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ETAPA 4 PERFIL EN POSITIVO Paso 3º "Ampliando información" |
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Vamos a ampliar nuestra información sobre las características positivas de una persona voluntaria
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Ahora nos centramos expresamente en las características que debería reunir toda persona con motivaciones solidarias, que quiera convertirse en un voluntario competente. La mayoría de las características que desarrollamos a continuación
Aunque parezca tan evidente, es la primera condición necesaria para el voluntariado. Si no tiene tiempo, todo puede quedar en una pura declaración de intenciones y buenos deseos. Se entiende que el tiempo en el que el voluntario actúa como tal, es fuera de sus obligaciones laborales y familiares, si las tiene, es decir, en su tiempo libre. Su acción no debería restar tiempo a dichas responsabilidades. Es más, es él quien determina el tiempo que ofrece, y nunca el coordinador, la entidad o el usuario. No obstante lo anterior, hay determinadas actuaciones, que son más bien excepciones, en las que se podría actuar como voluntario sin disponibilidad temporal. Un ejemplo puede ser la recogida de información relacionada con cualquier proyecto en curso. El voluntario, mientras realiza sus tareas laborales, familiares, etc. está pendiente de posibles problemas cuya solución pueda estar relacionada con la intervención de un profesional o del coordinador, a quienes informará, aunque sea telefónicamente.
De entrada se supone que toda persona que solicita integrarse como voluntario en una organización, está motivado por la solidaridad. No importa que el impulso motivador tenga un carácter filantrópico, político (no partidista, sino en el sentido de compromiso con la sociedad), religioso, humanitario, de necesidad de autorrealización, o de otro tipo, (cf. Zayas Nasátegui, I. Op. Cit. Pág. 396) siempre que se ajuste a los principios filosóficos, expuestos más arriba. Lo realmente importante es que sean razones de peso, las que motivan a dar el paso. Y esta motivación, de uno u otro tipo, siempre está presente en la iniciativa de la persona que quiere hacerse voluntaria.
La decisión de ser o dejar de ser voluntario es exclusivamente personal, del individuo que se compromete. Por ello hay que estar atento en la selección -esto es tarea del coordinador- para evitar los casos en que, aún cuando el sujeto manifiesta deseos de ser voluntario, quien realmente tiene más interés es una tercera persona, -padre, madre, cónyuge, hijos- y no precisamente con una correcta motivación, sino como alternativa supletoria para evitar situaciones poco aceptadas, o incluso conflictivas, en el ámbito familiar. Hay que asegurar que el sujeto decida libremente, sabiendo lo que quiere y a lo que se compromete. Dos breves ejemplos ilustrativos de lo anterior:
En relación con ambos ejemplos, tampoco se puede descartar que eso que puede parecer una instrumentación del voluntariado para otros fines, pueda convertirse en algo que, aunque accidental, despierte una opción libre del sujeto por la solidaridad.
Nos referimos a las características personales, físicas y psicológicas del voluntario.
Pero si la fuerza física sólo es requerible cuando el servicio así lo exija, tampoco vamos a excluir todo candidato que no haya conseguido un equilibrio psico-afectivo perfecto en todos los roles de su vida y en todos los escenarios donde éstos se desarrollan. La experiencia confirma que personas que en otros ámbitos (trabajo, familia, pareja, etc.) no llegarían al aprobado en sus relaciones interpersonales, son capaces de mantener una relación positiva como voluntarios en algunos e incluso en todos los servicios que realiza. Únicamente hacemos hincapié en la necesidad de un equilibrio personal y una estabilidad emocional normal, que posibiliten al voluntario ser un agente facilitador de elementos positivos en la relación interpersonal con los usuarios.
La actitud básica exigible a cualquier voluntario es una DISPOSICIÓN POSITIVA RESPECTO AL VOLUNTARIADO, pero también hay aspectos de importancia en la relación con el usuario, que se deben requerir y que, resumidamente, consisten en aceptar y respetar al otro tal y como es, con sus costumbres, cultura, creencias, etc. y que de forma más explícita analizamos a continuación. La ACTITUD POSITIVA HACIA EL/LOS USUARIO/OS es algo normal y esperable. Podemos encontrar candidatos a voluntarios con importantes problemas personales para encajar en las opciones que nuestra entidad puede ofrecerle. Es algo que no debe cuestionar la autenticidad del voluntario, más bien debe sugerir una orientación del coordinador hacia otras entidades que puedan ofrecerle servicios compatibles con sus características. Habría muchos ejemplos al respecto. Otro factor actitudinal es la DISCRECIÓN, junto con la COMPRENSIÓN y el RESPETO.
Y justamente relacionado con ello, la RECEPTIVIDAD, el saber escuchar y observar.
No hace falta ser un voluntario de largo recorrido, ni siquiera es necesario ser voluntario, para experimentar esa sensación que produce el que después de haber escuchado durante un largo rato los problemas de una persona en crisis, ésta nos ha manifestado su agradecimiento por el bien que le hemos hecho, cuando nosotros no hemos pronunciado palabra alguna. La cuestión es fácil, no somos especialistas en nada, pero hemos escuchado con atención, con verdadero interés, es decir, empatizando, sintonizando, siendo todo oídos ante lo que la persona nos dice y con esta actitud hemos facilitado el desahogo y distensión, al menos temporal, de la persona.
Pero, tanto si tuviera una profesión relacionada con las situaciones en las que interviene como si no, el voluntario debe SABER CONSULTAR, ante las situaciones que desbordan su capacidad. Los puntos de referencia para la consulta son el coordinador, de forma habitual, y el profesional, si cree que la cuestión debe ser abordada por un especialista (abogado, médico, trabajador social, psicólogo, etc.).
Guardar confidencialidad respecto al usuario Sin perder el hilo conductor de los últimos párrafos, es necesario concluir diciendo que las actitudes de respeto, comprensión, etc. que acabamos de ver, culminan en la necesidad de guardar secreto respecto a las confidencias recibidas. Se trata de garantizar el derecho a la intimidad y la confidencialidad de la persona de la misma forma como lo haría un profesional relacionado con el caso. Cuando llega este punto, en los cursos de formación de voluntarios, solemos decir que ese secreto debe ser preservado incluso ante la propia pareja (esposo o esposa) del voluntario/a. La razón es muy sencilla: lo que no se diga nunca llegarán a saberlo otros. Y si el compartirlo con nuestra propia pareja, aunque también fuera voluntario, no va a aportar beneficio alguno al usuario, mejor no compartirlo. Después de lo dicho, estará claro que comunicar, en cambio, una situación delicada al profesional pertinente para mejorarla, no contradice la garantía de la confidencialidad que defendemos.
Al hablar de continuidad subrayamos la importancia del voluntariado en contraste con lo que ya hemos denominado como "buenas acciones individuales" desvinculadas de proyecto alguno, de “motu propio” y esporádicamente. Tan voluntario es el que dedica dos horas diarias durante dos años, como el que lo hace una tarde al mes, o el que dedica, de forma intensiva, quince días de vacaciones en una acción determinada. No nos referimos aquí a unos mínimos de tiempos. Al referirnos a la continuidad del voluntariado queremos decir que no se es voluntario por realizar acciones esporádicas, determinadas por factores incontrolables, sino porque la disponibilidad del sujeto es un dato con el que se cuenta de antemano, y es susceptible de adaptarla a la demanda del usuario en un programa de intervención.
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