- Pues bien, considera del mismo modo lo siguiente con respecto al alma. Cuando ésta fija su atención sobre un objeto iluminado por la verdad y el ser, entonces lo comprende y conoce y demuestra tener inteligencia; pero, cuando la fija en algo que está envuelto en penumbras, que nace o perece, entonces, como no ve bien, el alma no hace más que concebir
opiniones siempre cambiantes y parece hallarse privada de toda inteligencia.
- Tal parece, en efecto.
- Puedes, por tanto, decir, que lo que proporciona la verdad a los objetos del conocimiento y la facultad de conocer al que conoce es la idea de Bien, a la cual debes concebir como objeto del conocimiento, pero también como causa de la ciencia y de la verdad; Y así, por muy hermosas que sean ambas cosas, el conocimiento y la verdad, juzgarás rectamente si consideras ese idea como otra cosa distinta y más hermosa todavía que ellas. Y, en cuanto al conocimiento y la verdad, del mismo modo que en aquel otro mundo se puede creer que la luz y la visión se parecen al sol, pero no que sean el mismo sol, del mismo modo en éste es acertado considerar que una y otra son semejantes al bien, pero no lo es el tener a uno cualquiera como el Bien mismo, pues es mucho mayor todavía la consideración que se debe a la naturaleza del Bien.
- ¡Qué inefable belleza -dijo- le atribuyes! Pues, siendo fuente del conocimiento y la verdad, supera a ambos, según tú,en hermosura. No creo, pues, que lo vayas a identificar con el placer.