LOS ARGUMENTOS DEL SIGNO O DEL INDICIO |
Índice: |
Apéndice I: Los signos predictivos Apéndice II: Los grupos de señales |
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Yago — Señor, veo que os devora la pasión
(...) ¿Querrías estar seguro? Otelo— Querría, no: quiero. Yago— Y podéis. Más señor, ¿cómo estar seguro? ¿Pretendéis ser un zafio espectador? ¿Ver cómo la montan? (...) Entonces, ¿qué? Entonces, ¿cómo? ¿Qué queréis que diga? ¿Cómo estar seguro? No podréis verlo aunque sean más ardientes que las cabras (...) Mas, si buscáis seguridad en indicios vehementes que lo apoyen y lleven al umbral de la verdad, podréis tenerla. |
Los signos Cuando los hechos no son accesibles,
nos vemos obligados a rastrear sus indicios, a utilizar pruebas indirectas que,
como señala Yago, no suelen desvelar completamente la verdad, pero nos
aproximan a su umbral. Si el niño ha cometido una picardía, se le nota en la cara. Los signos son el arma de la conjetura. A través de
ellos tratamos de averiguar si algo ha ocurrido, si es posible, si es fácil, si
existen motivos:
Pensé que estaba enfermo porque lo ví muy pálido. De su intención no cabe duda puesto que se había preparado. No eran ladrones: no tocaron las joyas ni el dinero. Hablamos indistintamente de signos, señales, indicios o vestigios: El equivalente latino del griego semeion es signum, aunque algunos lo llaman indicium (indicación) o vestigium (huella). Quintiliano.[1] Indicio es todo hecho visible que
sugiere o permite conjeturar la existencia de otro que no vemos. Por ejemplo: El suelo mojado es indicio de que ha
llovido.
Lo que coexiste con algo distinto de ello, o lo que sucede antes o después de que algo distinto haya sucedido, es un signo de que algo ha sucedido o existe. Aristóteles[2] Se apoya en las relaciones que
nuestra experiencia pueda establecer entre dos hechos: causal, de coexistencia,
de sucesión, o de semejanza. Guardan una relación causal los efectos con sus causas, por ejemplo:
una cicatriz indica que hubo una herida; la ceniza, la existencia de fuego; el
trueno, que ha caído un rayo; las huellas, el paso de un animal concreto o un
modelo particular de calzado; las señales de un cadaver nos sugieren la causa
de la muerte; la dilatación del mercurio nos indica la temperatura; los afectos
e intereses (amor, celos, enemistad, odio, venganza, ambición) permiten inferir
los móviles de las acciones. En las relaciones de coexistencia, el indicio nos sugiere las cosas que suelen acompañarle. Por
ejemplo: asociamos la caída de la hoja
con la llegada del invierno, los síntomas que presenta un enfermo con la
existencia de una enfermedad,[3]
el color de una fruta con su madurez, la aparición de un perro con la presencia
de su amo. Si no media entre el hecho y su indicio una relación conocida de
causa y efecto, parece al menos que dependen de una causa común. En las relaciones de sucesión asociamos el indicio con lo
que habitualmente le precede o le sigue. Por ejemplo: la huída o desaparición
de una persona tras un delito, su enriquecimiento inexplicable: Veo que mi padre toma el aperitivo:
enseguida comeremos. Están con el café: van a dejar la mesa libre... En las relaciones de semejanza tomamos el parecido como
indicio de identidad: Se parecía
mucho, juraría que era ella misma.
