuando se les explica los derechos que deben conocer y que comentamos a continuación.
Ser acreditado como tal, ante los usuarios y ante la sociedad, en general
Las razones que justifican la acreditación, ya sea por un certificado, mediante un carné, o por otro procedimiento similar, las exponemos en el capítulo 5 cuando hablamos de modelos para la identificación de los voluntarios.
Ser informado de lo relacionado con su acción
El voluntario no es una herramienta de trabajo, es una persona que, aunque cuente con una alta motivación, necesita ciertos apoyos para ejercer mejor su función. Gracias a una buena información general sobre la entidad y sobre el contexto del servicio, así como de los pormenores del mismo, podrá hacerlo con mayor eficiencia y calidad.
La información que se da a los voluntarios mayores antes de iniciar el servicio y durante el desarrollo del mismo, es crucial para que se produzca un ajuste entre su actuación y las necesidades sobre las que interviene. Sólo con esta información, realizada por quien coordina el servicio, estaremos en condiciones de asegurar la utilidad del voluntariado. Si el voluntario actúa sin información más que ayudar, entorpecerá.
Recibir la formación pertinente
La formación es otro apoyo básico que complementa la motivación del voluntario. Es responsabilidad de las organizaciones la formación de los voluntarios, la cual está recogida en el artículo 8 de la Ley Estatal del Voluntariado, así como en las Leyes Autonómicas. Es además un derecho fundamental asumido todavía por pocas organizaciones. Se suele dar formación específica, según el campo de actuación y las actividades propias de la entidad promotora, pero es muy insuficiente la formación general que profundice en los planteamientos básicos y universales del voluntariado, al margen de sus múltiples concretizaciones posibles.
La formación de todo voluntario debe tener dos áreas bien diferenciadas: una sobre el “ser” (lo común a todos los voluntarios, aquello en lo que consiste el voluntariado y que hace tener las ideas muy claras respecto al núcleo fundamental de la solidaridad organizada, independientemente de la actividad que se realice) y otra sobre el “hacer” (sobre los contenidos y actuaciones propias de cada voluntariado en función de su campo de intervención).
La formación dirigida a las personas voluntarias, aunque creciente, es todavía insuficiente y deficientemente programada. En primer lugar, porque aún son pocas las organizaciones que dan formación a sus voluntarios y, en segundo lugar, está mal distribuida por dos razones: porque los contenidos formativos casi siempre están relacionados con el “hacer” y muy pocas veces con el “ser”. Existen numerosos cursos sobre temas como “elaboración de programas”, “mayores”, “cooperación social” y un largo etcétera; y están también mal distribuidos porque buena parte de los beneficiarios de esa formación son estudiantes o recién titulados que están buscando su lugar profesional. En contraste, son numerosísimos los voluntarios -muchos de ellos con años de experiencia acumulada- que nunca han tenido oportunidad de recibir formación alguna.
Asistimos pues a una paradoja de la que conviene al menos tomar conciencia: la todavía deficiente formación puede estar contribuyendo más a enriquecer el currículum profesional que a hacer realidad el derecho a una formación adecuada respecto al “ser” y al “hacer” de los voluntarios reales.
Conocer los planes de actuación en los que va a estar implicado
Si defendemos que la acción voluntaria no debe ir por libre sino en equipo, como grupo y de acuerdo a proyectos de intervención, este derecho resulta lógico porque sólo en la medida en que el voluntario conozca los objetivos y las estrategias de los proyectos de los que forme parte, su dedicación puede resultar mucho más útil.
Manifestar, por los cauces establecidos, sus opiniones y participar en la toma de decisiones relacionadas con el servicio que se le haya encomendado
Es decir, también una participación activa. Se trata de que, además de recibir información, formación, orientación, etc. sea un elemento activo que, en la medida de su experiencia, de su relación con la entidad y en los proyectos en los que participa, pueda expresarse, sugiriendo ideas y aportando sus puntos de vista en la realización de programas así como en su ejecución y evaluación, lo cual redundará en la optimización de los servicios.
