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LA VOZ TOLERANTE

Biografía

"Una vida dedicada a combatir la intolerancia".

 
Denostado por Menéndez Pelayo, Lista, Gallego, etc., que le acusaban de "furor antiespañol y anticatólico", Blanco White fue recluido en el olvido del que le han sacado los estudios de Vicente Llorens y Juan Goytisolo, especialmente, demostrando la existencia de un escritor incisivo, conocedor de las costumbres, modos y maneras de la convivencia española, que critica justamente y rechaza, como también hará Larra un poco más tarde.

José María Blanco Crespo, más conocido por Blanco White, nace en Sevilla el 11 de julio de 1775. Hijo de un comerciante de origen irlandés, se le preparó al principio para la profesión paterna, pero el muchacho detestaba las letras de cambio y sentía afición por la música y los libros. A los doce años declaró a su madre que no quería ser más que sacerdote. Al cumplir los catorce empezó el estudio de la filosofía en el Colegio de los Dominicos.

En 1805 se trasladó a Madrid "buscando -decía- una pobre sombra de libertad". Allí acude diariamente a la tertulia de Manuel José Quintana. Mantiene relaciones con Magdalena Esquaya, y, el hijo nace el 7 de enero de 1809, cuando ya Blanco, a consecuencia de la invasión francesa, se encontraba en Sevilla.

Blanco publica su Oda a la junta Central, que es una exhortación a la unidad de los españoles en su lucha por la libertad. Se encarga de la redacción política del Semanario Patriótico, en su etapa sevillana. Blanco salió para Cádiz tres día antes de entrar en Sevilla las tropas del mariscal Víctor. El 23 de febrero de 1810 embarcaba en el "Lord Howard" rumbo a Inglaterra, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida en Liverpool el 20 de mayo de 1841.

En Londres emprendió la publicación de un periódico mensual El Español, al día siguiente de su aparición, el embajador de España en Londres se apresuró a escribir a la Regencia de Cádiz, denunciando el periódico subversivo. También editó la revista Variedades o El Mensajero de Londres. Fue profesor en la universidad de Oxford. 

En su soledad y desengaño, se produjo en él una nueva conversión, adscribiéndose a la Iglesia anglicana. Varios son los escritos religiosos que compuso en esta época. Uno de ellos es: Examination of Blanco by White, su autobiografía religiosa.

En su voluntario exilio escribió poesía, crítica literaria, novela... y multitud de cosas más. La mayor parte de su obra la escribió en inglés. Siglo y medio tuvieron que aguardar las Cartas de España -escritas originalmente en inglés y publicadas por vez primera en Londres en 1822- para ser editadas en español. Hasta Menéndez Pelayo rindió tributo a esa "pintura de costumbres españolas" que constituye "un documento de oro" para "el archivo único en que puede buscarse la historia moral" de la sociedad de su tiempo. El paso de los años ha transformado el supuesto "furor antiespañol y anticatólico", denunciado en su día por el autor de Historia de los heteredoxos españoles, en la ambivalente añoranza de la patria y la apasionada defensa de la tolerancia en que se refugia el gran escritor sevillano.

En Blanco existe un único amor a sus compatriotas a quienes considera oprimidos por un régimen despótico, basado en la incultura y los prejuicios religiosos. Quizás las más bellas páginas de las cartas son aquellas en que su autor describe los lugares de Andalucía. Ya en la primera carta, fechada en mayo de 1798, nos sorprende una luminosa descripción de Cádiz vista desde el mar. Y el mismo encanto tienen las páginas en que evoca la alameda y las calles de Sevilla, o la Cartuja de Córdoba en medio de la sierra.

Blanco habla en otras cartas de cosas que, como español conflictivo de su tiempo le preocupaban sobremanera. Blanco no oculta su pensamiento sobre la intolerancia religiosa española, sobre la Inquisición y sobre el sistema opresivo que ahogaba la libertad y sospechaba de la cultura. "¿Quién se aventurará -escribía Blanco- a caminar por el sendero de la cultura, cuando conduce derechamente a las cárceles de la Inquisición?

