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16 frases sobre la inmigración
RBA Libros
S.A. 2003 (Cuadernos para uso privado)
Fundación Sevilla Acoge I
1. "La inmigración es un gran
problema" |
Esta frase resume una idea y percepción mayoritaria. Se complementa con
las siguientes: "Ia inmigración va a ser el gran problema del siglo
XXI",
"estamos ante uno de los grandes problemas de nuestra sociedad", "junto
con el terrorismo, la inmigración es el principal problema que tiene
este país". |
Para la mayoría, el rostro de la inmigración, ese que lIega a diario por
teievisión, prensa y radio, es el de las pateras, detenciones y muertos
en el Estrecho, embarcaciones a la deriva, las "mafias" que trafican con
seres
humanos, los altercados en tal discoteca, la reyerta, ajuste de cuentas
o asesinato en tal barrio, noticias sobre el centro de internamiento de
extranjeros, el envío de inmigrantes desde Canarias a la Península, el
endurecimiento de la Ley de Extranjería...
No todo lo que aparece publicado a diario es tan negativo, sin duda. Hay noticias mas neutras, como el impulso de una
nueva idea social, cuanto ha crecido el numero de inmigrantes
extranjeros, alguna información sobre lo que es el Ramadán... Hay
incluso noticias positivas como declaraciones de organismos
internacionales sobre la necesidad de inmigrantes, fiestas vecinales de
convivencia entre culturas, el favorable incremento de las cotizaciónes
a la seguridad social gracias a la numerosa afiliacion de los trabajadores extranjeros, o esos trabajadores africanos de los
invernaderos almerienses que han ido a Galicia a recoger el chapapote
vertido por el petrolero Prestige.
Junto a
las noticias, aparecen debates, y
leemos editoriales con
cuestiones mas de fondo y con críticas o apoyos a
las políticas de
gobierno... En el caso de las televisiones, la imagen predominantemente
dura, preocupante y trágica de la inmigración, adquiere toda su crudeza
al presentarse por medio de imágenes, no ya con la palabra desnuda o la
escueta foto (a veces terribles), sino con reportajes en los cuales se
muestran los cadáveres en la playa, los hacinados en el barco, las
prostitutas detenidas en una redada o el taller clandestino clausurado.
No vamos a analizar aquí el abanico de percepciones y discursos sobre la
inmigración, sino a condensar en una sola palabra
la imagen mayoritaria
y practicamente generalizada sobre este complejo fenomeno social. La
mirada predominante sobre la inmigración es como un
problema, mas
bien si se me permite como un
problemón.
No descubrimos con ello nada nuevo, solamente tratamos de coger el toro
por los cuernos y
preguntarnos sin retórica:
¿es
realmente la inmigración un
problema?
Llevamos quince años argumentando en numerosas charlas que
La inmigración es, mas que un problema, una oportunidad
y seguimos
pensándolo, pero con esa respuesta puede parecer que no se encaran
las
agudas problemáticas que suelen ir vinculadas a las migraciones, por
lo que comenzaremos por abordarlas, pero matizando lo siguiente:
Primero,
antes que un problema, el fenómeno
migratorio es una situación, una situación de hecho, una siruación estructural que debe ser abordada
por lo tanto con creatividad, justicia y eficacia. Las situaciones
mejoran o empeoran pero no tienen solución, los problemas sí. Para
encontrar las soluciones a los problemas debemos antes aceptar la
situación. Por ejemplo, con la idea de que las migraciones son
negativas o hay que evitarlas difícilmente avanzaremos.
Segundo, es
lógico
o normal que haya problemas vinculados a la inmigración. Problemas de regulación de flujos, de atención social, de habilitación
de viviendas para trabajadores temporeros, de convivencia social, de
racismo, de surgimiento de grupos de tráfico de personas o de abusos
de todo tipo. Todo fenómeno social, y más aún los especialmente complejos,
suponen
dificultades y reto para la población local: ya sea copfigurar «nuevos
barrios, implantar una reforma educativa
o reorganizar los servicios de
salud. Lo que pasa es que la población autóctona contempla esos asuntos
como sus problemas propios, como cosas que pueden causar
dificultades, pero bienvenidas sean porque con ello se mejora. Por el
contrario el problema de la inmigración se encara como algo sobrevenido, externo
algo que uno no ha
querido. Precisamente, por
ello debemos profundizar
en quien lo ha creado, de quienes es el
problema y qué ventajas supone el hecho migratorio.
Tercero se hace necesario distinguir y no mezclar todo en un totum
revolutum:
a) Deberíamos separar lo que son problemas (algo que no queremos
y que hay
que resolver) de lo que son dificultades, carencias o retos.
Buena
parte de lo que englobamos bajo «los problemas de la inmigración" son
mas bien retos y nuevos desafíos.
b)
Es precise también deslindar lo que son
problemas compartidos con el resto de la población (los no inmigrantes o autóctonos) de lo que
son problemas específicos, lo cual es crucial para no exagerar
las cosas.
Habilitar viviendas cuando éstas son escasas, dedicar recursos
humanos allí donde no son suficientes, abordar el respeto a la
diversidad como un hilo conductor del currículo escolar, regular las
concentraciones excesivas en lugares públicos... no es algo privativo de la inmgración sino asuntos compartidos, problemas
que a
todos nos incumben.
Aunque no hubiera inmigración,
existirían
esos problemas Ahora bien, la necesidad de controlar las fronteras evitando inmigración
clandestina, hacer frente
a redes
mafiosas
que
trafican con seres humanos u organizar la incorporación
escolar a lo largo del curso, son asuntos directamente ligados a los
flujos migratorios, que no se plantearían si no hubiera inmigración.
c) Sería
conveniente distinguir también los
problemas que puede
producir el inmigrante y los problemas de la inmigración. Todo
lo que acabamos de decir son dificultades de los fenómenos migratorios,
pero no achacables a las personas de origen extranjero que vienen y
quieren trabajar. Si un inmigrante delinque, no cumple una norma o no
procede con educación cívica, debe amonestarsele tal y como se hace con
un autóctono, pero nada mas: el error esta en
generalizar esa conducta, de ese inmigrante,
a
las conductas de
los inmigrantes, de
todos los inmigrantes.
Cuarto buena parte de los llamados "problemas de la inmigración"
se deben a que las cosas no se hacen del todo bien. Si las cosas se hicieran bien estos problemas serían perfectamente
evitables o cuando menos quedarian reducidos en importancia y
repercusión. No son problemas de la inmigración en
si sino
generados bien por una mala política de inmigración bien por la
voracidad de la economía y el mercado de trabajo, bien
por la ignorancia
y deplorable actitud de sectores concretos de la
población.
Que unos
inmigrantes vivan hacinados en un piso muy pequeño o compartiendo la
misma cama por periodos de ocho horas, no es un rasgo necesario de la
inmigración, sino algo que no se ha dado en muchas
experiencias
migratorias y que es evitable por medio de la inspección,
control u
otras medidas.
Ouinto:
la migración
no es
sólo
ni principalmente un conjunto de cosas
negativas sino que tiene
importantes y variados aspectos positivos. En
el capitulo III se enumeran
una serie de aportaciones económicas, demográficas
y socioculturales de las migraciones y de las personas
migrantes, tanto
para la sociedad donde están ahora trabajando y residiendo
como para su país
país natal.
Sexto, como decíamos, la inmigración es sobre todo una oportunidad. he
aquí la clave para dejar en su justo punto, reduciéndola y superándola, la
imagen problmemática y negativa de la inmigración. ¿Oportunida de quién y de
qué? Oportunidad para los migrantes para mejorar sus vidas y enviar ayuda a
sus familias, conocer otro país, formarse con estudios y
con experiencias que luego son
útiles a la vuelta; de hecho así ha
ocurrido con centenares de miles de emigrantes españoles. Oportunidad
también para los autóctonos, quienes gracias a la inmigración cubren
determinados puestos de trabajo, satisfacen necesidades como sacar
adelante el hogar y afrontan necesidades familiares como el cuidado de niños
o ancianos, lo que está facilitando, y
en algunos casos
permitiendo, la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa.