La información sobre los proyectos que se llevan a cabo es mejor ofrecerla en las reuniones que habitualmente se han de tener con los voluntarios. No sólo porque se ahorran energías (no es lo mismo explicar una vez para un grupo que de uno en uno) sino porque, escuchando el mensaje en grupo, los voluntarios participan también en la articulación de los planes, se enriquecen las ideas, las estrategias y los métodos de actuación y se incrementa el sentimiento de pertenencia al grupo.
Ser respetado en su disponibilidad de tiempo
Cada voluntario establece su tiempo de dedicación en función de su motivación y del tiempo del que disponga. La misión del coordinador consiste en procurar acoplar las demandas de los servicios al tiempo ofertado por los voluntarios. En esta experiencia del Voluntariado de Mayores, lo más frecuente es que la oferta del voluntario sea un tanto abierta, y se suele mover entre las siguientes dualidades: una a tres horas por día de servicio, uno o varios días a la semana, días laborables o fines de semana, mañanas o tardes. En otras experiencias, las combinaciones pueden ser muy diferentes.
Que las acciones a realizar no interfieran con sus obligaciones profesionales o familiares, salvo casos de catástrofe o emergencia
Las entidades, y en concreto los coordinadores de servicios de voluntariado deben tener siempre muy clara esta limitación, que realmente es un derecho. El excesivo celo o una motivación incontrolada por el logro de objetivos, por muy loables que sean, nunca podrán justificar que se espere de los voluntarios una entrega más allá de sus posibilidades. Incluso cuando se producen cambios en las obligaciones laborales, en su trabajo -por ejemplo un cambio de turno- o en las familiares -una enfermedad, visita, viaje, etc..- el voluntario tiene derecho a que se reorganice su tiempo de dedicación, la actividad, el horario... e incluso al aplazamiento temporal del servicio que venga prestando.
En el Voluntariado de Mayores hemos vivido con frecuencia este caso cuando los hijos de los voluntarios vienen de vacaciones después de varios meses sin verse o cuando los voluntarios mayores se hacen cargo de los nietos en la temporada de aceituna u otras campañas agrícolas. En tales casos, o se cambia la hora del servicio o, el voluntario deja de hacerlo temporalmente.
Descansar temporalmente de su acción
No hacen falta razones como las anteriores que justifiquen un cambio o la interrupción temporal. Cuando se lleva cierto tiempo es normal que algunos voluntarios sientan la necesidad de disfrutar de un paréntesis con el simple fin de distanciarse y tomarse un respiro para volver con aires nuevos. También aquí ha sucedido con frecuencia que los voluntarios mayores se hayan apuntado a un viaje de un par de semanas a una zona turística. Con un buen funcionamiento de la coordinación y respetando este derecho, se busca otro voluntario para que realice el servicio o, si no tiene consecuencias negativas para el usuario, se suprime temporalmente.
Recibir compensación por los gastos derivados del servicio, así como los materiales necesarios para el mismo
El voluntario aporta su tiempo y su esfuerzo pero las tareas que realice no deben implicar gastos económicos ni materiales. Los posibles desplazamientos al lugar del usuario, billetes de acompañamientos en viajes o similares, materiales para actividades como meriendas o fiestas organizadas con los usuarios, etc; nunca deben recaer sobre los voluntarios, en todo caso, si éstos adelantaran algún pago, deben ser compensados cuanto antes.
No correr riesgos para su salud en el ejercicio de su labor y estar protegido de posibles factores de peligrosidad
Determinados servicios considerados normales dentro de cualquier organización pueden estar acompañados de ciertos riesgos por encima de los cuales la entidad debe garantizar la seguridad de los voluntarios. El entusiasmo y la creatividad de algunos, da lugar a propuestas peligrosas en un contexto concreto. Un ejemplo de nuestra experiencia es la solicitud de varios voluntarios mayores para prestar servicio en la cárcel. La edad de los solicitantes junto con su estado de salud fueron razones que desaconsejaron el intento.
