C.
Tarancón
Recuperar la ilusión colectiva
Lo
ha dicho un político español: Nuestra sociedad está desilusionada. Y un
colectivo que no "mira a las estrellas", que no está de alguna manera
ilusionado, carece de estímulo para afrontar las dificultades del momento actual
y para preparar el futuro.
Yo me
atrevería a decir que una sociedad sin ilusión es una sociedad sin esperanza. Y
una sociedad sin esperanza no tiene porvenir. Ni casi presente, porque empieza a
desinteresarse de todo y va "trampeando en la vida" sin responsabilizarse de los
acontecimientos porque se va convenciendo que los males y dificultades del
presente no tienen solución.
Si es
verdad la afirmación de ese político y lo cierto es que, al parecer al menos, es
acertada - sería necesario que todas
las personas responsables -
especialmente los que tienen autoridad política, social y religiosa
- buscasen afanosamente las causas de esa desilusión para encontrar,
entre todos, el remedio.
Da la
impresión de que gran parte de nuestra sociedad ha perdido la confianza en los
dirigentes. En los dirigentes políticos, desde luego, pero también en los
dirigentes de la economía e incluso en bastantes dirigentes religiosos. Y esa
falta de confianza genera casi ineludiblemente la desilusión.
Quizá la explosión últimamente de
varios casos de corrupción de personas
altamente cualificadas; la crisis económica con el paro; la inseguridad
cada día mayor del llamado "Estado del bienestar"; el desprecio por la vida de
los no nacidos o de los que están en lo que llaman la fase terminal; las mismas
vacilaciones de algunos sectores cristianos respecto a verdades fundamentales de
su Fe; incluso los quebrantos que está produciendo en algunos sectores la unidad
europea, expliquen de alguna manera el fenómeno.
Las promesas que se hicieron no se han convertido en realidades; las esperanzas
que nos presentaban hace unos años se han visto defraudadas.
No siempre ha sido por culpa de los dirigentes
políticos o sociales. Pero han faltado explicaciones adecuadas y suficientes
para que el pueblo pudiera entender la quiebra que se ha producido.
Yo creo sinceramente que la mayor parte de los dirigentes políticos, económicos y sociales tienen buena voluntad. Pero son muchos los que dudan de ella ¿Por qué? Radicalmente, a mi juicio, porque bastantes creen que pretenden engañarnos, ya que no nos explican de una manera eficiente las razones por las que los ideales que, sin duda, tienen no llegan a realizarse. Presentar los problemas tal como son; aviso claramente sobre las dificultades que pueden retardar su solución y buscar remedio inmediato y eficaz para esos casos concretos de corrupción, señalando, al propio tiempo, el camino de superación, aunque reconociendo y proclamando que ésta es tarea de todos, no sólo de los dirigentes, es la manera de conseguir que el pueblo recupere la ilusión. Elaborar un proyecto razonable de futuro, sin falsas esperanzas, sino fundándolo en la labor mancomunada de todos los ciudadanos, siendo los dirigentes los que abran la marcha, sería una manera eficiente de despertar la ilusión. Y, sobre todo, despertando confianza. Es urgente, a mi juicio, devolver la ilusión esperanzada a nuestro pueblo. Y creo que todos podemos hacer algo para conseguirlo.