ADELA
CORTINA
¿Xenofobia, o más bien "aporofobia"?
La verdad es que era un coche precioso, llamativo de puro bonito.
-Es de una familia de gitanos que vive ahí al lado, en uno de los mejores barrios de la ciudad -me informó la persona con la que iba paseando. Formulé una de esas preguntas a las que se llama "retóricas" porque la respuesta es de antemano conocida: -¿Y qué tal se llevan con sus vecinos, siendo gitanos?
La respuesta fue la esperada: -Estupendamente, claro, ¿quién hace ascos a los ricos, sean de la raza o del país que sean?, ¿quién pone obstáculos a los magnates de Marbella o a los turistas que se achicharran en nuestras playas? El problema no es de raza, sino de cuenta corriente.
Creo que mi interlocutora tenía razón y que muchos de nosotros lo sabemos. Pero conviene recordarlo, aunque suene a perogrullada, porque las verdades de perogrullo componen, al fin y al cabo, los fundamentos de nuestro saber acerca de la vida.
Ciertamente, está de moda hablar del racismo, de esa estúpida creencia en que las razas humanas -si es que existen- no pueden mezclarse porque peligra la pureza de la sangre, como si la sangre fuera un detergente.
También está de moda hablar de la xenofobia, del "odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros" ‑como aclara el diccionario‑, que lleva a algunos a intentar expulsar a los que no son del propio villorrio, como si los del villorrio propio fueran lo mejor‑ del mundo y los demás basura.
Se hacen proyectos de investigación y tesis de doctorado sobre tales temas, y en unos y otras se aducen ejemplos apabullantes de nuestros días: Europa Central, e1 inevitable appartheid, los neonazis y, en nuestro país, los anti-gitanos, los anti-dominicanos y los anti-inmigrantes en general. A ello suelen añadirse las presuntas razones últimas del odio al extranjero y al de una raza distinta: la falta de respeto ala diferencia, la intolerancia hacia las formas de vida inusuales, el miedo a lo desconocido, la necesidad de chivos expiatorios.
Y, sin embargo, no acaba de ser esto cierto. Nazis convencidos y miembros del Ku-Kux-Klan aparte, al que no se soporta no es al diferente, sino al pobre, al delincuente en acto o en potencia, al que viene -dicen- a quitar puestos de trabajo, a aumentar la inseguridad ciudadana, a fastidiar con su miseria.
Por eso, y ya que el castellano es una lengua viva, propondría un nuevo término en el Diccionario, mucho mas necesario que e1 de xenofobia: la aporofobia, el odio al pobre.
Confieso que he buscado el término en griego en el diccionario de los años de bachillerato y ha resultado ser mas expresivo de lo que yo misma esperaba: el "apoyos" es e1 que carece de salidas, de medios o de recursos, el desamparado. Y me temo que es él, más que el extranjero, el chivo expiatorio de los cobardes, el no tolerado, más que por "diferente", por presuntamente incordiante.
Claro que, bien miradas las cosas, tal vez exista una razón para que el término "aporofobia" no figure en el diccionario: a lo peor nos parece tan natural despreciar a1 pobre que no hace falta una palabra especial para referirse a ese desprecio.