Negarse a realizar un servicio si cree que conlleva riesgos no aceptables para un voluntario o si cree que no es trabajo propio del mismo
La primera parte viene a ser un derecho complementario del anterior. La segunda tendría que ver, entre otras cosas, con lo que ya hemos analizado de la suplencia de profesionales o la mano de obra barata, es decir, posibles abusos que se puedan hacer pretendiendo convertir en voluntariado algo que no es. Se trata, en definitiva, del derecho a "decir no" ante propuestas ajenas a la finalidad del voluntariado. Ya referimos en el capítulo 4 la experiencia de algunos voluntarios a los que se les sugirió realizar actividad propia de profesionales en un centro para personas mayores.
Ser respetado en su libertad, intimidad, dignidad y creencias
El mínimo común denominador del voluntariado es la motivación por la solidaridad junto con los principios, derechos y deberes que aquí estamos desarrollando. A partir de ahí, la diversidad puede convertirse en un hermoso panorama multicolor donde cada uno mantenga puntos de vista muy diferentes sin que ello afecte al nexo común y específico del voluntariado, porque el respeto por esas diferencias es también un derecho de cada uno, que a la vez se convierte en deber para con los demás.
Resulta realmente enriquecedor participar en una convivencia entre voluntarios con notables diferencias ideológicas, culturales, formativas, de estatus social, etc. marcadas por unas relaciones de cordialidad muy positivas. No nos cansamos de decir que aquí, en el voluntariado, el tema de conversación es la solidaridad, no otras cuestiones que convertirían a la entidad en lugar para actividades propias de otros escenarios.
Con todo lo anterior nos referimos a entidades aconfesionales. Los voluntarios pertenecientes a entidades de voluntariado confesionales, se supone que han accedido a ese tipo de voluntariado por su sintonía con las creencias e ideología de la entidad, lo que a todas luces justifica no sólo las conversaciones en las que esté presente el tema religioso sino incluso la realización de actos y celebraciones mediante los que expresen su fe y sentimientos religiosos.
Elegir y ser elegido para desempeñar puestos de responsabilidad en la asociación o entidad a la que pertenece
Por pequeño que sea un grupo de voluntarios, tendrá muchas más posibilidades de crecimiento, y ventajas en general, si está mínimamente organizado. Esto implica la participación democrática de sus miembros de acuerdo a unas reglas, normalmente concretadas en forma de estatutos. Este derecho a ser elegido para el desempeño de puestos de responsabilidad será posible en las entidades que llamamos en el capítulo 4 “de” voluntariado, es decir las que se organizan por sí mismas sin depender de una entidad superior. Cuando se trata de entidades superiores que tienen grupos de voluntarios, lo que llamamos en el capítulo 4 entidades “con” voluntarios, éstos podrán participar en ciertos puestos de responsabilidad en la medida que lo determine un reglamento de régimen interno, si lo tienen, pero nunca para los puestos de gobierno de la entidad porque no se trata de una organización autónoma sino dependiente de la entidad a la que pertenece.
Estar asegurado "contra los riesgos de accidente y enfermedad derivados del ejercicio de la actividad voluntaria..."
Así consta en la Ley Estatal. Más que para una asistencia sanitaria inmediata, que estaría asegurada en función de los derechos de todo ciudadano, se pretenden atender las consecuencias como incapacidades, derechos a pensiones, etc. de posibles siniestros. Otro aspecto, no mencionado en la Ley Estatal, es la responsabilidad civil derivada de sus actuaciones. Aunque poco frecuentes, se pueden presentar más incidencias de este tipo que las relacionadas con los riesgos anteriores: el caso del voluntario que sin querer puede ocasionar una daño a terceros, por ejemplo una persona que se cae mientras se le acompaña al médico; un posible accidente transportando en un vehículo a un usuario; una posible reclamación de familiares del usuario…
Ser reconocido social y moralmente por su labor, incluso con certificados o diplomas, cuando la situación lo requiera
Está claro que este reconocimiento en nada cuestiona la actitud desinteresada propia del voluntario. Sencillamente se trata de reconocer lo que está bien hecho.
