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confederación estatal de mayores activos
Principios básicos de todo voluntariado
Los principios en los que se fundamenta el voluntariado se pueden entender en un doble sentido: como fundamento legal y como fundamento motivador. Por lo que se refiere a la legitimidad del movimiento voluntario, está enclavada en dos derechos fundamentales como son el derecho a expresarse libremente cada individuo y el derecho de asociación.
Hablar de los principios filosóficos supone llegar al fondo de la cuestión. Con ellos nos referimos, junto con lo anterior, a los presupuestos más elementales que sustentan toda motivación de una persona voluntaria. Esquemáticamente han quedado trazados en la definición propuesta más arriba, pero a continuación los analizamos con más detenimiento.
Probablemente la connotación más compartida sobre el voluntario sea ésta: se trata de una persona solidaria, es decir, sensible a los problemas ajenos y dispuesta a dar la mano, prestándose para aliviar las cargas y buscar soluciones adecuadas.
Y todo ello, sin protagonismos, superando el riesgo de sentirse redentor. Su papel se ha de entender y vivir como un apoyo para que las personas utilicen los medios que tienen y los que en justicia les corresponden, para llegar a ser ciudadanos con todos los derechos y deberes que ello implica. En este sentido, el voluntario no busca otra satisfacción que la de ver como las personas superan situaciones desfavorecidas o incluso de marginación, como la sociedad se va haciendo cada vez más justa y el mundo se transforma en un mundo más humano y más habitable.
Uno de los puntos básicos que permiten discriminar si estamos ante un voluntariado verdadero o ante otras formas de cooperación, es la actuación desinteresada de los voluntarios. En este sentido, ante la imagen de muchos ciudadanos, unos de base, pero otros incluso con cargos de cierta importancia en el mundo de la gestión o en la política, que piensan que eso de dedicar parte de tu tiempo desinteresadamente a los demás es un cuento de hadas, es necesario confirmar la total gratuidad del voluntariado.
Es sorprendente y preocupante encontrar esta opinión equivocada, hasta en personas interesadas en crear grupos de voluntarios como apoyo a servicios estructurados que ya se vienen prestando. En estos casos es especialmente delicado porque creen que la mejor forma de mantener la dedicación del voluntario es con pequeños refuerzos de tipo económico, con regalos, viajes, y otros despropósitos similares.
De hecho, hasta hemos recogido noticias con titulares parecidos al siguiente: “La institución (N) dedica este año (X) miles de euros para la remuneración de los voluntarios”. Disparates de este tipo sólo se pueden explicar desde el desconocimiento total no sólo del voluntariado organizado, sino de las dinámicas más elementales de solidaridad.
El voluntario en ningún momento puede buscar, esperar o desear contraprestación económica alguna por sus servicios. Toda organización que se precie de mantener y transmitir una imagen nítida de lo que es el voluntario, debe descartar cualquier intento de remunerar la acción de sus miembros. Los refuerzos necesarios para el mantenimiento del voluntario se satisfacen sobradamente haciendo que se cumplan sus derechos y deberes.
Este planteamiento en cambio, es perfectamente compatible con el derecho de voluntarios a recibir el pago de los gastos que genere su servicio, tales como los materiales que requiera para su actividad o en caso de viajes, los desplazamientos, manutención y alojamiento. El voluntario pone su dedicación y su tiempo pero nadie debe esperar que además le cueste dinero.
Por otra parte, es incuestionable que los voluntarios acepten el agradecimiento de los usuarios que, en la medida en que reciban los servicios con mayor calidad y aprecien mayor entrega y valores humanos en el voluntario, van a propiciar un mayor refuerzo a sus conductas. Del mismo modo, la aparición del reconocimiento social de otros colectivos e instituciones, será el fruto justo de todo buen hacer y este reconocimiento se convertirá en otro de los reforzadores legítimos de la conducta voluntaria.
En el fondo de la actuación de cualquier auténtico voluntario, late una necesidad sentida de que la sociedad sea cada vez más justa, de que todos los ciudadanos tengan los bienes materiales, culturales, ambientales, etc. necesarios para vivir dignamente.