Así razonamos siempre que uno o varios rasgos de un hecho nos sugieren otro
parecido del que no estamos seguros: me
pareció que era el coche de Fulano; juraría que lo conducía su madre. Lo
mismo ocurre con cada uno de los indicios que autorizan a sospechar de una
persona que se parece al criminal descrito por los testigos: un tipo bajito, moreno, con bigote, cazadora azul y
zapatillas deportivas. Así, pues, en todo indicio existen dos
hechos: uno que conocemos y otro que pretendemos descubrir, apoyándonos en la
relación que existe entre ambos. __________________________________________________________________ Resumen: Argumentos del signo son todos aquellos que extraen conclusiones de signos o indicios. Un signo o indicio es todo hecho conocido que sugiere la existencia de otro no conocido. Las relaciones entre signo y significado puede ser causal, de coexistencia, de sucesión y de semejanza. ______________________________________________________________ El
valor de un indicio
El valor que puede alcanzar un
indicio depende directamente de la fuerza con que percibamos su relación con el
hecho que señala. En algunos casos tal relación adquiere, por su constancia, el
vigor de una ley. Decimos que es una relación necesaria, que estamos ante
signos inequívocos, lo que nos
permite alcanzar conclusiones seguras: Las briznas de paja indican la dirección del
viento. En otras ocasiones, la relación nos
parece también inequívoca porque así lo hemos establecido convencionalmente,
como ocurre con los símbolos: El árbitro es el que va de negro. En la mayoría de las ocasiones, sin
embargo, los indicios no son tan explícitos porque pueden sugerir varios
significados, aunque alguno de ellos nos parezca mucho más probable que otros
en unas circunstancias determinadas. Son signos equívocos. Cuanto mayor sea esta probabilidad, más fácilmente
surgirá la convicción. _______________________________________________________________ Resumen: La fuerza del argumento del signo está vinculada a la seguridad con que podemos afirmar la correlación. En este sentido hablamos de signos inequívocos y de signos equívocos o no concluyentes. ________________________________________________________________ El argumento del signo Si aparece el signo A, significa que se da B Se da A Luego se da B Ha llovido porque está el suelo mojado. Preguntado Jesús si era el Mesías respondió:
los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen. Las hojas verdes de fuera arguyen no estar seco el árbol de dentro. Antonio de Guevara.[4] a. El
argumento con signos inequívocos o concluyentes No son los signos más frecuentes,
pero sí los más seguros. En ellos apreciamos una relación necesaria, es decir,
que excluye toda posibilidad contraria: Eloísa amamanta un niño, luego [necesariamente] no es virgen.
Aparecen sus huellas dactilares, luego [necesariamente] lo ha tocado Cipriano.
Del efecto deducimos la causa. Cuando aparece esta relación entre signo y significado, el indicio equivale a una prueba y basta uno para alcanzar la conclusión. Así son los casos del campo médico en que puede establecerse el diagnostico a partir de un solo síntoma: Si se ausculta un soplo mitral, tiene una Estenosis Mitral. Como se ve, estamos ante un caso
típico de argumento bicondicional: Si, y sólo si, se ausculta un soplo mitral, tiene una estenosis mitral.
Cuando falta un signo inequívoco,
concluimos que, necesariamente, no se da el hecho correspondiente. Es una
variedad de argumento ex-silentio:
He descartado la Estenosis Mitral, porque no
se ausculta soplo mitral.
Sherlock Holmes— La puerta y la ventana sólo estuvieron abiertas durante un espacio de tiempo muy corto, porque la vela no ha chorreado. [5]
_______________________________________________________ Resumen: Los signos inequívocos corresponden a correlaciones necesarias. Basta con uno para concluir con seguridad por medio de una deducción. Permiten formar juicios bicondicionales. Cuando faltan, permiten argumentar ex-silentio _____________________________________________________ b. El argumento con signos equívocos o no
concluyentes En la mayoría de las ocasiones, los
signos son inespecíficos, es decir, pueden significar cosas diversas. Por
ejemplo, las manchas de sangre en mi pañuelo admiten explicaciones muy
variadas: me sangra la nariz; he limpiado
una herida del perro; vengo de asesinar al vizconde...
— El tirano sonríe. Parece buena señal. — No te engañes. Sonríe porque calcula
cuántas cabezas rodarán. Ya se ve que estos indicios no permiten conclusiones seguras, y, a menudo, ni siquiera probables. No le basta un pañuelo a Otelo para dudar de su esposa:
— Afirmar nada demuestra, si no aportáis pruebas más sólidas y claras que los débiles indicios y ropajes de las simples apariencias.