Este ultimo argumento no debe entenderse como dar por sentado que ese
tipo de actividades es responsabilidad exclusiva de la mujer ni que la
presencia de extranjeras sólo beneficia a
las mujeres autóctonas, pues
supone una oportunidad para el conjunto
de las familias, incluidos los
miembros masculinos.
Además de las oportunidades para los autóctonos que acabamos de
mencionar hay que añadir otras, por ejemplo, el mantenimiento, e
incluso desarrollo, de pequeñas y medianas empresas (en la agricultura,
la hostelería, la construcción
o la restauración) que sin esa mano de
obra cerrarían o lo tendrían mucho mas difícil. Pero la inmigración no
solo es una oportunidad de desarrollo económico sino también de
desarrollo social y cultural, de desarrollo humano, porque
la
inmigración abre opciones de conocer otras formas de ser, de
disfrutar otras músicas y dietas, de vernos a nosotros mismos desde una
mirada distinta.
Para que esa perspectiva favorezca la integración y la convivencia es
necesario evitar un posible uso perverso. Las reflexiones
anteriores no debieran conducir a la siguiente forma de pensar:
"inmigrantes sí, pero siempre y cuando resulten utiles
a los autóctonos;
en el momento en que dejen de serlo, que se marchen aunque hayan hecho
su vida aquí". En consecuencia, cabe el peligro de que se
vea al
inmigrante como un medio o instrumento para un fin del autóctono y no
como una persona y un sujeto de derechos, con sus necesidades,
ilusiones, problemas y expectativas, en definitiva como un ser humano
con el mismo derecho a vivir y sobrevivir que el autóctono.
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2. "Hay que evitar
las migraciones" |
Aquí tenemos otra idea compartida por muchas personas.
Normalmente no es una afirmación explicita, sino una concepción
arraigada que puede sintetizarse asf: "Ojalá
pudiera
evitarse la inmigración por todo lo que supone de injusticia,
sufrimiento y desarraigo de las personas y de empobrecimiento de los
países de origen".
De acuerdo, hay que evitar lo malo y negativo, pero
¿son
las
migraciones algo negativo, malo? Lo
que hay que evitar son los aspectos
negativos vinculados a la inmigración: mafias, explotación, conculcación
de derechos,
precariedad
jurídica... |
Prestemos atención a
los desarrollos frecuentes de esta concepción de
evitación de las migraciones. Hay quienes piensan así:
"hay que
atajar el problema de raíz, en origen. Antes de hablar de
los problemas
que hay aquí
con los inmigrantes, hay que ir al grano y reconocer que el
gran problema está allí: en su falta de desarrollo y en
los gobiernos
corruptos".
Hemos oído este argumento a personas bien
intencionadas que quieren denunciar
la falta de compromiso de
los
gobiernos de los países más desarrollados para presionar a favor de
la
democratización y justicia en
los países emisores de emigración.
Bienvenidas sean estas críticas que una mayoría compartimos. No
obstante, téngase en cuenta que arguyendo así: a) no se dice nada de lo
que hay que hacer aquí y ahora, b) se parte de nuevo de
la idea de que
si no hubiera subdesarrollo no se emigraría.
Otra afirmación que parte del deseo de evitar
las
migraciones es la
siguiente: "Para frenar
las migraciones lo que hay que hacer es impulsar
la cooperación al desarrollo con
los
países de donde vienen los inmigrantes.
Todos estaremos de acuerdo en
la necesidad de más y mejor
cooperación al desarrollo, pero con dos importantes matices: por un
lado,
se ignora lo limitado de
los efectos de
la cooperación sobre el
desarrollo de un determinado país;
lo que hay que hacer es permitir el
desarrollo nacional general de esos países: condonación y renegociación
de
la deuda externa y bases para un comercio internacional mas justo.
Por otra parte,
los proyectos de cooperación pueden incluso estimular la
migración internacional. Pondremos un ejemplo que permitirá captar lógica de las migraciones: si en un determinado
país africano con el
que
España tiene pocas relaciones y del que no vienen inmigrantes
se
decidiera poner en marcha
diez
o
veinte proyectos de cooperación,
pongamos que regadios, escuelas y ambulatorios, ellos generarían un
primer flujo de emigración hacia España, precisamente a partir de las relaciones
de técnicos y cooperantes con personal nativo y de la
influencia de las innovaciones
estaria generando un flujo de personas
y una nueva cadena
y
red migratoria a partir de una experiencia que
trataba de prevenir
la
emigración.
Entiéndase bien el argumento: no se trata en absoluto de frenar
la
cooperación al desarrollo, que es tan necesaria, sino de, primero, saber
evitar el efecto de que la inmigración aparezca siempre como algo
negativo (a evitar por lo tanto) y, segundo, no presentarla como el
mecanismo principal para frenar los flujos, siendo
éste el desarrollo
nacional global. |
3. "Antes, las migraciones eran otra
cosa" |
Esta afirmación suele proceder de personas con conocimientos del tema,
ya sea por haber sido emigrantes a países de Europa en los años
cincuenta y sesenta, ya sea por haber realizado estudios de economía,
historia u otra materia. La idea completa podría expresarse así:
"Antes eran migraciones deseadas, con contrato, para la industria, etc.
Ahora
son clandestinas, sin contrato, para la economía sumergida
o
la
prostitución"
|
Estas afirmaciones tienen arraigo, por ejemplo, en
ámbitos políticos y sindicales donde se considera que el capitalismo
genera cada vez procesos laborales y migraciones en peores condiciones.
Otro de los razonamientos tiene que ver con el rechazo hacia este
tipo de migraciones: "cuando los españoles emigraban lo hacían de
otra manera, no como estos de ahora, y por eso rechazamos la inmigración».
Se busca con ello algo loable que es denunciar que las economías
europeas receptoras de trabajadores extranjeros, y entre ellas la española, han generado amplios sectores de economía sumergida donde se
ubica buena parte de esa mano de obra. Pero,
¿es
correcta esa
comparación? Habría que ver cada caso (países,
épocas, sectores) y
es
posible que sea correcto en algunos de ellos. Pero también hay que decir
que se idealiza el pasado y se ennegrece el presente. No cabe duda de
que la migración española a la vendimia francesa, la industria alemana o
la hostelería suiza era más formal y organizada que las actuales, en las
que por cierto apenas se trabaja en la industria. Pero también
antiguamente se daban situaciones penosas de falta de contrato
o
hacinamiento. Recordemos que buena parte de la emigración española a
Latinoamérica no tenia contrato.
Por lo
que respecta a
hoy
día,
la población activa
de origen extranjero
no sólo se compone de asalariados en sectores donde se requiere baja cualificación
sino también de trabajadores especializados
profesionales en distintos campos
o
pequeños y medianos comerciantes
por no hablar de los
inmigrantes
cuya
ascendencia ocupacional de origen era más alta que la correspondiente
a sus
actuales puestos de trabajo en España, pero que con el tiempo
es de esperar que puedan mejorar su ubicación laboral.
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4. "La gente emigra porque está
muerta de hambre" |
Esta explicación la
encontramos habitualmente. Se puede completar
así- «Los inmigrantes vienen huyendo de la miseria, de las pésimas
condiciones de vida en sus países».
¿Es esto así?
¿Qué
hay de verdad en ello? Estamos ante una idea muy extendida en la sociedad ante una
convicci6n que resulta clave por las consecuencias que tiene sobre la
mirada que crea acerca de la inmigración Se trata de una noción basada en
el sentido común: parece lógico pensar que a nadie se
le ocurriría coger
los bártulos y marcharse si no estuviera muy necesitado. Esta forma de
pensar va Iigada a la visión
o imagen del inmigrante como persona que
hace cualquier cosa. que actúa a la desesperada, lo cual tampoco
se ajusta a la realidad. |
La conexión entre
emigración y miseria es una idea alimentada por las imágenes de televisi6n con rostros de recien lIegdos ateridos y exhaustos..
Alimentada también por los mensajes de algunas ong.