Respecto al uso de documentos acreditativos de la condición de voluntario o del tiempo de dedicación existen varias posturas. Por un lado, quienes piensan que sería correcto utilizar dichos certificados sólo como tarjeta o carta de presentación ante posibles cambios de domicilio, para incorporarse a otros grupos de voluntarios incardinados en el nuevo lugar de residencia. Por otro lado, están quienes piensan que también sería correcto utilizarlos como mérito para acceder a un puesto de trabajo cuando se trate de voluntarios en edad laboral.
La segunda postura podría parecer un tanto contraria al desinterés defendido, pero también es cierto que aunque no se busque experiencia, el hecho de ser voluntario la proporciona. Y eso, al menos en trabajos parecidos o relacionados con los servicios prestados, se lleva consigo y sería por tanto injusto ocultarlos respecto de sí mismo. En todo caso, este segundo debate resulta totalmente ajeno al Voluntariado de Mayores. Su realidad de jubilados les hace indiferentes ante esta forma de ver el asunto de los certificados.
Finalizar su actuación como voluntario, cuando lo estime oportuno, sin necesidad de dar explicaciones de su decisión, solamente comunicarlo a la entidad
Por más que la Ley Estatal señale en el artículo 9 que el compromiso con el voluntario debe recoger entre otros puntos la duración del mismo "y las causas y formas de desvinculación por ambas partes", entendemos que ese compromiso no debe recortar la libertad del voluntario para dejar de serlo cuando tenga razones para ello. Si nadie de la organización le empuja a entrar, nada debería significar una traba para salir. Lo más oportuno es garantizar esa libertad, recogiendo en el Compromiso, como hacemos en el capítulo 5, que el voluntario puede dejar de serlo cuando lo estime oportuno, sin que tenga que dar explicaciones. Al fin y al cabo esa redacción también es una "causa y forma de desvinculación por ambas partes", ajustada al requisito legal.
En la práctica real del Voluntariado de Mayores el mayor porcentaje de abandonos se produce por razones de salud, algo por otra parte bastante explicable en la medida en que van alcanzando edades más avanzadas.
Conocer y cumplir las normas y principios de la institución o asociación a la que pertenece y acatar los acuerdos tomados
Los voluntarios tienen el deber de conocer su entidad, sus reglas de funcionamiento y ser coherentes en su conducta con las decisiones que se toman en grupo o por las personas con capacidad para ello.
Desempeñar las tareas acordadas con el coordinador, de acuerdo a los planes establecidos, sin invadir terrenos o campos de acción ajenos
El procedimiento normal para la puesta en marcha de un servicio es: propuesta del coordinador al voluntario, valoración por parte de éste, aclaraciones, explicaciones, diálogo y aceptación o rechazo. Quiere decir que el voluntario debe tener la última palabra. Pero, una vez aceptada una tarea, lo propio es que la realice tal y como haya sido acordada con el coordinador, teniendo en cuenta que su actuación no debe interferir de forma negativa con otros voluntarios, profesionales u otras personas con las que entre en contacto.
Casi todos los voluntarios mayores ajustan sus actuaciones a lo acordado aunque algunos sorprenden por hacer más de lo que se había acordado previamente, unas veces con el mismo usuario (dedicarle más tiempo) o atender a otros que “de camino” hayan surgido. Por ejemplo, dedicar más tiempo del previsto a una actividad de tipo cultural, tener prevista una colaboración de tres horas semanales con una entidad de cooperación al desarrollo y en realidad dedicarle el doble, realizar un servicio de acompañamiento a pasear a algún mayor y, “de paso” realizar otras tareas con un vecino en circunstancias similares. Lo correcto en todos estos casos es que el voluntario informe al coordinador, aunque se hagan de buena fe y no tengan mayor trascendencia. Actuando por libre no es de extrañar que se estropeen más que se arreglen situaciones.
