LA DELIBERACIÓN |
Índice: |
Defensa y Rechazo de una propuesta Falacias que acompañan a las deliberaciones Ejemplo de deliberación Los errores donde naufragan las deliberaciones: En las cuestiones de acción no existe la solución única Tampoco existe la solución perfecta |
Cuando los hombres forman planes razonables, por lo general suelen cumplirse; pero cuando no forman planes razonables, ni Dios suele favorecer las decisiones humanas. Temístocles.[1] |
Hemos visto cómo se resuelven cuestiones conjeturales, nominales y evaluativas cuando aparecen aisladas. Vamos a examinar en este capítulo y en el que sigue las dos situaciones prácticas en que con mayor frecuencia abordamos todas ellas entremezcladas: la deliberación y el enjuiciamiento.
Deliberamos, con otros o con
nosotros mismos, cuando nos vemos precisados a tomar una decisión, es
decir, a escoger entre varias opciones aquella que mejor nos permita alcanzar
un propósito. La
señora— ¡Qué tupé tiene la cocinera! ¿Pues no me ha dicho que ella o
yo estábamos de más en la casa? El
señor— ¿Y en qué habéis quedado? Xaudaró.
Estamos ante un debate sobre los medios que mejor conducen a un fin. Deliberar consiste en comparar
las ventajas y los inconvenientes de cada opción. Es una palabra que deriva
del latín libra (balanza) y que expresa nuestra actitud de ponderar,
sopesar los pros y los contras de una determinada iniciativa, o comparar
varias para ver cuál es preferible. Al deliberar, recorremos las tres
cuestiones básicas, igual que en las cuestiones de conocimiento, salvo que
ahora lo hacemos al servicio de un objetivo
mucho más exigente: ¿qué hacer?: ¿es posible hacerlo? ¿cómo lo
llamaremos? ¿qué nos parece? Quien delibera toma a su
cargo aconsejar o disuadir en razón del provecho o del daño previsibles. Parece
una cuestión de valoración, pero incluye cuestiones conjeturales y nominales.
Tomemos por ejemplo el caso de la supresión del servicio militar obligatorio:
surgirán controversias de valoración: ¿es útil o pernicioso? ¿es justo o
injusto? ¿lo es en sí o en razón de las circunstancias?: ¿es injusto por la
forma? ¿es pernicioso por el momento elegido? ¿es inconveniente por sus
consecuencias?
etc. También intervienen las conjeturas. Es preciso barruntar lo porvenir,
especialmente en dos aspectos: si será posible realizar lo que se pretende y
si los resultados que surjan serán los que se imaginan: ¿es posible
suprimirlo o no? ¿de este modo o de otro? ¿ahora o dentro de cinco años? ¿los
resultados que se esperan son los más probables? etc. Ni qué decir tiene
que a cada paso pueden surgir cuestiones nominales: ¿qué entiende usted
por servicio militar? ¿se puede llamar ejército nacional al que recluta
extranjeros? etc. Pero todo esto no hace más que preparar la resolución
final: ¿se suprime o no se suprime el servicio militar obligatorio?
Resolvamos de una vez: Se suprime. ¿Por qué? porque es posible,
lícito, y ofrece más ventajas que inconvenientes. Ya los conocemos. Se delibera
con los mismos que hemos reseñado al tratar las cuestiones simples:
posibilidad, utilidad y moralidad.
Digo que siempre elogié la paz, que siempre la aconsejé, pero que no
la quiero con Marco Antonio (...) porque es imposible, porque es peligrosísima, porque es vergonzosa. Os
explicaré estos tres motivos. Cicerón.[2] Posibilidad. Cuando
analizamos propuestas para el futuro (sobre el pasado no se delibera), es obvio que no
juzgamos ni las
inevitables, ni las imposibles. Si algo no se puede eludir porque resulta
forzoso realizarlo, o no se puede pretender porque es inalcanzable o muy difícil de
lograr, la discusión naufraga en la indiferencia. Claro está que no basta con
que algo sea posible o fácil para deliberar sobre ello, pero es una condición
necesaria, sin la cual ni lo útil ni lo justo serán tomados en consideración.
Llamaremos fácil a aquello que podemos realizar en el menor
espacio de tiempo, con escaso o ningún esfuerzo, gasto y fatiga; posible,
a aquello que a pesar de exigir esfuerzo, gasto, fatiga, tiempo, puede
hacerse con éxito. Cicerón.[3] La utilidad es el
principal soporte de cualquier deliberación.
Lo que persuade a todos sin excepción es la conveniencia. Aristóteles.[4] Aunque los oyentes den a
entender que les mueven motivos morales, rara vez ocurre que no pesen en primer
lugar la utilidad y el daño que se puedan derivar de cualquier iniciativa.
Prevenir los accidentes de trabajo es rentable para todos. Es un
mensaje de las Mutuas de Accidentes de Trabajo. Moralidad. Ya hemos
dicho que no basta con defender una iniciativa como útil. Es preciso sostener
que no lesiona principios, deberes o derechos que constituyan el armazón de la
convivencia. En este sentido, la moralidad puede considerarse también como una
condición para lograr que lo útil mueva a los oyentes a deliberar. Es casi
imposible persuadir de las ventajas de una acción cuando ésta no es lícita.
Con frecuencia se da el caso, pero siempre es preciso aderezar su presentación
para que la transgresión resulte admisible, porque, como recuerda Quintiliano,
nadie es tan malo que quiera parecerlo.
Los oradores buenos y sabios logran que las ciudades crean justo lo
que es beneficioso.[5] ____________________________________________________________________________ En resumen: El que persuade tiene que demostrar que las cosas que él exhorta a hacer son justas, legales, convenientes, nobles, gratas y fáciles de hacer. El que disuade ha de oponerse a ello por medio de lo contrario, es decir, que no es justo, etc. (...) Todo hecho participa de ambas perspectivas, de modo que a nadie que sostenga cualquiera de los dos planteamientos le faltará qué decir.[6]
Escogemos el criterio más eficaz en función de la sensibilidad de nuestro auditorio. El más persuasivo suele ser la utilidad. Los demás rondan alrededor de ella, como condiciones.