Entre las organizaciones y voluntarios que
trabajan en el ámbito de las migraciones no es infrecuente oir que «estas
pobres gentes» encuentran en la aventura migratoria la
única salida a la
trágica situaci6n de supervivencia que tienen en sus pueblos de origen. En
ese convencimiento de que el inmigrante es un muerto de hambre (mort
de gana, se decía en Cataluña durante los años sesenta al
referirse a los andaluces o murcianos inmigrados) pueden haber influido
también imágenes de las campañaas de sensibilizaci6n con niños desnutridos
o
aldeas arrasadas por catástrofes. En la mente de los telespectadores debe de
encenderse un mensaje de este tono: «Claro, de ahi vienen
¡Fijate como vive
la gente! (¿Cómo no van a querer venirse para acá?)» La explicación del hecho
migratorio a partir del hambre y la miseria puede estar alimentada también por
los relatos que algunos inmigrantes hacen de su periplo, tendiendo a cargar
las tintas de su narración sobre las malas condiciones en origen.
Pues bien, en términos
generales, esa idea no se ajusta a la realidad, resulta falsa. Es correcta
en relación con algún sector
de migrantes, pero
en absoluto con la inmensa mayoría. Cuando
se afirma que la causa de las migraciones es la miseria
parecen ignorarse
las causas de las migraciones internacionales y sus mecanismos. La gente no
emigra por estar en la miseria, sino por la desproporción existente
entre las oportunidades que tienen en sus países y las que consideran que
pueden tener en el lugar de destino. Los que están al borde de la
supervivencia no pueden
emigrar porque para hacerlo hacen falta recursos. Emigran los que
disponen
de alguna información, algún dinero para hacer frente a los gastos del viaje
o los que tienen acceso a alguien que se lo preste.
Ciertamente, algunos
emigrantes aun sin disponer de esos recursos se hipotecan para poder emigrar
y trabajan «gratis» durante un tiempo para devolver los gastos de
emigración. En estos casos, estamos ante jugadas arriesgadas de todo
o nada.
Pueden salir adelante poco a poco, pero es frecuente que se encuentren en
situaciones especialmente duras o marginales, no siendo siempre fácil
o
posible la vuelta; si bien se trata de casos minoritarios.
No quisieramos crear un
malentendido y que algunos lectores deduzcan de todo lo dicho que: «Si en
realidad no están tan mal en su país, pues que no vengan». Afirmar que no
emigran, en general, los que están en peores condiciones, no quiere decir que quienes
lo hacen estén en buenas condicione.. Las migraciiones responden a
inquietudes de mejora que comparten casi todos, si
no todos, los seres
humanos, aspiraciones que traducen no solo el derecho a sobrevivir sino también eI deseo de alcanzar una mejor calidad de vida.
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5. "Si lo pasan tan
mal aquí, ¿por qué se quedan? |
«Si viven hacinados,
sin papeles, explotado,, separados de su tierra y de su gente,
¿por qué se quieren quedar en España?
¿Por qué no se vuelven?»
Mucha gente se plantea entonces: «¿Por qué les
vale la pena tanto sufrimiento, tan malas condiciones de vida, tanta explotacion?,
¿por qué no se vuelven a sus países?,
¿no estarían mejor allí?
Estarían al menos con sus familias, en un medio conocido,
disfrutando de sus cosas». Es comprensible que se piense y se
sienta así, pero parecen desconocerse tres cosas esenciales.
|
Por un lado, la lógica económica de las migraciones
internacionales: la
disparidad salarial es tal que puede tener mucho sentido pasar por etapas de duro esfuerzo y de soledad con tal de poder
enviar
remesas económicas a los familiares con cierta periodicidad. Se
trata de un dinero muy necesario y con un poder adquisitivo especialmente relevante en la economía de origen. La ilusión de un padre
o una madre migrante, por ejemplo, por poder
enviar recursos para la crianza y educación de sus hijos es tan
fuerte que le ayuda a soportar sus difíciles condiciones.
Por otro, no parece tenerse en cuenta lo
mucho que los inmigrantes valoran lo que aquí encuentran (o se esfuerzan en conseguir): oportunidades de consumo, escuela
con determinados
medios, mejor sanidad por lo general, etcetera. Finalmente, las dificultades para retornar y volver a
iniciar una nueva vida, entre las que destacan:
-
a) contar con los medios económicos para ello, pues a menudo se hipotecó
o vendió la
vivienda, un negocio u otros bienes para poder costear
la
emigración
-
b) conseguir un trabajo en el país
de origen, pues al panorama desfavorable que lo hizo salir hay
que sumar la perdida de contactos que hacen mas difícil
la reinserción:
c) en los
casos ya mencionados en los que como inmigrante se trabaja en
puestos de menor cualificación
que los que se tenia en origen, el abandono del oficio durante
el periodo de emigración
y la falta de práctica,
de antigüedad
laboral o
de actualización
que ello supone, complica luego volver a trabajar de lo mismo
o
aspirar al nivel social anterior. (Ya hemos dicho que, en muchos
otros casos, la experiencia adquirida en la emigración les
resulta muy provechosa.)
Si están aquí, muchas veces después de un
traslado difícil, y si se quedan es porque les vale la pena. Y les vale la
pena por lo insatisfactorio que dejan atrás, por lo que
pueden conseguir aquí para los de allá, por la expectativa de vida que
pueden abrir acá, por lo que aprenden, porque ya están
asentados, con sus hijos y un plan de vida aquí. Pero todo esto solo es
comprensible, insistimos, si se supera la visión
exclusivamente negativa, problematizada
y catastrofista de la inmigración. |
6: "La inmigración aumenta la delincuencia" |
¿Es cierta
o no esa
conexión? ¿Se trata, efectivamente
o no, de una relación de causa y
efecto? Desde el punto de vista de la gestión positiva de la inmigración
-en la cual la
inmigración se concibe no tanto como un problema sino como
una oportunidad-, los datos son preocupantes tanto si reflejan una realidad
de hecho como si no. Si la reflejan, es decir, si esas estadísticas
constatan que, en efecto, hay más delitos porque hay más inmigrantes
irregulares, el tema es a todas luces grave. Si lo que ref1ejan, como
consideramos nosotros, no es tanto una realidad de hecho sino una percepción
existente, nos encontramos ante
una imagen negativa -e injusta-
que dificulta e incluso imposibilita
el proceso de integración social. |
En primer lugar, es
preciso establecer una distinción radical entre el inmigrante
irregular delincuente y
la delincuencia extranjera.
Una cosa es que alguien que vino a trabajar
haya cometido un
delito y otra la delincuencia internacional. La confusión aparece cuando algunos
líderes políticos, autoridades, responsables
o periodistas mezclan las cosas
y meten en un mismo saco, pongamos por caso, al latinoamericano
o ruso
o
subsahariano que, habiendo estado en España cinco años con distintos
permisos y trabajos ahora delinque, junto con el extranjero involucrado en una mafia u
organización criminal que ha venido a
ejecutar un robo, negocio ilegal
o asesinato.
¿Por qué se mezcla esto?
¿Qué
propósito hay en ello?
Si prescindimos de los delincuentes
internacionales y nos quedamos
sólo con los residentes extranjeros, es oportuno recordar la distinción esbozada entre
extranjero e inmigrante; pues no todo residente
extranjero es inmigrante, sino sólo aquellos
que han venido a trabajar o son familiares de estos. Es injusto achacar a la inmigración delitos
o faltas cometidas por
residentes extranjeros no inmigrantes. Nos centraremos así
en quien en realidad nos
interesa: los inmigrantes extranjeros, aquellos que
emigraron para trabajar
o acompañar a sus
familiares y que, en efecto, han cometido algún delito. En esta
mezcolanza, tampoco es de recibo que en las estadísticas de delitos
y faltas cometidas en un determinado período ambos se contabilicen sin distinción. En este sentido, los delitos contra la propiedad
(atracos, hurtos, tirones).
que sin duda afectan negativamente a
las victimas y crean malestar
e inseguridad, se contabilizan junto con transgresionss de normas comerciales («manteros» y venta en la
calle sin permiso) y, sobre todo, con la falta de documentación
que. como puede
comprenderse fácilmente, ni causa daño físico directo ni genera miedo
o inseguridad en la calle. De nuevo, nos asaltan
las dudas: ¿Por qué se amalgama todo? ¿Qué se persigue con ello?
