CARTA A INMIGRANTES  VOLVER

Carta a los inmigrantes recién llegados

Sed bienvenidos a este país. Estas letras quisieran, en primer lugar, daros una cordial acogida y expresar el deseo de que, tras un viaje que para muchos habrá sido dramático, podáis encontrar junto a nosotros unos mínimos de bienestar y de reconocimiento. Pero además, con esta carta deseamos proporcionar algunas informaciones mínimas, de esas que no aparecen en los mapas, ni en las guías o !os planos, pero que también pueden ayudar a situarse a quienes llegan a un lugar desconocido.

 Cristianisme i Justicia  n. 146  marzo 2001 R. de Llúria 13, 08010 Barcelona  tel: 93 317 23 38, fax: 93 317 10 94, espinal@redestb.es  http://www.fespinal,com

 1. El país al que llegáis

Venís a una tierra que, a pesar de su bonanza económica, quizá no vive una de sus mejores horas. Muchos de nosotros fueron antaño emigrantes, pero el dinero tiende a volvernos a todos olvidadizos e insolidarios. 

Hemos de lamentar que no os recibimos precisamente por espíritu de acogida, sino porque os necesitamos. 

Durante unos años, en nuestro continente europeo, se nos habló de la falta de trabajo como de una "maldición estructural irremediable". Y he aquí que hoy comenzamos a oír hablar otra vez de "falta de mano de obra". Tenemos la sospecha de que ambos datos no se contradicen, sino que se conectan entre sí. Pues ya en los años pasados hubo estudiosos del tema que aseguraban que "no existe una relación estructural sistemática entre la difusión de las tecnologías de la información y la evolución de los niveles de empleo"; o que la crisis laboral "no puede ser explicada mediante las categorías tradicionales y los debates obsoletos sobre el fin del trabajo". Que "la difusión de la tecnología de la información en la economía no induce directamente el desempleo", sino que más bien "nunca fueron los trabajadores más vulnerables. 

Esa vulnerabilidad del trabajador desanimó muchas justas reivindicaciones laborales. Y hoy, que la bonanza de la economía podría volver a reanimarlas, nuestros poderes económicos recurren a vosotros y a vuestra desesperación, para evitarlo. La oferta de trabajo que el mundo desarrollado quiere llevar a cabo, es demasiadas veces oferta de un "trabajo basura". 

Conviene saberlo para no llamarse a engaño, si luego os sentís injustamente maltratados. E incluso si a veces encontráis faltas de acogida en el estrato social obrero, que (por haber sido el que más sufrió en el pasado) había sido también muchas veces el más solidario y el más acogedor. El mundo del trabajo puede ahora miraros simplistamente como competidores indeseados. 

2. La decisión de emigrar 

Esta es la realidad que os vais a encontrar y que os conviene conocer. Ojalá que el conocimiento de este dato ayude a plantear correctamente vuestra decisión de emigrar. Conocemos muchos casos entre vosotros que se decidieron a venir por la desesperación y la falta de horizontes. Una muchacha del Este europeo declaraba una vez que, en su país, el único horizonte de gran parte de la juventud era, si son chicos, jugar medianamente bien al fútbol, a ver si acababan fichados por algunos equipos occidentales. Y si son muchachas, la ida a capitales del sexo como Budapest, a filmar películas pornográficas. Y, para quienes no aceptaran esas condiciones, venir a ciegas a ver si podían al menos "vender La Farola" por las calles. 

Pero conocemos a otros que tenían en su país de origen un puesto de trabajo suficientemente seguro, y que lo dejaron por el sueño engañoso de un enriquecimiento fácil. Un sueño inducido por el espectáculo ilusorio de muchos de nuestros concursos televisivos, cuya transmisión llega hasta los países norteafricanos, y en los cuales parece que en este país se regala el dinero. Ello no es así en modo alguno, ni tiene la raza humana esos niveles de generosidad: siempre el dinero que se tira en algún lugar se ha robado antes de otro. 

Y sin embargo, ese fácil señuelo de las "quimeras del oro" (que ya denunció Ch. Chaplin en su película de este título), y del regreso al propio país enriquecido y suscitando admiración, ha dañado siempre enormemente a todos los fenómenos migratorios. 

Bienvenidos son pues quienes de veras necesiten venir, y ojalá tuviéramos más manos para abrírselas, Pero aquellos que se cieguen y vengan más por avaricia que por necesidad, deben saber no sólo que pueden dañar a muchos compatriotas necesitados de verdad, sino que el juego del dinero no suele cumplir sus promesas, y que pueden encontrarse aquí peor de lo que estaban en su casa. 