Comunicar al coordinador las variaciones que se produzcan en el servicio
Cuando se pone en marcha un nuevo servicio hay que prever que con el tiempo se producirán cambios, lo que dará lugar a reajustes en el planteamiento inicial de la intervención. Dado que el voluntario es la persona más cercana a esos cambios tiene el deber de compartirlos con su coordinador para que, juntos y contando con quien fuera necesario (el propio usuario, familia, profesionales, asesores, etc.) se introduzcan los cambios pertinentes. Es sorprendente constatar como la mayoría de los voluntarios mayores se toman en serio ese deber comunicando las incidencias que observan (cambios en la salud del usuario o en el centro donde actúan, situaciones en las que entienden que no es procedente la intervención del voluntario, etc.) Esta comunicación con el coordinador va en relación directa con la forma como el coordinador ejerce su tarea.
Comunicar al coordinador, la imposibilidad de realizar su tarea, con la antelación necesaria para que éste pueda buscar un suplente si fuese necesario
Hay servicios cuya supresión puntual no trae consigo consecuencias negativas para el usuario, -un rato de charla-, pero hay otros que sí. Por ejemplo, acompañar a una paciente tras una sesión de diálisis. Por lo general, todo voluntario que -por el motivo que sea- no pueda realizar un servicio, debe comunicarlo a su coordinador, pero es imprescindible que lo haga en casos como el de la diálisis. Cuando se trata de servicios muy consolidados y de voluntarios con cierta experiencia y buenos niveles de comunicación, ellos mismos pueden ponerse de acuerdo para suplirse entre sí, pero ello exige una atención permanente para evitar que posibles interferencias en la comunicación puedan ocasionar fallos que repercutan negativamente en el usuario. En todo caso, es conveniente que tales prácticas, sean acordadas previamente con el coordinador.
Ser responsable, disciplinado y diligente en su actuación
Parece una consecuencia lógica y algo que no habría que recordar para quienes voluntariamente deciden implicarse en este asunto. De todas formas no está mal que quede constancia de este nuevo deber, para quienes por primera vez se acercan al tema, sin tener muy claras las implicaciones del mismo.
Guardar secreto acerca de los temas confidenciales compartidos, en función de su servicio
Nos remitimos a lo reflejado en este mismo capítulo al hablar de las características de los voluntarios.
Respetar al usuario en su libertad, dignidad, intimidad, creencias y en su forma de ser
La actuación del voluntario, sobre todo en las acciones de tipo psicosocial, es más receptiva que activa, más facilitadora que intervencionista. Es él quien debe adaptarse a las peculiaridades del usuario más que al revés. Por lo tanto quedan fuera posibles actitudes impositivas, el pretender cambiar la conducta ajena. El mismo derecho del voluntario a ser respetado en los aspectos enunciados, se convierte en deber hacia el usuario.
Pretender sólo un servicio altruista, desinteresado y solidario, sin buscar otro tipo de contraprestación
Ésta es otra de esas cuestiones que parece indiscutible, hablando de lo que estamos hablando. En esta experiencia de Voluntariado de Mayores ha resultado sorprendente el contraste entre las actitudes desinteresadas y solidarias de los voluntarios respecto a otros pensionistas que, habiendo escuchado la invitación a participar en este voluntariado, libremente decidieron no hacerlo. Los voluntarios manifiestan que hay muchos pensionistas que no se creen eso de que los voluntarios hagan lo que hacen sin recibir nada a cambio.
Participar en los programas de formación de la entidad
La formación no sólo es un derecho, se convierte en un deber en la medida en que la propia responsabilidad de hacer las cosas bien, exige los conocimientos básicos y la puesta al día permanente en los temas más directamente relacionados con su servicio. La entidad tiene el deber de facilitar esos medios, y el voluntario el deber de aprovecharlos.
No obstante lo anterior, hemos encontrado un alto porcentaje de voluntarios que no han podido participar en los cursos de formación debido a otras obligaciones como atender a un familiar enfermo. Esta situación se da mucho en las mujeres, lo cual llama la atención por otro detalle: que el asunto de la disponibilidad de tiempo para ejercer el voluntariado es algo relativo porque vemos a estas personas que, a pesar de esas obligaciones, encuentran unas horas a la semana para la solidaridad.