Lo que se delibera, o es ciertamente posible, o no. Si es dudosa la
posibilidad, esta será la cuestión única o principal [...] Luego se delibera
sobre lo útil, o la duda estará entre lo útil y lo honesto. Quintiliano.[7] ___________________________________________________________ ¿Qué cuestiones pueden
aparecer en una deliberación y en qué orden? La mejor manera de apreciarlo será
revisar todos los pasos que acompañan a una deliberación completa en sus dos
versiones: la defensa y el rechazo de un plan. A. La defensa de un consejo, un plan, una propuesta En toda deliberación se sostiene
que existe un medio para alcanzar un objetivo. Hay un problema que deseamos
solucionar o eludir y disponemos de un procedimiento para lograrlo. Se nos
presentan, pues, tres grandes cuestiones que debemos examinar sucesivamente: 1.
¿Por qué hay que hacer algo? 2.
¿Qué hay que hacer? 3.
¿Es lo mejor que se puede hacer? Como es obvio, omitiremos los
puntos que nadie discuta. El orden de su exposición puede variar. Aquí vamos
a seguir el más lógico, no el más persuasivo. 1ª
cuestión: ¿Por qué hay que hacer algo? ¿Tenemos algún problema? Surge un problema cuando
deseamos alguna cosa, es decir, cuando hemos de establecer los medios para
alcanzar un fin; por ejemplo, lograr un bien: Deseo que mi hijo se eduque en
un ambiente urbano. Quiero morirme con una salud de roble. Es preciso asegurar
la igualdad laboral para las mujeres. Establecidos los fines surge el
problema de escoger los medios más adecuados para alcanzarlo. Del mismo modo se plantean
las cosas cuando procuramos evitar un mal, por ejemplo, cuando nuestros deseos
se ven amenazados por los acontecimientos, en cuyo caso hemos de modificar los
hábitos establecidos: si no dejas de fumar tendrás un infarto. La
situación vigente, el actual estado de cosas o, si se quiere, el Statu Quo,
no se altera salvo que alguien lo cuestione. Quien pretende un cambio asume
la carga de la prueba, esto es, la obligación de ofrecer argumentos que
justifiquen la necesidad del cambio: la casa se nos ha quedado pequeña; en
esta ciudad no encontrarás trabajo; nos estamos cargando la capa de ozono.
No se puede desviar de acciones erróneas ni persuadir a desear cosas
diferentes si antes no se censura con valentía las circunstancias actuales.
Isócrates.[8]
En suma: se debe establecer
que existe un problema y que es lo suficientemente importante como para
exigir una actuación que lo corrija. Hemos de señalar el objetivo del plan, su
justificación: ¿por qué hay que hacer algo? Claro está que no basta con
señalar un objetivo para que surja la deliberación. Será preciso mostrar,
además, que el problema: 1.
es grave. 2.
es inminente. 1. Debemos señalar su gravedad:
la enfermedad coronaria se ha transformado en la primera causa de muerte no accidental;
las inundaciones arrebatan vidas humanas y arruinan la economía en las
comarcas afectadas; si no se reparan las catedrales, se hundirán. Apelamos
al peligro, al despilfarro de recursos, al daño social, a las pérdidas
potenciales.
Un problema menor se puede pasar por alto, pero los problemas graves es obvio
que reclaman una solución. 2. Hemos de probar su inminencia.
No hablamos de un riesgo futuro, sino de un enemigo que acampa a las puertas
de la ciudadela, que está produciendo ya consecuencias indeseables o que, con
toda probabilidad, las producirá muy pronto si no se le combate: se han
caído ya tres pináculos de la catedral. El asunto es inaplazable.
¿Cuándo pues, atenienses, haremos lo que es menester? ¿Cuando ocurra
qué? ¿Cuado, por Zeus, haya alguna necesidad? Pero, ahora ¿cómo hay que
considerar lo que está ocurriendo? Demóstenes.[9] Si anunciamos
dificultades a plazo largo, será difícil persuadir a nadie para que modifique
su conducta. Este es el caso de los argumentos que señalan la gravedad del
deterioro ecológico del planeta o las dificultades que padecerá el vigente
sistema
de seguridad social para pagar las pensiones dentro de cincuenta años.
Siempre cabe responder al estilo de Don Juan: Largo me lo fiáis. Por
eso, en todos estos casos es más persuasivo emplear argumentos de principio,
por ejemplo: las obligaciones que tenemos hoy con nuestros descendientes. Si
las consecuencias de un problema no son evidentes, como ocurre con una
osteoporosis
que no existe aún pero que aparecerá si no se toman medidas desde ahora, no
queda otro recurso que el argumento de autoridad, en este caso, la de un
médico, para resaltar la actualidad y la importancia del problema. ____________________________________________________________________________ En resumen: Para persuadir de la necesidad de un cambio, es preciso comenzar por exponer la raíz del mal y sus consecuencias. Lo hacemos mostrando que existe un problema que nos afecta y que es grave e inminente. ___________________________________________________________ No siempre precisamos tanto esfuerzo. Con frecuencia la presencia del problema y su gravedad son tan notorias que provocan la deliberación. Los oyentes conocen la situación, están prevenidos, tal vez preocupados y deseosos de escuchar directamente el consejo, con lo que toda descripción está de más. Sin embargo, puede ocurrir lo contrario. A veces nos inquietan las consecuencias de situaciones cuyas causas no percibimos: no sé qué hacer con mi hijo. Es posible que hayamos sido deliberadamente mal informados. También ocurre con frecuencia que el asunto afecta exclusivamente a un sector de la sociedad (pilotos de avión, objetores de conciencia, maestros). En todos estos casos, si no se expone el problema con claridad resulta imposible pretender que, quienes hayan de adoptar medidas para resolverlo, se interesen.