Si abordamos ya el
verdadero núcleo de la cuestión, a saber. aquellos ciudadanos extranjeros
inmigrantes que efectivamente han cometido delito con daño a las persona.,
parecen razonables los siguientes puntos:
a)
que en la medida en que se trata de
delincuentes, deben ser detenidos, juzgados, sancionados y rehabilitados
(según los fundamentos de nuestro sistema judicial) como se hace con
cualquier otro infractor;
b)
que no todos son reincidentes ni personas
relacionadas con grupos y pautas de delincuencia organizada; c) que son una
ínfima
minoría
dentro del conjunto de la inmigración (¿por qué entonces ese enorme daño y
falta de respeto a la mayoría inmigrada?); d) que no son los principales
culpables ni la causa del aumento de la delincuencia; y e) que. sin tratar de exculpar a nadie, lo importanee
de cara al futuro es analizar por qué han cometido algún delito (O por qué.
incluso. algunos se han vuelto delincuentes) cuando vinieron a trabajar y,
por consiguiente, qué fallos puede haber en las políticas de integración
social y que elementos preventivos hay que introducir. Enfatizar la
necesidad de dispensar un tratamiento igualitario. y de percepción ecuánime,
entre españoles y extranjeros en cuanto a la delincuencia es una línea de
trabajo que puede ayudar considerablemente. |
7. "La inmigración amenaza la
identidad nacional" |
Hay quienes manifiestan su preocupación por la
alteración o ruptura
de la identidad y forma de ser autóctona que puede suponer la
llegada y asentamiento de inmigrantes
extranjeros. Por lo
general,
basan ese temor en el hecho de que como esos foráneos tienen una
cultura, lengua y religi6n propias,
no sólo no asumirán los valores, símbolos y sentimientos presentes
en la sociedad receptora,
sino que tratarán de mantener los suyos y, añaden algunos,
hasta de imponerlos. «Ahí tienes esas mezquitas, esas mujeres
todas cubiertas, los pañuelos de las niñas y esas costumbres que no tienen nada que ver con nuestra forma de
ser.» |
Esa forma de pensar está siendo espoleada,
cuando no directamente
creada, desde instancias políticas e intelectuales. Políticamente,
el espectro es bastante amplio.
Un inciso sobre el caso español: hablan de la
bomba cultural foránea contra la identidad local curiosamente
ahora que lIegan inmigrantes
de países más pobres, no
cuando arribaron centenares de miles de residentes franceses, ingleses,
alemanes o suecos a nuestras localidades
costeras. Como tantas veces
pasa con la cuestión migratoria, reacciones como esta de la
identidad nacional amenazada nos dicen mas del autóctono que del
extranjero, reflejan más las vicisitudes domésticas de quién se aflige
o atemoriza,
que las supuestas amenazas
o estrategias del
foráneo. Para comprender el surgimiento de esa percepción del miedo es
necesario no perder de vista que esa identidad nacional
que se ve amenazada es algo en proceso de intenso cambio. Las sociedades
receptoras
de inmigrantes experimentan cambios profundos, por un lado, por la reconfiguración de los Estados nacionales
en una Uni6n Europea
en construcción y, por otro, por las nuevas situaciones y procesos en las estructuras familiares,
orientaciones sexuales, tipos
de pareja, comportamientos en las escuelas, etcetera.
En cualquier caso, no son tan frágiles las
culturas e identidades como para ser barridas por un soplo migrante.
¿De verdad creen los Barrera
o Ferrusola, por ejemplo, que los
musulmanes magrebíes
asentados en Cataluña ponen en peligro una identidad vigente y en alza como
la catalana, que ha integrado antes a millones de inmigrantes
de otras partes de España y que tiene a sus espaldas mil años de historia y
de adaptaciones? No perdamos tampoco de vista
que las identidades ahora receptoras se han configurado también
a través de la propia inmigración, como es evidente en casos como el País Vasco, Galicia
o Canarias y también
en Cataluña.
Cuando en la historia se ha alterado y roto una identidad nacional
no ha sido por efecto de una inmigraci6n laboral de trabajadores y sus
familias, sino tras la invasi6n (ahora sí), tras la conquista
militar y la colonizaci6n económica, política e ideol6gica de todo un país,
regi6n o continente, procesos todos ellos tantas veces
protagonizados por los europeo.. Pero es más aun en estos casos seculares y de larga duraci6n de invasiones, mestizajes y reordenamientos,
la resistencia cultural ha sido admirable, como por ejemplo,
la de !as culturas y pueblos indígenas
de America Latina.
No está de más tampoco recordar el hecho de que
la mayor transformación cultural que puede producirse en el proceso
migratorio es la que experimentan los propios migrantes y sus familiares,
que se adaptan a un país receptor bien sea por necesidad
o convencimiento
o
por ambas cosas a la vez. |
8ª ¿Cuántos inmigrantes podemos
integrar? |
Hay aquí una percepción
cuantitativa de la integración. Se formula el reto de la integración como
si fuera una cuestión de número. Varios cientos de miles son más
o menos
integrables, pero no varios millones, parece ser lo que subyace a esa preocupación.
Unos pocos sí, pero muchos es imposible: no hay recursos
sociales para tantos. Además, se alega, cualquier sociedad
del mundo está
pensada para los del lugar y todo se trastoca si se
llena de demasiada gente
de fuera. Por eso la pregunta insistente en
algunas
charlas: «¿Cuántos
podemos integrar?» 0 esta otra: «¿Podemos integrar en buenas condiciones a
los inmigrantes si estos vienen sin limite?» Y de ahí, ese término sobre la existencia de un supuesto umbral de
tolerancia. |
Evidentemente el número
de inmigrantes, el tamaño poblacional
de los residentes extranjeros, no es cuestión baladí: influye en la
presencia publica y visibilidad social; en el volumen de gestiones a realizar
en
cuanto a permisos de trabajo y residencia, en sus renovaciones; en la
incorporación de nuevo alumnado en las escuelas; en la atención a nuevos
enfermos... ¡Cómo
no
va a influir! Pero esa no es la cuestión, la cuestión es si la posibilidad
de la integración depende fundamental
o directamente del número y si, mas
allá de una determinada cantidad, la tolerancia debe ser cero.
No existe una relación directa
o causal entre:
a)
número de inmigrantes presentes en un determinado país, comunidad autónoma
o municipio, y
b)
grado de integración o marginación.
Hay lugares con pocos
inmigrantes que, sin embargo, tienen problemas
de guetos, ataques y rechazos. Otros, por el contrario, cuentan
con más inmigrantes pero con menos problemas..
¿Cómo se explica?
Repetimos que el número de inmigrantes influye en la situación de
integración y los procesos de marginación que puedan darse, pero esa
cantidad o quantum de población extranjera
ni es lo único que influye ni es lo principal.
El grado y calidad de la integración social de los
inmigrantes depende mas de factores como:
a) el momento que atraviesa
la sociedad receptora,
b)
la existencia o no de políticas publicas y
programas sociales adecuados, y
c) el ritmo y tipo de migración, y no tanto
su cantidad.
Mas allá del mayor
o menor volumen de
inmigrantes, es relevante
la coyuntura histórica por la que atraviesa ese país, región o municipio en
el momento de recibir los trabajadores extranjeros
y sus familiares. No es lo mismo que un millón
de inmigrantes se incorpore a una sociedad en grave crisis de identidad que a una
sociedad estable; o a una sociedad con la amplia mayoria
de sus ciudadanos razonablemente atendidos que a una sociedad
con amplias capas de excluidos; o a una sociedad con alto
índice de
desempleo o no.
Igualmente decisivo para la integración es si se
han puesto en marcha o no iniciativas y proyectos bien
orientados, con suficientes recursos, con formación continua del personal
encargado de lIevarlos a cabo (profesionales de la intervención social, profesores, médicos); en resumen, si la sociedad a donde
llegan
cuenta ó no con recursos y dispositivos para la integración y, mas en
general, si dispone
o no de un sistema público de bienestar social.
