Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos
hay un cierto orden. Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión
es el ente, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende.
Por eso, el primer principio indemostrable es que “no se puede afirmar
y negar a la vez una misma cosa”, principio que se funda en las nociones
de ente y no-ente y sobre el cual se asientan todos los demás principios,
según se dice en el libro IV de la Metafísica. Mas así
como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento,
así el bien es lo primero que se alcanza por la aprehensión
de la razón práctica, ordenada a la operación; porque
todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien. De ahí
que el primer principio de la razón práctica es el que se
funda sobre la noción de bien, y se formula así: “el bien
es lo que todos apetecen”. En consecuencia, el primer precepto de la ley
es éste: “El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”.
Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley
natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo
los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica
lo capte naturalmente como bien humano.
Por otra parte, como el bien tiene razón de fin,
y el mal, de lo contrario, síguese que todo aquello a lo que el
hombre se siente naturalmente inclinado lo aprehende la razón como
bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su contrario
lo aprehende como mal y como vitando. De aquí que el orden de los
preceptos de la ley natural sea correlativo al orden de las inclinaciones
naturales. Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación
que le es común con todas las sustancias, consistente en que toda
sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo
con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que
ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción.
En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia
bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en
común con los demás animales. Y a tenor de esta inclinación
se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha enseñado
a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la
educación de los hijos y otras cosas semejantes. En tercer lugar,
hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza
racional, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación
natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y según
esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación,
como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás
relacionado con esto.
C. A los argumentos a favor de que hay solamente un
precepto se responde:
1. Que todos estos preceptos de la ley natural constituyen
una ley natural única en cuanto se reducen a un único primer
precepto.
2. Que todas las inclinaciones de cualquiera de las partes
de la naturaleza humana, como la concupiscible y la irascible, en la medida
en que se someten al orden de la razón, pertenecen a la ley natural
y se reducen a un único primer precepto, como acabamos de decir
(respuesta anterior). Y así, los preceptos de la ley natural, considerados
en sí mismos, son muchos, pero todos ellos coinciden en la misma
raíz.
3. Que aunque es una en sí misma, la razón
ha de poner orden en todos los asuntos que atañen al hombre. Y
en este sentido caen bajo la ley de la razón todas las cosas que
son susceptibles de una ordenación racional.
Santo Tomás de Aquino: Suma teológica.
B.A.C., Madrid.
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