En general sugieren
débiles sospechas que no siempre nos atrevemos a formular: Porcia— ¿Sabes si le amenaza a César algún mal? Adivino— Ninguno que yo sepa; mucho el que temo.[6] Un indicio equívoco y solitario no
llega más allá de señalar que algo puede ser, que tal vez sea, que existe una
posibilidad entre otras, sin que ninguna de ellas se ofrezca como
particularmente probable: Si A, entonces pudiera ser B o C o D.
Solamente
podemos aventurar una conclusión si disponemos de reglas
de experiencia que nos permitan considerar una de las posibilidades
como la más probable en determinadas circunstancias.
Si A, entonces B o C o D. Lo más probable en las presentes circunstancias es B. Luego, si A, entonces probablemente B. Si el suelo está mojado puede ser porque ha llovido o porque han regado las calles. Lo más probable a estas horas es que haya llovido. Luego si el suelo está mojado es que ha llovido. Cuanto más habitual sea la relación
que dicta la experiencia, cuanto más evidente parezca el vínculo entre los
hechos, más fácilmente surgirá la convicción. Será preciso descartar como muy
improbables (inverosímiles en las presentes circunstancias) todas las
explicaciones alternativas: A estas horas
no se riega. Por último, debemos asegurarnos de que nada (en las actuales circunstancias) altera la regla de
experiencia: Es imposible que haya
llovido porque luce un sol de secano. Obsérvese que insistimos repetidamente
en las circunstancias. Ningún signo tiene valor fuera de la situación que lo
caracteriza: si veo huellas de perro en el techo del dormitorio no inferiré que
mi chucho se ha vuelto araña. No todo es posible en cualquier momento o lugar.
Las reglas de experiencia rigen
únicamente para una situación determinada: aquélla en la que estamos habituados
a relacionar el signo con su significado. Una cama sin deshacer puede ser un
indicio significativo a las ocho de la mañana (en el caso de una persona cuya
cama aparece habitualmente deshecha a tales horas). No lo será, tal vez, en
cualquier otra circunstancia. Bruto— Cálmate, Casio. Popilio no le está hablando a César de nuestro plan. Mira: le está sonriendo y César no se ha inmutado.[7]
En el mejor de los casos, un signo
equívoco aislado no permite sino una sospecha débil, y con facilidad nos
equivocamos al interpretarlo.
Lo encontré en su habitación, con los pantalones a la altura de las rodillas y un cuchillo en la mano derecha. Cualquiera que lo hubiese encontrado en esa posición, habría creído que quería castrarse, pero el caso es que había cosido con un largo hilo sus pantalones, que acababan de reventársele, y estaba muy ocupado cortándolo. Lichtenberg.[8] Peor aún, podemos caer en una trampa.
Los indicios constituyen espejuelos idóneos para el engaño. Así ocurre por
ejemplo en los timos, en las estratagemas militares o financieras y, claro
está, en la vida doméstica: es el caso del adolescente que oculta una almohada
bajo las sábanas para simular que está en casa y dormido. Toda hipocresía se
reviste de indicios engañosos que intentan ofrecer una apariencia de verdad,
del mismo modo que el llanto de una plañidera es indicio de un dolor que no
existe. — ¿Cómo pudo sorprenderle el atracador? — Porque llevaba sotana. Pensé que era un
cura. — ¿Has visto qué amable está Jimeno? — Quiere que bajes la guardia para darte la
puñalada. Píramo, al ver rota y ensangrentada
la túnica de su amada Tisbe , supone que ha muerto destrozada por una fiera y se
suicida. Ya se ve que los indicios equívocos conducen en ocasiones a resultados
funestos. El modelo de argumento que formamos con unos datos tan inciertos es el del condicional presuntivo:
Si es A, indica probablemente B Como es lógico, la ausencia de un
signo equívoco no permite concluir con certeza. No cabe un argumento ex-silentio. Sherlock Holmes— La falta de marcas no significa nada, aunque su presencia puede significarlo todo.[9]
____________________________________________________________ Resumen: Los signos equívocos o no concluyentes, reflejan correlaciones más o menos probables. Son plausibles si pueden apoyarse en una regla de experiencia que adopta la forma de un condicional presuntivo. Cuando faltan no cabe argumentar ex-silentio ___________________________________________________________ La prueba de indicios (suma de signos equívocos) El indicio aislado resulta verdaderamente
útil cuando podemos asociarlo a otros que apunten en la misma dirección. De esa
manera, aunque ninguno de ellos sea concluyente, la suma de todos puede
resultar muy persuasiva. ULISES— Sin duda se acerca un compañero o un conocido tuyo, pues los perros no ladran, sino que mueven la cola, y oigo ruido de pasos.[10]
Un pelo rubio en la solapa tal vez
no significa nada porque admite muchas explicaciones; pero si al pelo se suman
repetidos retrasos inexplicables, un estado de ensimismamiento no habitual, un
afán inusitado por pasear al perro, y la aparición de compromisos laborales
para el fin de semana..., hasta la más ingenua de las esposas sospechará que se
la están pegando, y nadie dirá que falten razones a su sospecha.