2ª
cuestión. ¿qué hay que hacer? ¿disponemos de una solución? Disponemos de solución si lo
que proponemos es eficaz y factible, es decir, si resuelve el problema y está
a nuestro alcance porque no lo invalidan barreras materiales o morales
infranqueables. Un plan es eficaz (útil)
cuando permite lograr lo que se persigue: tomar el AVE es un buen medio para
llegar a Sevilla. Suprimir las calefacciones de carbón corrige buena parte de
la contaminación urbana. La solución debe solventar el
asunto atacando su raíz, es decir, sus causas. Enjugar los síntomas no
resuelve el problema: sirve para paliarlo, enmascararlo o, si acaso, lavar
las manos del responsable. Si nos inquietan los vertederos, el programa
corrector debiera eliminar la costumbre de tirar las basuras. Cuando son
varios los factores que contribuyen a un problema, conviene abordarlos todos:
un plan hidrológico precisa medidas tanto para aumentar los recursos de agua
como para reducir el despilfarro. Quien pretenda reducir el número de
accidentes
en las carreteras debe preocuparse de modificar el comportamiento de los
conductores, rejuvenecer los automóviles, mejorar los viales y asegurar la
vigilancia. No todos los factores tienen la misma importancia. Por ejemplo,
las causas del paro son múltiples, pero reconocemos una principal: la escasez
de empresarios y sus abundantes reticencias para crear empleo. En consecuencia,
toda propuesta que no contribuya a multiplicar el número de empresarios y a
reducir sus temores, será ineficaz. Un plan es factible
cuando se puede realizar. Ha de ser posible y fácil o, al menos, sin obstáculos
previsibles insuperables. Tiene aplicación en este apartado todo lo señalado
en el capítulo sobre la Cuestión Conjetural: ¿es posible en sí? ¿es posible
ahora? ¿es posible tal y como se propone?...etc.
La empresa a que os lanzáis es peligrosa; los amigos que habéis
nombrado son inseguros; el momento mismo está mal escogido, y vuestro plan
entero es demasiado flojo para contrarrestar tan gran oposición.[10] Nuestra posición argumental
será: que es posible, que es fácil o al menos se puede lograr, que no somos
ni los únicos ni los primeros en intentarlo, que si no se hace será difícil de
reparar, etc. Igualmente, tiene aplicación
aquí todo lo señalado en el capítulo sobre la Cuestión de
Valoración. El plan
ha de ser posible y útil, pero también lícito en cada uno de sus aspectos. La Cuestión
Nominal, como fácilmente se adivina, tiene muy poca importancia en las deliberaciones, salvo
que la traigamos para favorecer una valoración propicia o desfavorable. ______________________________________________________________________________
En resumen:
Disponemos de una propuesta eficaz y factible: ataca el problema en su
raíz, estamos en condiciones de realizarla, y carece de objeciones morales. ______________________________________________________________ 3ª
cuestión. ¿es lo mejor que se puede hacer? ¿ofrece nuestra propuesta más
ventajas y menos inconvenientes que cualquier otra? He aquí el punto donde
naufragan los indecisos. Así le ocurre a Hamlet cuando, tras señalar muy
precisamente la cuestión (Ser o no ser), y contando con una solución
factible y eficaz, se las apaña para que los inconvenientes equilibren y aun
superen a las ventajas, bloqueando su determinación. En cualquier discusión nos
gusta exponer de manera contrastada las ventajas con los inconvenientes
porque resulta más gráfico y, sobre todo, más persuasivo: de una parte... y
de la otra...; por un lado... y por otro.... Pero dado que aquí estamos
haciendo un estudio anatómico de la deliberación, las veremos por separado. a. Las
ventajas. Esta es la consideración más
importante, porque es la que vende (hace atractiva) la propuesta.
Cuando una sugerencia ofrece ventajas evidentes, nos inclinamos sin dificultad
a su realización. Por eso mismo es el apartado donde se concentrarán las
principales objeciones del adversario. Al exponer las ventajas nos interesa
subrayar tres cosas: 1.
Se producirán los resultados esperados. 2.
Lo harán en un grado significativo. 3.
Nos beneficiaremos de otras ventajas adicionales. 1. ¿Se
producirán los resultados que se esperan? Colón supo convencer de que
era factible alcanzar las Indias por Occidente. ¿Lograría alcanzarlas? No
basta con que un proyecto sea posible. Sus resultados deben parecer altamente
probables, con lo que volvemos a conjeturar: ¿ganarán los norteamericanos
la guerra contra Irak? ¿respetarán los terroristas la tregua una vez que no se
les persiga? ¿disminuirá el paro si repartimos los puestos de trabajo?
¿Son probables los resultados en sí? ¿Lo son en las presentes circunstancias?
Hay cosas cuyo alcance parece verosímil pero en otro tiempo, en otro lugar, de
otra manera...
Los enfermos se curan en los libros y se mueren en la cama. Sydenham. 2. ¿Son
significativos los resultados que se esperan? ¿En qué grado se estima que nuestra
propuesta corregirá la situación? ¿Lo hará en todo, en parte, de manera
significativa
o irrelevante? ¿Representan los resultados una mejora tan importante como
para justificar el esfuerzo?: ¿se reducirá el paro de manera apreciable
mediante el reparto del trabajo? 3.
¿Existen otras ventajas asociadas al plan? A la hora de persuadir hay
que ser tan incansable como un charlatán. Todas las ventajas ayudan. Si un
plan produce efectos indirectos que sean beneficiosos, nos inclinaremos con más
gusto a realizarlo: si reciclamos las basuras podemos lograr que se reduzca el
costo de algunas materias como papel, vidrio, aluminio...; con los ahorros de
nuestra propuesta se pueden acometer otros problemas pendientes; la reparación
de la catedral ofrecerá trabajo a los parados, será un alivio para las empresas
constructoras en crisis, favorecerá el turismo... etc. De un folleto publicitario— Con el
dinero que se ahorra en el seguro del coche, podrá invitar a su mujer a una
cena romántica. Con los puntos acumulados, podrá elegir un regalo del catálogo
y tener un bonito detalle con la abuela. Gracias al plan personalizado de
ahorro, enviará este año a la niña a Irlanda para aprender inglés.