Favorecer una actuación voluntaria en equipo
Una de las claves del voluntariado moderno es "no ir por libre". Es decir, se debe actuar en equipo. Esto significa, desde el respetar los acuerdos sobre los objetivos, procedimientos, áreas de actuación, etc. pasando por la capacidad de compartir tareas iguales, similares o diferentes con otros, para alcanzar metas comunes, hasta mantener un fuerte sentido de pertenencia al resto del grupo aunque cada uno actúe en lugares distintos. El principal constructor del equipo en todo voluntariado, también en el de mayores, no es otro que el coordinador.
No utilizar la entidad en beneficio propio o en beneficio ajeno a la misma entidad
Ya dijimos al principio que el voluntario parece estar de moda. Pues bien, podría resultar cuando menos tentador el echar mano de la entidad, sobre todo si goza de prestigio y solera acreditados, para obtener ciertos privilegios, favores o resultados para sí mismo o para otras personas, (familiares, amigos...) relacionadas con el voluntario. Algunas de las formas más frecuentes de esta dimensión utilitarista consisten en pretender un trabajo allí donde se ejerce el voluntariado. Ya hemos dicho que esta es una tentación muy ajena al Voluntariado de Mayores. Tampoco se han producido insinuaciones similares de los voluntarios buscando el beneficio para sus hijos o nietos.
No desacreditar con su conducta a la entidad
Mientras se actúa como voluntario hay que tener en cuenta que las personas que observan su conducta no solo ven a la persona en sí. Ven también a la entidad a quien representa. Si un voluntario es admirado por su labor, no sólo se hablará bien de él. También lo harán de la asociación a la que pertenece. Del mismo modo si sus conductas no son edificantes es posible incluso que antes de emitir una opinión negativa contra él, el observador diga expresiones como ésta, que es real : "¡Fíjate a lo que se dedican los voluntarios de....! ".
Entregar a la entidad cualquier regalo o dinero que reciba, tanto de los usuarios como de sus familiares o personas relacionadas con el servicio
Hemos dicho más arriba que no debe pretender ningún tipo de contraprestación, económica o en regalos. Pues bien, a algunos usuarios, en función del agradecimiento por la atención recibida les gusta tener algún detalle con el voluntario. Lo más habitual son detalles como unos pañuelos, una colonia, o el equivalente en dinero. De entrada, la actitud del voluntario debe ser la de rehusar amablemente el gesto, aprovechando de paso para explicar el componente altruista de su motivación.
Con todo, algunas veces surgen casos en los que parece claro que rechazar el pequeño detalle, por muchas explicaciones que se den, puede resultar más negativo, por las repercusiones que tendría en el donante, que aceptarlo. Sobre todo cuando se trata de usuarios ya ancianos para los que ese detalle, mucho más que una expresión de agradecimiento, significa la expresión de un sentimiento afectuoso que no pueden demostrar a sus familiares, porque no los tienen. En tal caso, lo más conveniente es actuar como dicten las circunstancias, teniendo en cuenta los puntos siguientes: que estos casos deberían ser excepciones; que el valor material del obsequio nunca debe sobrepasar el equivalente de una atención simbólica; y que, a pesar de que sean excepciones y pocas, algunos usuarios que a pesar de las explicaciones, no comprendan muy bien esto del voluntariado o que tengan algunas alteraciones cognitivas, pueden terminar considerando la atención como una forma de "pagar" o, lo que es peor, de "comprar" los servicios del voluntario.
Comunicar su baja, con la suficiente antelación, cuando así lo estime oportuno
Aunque unos párrafos atrás hemos afirmado que el voluntario tiene derecho a no dar razones de su abandono, tiene en cambio el deber de comunicar su intención de dejar de serlo. Y teniendo en cuenta que su decisión repentina puede afectar negativamente a terceros (usuarios), debe hacerlo con el tiempo necesario para que el servicio no acuse su baja.