El juez— ¿Por qué piensa usted que mantienen una relación íntima? El policía— Lo primero, porque viven juntos. En segundo lugar, porque cuando estuve en la casa, las cosas de Carlos estaban en la habitación de la chica. En tercer lugar, porque sólo estaba deshecha la cama de ella. Ninguno de estos datos explica de
por sí nada, pero juntos son muy sugerentes. Sherlock Holmes— Todo lo que yo sabía apuntaba en una misma dirección: la fuerza tremenda, la pericia en el manejo del arpón, el ron con agua, la petaca de piel de foca con tabaco fuerte…, todo aquello hacía pensar en un marinero, y más concretamente, en un ballenero.[11] En una serie de indicios
coincidentes, la probabilidad aislada de cada uno de ellos puede sumarse por
ser todas homogéneas, pues todas apuntan al mismo resultado. Las otras
posibilidades que sugiera cada indicio, como son heterogéneas, no pueden
sumarse. De ahí que cada nuevo indicio que concurre aumente considerablemente
el grado de certeza. Por ejemplo: Se trata de averiguar quién cometió un asesinato. 1º. Andrés durmió la noche de crimen en la misma habitación en que Carlos amaneció asesinado. Primer indicio. Claro es que sólo por haber dormido en ella no se sigue absolutamente que él le matara. Pudo cometerse el delito después de su salida. Contando ésta como probabilidad en contrario, resultan una en pro y una en contra. 2º. Andrés tiene una herida reciente en el pulgar de la mano derecha; pudo hacérsela al cortar un palo, y también al herir a Carlos. Ya son dos las probabilidades que nos resultan de que Andrés fuese el asesino, mientras que sólo tenemos una de que no durmiera en la habitación y otra de que se cortase la mano al verificar cualquier acto que no fuese el de herir a Carlos. 3º. Se encuentra a Andrés el anillo que Carlos llevaba en la mano. Pudo apoderarse de él al asesinarlo, y también habérselo dado la víctima. Aquella probabilidad conduce al crimen, y sumada con las anteriores da el número de tres, quedando aislada por heterogénea la probabilidad contraria. 4º indicio: se notan manchas de sangre en la camisa de Andrés. Él supone que fueron producidas por la herida que tenía en la mano. El Juez cree que las manchas proceden de la sangre de Carlos. Sumada esta probabilidad da el número de cuatro, y queda otra aislada en contra. 5º indicio:
Andrés debió tratar de defenderse. Entre sus manos se encontró un pedazo de
tela de algodón blanco, sin duda arrancado al agresor. La camisa de Andrés se
halla rota, y aunque no coinciden el pedazo con la rotura, tal vez porque
habiéndose apercibido éste de aquella circunstancia procuró borrar la huella
del crimen, son de la misma tela. Pero como por inverosímil que parezca, no es
imposible que la camisa de Andrés estuviera rota y que la del asesino de Carlos
fuese de la misma clase de tela, no puede considerarse sino como una
probabilidad frente a otra; sin embargo, sumada con las anteriores da el
respetable número de cinco, que, con la enemistad que abrigaba contra Carlos,
constituyen seis hechos diferentes que, por diferentes vías, vienen a indicar
que Andrés mató a Carlos.[12] Estamos ante el modelo más típico de
inferencia hipotética o
abductiva. La conclusión no se sigue de las premisas, no está contenida en ellas,
pero todas juntas sugieren una conclusión con más fuerza que otras posibles. Es
una inferencia a la mejor explicación. Si el signo A indica X o Y o Z, y el signo B indica G o H o Z, y el signo C indica M o N o Z, Todo indica que probablemente Z. Se
concluye, atando cabos, lo que todos
los indicios comparten.