Iba, pues, [Estupiñá] a auxiliar a los reos de muerte en la capilla y
a darles conversación en la hora tremenda, hablándoles de lo tonta que es
esta vida, de lo bueno que es Dios y de lo ricamente que iban a estar en la
gloria.[11] Cuando se trata de continuar
una tarea emprendida, puede ser útil apelar al argumento del despilfarro: Ulises—
Sería vergonzoso haber estado aquí [Troya] tanto tiempo y regresar con las
manos vacías.[12] Despilfarra quien malversa
los medios. Si una obra está inciada, no parece razonable interrumpirla. El
argumento del despilfarro pondera el esfuerzo que ya se ha realizado, el dinero
invertido y los sacrificios soportados, para no desistir del empeño. Es el
argumento que emplea un ministro para continuar un plan de obras públicas
parcialmente ejecutado, el del médico que no interrumpe un tratamiento, y el
del banquero que sostiene a una empresa insolvente con la esperanza de
cobrar algún día:
Si alguien le debe a usted cien libras, usted le tiene cogido; pero
si le debe un millón de libras, él le tiene cogido a usted. J.M. Keynes. En la misma
dirección se mueve el razonamiento que sostiene la imposibilidad de retroceder
en el camino emprendido: Macbeth—
He ido tan lejos en el lago de la sangre, que si no avanzara más, el
retroceder sería tan difícil como el ganar la otra orilla. Otro argumento auxiliar es el
que sugiere la expresión coloquial ya puestos. Una vez que se han
aceptado molestias, desmontado los muebles, y acarreado materiales para pintar
las paredes, se aprovecha para barnizar los suelos. Lo aplicamos siempre que
nos parece que no conviene dejar escapar la ocasión o que podemos sacar partido
de unos medios dispuestos para otro fin. Cuando las ventajas no
parecen claras, cabe recurrir a procedimientos indirectos. Por ejemplo,
como aconsejaba Aristóteles, aquello cuyo contrario es malo, es bueno;
aquello cuyo contrario conviene a los enemigos, es bueno, etc.
Si al ministerio le contenta esa ley de prensa, viva seguro de que
más contenta a sus enemigos, que aguardan un pretexto. Ayala. Como parte de la utilidad,
solemos considerar el honor y la gloria. Con frecuencia se adoptan muchas
decisiones que no persiguen otro beneficio que el buen nombre, la buena fama,
el prestigio o, sencillamente, el que no se diga. La vanidad es un motor
demasiado importante como para olvidarlo, porque influye en las decisiones,
bien como argumento principal, bien como cortejo de razones más sólidas. Su
corolario, la vergüenza, es otro gran determinante de la acción. Hay quien no
roba, acaba la carrera, se casa, paga sus impuestos o guarda silencio... por
vergüenza. __________________________________________________________ En resumen: Enumeramos todas las ventajas que puedan parecer probables y significativas, a las que podemos añadir el regalo de otras ventajas secundarias. _________________________________________________________ b. Los
inconvenientes. Aquí nos interesa probar dos
cosas:
1.
que solamente se producirán los inconvenientes esperados y no otros. 2.
que no serán importantes. La primera es una conjetura y la segunda, una valoración. 1.
¿Están bien calculados los inconvenientes? Cualquier iniciativa conlleva
desventajas: mover un dedo exige un esfuerzo; no todo el mundo se toma la
molestia de recoger una moneda del suelo. Los planes implican perjuicios,
riesgos, el abandono de otras actividades. Importa que una propuesta no sea
demasiado costosa, ni excesivamente larga, ni tope con objeciones morales
mayores. Por ejemplo: ¿consideró la OTAN antes de iniciar su ataque a
Serbia
el problema de los refugiados kosovares?
Para acabar con la sedición, Manlio fue puesto en libertad. Pero no
se puso fin a la sedición, sino que se le dio un jefe.[13] 2. ¿Son importantes? Se supone que no. Quien hace una
propuesta y no puede ocultar las desventajas, reduce hasta donde puede la
importancia de éstas. Leónidas—- Si las flechas de los persas oscurecen el sol, mucho mejor: así pelearemos a la sombra. Lady
Macbeth— ¡Qué importa que llegue a saberse, si nadie puede pedir
cuentas a nuestro poder! Conviene recordar en este
punto las preguntas que asociábamos a los argumentos morales: ¿Se viola algún
principio importante? ¿Es relevante tal principio en este caso? c. El balance de ventajas e inconvenientes Sólo nos queda mostrar dos
cosas: 1.
que las ventajas compensan los inconvenientes. 2.
que es la mejor de las opciones posibles. 1.
¿Acarrea la propuesta más ventajas que inconvenientes? Supuesto que los
inconvenientes son importantes, siempre cabe argüir que las ventajas pesan más:
París bien vale una misa.
Sabíamos que había diez probabilidades contra una de salir con bien;
y, sin embargo, nos hemos expuesto, pues el botín que perseguíamos ahogaba en
nosotros la consideración del riesgo probable en perspectiva.[14] Se reconoce que las
consecuencias desfavorables son grandes, pero no tanto como las ventajas o, en otras
palabras, que éstas merecen la pena que se pase por alcanzarlas. Como decía
Sancho Panza, no se pescan truchas a bragas enjutas; quien quiere peces
mojarse tiene. Es preciso aceptar los medios, los sacrificios y las
renuncias.
