Platón, en el Timeo, subordina su concepción
cosmológica a la teoría de las ideas:
éstas son el modelo del cual participan (para ser) e imitan las cosas
del mundo sensible, y por lo tanto, también el cosmos mismo, ya que éste
también pertenece al mundo sensible:
"(el cosmos) ha nacido, puesto
que es visible y tangible y tiene cuerpo. En efecto, todas las cosas
de este tipo son sensibles y todo lo que es sensible y se aprehende
por medio de la opinión y la sensación está evidentemente sujeto al
devenir y nacimiento"
(Timeo, 28, c)
Y puesto que todo lo que nace ha de tener una causa
de la que dependa, el cosmos precisará necesariamente de una: el Demiurgo,
Dios artesano, causa activa, inteligente y productora del cosmos.
El Demiurgo es "dios" porque es bueno y sabio, a diferencia de los hombres
que sólo son filósofos. Pero, en contraposición al cristianismo, no
es omnipotente porque no crea el mundo a partir de sí mismo, utilizando
únicamente su inteligencia y saber hacer (techné): ha de contar con
tres elementos preexistentes y distintos a él:
1. Las ideas, perfectas y eternas, verdadero modelo que el Demiurgo
intentará plasmar (materialmente) con su saber hacer.
2. una masa material, caótica, indiferenciada y móvil.
La materia, por sí misma, no es nada más que negatividad, indeterminación,
limitación. No puede ser asimilada a "material" ya que éste supone estar
determinado por una idea o forma que lo haga ser algo (madera, carbono,
Hidrógeno, etc. Todos ellos ya son algo determinado, es decir, poseen
de hecho una esencia que podemos identificar).
3. El espacio preexistente, receptáculo universal que albergará
la diversidad de los seres generados:
"Finalmente existe siempre
un tercer género, el del lugar: no puede morir y brinda un sitio a
todos los objetos que nacen"
(Timeo, 51, c)
Así pues, el Demiurgo, teniendo como modelo el mundo
de las ideas,
ordena la materia en el espacio siguiendo el Modelo
eterno, reproduciendo el mundo inteligible materialmente de la mejor
manera posible, teniendo en cuenta que ha de contar con la indeterminación
y negatividad que introduce lo material:
causa de la imperfección, el devenir, la muerte y la inestabilidad propias
de todo lo sensible.
Este mundo es por ello, copia e imitación del verdadero mundo de las
ideas, que es eterno, perfecto e inmaterial: un "viviente inteligible"
como lo denomina Platón, característica que le otorga más perfección
aún, si cabe:
"Así, pues, el Dios, habiendo
decidido formar el mundo lo más posible a semejanza del más bello de
los seres inteligentes y de un Ser en todo perfecto, ha hecho de él
un viviente único, visible, conteniendo en su interior a todos los vivientes
que son, por naturaleza, de la misma clase que él."
(Timeo, 30, c).
El cosmos es concebido como un gigantesco ser vivo,
animado por un alma
inteligente que es su principio de movimiento y de orden: el Alma del
Mundo, primera producción del Demiurgo.
De todo ello se desprende que Platón rechazara el mecanicismo
de ciertos filósofos presocráticos, que explicaron la formación
del cosmos a partir de causas exclusivamente materiales (fuego, agua,
átomos, etc.).
El Demiurgo creó el cosmos de acuerdo con un fin: las ideas, el
mundo inteligible. Son éstos los que explican por qué el mundo es así
y no de otra manera. Su explicación teleológica
considera que las ideas son la causa
y el fin del cosmos: las ideas no solo determinan el ser y el orden del
mundo (puesto que son su determinación, su modelo) sinó también su fin:
la idea está presente como meta, fin, el "la mirada" del Demiurgo cuando
éste produce el mundo.
"Dígase en buena hora que
si yo no tuviera huesos ni nervios y otras cosas semejantes, no podría
hacer lo que juzgase conveniente; pero decir que estos huesos y estos
nervios son la causa de lo que yo hago, y no la elección de lo que
es mejor, para lo que me sirvo de la inteligencia, es el mayor absurdo,
porque equivale a no conocer esta diferencia: que una es la causa
y otra la cosa, sin la que la causa no sería nunca causa; y por lo
tanto, la cosa y no la causa es la que el pueblo, que camina siempre
a tientas y como en tinieblas, toma por verdadera causa, y a la que
sin razón da este nombre. He aquí por qué unos consideran rodeada
la tierra por un torbellino, y la suponene fija en el centro del mundo;
otros la conciben como una ancha artesa, que tiene por base el aire;
pero no se cuidan de investigar el poder que la ha colocado del modo
necesario para que fuera lo mejor posible; no creen en la existencia
de ningún poder divino, sino que se imaginan haber encontrado un Atlas
más fuerte, más inmortal y más capaz de sostener todas las cosas;
y a este bien, que es el único capaz de ligar y abrazarlo todo, lo
tienen por una idea vana".
(Fedón)
El cosmos, al ser copia del "viviente inteligible" , adopta la forma geométrica
más perfecta: la esfera,
"la figura que contiene en sí todas las posibles". Además de esférico,
es también único (No hay pluralidad de mundos, contra Demócrito) y armonioso:
el optimismo metafísico en Platón se deja entrever en la afirmación de
que este es el mejor de los mundos y el más bello de los posibles, creado
simultáneamente con el tiempo.
No hay un tiempo anterior a la creación el cosmos. Este surge junto con
él y es la copia móvil de la eternidad inmóvil del mundo eidético:
"Por esta razón su autor
se preocupó de hacer una especie de imitación móvil de la eternidad
y, mientras organizaba el cielo, hizo, a semejanza de la eternidad
inmóvil y una, esta imagen eterna que progresa según las leyes de
los números, esto es lo que llamamos nosotros el tiempo".
(Timeo, 38, a)
Una vez ordenada la materia por el Demiurgo, éste produjo los
cuatro elementos fundamentales a partir de los cuales surgen los
cuerpos o objetos físicos: fuego, aire, agua y tierra. Todos ellos se
corresponden con una figura geométrica regular: el tetraedro (fuego),
el octaedro (aire), el icosaedro (agua) y el cubo (la tierra). Esta concepción
toma como modelo las teorías pitagóricas de los poliedros.
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