SALA 16 : CONSTITUCIÓN DE 1812
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El 19 de marzo de 1812 se aprueba en Cádiz la primera Constitución española. Este monumento lo recuerda.
Fue elaborada por las Cortes que se reunían en la iglesia de San Felipe Neri
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La Constitución de Cádiz
Norma jurídica fundamental del Estado español aprobada por las Cortes Constituyentes, reunidas en Cádiz
desde 1810 a 1814 debido a la Guerra de la Independencia. Fue promulgada el 19 de marzo de 1812 ( día de san José, ¡Viva la Pepa!).Era la primera Constitución otorgada en España que estableció por primera vez
Es la más extensa de todas las constituciones históricas españolas ya que consta de
De carácter muy rígido, esto es, de muy difícil reforma,
destaca la pretensión de introducir, frente al Antiguo Régimen, una nueva y completa organización del Estado basada en principios liberales.
La Constitución de Cádiz
La promulgación en Cádiz de la primera Constitución, el 19 de marzo de 1812 (festividad de San José, de ahí el nombre popular por el que pasó a ser conocida: 'la Pepa'), se produjo en el doble contexto de la lucha por la independencia respecto del dominio francés y de la revolución liberal. El fragmento que del texto constitucional se reproduce seguidamente corresponde a los tres primeros capítulos de su Título III.
Fragmento de La Constitución de Cádiz.
TITULO III
DE LAS CORTES
DEL MODO DE FORMARSE LAS CORTES
DEL NOMBRAMIENTO DE DIPUTADOS DE CORTES
DE LAS JUNTAS ELECTORALES DE PARROQUIA
LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812
Al comenzar la guerra con Francia en 1808 y quedar Cádiz como último reducto peninsular, los vientos de reforma llevan a la jura de los diputados de las Cortes en 1810, y finalmente a la proclamación de la Constitución el día 19 de marzo de 1812, día de San José.Lo que sigue es el relato que Alcalá Galiano hace de esta proclamación.
"En medio de esto, acabada allá de aprobar en las
Cortes la Constitución, se trató de publicarla con toda la pompa posible. Hízose
así, eligiendo para la solemnidad el día 19 de marzo, aniversario del primer
advenimiento del rey Fernando a su trono. Siendo este día el de la festividad de
San José, era también solemnizado por los franceses, dueños de la costa opuesta
de Cádiz, como el del príncipe de su imperial familia, que se titulaba Rey de
España.
La festividad en Cádiz fue alegre y singular, aunque no de gran lujo, no consintiendo los las circunstancias.
Firmada la Constitución en el día 18 por todos los
diputados, la ceremonia del 19 se reducía a ir al Congreso en cuerpo, acompañado
por la Regencia, a asistir a un solemne Tedéum y a publicarse por la tarde la
nueva ley en los lugares más públicos de la ciudad, en varios tablados, con las
fórmulas usadas en el acto de las proclamaciones de los reyes.
Como la catedral de Cádiz y estuviese en lugar a donde alcanzaban las granadas
enemigas, disparadas con frecuencia de cuando en cuando por aquel tiempo,
escogióse para la fiesta de iglesia el templo del convento de Carmelitas
descalzos, situado en lugar seguro.
Era éste el del paseo de Cádiz llamado la Alameda, desde donde registra la vista
el mar y la tierra que hace frente a Cádiz en el opuesto costado de su vida,
donde estaban asentados los enemigos, al paso que poblaban el puerto las fuerzas
navales británicas, numerosas, y algunas españolas.
El tiempo, que desde el día anterior estaba amenazando, rompió, a la hora de la
solemnidad, en violentísimas ráfagas de viento, acompañadas de recios aguaceros,
sin que por esto la numerosa concurrencia que poblaban las calles y el paseo
pensara en resguardarse los efectos del huracán y de la lluvia, apenas sentidos
entre arrebatos del general entusiasmo y gozo. Era aquél un momento semejante a
algunos que he visto y notado en mi vida, en que ceden a un ímpetu simultáneo de
alegría y esperanza personas de diversas y aún encontradas opiniones, incluso
has hasta las que miraban con poco gusto el objeto de la solemnidad que se
estaba celebrando. En aquella hora los contrarios a la constitución la
aplaudían, y los que creían en la victoria de los franceses como segura, también
celebraban un suceso que, siendo ciertas sus conjeturas, no pasaría de ser una
inútil y aún ridícula farsa.
Empezó la fiesta, sonaron las campanas, a tronó el estruendo de la artillería de
las murallas y navíos; respondió a este último sonido con otro igual en la larga
línea de materias francesas, en obsequio a José I. Extremáronse al mismo tiempo
en un furor el viento y lluvia, y de todo vino a resultar el más extraño
espectáculo imaginable, raro sobre todo por los pasmosos contrastes que
presentaba a la mente, tierno, sublime, loco, inexplicable, propio, en suma,
para juzgado de muy diversas maneras, según los varios aspectos porque fuese
considerado.
Hasta, como sucede siempre las cosas más serias de este mundo, daba lugar a la risa, desplazándose con festivos modos algunas reflexiones graves. Así me acuerdo de un accidente que he juzgado digno, no obstante su pequeñez, de ser referido en obra más seria que la presente, y que voy a copiar en los mismos términos en que lo cuento, en el compendio de la historia de España que últimamente he explicado, obra, en parte, traducida, y de mi composición original original a contar desde el reinado de Carlos IV:
"Estábase (digo allí) cantando el Tedéum cuando el ímpetu del huracán tronchó delante de la iglesia un árbol robusto, y algunos de los circunstantes (entre los cuales estaba yo) no por superstición, sino como en burla, aludieron a que podría ser funesto agüero de la suerte de la ley nueva; vaticinio así podría haber tomado por suyo la superstición más grosera, como la previsión más aguda."
Sólo me resta añadir que acabó en paz la ceremonia, y que la de la tarde fue muy concurrida; aunque algo aplacado el viento, caía la lluvia a torrentes."
BIBLIOGRAFIA:
ALCALÁ GALIANO, A. Memorias. Tomo I. Madrid
B.A.E. 1953. Recogido en Cuadernos de Trabajo de Historia de Andalucía. Carpeta
V. Tema 3. Edita Consejería de Cultura Junta de Andalucía.
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