Y si a alguien le parece que eso es cosa de gran gasto, muchas
fatigas y efectiva actividad, le parece muy exactamente; pero si echa la
cuenta de lo que sobrevendrá a la ciudad en el caso de no estar dispuesta a
hacerlo, hallará lo ventajoso que es realizar de buen grado lo indispensable.
Demóstenes.[15] 2. Es
una solución mejor que otras y que no hacer nada. El plan debe ser el mejor de
los posibles. Si existen otros caminos para alcanzar el mismo fin, será
preciso compararlos con el nuestro: en tu caso es más sencillo, más cómodo y
más barato coger un taxi cuando te haga falta, que mantener un coche.
Veamos cómo argumenta Aníbal frente a Escipión sobre la mejor manera de
concluir la Segunda Guerra Púnica. El cartaginés sostiene que es preferible la
paz:
La paz cierta es mejor y más segura que la victoria esperada: la una
está en nuestras manos; la otra en poder de los dioses. No entregues a las
vicisitudes de una hora de combate los éxitos de tantos años. Si piensas en tus
fuerzas, no olvides tampoco el poder de la fortuna y las alternativas de la
guerra. Por ambos lados habrá hierro y brazos; nunca son los acontecimientos
menos seguros que en una batalla. Lo que un triunfo añadiría de gloria a la que
desde este momento puedes asegurarte concediendo la paz, no vale lo que te
quitaría una derrota. Los trofeos que has conquistado, los que esperas,
pueden caer al suelo por momentáneo azar. Al ajustar la paz, eres dueño de tus
destinos, Publio Cornelio: de otra manera tendrás que aceptar la suerte que los
dioses te preparen.[16] ___________________________________________________________________________ En resumen:
quien defiende una propuesta ha de probar: Que
existe un problema: grave e inminente Que
dispone de un plan: eficaz y factible Que
el plan ofrece ventajas: probables, significativas
y asociadas Que
no ofrece inconvenientes: imprevistos importantes Que el saldo es favorable a las ventajas: pesan éstas más que los inconvenientes y no existe otro camino más ventajoso __________________________________________________________ B. El rechazo de una propuesta Quien desee oponerse a un
proyecto, sostendrá lo contrario de cuanto hemos señalado. Juega con ventaja
porque no precisa ser tan exhaustivo como el defensor. Así como éste ha de
resolver favorablemente todos los puntos que susciten controversia, al
atacante le basta con rechazar justificadamente cualquiera de ellos.
Puede, pues, concentrar su crítica en el escalón que considere más débil. Por
ejemplo: el plan ofrece más inconvenientes que ventajas: Pericles—
No os confiéis a una batalla decisiva contra los lacedemonios, porque si
vencemos
tendremos que luchar otra vez con número no inferior de ellos, y si somos
derrotados,
perderemos encima nuestros aliados.[17] Las opciones de la réplica se
pueden ordenar como sigue: 1. Dirá que no
existe problema: a usted le gusta exagerar; la situación no es
inquietante;
no se aprecia ningún riesgo grave, ni inminente. 2. Si no puede negar el
problema, dirá que el plan propuesto es ineficaz: no representa más
que un parche; es un puro gesto para la galería; es un plan muy conveniente
para quien hace la propuesta, pero no resuelve nada... 3. Si el plan es
eficaz, alegará que no se puede realizar (imposible): es muy difícil,
peligroso; existen obstáculos insuperables; otros han fracasado en el mismo
intento; no se dispone de los medios; no se dan las circunstancias oportunas. 4. Si el plan es
posible, dirá que es utópico: no se producirán las felices
consecuencias
que usted prevé, o lo harán en un grado inapreciable; para este viaje no
necesitamos alforjas. 5. Si los resultados
previstos son probables, dirá que el plan conlleva más inconvenientes que
ventajas: usted olvida cosas; no ha considerado todas las consecuencias,
ni siquiera las principales; menosprecia efectos colaterales negativos muy
importantes; los inconvenientes son excesivos y superan a las ventajas; la
propuesta crea problemas nuevos y terminará causando un daño superior al que
pretende atajar. 6. Si no puede alegar
otros inconvenientes, apelará a reparos morales: el plan que se
ofrece representa una amenaza para los pensionistas (o el sistema de salud, o
el régimen de libertades). Dirá que su conciencia no es tan laxa como la
del proponente, que la propuesta es contradictoria con la intención, con las
promesas, con las expectativas: No es lo que se pretendía, no es lo que se
prometió, no es lo que se esperaba. 7. En último término
alegará que no es la única opción disponible: existe otro plan más
ventajoso; estamos mejor como estamos. 8. Si con todo lo
anterior no logra arruinar la propuesta, intentará hibernarla: Está
bien, pero conviene pensarlo más despacio. Siempre cabe congelar el plan con
correcciones que lo mejoren. Por ejemplo, su propuesta es muy razonable
pero: Va más lejos de lo indispensable. Es demasiado larga. Es demasiado corta. Faltan etapas. No se han considerado los detalles
de la ejecución. Es preciso evitar algunos efectos
secundarios Conviene compensar los efectos
secundarios inevitables. Es prematura. Conviene estudiarla más despacio. En una palabra, que está
bien, pero no así, que está bien pero se puede mejorar, que está bien pero
conviene esperar un momento más oportuno.
Su obra es tan buena, que necesita mucho estudio, y como nos falta
tiempo, la dejamos para la temporada próxima.[18] Como señala Bentham:
Es ésta la clase de argumento que tan a menudo vemos empleado por
quienes, siendo en realidad contrarios a una propuesta, tienen temor o
vergüenza de ser tenidos por tales. Acaso digan que la aprueban, que discrepan
sólo en cuanto al momento más adecuado para tomarla. Pero suele ser más cierto
que querrían verla derrotada para siempre. Este recurso no es privativo de la oposición. El gobierno lo utiliza cuantas veces debe rechazar enmiendas a sus leyes o cambios en sus proyectos: no es oportuno, conviene estudiarlo más despacio... 3. Falacias que acompañan a las
deliberaciones Existen tres variedades muy
populares:
La Falacia de la Pendiente
Resbaladiza, que exagera las consecuencias desfavorables.