María no ha venido. Pablo ha telefoneado diciendo que tenía un compromiso. Juan y Nieves han dado la excusa del niño enfermo. Tenía yo razón, tus amigos te están
abandonando.
Si este hombre ha sido muerto por hierro; si
se te ha cogido a tí, su enemigo, sobre el mismo lugar, con una espada
sangrante en la mano; si nadie más que tú ha sido visto en este sitio; si nadie
tenía interés en su muerte; si tú te has mostrado siempre capaz de todo: ¿se
puede dudar que no seas el asesino? Cicerón.[13] Scevino, uno de los conjurados contra Nerón, fue descubierto por una suma de indicios:
El
día anterior al señalado para matar a Nerón, hizo testamento, ordenó que se
afilase un viejo puñal oxidado, parecía preocupado, cenó con más abundancia
de lo acostumbrado, liberó a todos sus esclavos, repartió dinero y mandó preparar
vendas para curar heridas. Su liberto Milicio, viendo estas disposiciones,
conjeturó lo que se tramaba, y avisó a Nerón. Maquiavelo.[28]
Así razonan los jueces en la prueba de indicios, los médicos que
amontonan síntomas para un diagnóstico, los arqueólogos que conjeturan la
organización social de los homínidos, y el detective que tras examinar toda la
evidencia disponible concluye que el asesino es el mayordomo. Lo mismo ocurre
en los juegos infantiles de adivinanzas por caracteres: animal de compañía que empieza por p, canta y se columpia; alimento,
blanco y en botella... Cada nuevo dato añadido restringe el abanico de
posibilidades. Estornuda. Tiene fiebre. Le duele la garganta. Este
niño ha cogido un catarro. La fuerza de la conclusión crece
conforme se añaden premisas que suman la misma conjetura plausible. Cada una de
ellas ofrece un apoyo deleznable, pero como son acumulativas, el resultado
final puede alcanzar el grado de certeza que los jueces llaman convicción moral. Los indicios se suman,
pero la convicción se multiplica:
[Además], si los pies de Marie eran pequeños
y también lo eran los del cadáver, el aumento de probabilidades de que éste
correspondiera a aquélla no se daría ya en proporción meramente aritmética,
sino geométrica o acumulativa. Agreguemos a esto los zapatos. Al ser análogos a
los que Marie llevaba puestos aumenta a tal punto la probabilidad que casi la
vuelven certeza.[14] sherlock holmes— Cada uno de estos hechos es sugerente por sí solo. Pero juntos adquieren una fuerza acumulativa.[15] La ausencia de una suma de signos es
también persuasiva (podemos argumentar ex-silentio):
Falta una oveja El aprisco no se alborotó Los perros no ladraron Luego no ha sido el lobo. No aparecen los signos que habitualmente acompañan la presencia de una alimaña. Hécuba— Dices [Helena] que mi hijo te llevó a la fuerza. ¿Quién se enteró
en Esparta? ¿Qué voces diste?.(...) ¿Dices que tratabas de huir [de Troya] con
sogas, dejándote caer de las torres porque no querías permanecer aquí?
Entonces, ¿dónde te sorprendieron trenzando un nudo o afilando una espada, como
haría una mujer noble que añora a su esposo?.[16] En suma, la prueba por indicios resulta del concurso de varios hechos que
sugieren la existencia de un tercero, que es el que se pretende averiguar.
Sólo cuando son numerosos, coincidentes y relevantes para la conclusión pueden
constituir prueba. Por el contrario resultan nebulosos y equívocos cuando su
número es exiguo y las relaciones en que se apoyan están traídas por los pelos.