La relevante
transición en la cifra de inmigrantes,
como en el ritmo de su lIegada y asentamienoo (si ese millón se incorporó en cinco años
o en uno) y el tipo de migración
(individuos
o familias, temporeros o permanentes, proporción de
irregulares, seetores en que trabajan, etcetera). Ambos aspectos remiten a
los anteriores: si el ritmo fuera intenso y la composición
mas compleja desde el punto de vista de sus necesidades y dinámicas
sociales, con mayor fundamento se deberá abordar la
cuestión con la creatividad, activismo e imaginación necesarias de un fenómeno estructural, y no coyuntural. Si para
algunos, «la inmigración es el principal problema junto con el
terrorismo», ¿por qué no
le dedican más y mejor atención? Pero no precisa una
atención reactiva o a la contra, sino por positivo, con voluntad
de integración.
En definitiva, la integración
o marginacion no es tanto
numérica
como relacional.
Por poner una metáfora cercana y cotidiana:
en algunas casas y familias si nuestro hijo
o nuestra hija
llega con un amigo
o amiga del colegio que resulta ser
gitano, negro o indio se está ante un problema, por mucho que se trate de un
solo individuo. Afortunadamente, en otras casas y familias aunque les lleguen cinco
o diez de «esos» amigos no habrá
problema alguno,
salvo de espacio o de especial animación en el cuarto de juego
de los niños. Lo que varía no es, exclusiva ni fundamentalmente,
el número de niños sino la actitud y los valores de los padres, la amplitud de la hospitalidad de esa
casa, la capacidad de apertura de esa familia.
La expresión «umbral de tolerancia» es
bastante inútil por todo lo dicho respecto a la imposibilidad de fijar un
mero númere
o línea cuantitativa de delimitación; es también peligrosa
por cuanto deja entrever que a partir de esa línea
o Iist6n, ya es legítimo
o comprensible que uno no sea
tolerante. Si la integración
no es coso de número, la
tolerancia menos.
Uno acepta
al
diferente en lo racial, lo
cultural o lo religioso, e incluso al opuesto
en el pensamiento o en
lo político, pero no porque sea uno, dos
o cien mil, sino porque está convencido de
que sin esa tolerancia activa y entre iguales
no
hay respeto, ni dignidad, ni vida democrática.
|
9: "Hay
culturas que no se pueden Integrar" |
Esta concepción está siendo planteada por
autores relevantes de las ciencias sociales, y luego recogida y espoleada
por líderes conservadores. Como otras, acabará calando en
sectores de la opinión pública, si no lo ha hecho ya. La
idea subyacente a esta afirmación va dirigida contra aquellas culturas
que «son opuestas a los valores en los que está basada nuestra
sociedad» (es decir, Occidente y los regímenes democráticos). Se
dirige a aquellas culturas «en las cuales se niegan los derechos
humanos», pues practican -se argumenta- la ablación del
clítoris, la Iapidación de las adúlteras
o los matrimonios de menores
por imposición paterna. Se ven incompatibles, finalmente,
aquellas culturas «teocráticas
en que la política
o la vida civil está supeditada a la religión».
La implicación práctica de estas tesis es importante: a corto
plazo suponen la actitud negativa y de dura censura hacia las personas y
colectivos pertenecientes a esas culturas y, tras ello, la negativa a recibirles y -en el
caso de que ya
estén aquí- la supuesta legitimidad de su expulsión. |
Vaya por delante que en la defensa de los
derechos humanos debemos superar cualquier relativismo cultural extremo, rechazando cualquier practica -supuesta
o
verdaderamente cultural
que
los viole en sociedades de
emigración, de inmigración
o en Ia mismísima Luna. Ser tolerantes no significa estar
de acuerdo, permitir o aceptar cualquier práctica por antigua,
tradicional
o peculiar que sea. Ahora bien, en la «tesis de la inintegrabilidad» de determinadas
culturas y de colectivos
de inmigrantes se confunden, ignoran y olvidan bastantes cosas.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que,
al pensar así, se mezcla todo; quizás con intencionalidad
de rechazo. Se
mezcla religión y cultura, lo muy vigente
con lo poco
vigente
y lo minoritario
con lo
masivamente practicado.
Los partidarios
de la inintegrabilidad confunden el rasgo cultural
con el todo cultural.
Una cosa es que en un determinado país
o sociedad se lIeve a cabo una práctica
censurable, como es el caso de la ablación -que, en efecto, viola la
Declaración de Derechos Humanos de 1948, la Convención de los
Derechos del Niño de 1989, está prohibida en la práctica
totalidad de las legislaciones nacionales y es delito en España-,
y otra que las ricas culturas de esos países y de esas personas se opongan a los derechos humanos. Están confundiendo
el plano individual y el
plano colectivo.
Una cosa es que en determinada área civilizatoria,
tradición religiosa o comunidad
étnica este presente una determinada
práctica y otra cosa bien distinta que todos y cada una de las personas relacionadas con ellas la
practique o lo vaya a practicar siempre. Se olvida que las
culturas cambian. Se olvida la adaptación mutua, las posibilidades de cambio
social y cultural.
Ya se dijo de distintos colectivos inmigrantes que
no se les
les podría integrar y, sin embargo, hoy día están
bien ubicados, es mas, hasta se les pone de ejemplo exitoso, como
es el caso de los asiáticos, en concreto de los chinos y coreanos, en
Estados
Unidos.
Se confunde
además la cultura allí
y la culturo aqui
o, dicho de otra manera, la cultura de origen con la cultura
migratoria o en la inmigración. Que exista una determinada
práctica en el país de origen, no implica que se vaya a reproducir en
el país de recepción
con la misma amplitud y vigencia. En definitiva, cuando se plantea que hay culturas que no se pueden
integrar se ignora la
esencio de las culturas,
o al menos lo que el concepto antropológico
de cultura trata de englobar: formas de ser, actuar y pensar
de los colectivos humanos que, como tales, son iguales en valor.
|
10. "Quitan el trabajo. No
entiendo que habiendo paro haya inmigración" |
Poco se habla de que la inmigración aporta
trabajo, facilita que
otros lo tengan y permite la movilidad laboral
ascendente de otros. Aporta trabajo porque la mano de obra extranjera
es factor clave
en empresas, explotaciones, negocios y actividades que se mantienen, e incluso se expanden, gracias al empleo
de trabajadores
extranjeros. |
Hay personas que estando en situación laboral no
deseada (ya sea por estar desempleadas, subempleadas
o
en precariedad) ven con perplejidad la presencia creciente de
empleadas del hogar,
jornaleros, cuidadoras, camareros, mensajeros
o albañiles de otros países. También hay quienes, aun
teniendo un trabajo que les satisface, ven «muy injusto que habiendo
paro en España se contrate a inmigrantes». Se preguntan, «¿cómo
puede haber inmigración, cómo puede ser que habiendo tanto
para el gobierno
organice anualmente contingentes o cupos de trabajadores extranjeros?» De nuevo aquí, hay que distinguir entre aquellos
que muestran una sana duda y una comprensible inquietud de los que, desde posiciones xen6foba,. azuzan
la fibra particularmente
sensible del trabajador, presentando a los inmigrantes como usurpadores de un bien escaso e inexistente
para uno de cada diez trabajadores autóctonos en activo.
La coexistencia de desempleo e inmigración
extranjera (algo que ocurre en todos los países) se explica,
de hecho, porque la población activa desempleada no desea ocuparse en esos
empleos que hacen los inmigrantes, sobre todo si se cobra subsidio de
desempleo y se esta a la espera de ofertas.
Hay un hecho
incontrovertible según las estadísticas sobre inserción laboral:
mayoritariamente, los inmigrantes se ubican en sectores secundarios del
mercado de trabajo, en los cuales los salarios son mas bajos, con frecuencia
no hay contrato ni
prestaciones y las condiciones son mas duras. Por lo tanto, no es cierto que sean competidores
o usurpadores. La incorporación de trabajadores extranjeros
a distintas ocupaciones es un efecto complementario y no de sustitución del
trabajador autóctono. Tal y como se dice coloquialmente,
"hacen los trabajos
que los españoles no quieren hacer".