En 1972 Juan Goytisolo tradujo y editó una amplia selección de su Prosa inglesa, que marca la recuperación de Blanco White para la literatura castellana. 


por Francisco Arias Solís

Centro Blanco White en Sevilla, en su memoria

 

Vivió un tiempo en Cádiz como canónigo de la catedral

Vivió un tiempo en Madrid

 

Fue profesor en la Universidad de Oxford
 

 

 

 

 

 
Donde  nació Blanco White, en Sevilla, hay una placa, en la que puede leerse: "Una vida dedicada a combatir la intolerancia".  
Murió en Liverpool  

 

 

"Anatemizado por la historia oficial como radical, disidente y heterodoxo, Blanco fue un radical tolerante, un disidente que pretendía lo mejor para el país del que disentía y un heterodoxo de una sensatez y lucidez que para sí las querrían los más conspicuos ortodoxos. Sus artículos políticos, aparecidos en el periódico londinense El Español, que él mismo dirigía, constituyen una espléndida radiografía de un periodo en el que España tuvo la oportunidad de desterrar sus miserias y sus fantasmas. Sin embargo, quien acabó en el exilio fue él."(José María Ridao) http://www.lainsignia.org/2000/junio/ibe_066.htm

   

 

  En marzo de 1964, en la calle Jamerdana de Sevilla, donde había nacido Blanco White, se descubrió una placa, en la que puede leerse: "Una vida dedicada a combatir la intolerancia".
   

 

  Las numerosas luchas con su conciencia y las iglesias institucionalizadas, sobre las que siempre se expresó con sinceridad, le crearon no pocos problemas y están presentes en su obra escrita. Ya que pluma en ristre, en el periodismo, la autobiografía, la controversia teológica y los versos; arremetió contra los tiranos y los intolerantes. Defendiendo la libertad de cultos, la lectura de la Biblia y la independencia de Hispanoamérica
   

 

  "No muda el corazón, tan sólo muda
el cielo el infeliz que su destino 
quiere evitar huyendo del patrio suelo.
.."
                         Blanco White
   

 

  LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA

   ¡Gran Dios, cómo atormenta                           
Con crueldad sin igual, el hombre al hombre!
Ya con furia violenta
Se arrastran al cadalso y a la hoguera;
Ya con malicia refinada y lenta,
Impiden la víctima que muera,
Y, pues no quiere a discreción rendirse,
 Buscan cómo obligarla a maldecirse.

¿Y quién es el verdugo,
Quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote
Del antiguo Moloc infanticida?
No; de un Dios (según dice) a quien le plugo,
Por amor de los hombres dar la vida.

Su ministro se llama y toma el Mote
De mansedumbre; Paz es su divisa,
Mas ¡ah! qué mal se avisa
El que en tal mansedumbre confiado.
Duda modestamente
Su saber infalible: De repente
Verá al Cordero en un León mudado.

<<No es humano saber, ni saber mío
(Responde el Santo Preste, en ira ardiendo)
Audaz, mortal, en el que yo confío:
Del cielo descendido,
Reposó en mí un influjo soberano,
Que ha de humillar todo saber humano.>>

¿Reposó en ti? ¿Mas cómo es que contiende
Consigo mismo el inspirado bando?
Cuál cadena volcánica se entiende
Llama sacerdotal, que rebosando
El universo enciende.
El cielo contra el cielo peleando
Es odioso espéctaculo, que ofende
Al hombre racional. Qué! ¿Envolvió en guerra
El cielo a los que dio a regir la tierra?

Haced la paz primero
Entre vosotros si queréis que escuche
Vuestra doctrina del Universo entero
No procuréis que luche
El ignorante pueblo en las querellas
Con que esparcís centellas
De odios inextinguibles
Más que el error a la virtud temibles.

Mas en vano os exhorto:
Del Fanatismo y la ambición aborto,
Los que tenéis raíces e el cielo
Nunca podéis dejar en paz el suelo.

   

 

 

LA REVELACIÓN INTERNA

¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?

«¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?»,
dice una voz interna. «Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.

»Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,
ni pongas tu virtud en rito externo;

»no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno».

 

José María Blanco-White