Para la identificación del cadáver, los forenses han tenido en cuenta la talla, la complexión, el cabello, las características físicas, la dentadura y la ropa.
___________________________________________________________ Resumen: Los signos inconcluyentes adquieren valor cuando se pueden sumar porque son numerosos y convergentes. Con cada uno de ellos formamos un juicio condicional presuntivo y con la suma de todos construimos un razonamiento hipotético, es decir, buscamos la mejor explicación para el conjunto de signos. ____________________________________________________________
Apéndice I: Los signos predictivos Hasta aquí hemos hablado de los
indicios como si fueran huellas del pasado, pero de la misma manera nos sirven
para vaticinar el futuro. Hay signos que señalan hacia atrás, retro-dictivos, porque siguen a los
hechos, y los hay que miran hacia adelante, pre-dictivos
que autorizan previsiones o pronósticos. Jesucristo— Por la tarde decís: “Buen tiempo”, si el cielo está arrebolado. Y a la mañana: “Hoy habrá tempestad”, si en el cielo hay arreboles oscuros.[17] Hipócrates— Si el testículo derecho se muestra convulso y frío, no hay que esperar buen desenlace.[18] Algunos son inequívocos porque se
apoyan en relaciones conocidas de causa-efecto, sean éstas directas o remotas.
Así describía un testigo la Peste Negra: Tenían de repente bubones en las axilas, y la
aparición de estas bubas era signo infalible de muerte. Otros son presuntivos porque se
amparan en relaciones habituales o probables. Cuando silban los estorninos por la mañana,
enciendo la radio porque va a comenzar el informativo.
Jesucristo— Cuando los ramos de la higuera están tiernos y brotan las hojas, conocéis que la primavera está cerca.[19]. La experiencia nos permite asociar
los indicios presentes con determinados cambios en la situación. Si baja la fiebre habitualmente se inicia la mejoría. Ha bajado la fiebre. Probablemente se iniciará la mejoría. Podemos pronosticar el futuro en
tanto en cuanto conocemos las consecuencias de los indicios presentes. Tales
consecuencias podrán ser más o menos seguras (constantes, habituales,
ocasionales), de lo cual dependerá la firmeza de nuestra conclusión. Siempre que hay viento Sur sube la temperatura. La mayoría de las amenazas no se cumplen. A
veces una picadura de avispa produce la muerte. Podemos también concluir a partir de
un sólo signo (si es inequívoco), o mejor de una suma de signos concurrentes, cada uno de los cuales se limita a
señalar que existe la posibilidad de que algo se produzca: Hace mucho calor. Se están acumulando nubarrones. Sopla un viento muy desagradable. (Todo parece indicar que) Vamos a tener
tormenta. La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la luz serena, cada uno por sí y todos juntos daban manifiestas señales que el día había de ser sereno y claro. Cervantes.[20]
¿Crees que saldrá elegido Genaro? Es muy popular. Habla muy bien. Sabe ser persuasivo. Es una persona muy moderada en todas sus posiciones. Conoce perfectamente la fábrica. (Todo parece señalar que) lo elegirán
presidente del Comité de Empresa. Se ve
que Genaro acumula muchas posibilidades, tal vez más que ningún otro, con lo
cual estamos cargados de razones para vaticinar plausiblemente el resultado.
No creo que Isabel vaya de vacaciones. Su madre está enferma. A su hijo lo han suspendido. Tiene apuros con la hipoteca del piso. Por tanto creo que le sobran motivos para
quedarse en casa. Ya se ve que estamos ante ejemplos
característicos de una inferencia
hipotética o abductiva. Biblis- Podría haberte servido de indicio de la herida que sufre mi corazón mi color y mi demacración y mi rostro y mis ojos, con frecuencia humedecidos, y mis suspiros proferidos sin motivo evidente, y mis reiterados abrazos, y los besos, que tal vez lo notarías, se podía comprender que no eran propios de una hermana.[21] Adoramos los signos predictivos porque nos agobia la incertidumbre del
futuro. De ahí el éxito que han tenido siempre los augurios.