Pero, atención con esta afirmación tan repetida y tan usada para tranquilizar e incluso para presentar positivamente
la inmigración,
pues precisa de ciertos matices. Si bien es correcta en términos generales
(habría que ver sector por sector y zona por
zona), no es un buen argumento de sensibilización ya que puede entenderse en el
sentido siguiente: «Claro, hay que tolerarlos solo mientras hagan los peores
trabajos», argumento peligroso
en
la medida en que legitima la segmentación laboral según procedencias
nacionales y que, a la larga, podría tener el efecto perverso
de legitimar la exclusión cuando los inmigrantes se promocionen
laboralmente y entren en niveles ocupacionales donde sí
están los autóctonos. Así pues, habría que acabar bien la frase: «hacen los
trabajos que los españoles no quieren hacer en esas condiciones»
(salariales, de horario, de falta de contratación),
aspecto que nos lIevará a la temática del próximo comentario de opinión.
|
11.
Trabajan sin contrato. Aumentan el empleo precario. |
En ocasiones las
preocupaciones giran en torno a la idea de que la inmigración tiene un efecto negativo sobre las
condiciones laborales. Sindicalistas, líderes de organizaciones sociales y
otras
personas interesadas por la mejora de las condiciones de vida y
trabajo de la población menos favorecida, sienten inquietud ante
los efectos adversos que puedan aparecer en esta dirección.
|
Algunos, nos consta, lo
viven con cierta perplejidad
y como una contradicción. En otro polo del arco
discursivo y de actitudes, ya en el discurso xenófobo de la exclusión, el
rechazo existente hacia la inmigración se ve alentado y fortalecido por el
ingrediente
de que los inmigrantes trabajan por cuatro perras, en muy malas condiciones y que todo ello es contraproducente y
significa un paso hacia atrás.
La presencia de mano de
obra extranjera puede tener un impacto
negativo sobre los salarios (a la baja) y sobre las condiciones
laborales de todos los trabajadores, extranjeros
o no. Las cuestiones a
plantearse son:
Desde
luego, no es achacable a la inmigración
o a los inmigrantes. Si ocurre es porque los
empleadores abusan de la situación, porque los
sindicatos no plantean con la debida exigencia esta reivindicación
o porque, caso
de hacerlo, no son atendidos en su demanda y, sobre
todo, porque las autoridades con competencia en la materia
(inspección laboral, etcetera) no actúan con el
rigor y eficacia exigibles.
Evitar la explotación del trabajo inmigrante no es una cuestión fácil, entre otras razones porque existen puntos de
coincidencia entre los trabajadores inmigrantes y sus empleadores
en cuanto a sus respectivos interese,,
|
12. "Que sólo trabajen los
legales. No podemos permitir los ilegales" |
«Lo que hace falta es
una cultura de la legalidad; lo que no se puede consentir es que la gente
esté sin papeles, indocumentada». De acuerdo, en lo esencial. A nadie
le
parece bien lo ilegal y sabemos que el imperio de la ley es uno de los
pilares del sistema democrático. |
Pero sospechamos que el
debate real no es este, sino
a
) qué
factores provocan la irregularidad persistente
de cientos de miles de
trabajadores extranjeros,
b)
que haría falta para superarla,
c) de qué ilegalidad(es) hablamos, y
d) qué implica en
la práctica no consentir
la ilegalldad.
Comencemos con las causas. La irregularidad no existe sólo ni
principalmente por responsabilidad del irregular, sino par los intereses
dominantes en el sistema económico y los defectos de la propia legislación. La existencia
de un sector de irregulares
es funcional para el actual sistema económico, en el cual
hay un sector sumergido que es parte fundamental del propio sistema.
La inmigración coexiste con la economía sumergida; en marzo
de 2003 se difundió un estudio del Consejo de Europa," en el
cual se comparaba la inmigración entre los quince países
miembros
y en el que se afirmaba que no es la
inmigración irregular la que causa la economía sumergida, sino que es esta
la que alimenta el
empleo de inmigrantes en condiciones de irregularidad. Se han debatido
poco los efectos nocivos para la sociedad española del trabajo
sumergido con inmigrantes en cuanto a la seguridad social, los efectos fiscales y la competencia i1egal para otros
productores. En
resumen la irregularidad del trabajo
inmigrante es un elemento estructural del sistema económico y jurídico, y
habrá irregulares
durante mucho tiempo, lo cual no significa que no haya que tratar de paliar
e incluso evitar esta situación. Es pues preciso hacer una
llamada, par un lado, a la coherencia con la legislación universal de derechos humanos y, por otro, al pragmatismo y la
eficacia.
Para superar,
o al menos
paliar, la irregularidad los medios principales no radican en los controles
externos de fronteras (visados,
muros, vigilancia) y los controles internos de la presencia de irregulares (más policías, redadas, centros de intemamiento, expulsiones).
La experiencia internacional de países con
larga tradición
inmigratoria muestran que esos medios son, cuando menos,
insuficientes. Son precisas otras estrategias basadas en el desarrollo
de instrumentos jurídicos adecuados (aquellos que favorezcan
la regularización cuando
esta sea oportuna y que impidan la reproducción
de la irregularidad) y en la modiflcación de algunos mecanismos
económicos. Ambas líneas deberían orientarse a establecer
un estatuto jurídico estable, vias de regularización f1exibles y, ahora así, firmeza con las situaciones de
irregularidad, cuando se
han hecho todos los esfuerzos para que estas
no se produzcan.
En
cuanto a las i1egalidades de las que hablamos, hay que distinguir entre
c1andestinidad (carencia ab initio de documentación) y
la irregularidad sobrevenida o administrativa a la que antes nos referíamos. Buena parte de la irregularidad viene
provocada por la misma legislación europea y nacional. La «cultura de la
legalidad» debería consistir en perseguir todas
las i1egalidades, también las
existentes entre los empleadores (carencia de contratos, falta de
prestaciones que no pagan a la seguridad social, la explotación y abuso
laboral, discriminación en el trabajo)
o entre los funcionarios
(discriminación, arbitrariedad y negligencia en la tramitación).
¿Por qué, si se quiere una «cultura de la legalidad», se
permiten los abusos de los empleadores que prescinden de las normativas laborales
o
del cumplimiento del deber de documentar a menores,
por ejemplo? Finalmente, una cosa es distinguir entre regulares e irregulares, y
otra negar a estos últimos el ejercicio de los derechos básicos, como se hace en la Ley Organica 812000. |
13. "Los inmigrantes tienen que
cumplir las normas de aquí" |
Parece pensarse así: «Si vienen a esta sociedad,
si quieren vivir aquí, lo lógico es que se amolden a las maneras
de acá y respeten nuestra forma de ser. Si no les gusta, pues,
entonces
¿por
qué se quedan?». |
«Allá donde fueres haz lo que vieres»,
sentencia el refrán. EI que lIega a un lugar debe respetarlo. Sobre esto no
hay duda. De hecho, eso es lo que están haciendo la
inmensa mayoría de los inmigrantes: respetar las costumbres y normas de las
ciudades y pueblos donde se han asentado. Eso es lo que hacen cuando solicitan
y renuevan sus permisos; cuando se empadronan: cuando escolarizan a sus
hijos en los colegios, amoldándoee a los horarios,
normas, currículo, sistema de calificaciones y concepciones, prácticas de
disciplina, que, por cierto, algunos encuentran demasiado consentidoras
o benévolas. Cumplir con las normas es lo que hacen, por lo general, día a día
en sus trabajos, en sus viviendas, en las calles. Adaptarse es lo que hacen,
por lo general, cuando tratan de incorporarse a unas asociaciones de madres
y padres, o de vecinos, cuya forma de funcionamiento les es
en ocasiones difícil de
seguir (por no dominar la lengua, por la forma rápida 0 directa de hablar y
tratar los temas, por ignorar los antecedentes y referentes de lo abordado..
