El origen natural de la desigualdad social queda emparejado con otro principio que, en el filósofo, es de suma importancia: La igualdad humana no se basa en parémetros físicos, culturales, económicos, etc. Se basa en la naturaleza propia de cada ser. Cualquier hombre o mujer puede llegar a ser gobernante o "guardián". Su pertenencia a una u otra clase depende del tipo de alma que tenga más peso.