Este presagio no me lo hicieron ni entrañas de ovejas, ni truenos de los que suenan por la izquierda, ni el canto o el vuelo del ave. Mi único augurio fue la adivinación racional del futuro. Ovidio.[22] Hoy no confiamos en las patrañas de antaño, pero atisbamos con ansia cualquier clase de señal que nos sirva de
aviso.
Los signos de las cosas temibles son igualmente temibles, ya que ponen de manifiesto que lo temible está próximo; y esto es el peligro: la proximidad de lo temible. Aristóteles.[23] Prestamos un extraordinario interés a las calamidades ajenas
porque deseamos averiguar los acontecimientos que las preceden, las señales que
las anuncian, bien para reconocerlas cuando nos toque, bien para vivir
tranquilos si no aparecen. Sócrates— Tú, al menos en cuanto a lo que humanamente se puede prever, estás lejos de tener que morir mañana.[24]
Jesucristo— Luego, enseguida, después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes del cielo se conmoverán. Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hombre…[25] La ausencia de signos predictivos nos deja desarmados. Por ejemplo: el prinicipal problema de los sismólogos es la imposibilidad de prever la aparición de un terremoto. Como los temblores de tierra no se anuncian, no es posible detectarlos antes de que aparezcan. Otro ejemplo: uno de los ingredientes más aterradores del terrorismo es la imprevisibilidad de sus atentados. ______________________________________________________________ Resumen: Los signos predictivos, se basan en correlaciones causales o de sucesión. Permiten juicios condicionales necesarios (ha saltado un rayo, ahora sonará el trueno) o presuntivos (si han tomado el café, dejarán la mesa libre). Podemos sumarlos, si son varios y convergentes, para construir un razonamiento hipotético que ofrezca la mejor explicación para la suma de signos. _____________________________________________________________ Apéndice II: Los grupos de señales Del mismo modo que argumentamos con
signos acumulativos que proporcionan
una convicción creciente, lo hacemos con grupos
de signos que, reunidos, caracterizan a una situación, sea pasada o futura. En medicina se asentó el término
griego síndrome (concurso) para
denominar los conjuntos de señales característicos de una situación clínica: síndrome febril, de insuficiencia cardíaca,
de abstinencia. Si los síntomas A, B y C están presentes, decimos que se da el síndrome X.
Los signos de la inflamación son: Tumor, dolor, rubor y calor. Paracelso. En el mismo sentido se emplea el
término sintomatología (grupo de
síntomas que caracterizan a una enfermedad): Fiebre, catarro nasal y dolores musculares conforman la sintomatología de la gripe. Tomamos un conjunto de señales como signo de algo. No es patrimonio exclusivo
de la medicina. El metereólogo y el economista razonan de la misma manera: situación anticiclónica, inflación. Los
síndromes son como los gestos de la cara: un conjunto de signos que nos
permiten vislumbrar la realidad oculta de los seres que nos rodean.
Interpretamos el cuadro completo: la posición de las cejas, la frente, los
ojos, la boca... Es el conjunto lo que nos indica si estamos ante un ánimo
risueño o avinagrado.
Muchas veces un rostro silencioso posee su propia voz y sus palabras. Ovidio.[26]
Le bastó una mirada al rostro pálido y asustado de la joven para comprender que ella había escuchado la conversación.
Observamos las expresiones del rostro con mucha atención y, generalmente, les damos más crédito que a las palabras. El esquema de razonamiento es
puramente deductivo. Al fin y al cabo se trata de aplicar una definición a un
caso:
La colección de datos A es característica de B Tenemos la colección A Luego podemos pensar B.
Diarrea, vómitos y dolores abdominales son síntomas del cólera. El término diagnóstico (discernimiento, distinción), originalmente médico pero
que hoy utilizan desde los analistas de empresas hasta los talleres de
automóviles, viene a significar lo mismo: el reconocimiento de un caso en el
que re-encontramos los signos de una enfermedad (o avería) conocida.