La confusión de los Deseos con la realidad (wishfull thinking) que exagera
las consecuencias favorables.
La Falacia ad Consecuentiam que introduce valoraciones no
significativas
para el caso. Cualquier momento puede ser
bueno para repasarlas, por ejemplo, al terminar este capítulo. Y ahora, para refrescar el
recuerdo de todo lo dicho, vamos a ver un ejemplo. Pero antes, el resumen. ______________________________________________________________________ RESUMEN DE LA DELIBERACIÓN I. Es un debate mixto que se ocupa de la
acción y en el que intervienen las tres cuestiones básicas. II. En cada uno de sus pasos, se
argumenta con los criterios conocidos: posible, útil, justo. III. Quien defiende una propuesta ha de
probar: a. Que existe un problema:
derivado de la situación, grave e inminente. b.
Que dispone de un plan: eficaz y factible. c. Que el plan ofrece ventajas
verosímiles y significativas, amén de otras indirectas. d. Que no conlleva inconvenientes:
imprevistos, importantes o que pesen más que los beneficios. d. Que no existe otro camino más
ventajoso. IV. Quien se oponga al plan, sostendrá lo
contrario y bastará con que rechace justificadamente cualquiera de los puntos. V. Las falacias más directamente
asociadas a la deliberación son: 1. El Argumento de la pendiente
resbaladiza, que exagera sin fundamento las consecuencias desfavorables. 2. La Confusión de deseos y
realidad (wishful thinking) que exagera sin fundamento las
consecuencias
favorables. 3. La Falacia ad consequentiam
que introduce valoraciones que no hacen al caso. _____________________________________________________________________________ EJEMPLO DE
DELIBERACIÓN: HUMILDE PROPUESTA Con este
título publicó Jonathan Swift en 1729 una satírica propuesta para evitar que
los niños irlandeses de gente pobre sean una carga para sus padres o para la
nación. Hemos resumido los puntos principales. 1. existe un problema (grave e inminente). Es
causa de tristeza para todos los que se pasean por esta gran ciudad [Dublin] o
viajan por los campos ver multitud de mujeres mendicantes que llenan las
calles, los caminos y los umbrales de las chozas, acompañadas de tres, cuatro y
hasta seis criaturas cubiertas de harapos que importunan a cuantos pasan cerca
pidiendo limosna. Estas madres, en lugar de trabajar para ganarse el sustento
de una manera decorosa, se ven obligadas a pasar el tiempo de un lado para otro
implorando un bocado para la desamparada prole cuyos componentes, según se van
haciendo mayores, o bien se dedican al robo por falta de trabajo, o bien
abandonan su tierra natal para alistarse en España en las filas del
Pretendiente, o bien emigran, casi en la esclavitud, a las Islas Barbados.
Creo que todas las partes interesadas están de acuerdo en que este
ingente número de niños en manos de las madres o a sus espaldas, o pegados a
sus talones, constituye hoy, dado el lastimoso estado del país, una nueva y
tremenda calamidad. Por ello, si alguien pudiera concebir un método justo,
barato y cómodo de convertir a estos niños en miembros sanos y provechosos de
la sociedad se haría acreedor a la gratitud general.
[Según mis cálculos] hemos de
atender ciento veinte mil hijos de padres menesterosos por año. La cuestión es
saber cómo sacarlos adelante y atenderlos. 2. una propuesta [barata, viable y efectiva]. Un
americano muy enterado, amigo mío de Londres [se refiere a un indio], me
ha informado de que un niño sano y bien cuidado constituye, cuando tiene un
año, un alimento delicioso, saludable y nutritivo, tanto si se toma estofado,
como si se ingiere asado, cocido o hervido.
Propongo humildemente, por tanto, a la consideración del público en
general, que de los ciento veinte mil niños ya computados se reserven veinte
mil para la conservación de la especie, de los cuales sólo la cuarta parte
serán varones (cada varón puede fecundar a cuatro hembras), lo que es más de lo
que permitimos cuando se trata de ganado ovino, vacuno o porcino.
Propongo también que los cien mil restantes, al cumplir el año, se
ofrezcan en venta a gentes de calidad y fortuna por todo el reino, sin olvidar
de aconsejar a sus madres que les den de mamar en abundancia durante el último
mes y los dejen rollizos y suculentos para una buena mesa. De un niño salen
bien dos platos en una reunión de amigos, y si la familia come sin invitados,
los cuartos traseros o delanteros dan para un plato muy aceptable.
He calculado que el costo de amamantar a un hijo de mendigo viene a ser
de dos chelines por año, incluidos los harapos, y creo que ningún caballero
lamentará tener que pagar diez chelines por un buen niño rollizo en canal, que,
como queda dicho, dará para cuatro platos de excelente carne nutritiva. De este
modo, la madre sacará ocho chelines de beneficio limpio y quedará libre para el
trabajo hasta que se produzca otro niño.
Para los que sean más ahorrativos —y reconozco que los tiempos lo exigen— queda todavía el recurso de desollar los cadáveres, pues la piel
convenientemente curtida, servirá para hacer primorosos guantes para las damas
y botines de verano para los caballeros elegantes. 3. las ventajas Entiendo
que las ventajas del plan que he trazado son muchas y evidentes, así como de
suma importancia. En primer lugar, mi proyecto disminuirá notablemente el número de católicos, que cada año nos infestan
con recién nacidos, por ser los más prolíficos de la nación, además de nuestros
enemigos más peligrosos.
En segundo lugar, los renteros más pobres tendrán así algo de valor que
puedan considerar propio y con lo que pagar las deudas o la renta al
terrateniente, puesto que el grano, igual que el ganado, lo tienen embargado y
el dinero es para ellos algo desconocido.