Decimos «por lo general»
porque -por supuesto y como no puede ser de otra forma- hay inmigrantes que
no cumplen tal o cual norma administrativa, vecinal
o escolar. Pero,
¿es que
en España cumplimos todos siempre todas las normas? Ni aquí ni en ninguna
sociedad, como muestran los estudios de psicología social y de antropología.
Quienes afirman la
obligatoriedad
de
que los inmigrantes cumplan las normas de aquí,
¿se han parado
a pensar el daño que se ocasiona con esto
a personas que se esfuerzan
en adaptarse y
a su imagen pública?
¿No sería más acorde
con la realidad, más justo y más integrador,
valorar y celebrar que la mayoría se comporta adecuadamente y que las
excepciones deben ser tratadas como el resto de infracciones?
¿Por qué nos fijamos siempre en el 0,01 % y no
en el 99,99%?
En este caso estaremos
de acuerdo en que la adaptación
y respeto de cualquiera a las normas cívicas y a las costumbres
de la sociedad donde trabaja y vive, no deberían por que conllevar la renuncia a la propia forma de ser,
la represión de los usos y costumbres propios, la autoprohibición
de hablar la propia
lengua en público, ni
la
imposibilidad de vestir la indumentaria
diferenciada
(hyjab,
turbante, sari o chaqueta china;
o piercing,
vaqueros, minifalda).
La adaptación de los inmigrantes al ciclo
festivo y ritual del lugar
que les ha recibido no tiene que suponer renunciar, hasta
la vuelta a casa, a celebrar sus propias
festividades religiosas o culturales,
como testimonia, por ejemplo y por tercer año consecutivo,
la celebración publica del Año Nuevo chino en el barrio de Lavapiés. Si no aceptáramos esta convivencla estaríamos preconizando
un asimilacionismo con lo que comporta de
injusto (pérdida de cultura,
negación del Otro) y de ineficacia (las políticas asimilacionistas han
fracasado, en buena medida, porque la mayoría de los migrantes no abandona
tan alegremente su
identidad y cultura). El respeto a la diferencia
únicamente se halla limitado
por el respeto a los derechos humanos, los
pactos internacionales de derechos básicos y los ordenamientos
constitucionales.
Una vez asentados estos dos principios
-a) las normas son para todos y
b)
hay que respetar el derecho a la diferencia-,
¿qué hacer cuando aparece un conflicto como el del
velo?
Ante todo, dialogar y no imponer. El diálogo supone conocer
la postura del otro (para eso hay que escuchar y preguntar),
tratar de acercar posiciones, ver la forma de conciliar lo aparentemente irreconciliable
y buscar entre todas las partes opciones compartidas. Hacer
eso ya es avanzar mucho y
supone
-independientemente de si se encuentra
o no la solución y se logra
o no un acuerdo-
avanzar
hacia lo que podemos denominar una cultura
cívica del conflicto
tan necesaria en España y aún mas si queremos
configurar y asentar la convivencia intercultural e incluso
la mismísima democracia.
No estamos hablando de una quimera inalcanzable. Un ejemplo práctico de esa labor lo constituyen las
iniciativas de mediación
intercultural que van tomando cuerpo en múltiples localidades
desde hace algunos años. Personas de origen extranjero y también autóctonas reciben formación en
comunicación, resolución de conflictos, traducción lingüístico-cultural y
otras materias, para poder desarrollar un trabajo de puente entre los nuevos
ciudadanos,
la población autóctona y los servicios públicos.
Si los involucrados comparten de veras los dos
principios expuestos y dialogan verdaderamente, se pueden
encontrar fórmulas,
acuerdo., medidas de entendimiento. Así ha ocurrido siempre. Permítasenos
una última reflexión sobre las normas y el fenómeno migratorio: es necesario poner en
marcha procesos
creativos de adaptación normativa ante la
diversidad sociocultural,
dado que determinadas normas se establecieron
antes de que hubiera inmigración. Por lo tanto,
o bien no están adaptadas
o bien se carece por completo de norma alguna
sobre multitud de nuevos aspectos surgidos del seno de la realidad
social.
|
14. "Los inmigrantes y sus
familias acaparan las ayudas sociales" |
Esta es una opinión bien conocida en todos los
países de inmigración
y forma parte de un discurso que siempre acaba por aparecer, antes
o después. Se expresa, sobre todo, en aquellas
zonas donde la presencia inmigrante es mayor.
|
Recordemos que la inmigración es un fenómeno de pauta concentrada, en lo
residencial y en lo ocupacional. En algunos lugares los vecinos y usuarios se encuentran cada vez con un mayor
número de mujeres y hombres de otras procedencias en las salas de espera,
en las colas de atención al publico o en las
consultas médicas. Surge
entonces esa percepción de que los inmigrantes compiten también por los recursos sociales, lo cual es
vivido como una molestia o preocupación por sectores que
consideran que si esos recursos ya son escasos para ellos. cuanto
más si ahora se suman otras familias, y muy necesitadas. Lo mas
grave es que. como en otros casos. esta percepción -y conviccion- puede ser fácilmente inducida, amplificada y
manipulada -una vez mas- por
.el discurso xen6fobo interesado en
excluir y dominar. Lo primero es conocer bien la situación de cada
servicio social. disponiendo de información oportuna que permita saber
cómo evolucionan en efecto los programas y
recursos, su distribución según viejos y nuevos vecinos, tipos de familia, nacionalidades
u otras variables. Por otra parte, es indudable que estamos
ante un asunto de derechos: los y las inmigrantes son nuevos trabajadores, vecinos, padres y madres de
alumnos, pacientes y usuarios de servicios sociales que tienen derecho a esa
atención
como lo tenemos todos los demás.
Además de la necesidad de conocer bien la
realidad y de no olvidar que es una cuestión de derecho, se pueden hacer otras consideraciones. A nuestro entender la
clave de este problema
está en determinar si la presencia creciente de inmigrantes
en un determinado contexto de atención se está acompañando,
o no, del incremento correlativo de recursos humanos, económicos y logísticos, y de los ajustes
adecuados en las normativas,
los procedimientos, la formación del personal, y las actividades
de información, comunicación y participación. Nos referimos
no únicamente a la cantidad de recursos sino también a la calidad
o buenas prácticas.
Si los
recursos no crecen proporcionadamente
a la
demanda y si la manera de trabajar y atender no se
adecúa a las nuevas
situaciones, la tensión y frustración paulatinas de todas las
partes es algo que está servido y programado. El marco de políticas públicas de deficit cero y de privatización de los servicios públicos no es precisamente
favorable a este respecto. Lo que puede ser una percepcion
por parte de la población autóctona un tanto precipitada
o infundada, se convertirá en ese caso en una
constatación. La sospecha de que la presencia de inmigrantes repercute
negativamente en su vida cotidiana se irá convirtiendo en un malestar y una protesta. Y de evolucionar así las cosas, la
situación puede conducir a algo realmente grave. Se habría
producido el efecto Pigmalión
o profecía autocumplida. Como se ha
observado en estudios de psicología social, si lo que
recibe la población que está molesta es la admonición de que «no seas tan
xenófobo». entonces algunos sectores pueden lIegar a pensar
asl: «bueno, pues si esto es racismo, será que soy racista,
pero el caso es que no me gusta ni un pelo cómo están las cosas».
En las dos
últimas décadas, cuando España se
convierte en país de inmigración, se han puesto en marcha más
y nuevos dispositivos
y medios. Los esfuerzos son considerables en los distintos
ámbitos de la Administración, y mayores en el plano municpal.