Por ello, al comprometerse a trabajar por la justicia, el voluntario busca las raíces de los problemas que provocan las situaciones injustas, en lugar de conformarse con una intervención benéfica, paternalista, y de corto alcance, pues está convencido de que no se deben paliar las carencias de los ciudadanos menos favorecidos a título de beneficencia, sino que hay que buscar la forma de que reciban lo que en justicia les corresponde.
Y como contrapunto y complemento a lo anterior, la decidida intención de ser críticos y de luchar contra toda situación injusta, especialmente las que puedan padecer los usuarios más relacionados con su labor como voluntario.
La complejidad de los problemas personales y sociales es cada vez mayor y, por ello, requiere una intervención también compleja, imposible de abarcar por una sola persona. Quiere decir que el voluntario no es autosuficiente. Es más, debe tener claro y perfectamente asumido que su papel y sus acciones no se desarrollan si no es en complemento con las actuaciones de otras personas, en primer lugar, con otros voluntarios, y en segundo lugar, respecto a los profesionales (médicos, trabajadores sociales, animadores socioculturales, políticos, etc.). Sólo manteniendo una relación y una comunicación satisfactoria entre todos, el servicio que ENTRE TODOS se presta al usuario o a la sociedad, podrá alcanzar sus niveles más óptimos de realización.
Esta actitud de crítica, es una característica esencial del voluntariado a la que no debería renunciar si no quiere convertirse en correa de transmisión de estructuras sociales, políticas, económicas... injustas y de convertirse en un movimiento descafeinado y servil respecto a las instituciones y respecto a quienes utilicen el poder en su propio beneficio.
Un riesgo importante del voluntariado es quedarse en la inmediatez de su “buen hacer” ignorando las causas de los desajustes que pretende subsanar. Algunas veces la misión de los voluntarios sería mucho más beneficiosa para la sociedad denunciando situaciones injustas que paliando las consecuencias de las injusticias. O, en todo caso, denunciando, a la vez que actúa. En el último apartado de este capítulo, dedicado a la relación entre voluntarios y profesionales, retomaremos de nuevo esta cuestión, e indicaremos como se debe ejercer la crítica desde el voluntariado.
Desde esa actitud de insatisfacción no pesimista, señalada más arriba, el voluntario es por naturaleza una persona con iniciativa. No se limita a aceptar la realidad como es, sino que siempre encuentra algo mejorable. Ante los tiempos de restricciones o escasez de recursos, la creatividad se convierte en uno de los mejores instrumentos de superación. A veces las soluciones a pequeños, incluso grandes problemas, no dependen tanto de la disponibilidad de importantes presupuestos económicos como de la agudeza y el ingenio con que se planteen las alternativas. Creatividad no sólo para crear nuevos servicios sino para mejorar los existentes.
En ningún momento el voluntario puede "ir por libre". Sus actuaciones, han de estar integradas en una organización o entidad de referencia que las encauza hacia los objetivos previamente fijados, de ahí que uno de los requisitos que se valoran en la selección sea la capacidad de trabajar en equipo. Al frente del equipo hay un responsable (coordinador), que organiza y coordina el servicio.
Cada voluntario representa a la entidad, y la imagen que de ella tiene la sociedad es, en gran parte, la que dan sus voluntarios. Es importante también que establezcan los cauces de participación en el establecimiento de metas y en los métodos de trabajo y en la evaluación de resultados. Todo ello, en la medida en que el voluntario se sienta realmente partícipe, hace que su sentido de pertenencia al grupo de voluntarios, en primer lugar, y a la entidad o asociación que los aglutina, después, vaya acompañada del apoyo y la referencia necesarios para una actuación correcta y segura.
La pertenencia a su asociación o entidad nunca debe convertirse en una fuerza excluyente o de competitividad con voluntarios de otras entidades. La mutua colaboración en la defensa y promoción de los valores del voluntariado y la coordinación en proyectos con finalidad común, deben ser el eje en torno al cual se mueva el lenguaje normal de entendimiento entre distintas entidades y entre sus voluntarios.