Aquellos atletas que de los placeres sexuales pasan al entrenamiento gimnástico serán fácilmente reconocibles: les flaquean las fuerzas, respiran entrecortadamente, tienen impulsos débiles, se agotan con los esfuerzos y ceden enseguida. Filóstrato. [27]
Naturalmente hablamos de esquemas o cuadros sugeridos por la experiencia general y que sirven para orientarnos. Rara vez los vemos reproducidos milimétricamente en la realidad.
______________________________________________________ Resumen: Los síndromes son agrupaciones de signos que aparecen unidos. Esta unión conforma un indicio que se relaciona con determinada situación. ______________________________________________________ Vea ahora el diagrama de flujo para los argumentos del signo _________________________________________________________________ RESUMEN GENERAL DE LOS
ARGUMENTOS DEL SIGNO
I. Argumentos del signo son todos aquellos que extraen conclusiones de signos o indicios. II. Un signo o indicio es todo hecho conocido que sugiere la existencia de otro no conocido. III. Las relaciones entre signo y significado puede ser causal, de coexistencia, de sucesión y de semejanza. IV. La fuerza del argumento del signo está vinculada a la seguridad con que podemos afirmar la correlación. En este sentido hablamos de signos inequívocos y de signos equívocos o no concluyentes. V. Los signos inequívocos corresponden a correlaciones necesarias: el trueno
que oigo es un indicio del rayo que no he visto. Basta con uno para concluir con seguridad por medio de una deducción. Se amparan en un juicio bicondicional: Sólo si salta un rayo se produce un trueno. Cuando faltan, permiten argumentar ex-silentio. VI. Los signos equívocos o no concluyentes, reflejan correlaciones más o menos probables. Son plausibles si pueden apoyarse en una regla de experiencia que adopta la forma de un condicional presuntivo: si tiene manchas de sangre presumiblemente es el asesino. Su ausencia no permite argumentar ex-silentio. VII. Los signos equívocos adquieren valor cuando se pueden sumar porque son numerosos y convergentes. Con cada uno de ellos formamos un juicio condicional presuntivo y con la suma de todos construimos un razonamiento hipotético, es decir, buscamos la mejor explicación para el conjunto de signos. VIII. Los signos predictivos, se basan en correlaciones causales o de sucesión. Los modelos argumentales son los mismos que empleamos para los signos retro-dictivos: Permiten juicios condicionales necesarios (ha saltado un rayo, ahora sonará el trueno) o presuntivos (si han tomado el café, dejarán la mesa libre). Podemos también sumarlos si son varios y convergentes. IX. Los síndromes son agrupaciones de signos que aparecen unidos. Conforman un indicio que se relaciona con determinada situación. ___________________________________________________________ |
[1] Quintiliano: Instituciones oratorias.
[2] Aristóteles: Analiticos primeros, II, 27, 70ª7-9.
[3] La palabra griega síntoma, significa coincidencia. Hasta el siglo XX, pocos diagnósticos médicos han sido causales.
[4] Antonio de Guevara: Reloj de Príncipes: De la amistad.
[5] C. Doyle. El regreso de Sherlock Holmes.
[6] Shakespeare: Julio César.
[7] Ídem.
[8] Lichtenberg: Aforismos. Cuaderno B, 340.
[9] C. Doyle: Ídem.
[10] Homero: Odisea XVI, 10
[11] Ídem.
[12] López Moreno: La prueba de indicios.
[13] Cicerón: De el Orador, II 75.
[14] E.Allan Poe: El misterio de Marie Roget.
[15] Conan Doyle: Último saludo.
[16] Eurípides: Las Troyanas.
[17] Mateo, 16, 2-3.
[18] Hipócrates: Aforismos.
[19] Mateo 24, 32
[20] Cervantes: Don Quijote.
[21] Ovidio: Metamorfosis, I, 607.
[22] Ovidio: Tristes I.
[23] Aristóteles: Retórica II, 82a30.
[24] Platón: Critón, 47a.
[25] Mateo 24, 29-30.
[26] Ovidio: Arte de amar I.
[27] Filóstrato: Gimnástico 48.
[28] Maquiavelo: Discursos sobre la primera década de Tito Livio, III, 5. La historia procede de Tácito, Anales, Libro XV