Junto a ello, y con frecuencia por delante, las organizaciones sociales desarrollan todo un elenco de programas,
formas de apoyo y atención a inmigrantes. Hay que hacer
estudios rigurosos
sobre este punto y comprobar si efectivamente se ha producido
una inversión pública proporcional (en la escuela, en la atención sanitaria, en los servicios sociales,
en vivienda) al
crecimiento
de la demanda de personas de origen extranjero
Hay que insistir en que las dificultades de
vivienda o las problemáticas de la educación son compartidas por
inmigrantes y autóctonos y, en cualquier caso, conviene
recordar que los inmigrantes
no solamente reciben sino que aportan; no sólo son usuarios y pacientes,
sino contribuyentes. Como hemos indicado hay estudios que muestran que es
superior su aportación al Estado de b!enestar que lo que aprovechan de
él. Esa
aportación se produce via impuesto sobre la renta, con las
contribuciones en la Seguri dad Social, el iva, el rrv si tienen coche y, en general con
todas las tasas y precios públicos de cualquier bien
o servicio
|
15. "Se da preferencia a los
inmigrantes: casi todas las ayudas son para ellos" |
En uno de los grupos de discusión realizados en
nuestra investigación
sobre la presencia extranjera en el barrio madrileño de Lavapies una «vecina de toda la vida» que se
gana la vida limpiando
casas y escaleras y que no tiene a los hijos colocados, tras quejarse entre otras cosas de que las
sucursales bancarias del barrio concedían créditos con mas facilidad
a los inmigrantes
concluyó «si no eres inmigrante, no te comes una rosca». Como en el comentario anterior, interesa
distinguir aquí dos supuestos:-
si ese agravio comparativo no es más -o menos-que
una percepción sin fundamento alguno
o si responde a situaciones
reales. Determinadas capas de la población pueden tener
y alimentar esa sensación aunque no refleje la realidad, y lo
hacen porque consideran que no son satisfechas adecuadamente
sus necesidades, por ejemplo, de empleo
o de vivienda para sus hijos |
También puede deberse a que sienten
sencillamente miedo a perder o ver disminuir lo que ahora
tienen, según analizamos
en el comentario Difícilmente se va a
convencer a esas personas con argumentos en la línea de que no es
cierto que se «privilegie» a los inmigrantes. Hay que
intentarlo, y la buena
información siempre viene bien, pero lo importante es trabajar
para que los ciudadanos estemos contentos con la atención
recibida.
La conclusión no puede ser mas sencilla y no por
ello menos acuciante:
es crucial que el Estado de bienestar
funcione
bien y mejor
tanto desde el punto de vista de
las
necesidades y derechos del conjunto de
la ciudadanía, como para evitar el
racismo, la xenofobia y el conflicto social desregulado.
Desde el nuevo racismo se arguye que es muy caro prestar la atención adecuada
a los inmigrantes; los partidarios de la integración de los inmigrantes como
ciudadanos y de la convivencia intercultural podemos replicar que lo
verdaderamente costoso es el
conflicto social generado por la xenofobia, y lo que ello implica
en inversiones para centros
de internamiento, policía, abogados, fiscalías, juzgados y en derroche
o desperdicio de creatividad
social y energía emprendedora. Si no se produjera la
discriminación y exclusión hacia los trabajadores
extranjeros no serían necesarias buena parte de los programas
vinculados a inmigrantes, de la misma manera que si no existiera la desigualdad de género
no serían precisos los programas
de igualdad de oportunidades
o de lucha contra la violencia doméstica.
Otras veces, la actitud de agravio
comparativo respecto al supuesto privilegio hacia el
inmigrante puede reflejar una realidad. En efecto, en ocasiones
se cometen fallos como los siguientes:
a) distribuir sólo entre inmigrantes determinados recursos
como se ha hecho, por ejemplo, en algunos
colegios con las ayudas escolares
de comedor y en algunos servicios sociales con la leche en polvo para recién nacidos;
b) baremar con criterios que no
recojan
toda la complejidad de los beneficiarios,
por ejemplo, a la hora de adjudicar viviendas
u otros bienes, fijar criterios
únicos
de precariedad económica y necesidades
familiares. Esto puede hacer
que en algunos casos los autóctonos resulten excluidos
o relegados.
En esos casos, lo que procede es
reconocer esos fallos, aprender de la experiencia y regular
de forma ponderada e inc1uyente de todos la asignación de
recursos sociales. Son precisos criterios justos,
recursos suficientes y eficacia. No olvidemos que la población quiere,
más que argumentos, realidades
o que aquellos vayan seguidos de estas. Dicho todo lo anterior,
serio injusto no recordar
que esa situoción de agravio comparativo
que
en contadas ocasiones pueden sentir
sectores desfavorecidos
de Ia pobloción autóctona, los
experimentan a diario bastantes personas
de origen extranjero. |
16. "¿Somos racistas los
españoles?" |
Siempre nos ha parecido
curiosa que esta pregunta sea tan frecuente, ya sea por parte de periodistas
o
en las charlas y tertulias.
Supone una generalización peligrosa, siendo tan difícil conocer
si cada uno de los 39 millones de españoles es
o no es racista; se pretende, además,
cuantificar. ¿A quién consideramos y contabilizamos
como racista y a quien no? ¿Es racista quien responde
en una encuesta que «no Ie gustaría que su hija se case con un negro»
[sic]?
¿No
lo
es quien responde lo contrario?
¿No vale la autodefinición de cada persona sabre el
particular? No pretendemos con ello
decir que las encuestas no sirven, sino que, en el mejor de los casos, son
aproximaciones. |
Por ello, parece una
pregunta mal planteada. Si la
pregunta fuera si algunos españoles son racistas
o si en España hay racismo, la respuesta no podría ser mas facil: un sí claro.
Tal y como se ha definido racismo mas arriba, en España hay racismo
tanto hacia las minorías autóctonas como hacia las alóctonas
o de origen foráneo. En el
primer caso, el del racismo «interno», tenemos sobre todo el rechazo frente a
los gitanos y en él destaca que haya durado
y dure tanto tiempo. Se trata de una cuestión pendiente y un punto débil al encarar el reto de la inmigración. En España hay también prácticas
racistas y xenófobas hacia minorías de origen
extranjero, concretamente contra los inmigrantes extracomunitarios, sobre todo
hacia los magrebíes, los subsaharianos y las personas
negras, mestizas o indígenas de
Latinoamérica.
Volvamos a la pregunta del encabezamiento que es la
que se suele
hacer y discutir. La pregunta de si los españoles somos
o no racistas puede
estar motivada desde dos preocupaciones.
-
Puede que se quiera saber si los
racistas son minoría o mayoría en la sociedad española
-
o puede que se quiera
saber si el racismo está presente en «nuestra manera de ser», en la
«idiosincrasia española».
Respecto a lo primero, lo que
avalan las encuestas es que España es uno de los países de la Unión Europa con
menores índices de xenofobia. Así viene señalándose por el Eurobarómetro año
tras año. Esto se ha explicado porque en España hay una gran presión sobre lo
políticamente correcto. En cualquier caso, las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas
y del CIRES también indican que la mayoría no avala posiciones
de racismo o xenofobia, si bien hay una tendencia al alza. Es preciso distinguir
entre estar «contra la inmigración» y ser racista.
Respecto a lo segundo, hay
que decir que la antropología social ha refutado ya con contundencia la
existencia de supuestos «caracteres nacionales»,
o cosas como la supuesta «idiosincracia
de tal nación», los «rasgos esenciales de un pueblo»
o «Ia personalidad modal» de un colectivo. Un pueblo, nación, etcetera, comparte ciertos rasgos, pero ni todas las personas en el mismo grado
y forma, ni de forma eterna. España es demasiado diversa y cambiante como para
poder definir con nitidez una «forma de ser española» y dentro de ella buscar
presencia o ausencia de racismo. Si se habla coloquialmente de la manera de ser
de alemanes, marroquíes o españoles como mera aproximación de circunstancia,
pero sin mayor profundidad y sin poderle dar un caracter riguroso
o de
definición científica; constituye en todo caso una generalización
potencialmente prejuiciada. Lo que sí hay son coyunturas históricas de una
determinada sociedad en las que por razones políticas y económicas surge
o se
desarrolla racismo o xenofobia dentro de unos sectores de esa sociedad contra
alguien. En este sentido, la pregunta bien formulada sería:
¿iQue hay en la
coyuntura española actual que favorezca el crecimiento del racismo
o de
la
intercuituralidad?
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