3. La explotación de la necesidad 

En este contexto, es triste que mu­chos inmigrantes están siendo víctimas demasiadas veces de uno de los compor­tamientos más vergonzosos y más inhu­manos de nuestra hora: el de las mafias, que se aprovechan de la necesidad y jue­gan con la ceguera humana, enriqueciéndose a base de transportar hasta aquí en unas condiciones degradantes, con infor­maciones y promesas falsas, y sin ningu­na clase de garantías. Es importante que todos, vosotros y nosotros, luchemos en los respectivos países por acabar con esa plaga. Que los diversos gobiernos faciliten medios de acceso, abriendo a la vez la mano en los niveles de acogida. Y que, antes de salir del propio país, os infor­méis de las condiciones reales del lugar de llegada, sin prestar oídos fáciles a ti­madores profesionales.

Una vez repasadas un poco las condiciones de acceso, nos atrevemos a sugerir otras tres reflexiones sobre vuestra estancia aquí. 

4. La integración: necesaria y difícil 

Vuestra integración no va a ser fácil porque vais a encontrar bastantes recha­zos iniciales y porque, cuando la inmi­gración es masiva, resulta más cómodo encontrar compañeros del propio país y aislarse con ellos en una especie de en­clave. Permitid que os apuntemos que es importante no hacer guetos y que tratéis de sentiros parte de la nueva sociedad a donde habéis llegado.

A la larga, el cerraros puede resultaros más dañino sobre todo a vuestros hijos, que han sido tantas veces el motivo verdadero de vuestra marcha. Hay que conservar, por supuesto, todos los puntos de apoyo y de referencia que os ayuden a descansar y a no perder la propia identidad. Pero el gran futuro del actual fenómeno migratorio puede estar en esa fusión lenta por la que nos vamos poco a poco aceptando unos a otros, reconociéndonos, respetándonos y enriqueciéndonos y fecundándonos mutuamente. Los guetos despiertan siempre sospechas. Ojalá que la mayoría de las migraciones terminasen con las palabras de aquel líder marroquí, que vino a España como preso político en una patera, y que ahora regresa a su país declarando "amo a este pueblo tanto como al mío". Eso, naturalmente, depende tanto de vosotros como de nosotros.

 5. Lo que os pedimos que no perdáis 

Aquellos de vosotros que seáis creyentes, de la confesión que sea, tenéis todos los derechos de mantener vuestra religión y su práctica. Estamos convencidos de que la religiosidad es un gran valor humano, por muchos riesgos de perversión que pueda tener. Creemos que, a pesar de nuestros ideales de libertad y derechos humanos, la irreligiosidad del país que os vais a encontrar no es precisamente un valor. 

Para aquellos de vosotros que sean musulmanes. Sabemos que la palabra "islam" significa precisamente sumisión. Es una palabra que como sabéis no nos resulta fácil de entender, pero se nos hace plenamente comprensible si la traducimos por su verdadero sinónimo: "respeto". Y ese respeto a la realidad es algo que nos falta a nosotros. Dios haga que no os lo hagamos perder a vosotros, y que nos ayudéis a recuperarlo. 

6. Lo humano como horizonte común 

Vais a convivir con otros valores sa­grados diferentes a los vuestros, y segu­ramente os costará comprenderlos. Ellos son los que pueden dar nuestro mejor ros­tro: todos aquellos que giran en torno a los derechos humanos, por más que a ve­ces los falseemos apropiándonos de ellos para nosotros solos y desconectándolos de los deberes. O los que giran en torno a la libertad de decisión de cada persona, a la no imposición, a la igualdad real y no verbal entre varón y mujer...

En absoluto decimos que nuestra conducta sea siempre coherente con esos valores que proclamamos. Dichos valores pueden estar a veces debajo de algunas actitudes de choque con que os podéis encontrar. No temáis perder vuestra identidad religiosa o cultural, si encontráis en nosotros algo verdaderamente humano que las leyes os fuerzan a aceptar. Estad seguros de que, en ese caso, no os despojaréis de ninguno de los valores que traigáis, sino que más bien os ayudará a purificarlos y a darles un sentido cada vez más pleno y verdadero. El mundo de la Trascendencia y de lo religioso se implica muchas veces inevitablemente en situaciones y entre factores culturales, que son caducos y que no constituyen su esencia. Pero podemos estar seguros de que nada que sea auténticamente humano puede ser contrario a ninguna fe religiosa. Y que, cuando se nos pide cambiar a algo verdaderamente más humano, no se nos está pidiendo nada que contradiga nuestras convicciones y nuestros usos más sagrados, sino quizá sólo nuestras inevitables rutinas históricas.

Esperamos que nadie va a tratar de haceros cambiar vuestra religión, aunque el marco cultural y el materialismo ras­trero que vais a respirar sí que tratará de hacer que la abandonéis. Ojalá que este tipo de reflexiones os ayude a situaros en medio de las inevitables crisis que sobre­vienen en situaciones de extranjería.

 Nosotros desde aquí, pedimos a nuestro gobierno que no sea rácano en hacer una ley de extranjería cuya finalidad sea sólo asegurar la mano de obra necesaria y cerrar los brazos de la solidaridad hacia quienes más sufren. Que esa ley se consensue con todas las fuerzas políticas y no se imponga sólo por la fuerza de la mayoría. Y que se suavice la negación de derechos a los llamados "ilegales", entre otros puntos.