En tercer lugar, si calculamos que el costo de la manutención de cien
mil niños — de dos años para arriba— no baja de los diez chelines por cabeza al
año, mi propuesta supondría un incremento del erario nacional equivalente a
cincuenta mil libras anuales.
En cuarto lugar, los progenitores permanentes, aparte de la ganancia de
ocho chelines por año producida por la venta de cada niño, quedarían libres de
la obligación de mantenerlos después de cumplir su primer año.
En quinto lugar, este alimento habría de llevar muchos clientes a las
tabernas, puesto que los dueños de éstas han de tomar sin duda la precaución de
procurarse las mejores recetas para lograr un guiso perfecto.
En sexto lugar, sería un gran acicate para el matrimonio, institución
que todas las naciones prudentes fomentan. Aumentaría el cuidado y la ternura
de las madres hacia sus hijos al sentirse seguras de que así iban a tener una
renta vitalicia. Seríamos entonces testigos de un esfuerzo honrado de
emulación entre las mujeres casadas, para ver quién de ellas era capaz de
llevar al mercado el niño mejor cebado. Y los hombres serían tan afectuosos con
sus esposas durante el embarazo como lo son ahora con las yeguas y las vacas
preñadas y, por tanto, no las amenazarían con golpes y patadas —como ocurre
ahora a menudo— pues tendrían miedo de provocar un aborto.
Podríamos enumerar otras muchas ventajas. 4. inconvenientes No
puedo imaginar una sola objeción al plan que propongo, a menos que se alegue la
disminución resultante en el número de pobladores del país. Yo lo reconozco
sin reservas, pero debo decir que ése era uno de los propósitos que me
indujeron a presentar este proyecto al mundo.
[En resumen], la presente propuesta, por ser enteramente nueva, tiene
algo de sólido y real, no implica gasto alguno, sólo pocas molestias, y está al
alcance de nuestras posibilidades. 5. no caben otras propuestas No estoy tan empecinado en mis opiniones
como para rechazar cualquier ofrecimiento de personas sensatas que se estime
tan inocente, barato, viable y efectivo como el mío. Pero antes de que se
presente algo semejante, rogaría a su autor o autores que se dignasen
considerar prudentemente dos hechos: Primero, tal como están las cosas, ¿cómo
se arreglarían para dar comida y ropa a cien mil bocas y cuerpos inútiles? En
segundo lugar, dado que existe un millón de seres con figura humana por todo
este reino, cuya subsistencia entera supondría un saldo negativo de dos
millones de libras esterlinas, si añadimos los mendigos profesionales a la masa
de labriegos y jornaleros con mujeres y prole, que son pobres de hecho, yo
pediría a los políticos contrarios a mi propuesta, si acaso osaran darle
réplica, que antes de nada preguntasen a los padres de los mortales mencionados
si no considerarían un gran acierto haber vendido a sus vástagos como alimento
cuando tenían un año, tal como yo propongo, evitando así la incesante sucesión
de calamidades que han tenido que soportar desde entonces, debida a la opresión
de sus señores , a la imposibilidad de pagar las rentas por falta de dinero u
ocupación, a la escasez de sustento, aparte de la carencia de hogar y vestido
que los protejan de las inclemencias del tiempo y, para remate, a la inevitable
fatalidad de perpetuar semejantes miserias, u otras mayores, en su descendencia.
Los errores donde naufragan las deliberaciones
Antes de cerrar este capítulo
conviene alertar sobre algunos olvidos demasiado frecuentes, que denotan
deplorables faltas de aseo mental y son responsables de muchísimos debates
estériles. 1. En las cuestiones de acción no existe la solución única. Las Cuestiones de hecho
no admiten más que una respuesta: las cosas son o no son; o son como se
dice o son de otra manera. Las soluciones de los problemas, por el contrario, pueden
ser varias y todas buenas: se puede viajar a Sevilla en AVE, en
coche, o en avión. Por eso enumeramos y ponderamos las posibilidades. Pudo ser
una buena solución la muerte de César, pero también pudo serlo dejarle vivir. Nuestras soluciones no son
únicas sino preferibles. Escogemos una, pero no podemos condenar
absolutamente
otras alternativas. Dicho al revés, nuestra elección no desautoriza (como
ocurre con la verdad) otras opciones factibles y eficaces, con lo cual éstas
pueden ser defendidas tan legítimamente como la nuestra. No pretendemos poseer
la verdad. Nuestro empeño aquí es más humilde: tener razón y que nos la
reconozcan.
Según "Napoleón", lo que debían hacer los animales era
procurar la obtención de armas de fuego y adiestrarse en su manejo.
"Boladenieve" opinaba que debían enviar cada vez más palomas
mensajeras y fomentar la rebelión entre los animales de las otras granjas. Uno
argumentaba que si no podían defenderse estaban destinados a ser conquistados;
el otro argüía que si había rebeliones en todas partes no tendrían necesidad de
defenderse.[19] 2. Tampoco existe la solución perfecta.
Ningún placer es perfecto y un algo de inquietud enturbia nuestras
alegrías. Ovidio.
Llamamos perfecta a la
propuesta que resuelve completamente un problema sin producir inconvenientes.
Tal cosa es una entelequia. Como dice Gracián: Quien quisiere mula sin
tacha, estése sin ella. En las cuestiones de hacer, la solución rara
vez es perfecta. Por lo general, ni resuelve el problema definitivamente
ni carece de inconvenientes; pensemos, por ejemplo, en el divorcio. Todo
tiene un precio o exige una renuncia.
Vosotros soléis en cada ocasión preguntar al que sube a la tribuna:
"¿Qué es, pues, preciso hacer?" Pero yo a vosotros, por mi parte,
quiero preguntaros: "¿Qué es preciso decir?" Pues si ni vais a pagar
contribuciones, ni a cumplir en persona las prestaciones militares, ni a
absteneros de los fondos públicos, ni a entregar los impuestos, ni a permitir
al ejército que se procure por sí mismo todos los recursos para su
subsistencia,
ni a realizar vuestras propias tareas, no tengo nada que decir. Demóstenes.[20] Cuando se trata de escoger,
llamamos solución a lo que resulta de comparar las ventajas y perjuicios de
cada opción. No olvidemos esta perogrullada porque con frecuencia tropezaremos
con personas que se empeñan en exigir que las soluciones ajenas sean perfectas.
La ley del aborto es insuficiente o es excesivamente permisiva. Si es
insuficiente se trata de una mala ley; y si es excesivamente permisiva,
también. En cualquier caso es una mala ley. ¿Es posible redactar una ley
de aborto que sea buena? Una propuesta es mejor no por carecer de
inconvenientes, sino porque conlleva menos que otras, que ya es bastante
ventaja.
Quien aspira a encontrar una solución perfecta, renuncia de antemano a
cualquier arreglo posible.
La política es el arte de aplicar en cada época de la historia
aquélla parte del ideal que las circunstancias hacen posible. Cánovas. Se juzga la moralidad de una
propuesta por las consecuencias que se derivan de ella, y se considera justa
cuando no se puede dar otra alternativa mejor en las mismas circunstancias,
es decir, otra en la que el peso de las consecuencias justas frente a las
injustas sea mayor. 3. No siempre podemos
escoger entre bienes. Con frecuencia, el concepto
de utilidad es relativo, como cuando nos vemos obligados a escoger un mal por
ser menor. De aquí que, para evitar que una propuesta sea juzgada con
ligereza, convenga delimitar con claridad a qué clase de elección nos
enfrentamos.
Por ejemplo: -
un bien o un mal: pactar
con Marruecos las condiciones de pesca o hundir la flota -
un bien u otro bien menor: reducir
el déficit o elevar las pensiones -
un mal u otro mal mayor: reducir
la plantilla o cerrar la empresa -
dos bienes equiparables: pactar
las condiciones de pesca con Marruecos o con Canadá -
dos males equiparables: pactar
las condiciones de pesca con Marruecos o con Canadá. Los términos mayor, menor
o equiparable se refieren tanto a la cantidad (bienes y males aumentan
con la abundancia, o con el número de personas afectadas) como a la jerarquía
(su orden de preferencia en la escala circunstancial de valores). Por
ejemplo: el uso de la violencia que ejerce el Estado se justifica porque
pretende prevenir violencias mayores.
Nadie nace sin defectos: es el mejor quien los tiene menores.[21] Con mucha frecuencia el
camino de la persuasión se despeja de obstáculos sólo con señalar que
estamos
abocados a una elección entre dos males y que, en consecuencia, lo útil
consiste en preferir del mal el menos.
Ante ambas propuestas, malas las dos, era preferible elegir el hacer
daño a otros antes que sufrirlo uno mismo, y mandar sobre los demás contra la
justicia antes que dejarnos esclavizar injustamente por los lacedemonios. Isócrates.[22] 4. Se olvidan las soluciones de compromiso.
Se discute si se debe delegar en el Rey el ejercicio de hacer la paz
y la guerra, o debe atribuirse al cuerpo legislador. Pero, señores, ¿estamos
obligados a hacer una elección exclusiva? Mirabeau. Es frecuente que al examinar
los caminos que puedan conducirnos a un mismo fin, olvidemos las fórmulas de
compromiso. Dado que la mayoría de las soluciones no son enteramente buenas ni
enteramente malas, conviene considerar la posibilidad de fundir propuestas
para acrecentar los beneficios y reducir las desventajas. Esto es tanto más aconsejable
cuanto más radicales sean las posturas enfrentadas. A mitad de camino entre los
partidarios del aborto sin restricciones y los que se oponen a cualquier clase
de aborto están las soluciones realistas, las que resuelven problemas; aquellas
que, al procurar satisfacción para ambas partes, cuentan con respaldos más
amplios.
El marqués y su mujer, Contentos quedan los dos; Ella se fue a ver a Dios, Y a él le vino Dios a ver. Gracián.
Un error frecuente consiste en deliberar con prisas. El examen de las alternativas y la ponderación de las posibilidades es algo que exige reflexión y tranquilidad. Como decía Saavedra Fajardo: No es bueno embarazar los consejos con la priesa que da el peligro y la necesidad. Se debate con calma y se actúa con premura:
Este consejo, como todas las reglas, tiene sus excepciones. Puede ocurrir que la inminencia de un peligro nos obligue a actuar aunque no estemos seguros de escoger la mejor solución:
________________________________________________________________________ En resumen: Ninguna elección puede aspirar a constituirse en solución única o perfecta o definitiva. Todas tienen inconvenientes y todas se basan en lo preferible. Con frecuencia la mejor solución es una mezcla de propuestas contrarias. Se delibera con calma y se actúa sin dilación. _________________________________________________________________________
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Revisado:
mayo de 2005 |
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[5] Platón: Teeteto 167c.
[6] Retórica
a Alejandro 1421b, 3-5.
[7] Quintiliano,
III, VIII, 16-18.
[8] IV,
130.
[9] Primera Filípica.
[10] Shakespeare: Enrique IV.
[11] Galdós: Fortunata y Jacinta.
[12] Iliada II, 298.
[13] Tito Livio, VI, 17,6.
[14] Shakespeare: Segunda parte de Enrique IV.
[15] Sobre los asuntos del Quersoneso.
[16] Livio XXX.
[17]
Tucídides, I, 143.
[18] Galdós: Doctor Centeno.
[19]
Orwell: Rebelión en la granja.
[20] Sobre los asuntos del Quersoneso.
[21] Horacio. Sátiras I,3, 68.
[22] XII, 117.
[23] Bacon: Ensayos sobre moral y política. XII De la audacia.
[24]
Saavedra Fajardo: Idea de un príncipe... Empresa LXXX.
[25] Maquiavelo: Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, III, 37.