Alma, mundo y Dios son ideas que no se adquieren por intuición
sensible alguna ni hacen referencia alguna a la experiencia o a la
realidad fenoménica. Por eso, mediante estas ideas no conocemos
nada. Podemos pensar en esas unidades, pero no conocerlas,
porque son precísamente el límite donde nuestro conocimiento
ha de detenerse. El límite del conocimiento es el límite
de la experiencia posible.
ANTINOMIAS Y PARALOGISMOS
Según Kant, cuando aplicamos las ideas de la razón
pura a la cosmología aparecen antinomias o proposiciones
que son, a la vez, falsas y verdaderas.
Por ejemplo, la afirmación de que el mundo tiene un comienzo
en el espacio y en el tiempo: si ésto fuera verdad, el espacio
y el tiempo tendrían que provenir de una nada anterior, lo
que suponría la antítesis de lo que se quería
demostrar: que el mundo no tiene comienzo en el espacio y en el tiempo.
Pero, si ésto último fuera verdad, no podría
hablarse de un acontecer en el universo, acontecer que requeriría
un comienzo y un fin.
Por paralogismos entiende Kant falsas conclusiones que surgen cuando
aplicamos las ideas puras de la razón a la psicología
racional. Son proposiciones que no tienen como materia una intuición
sensible, por lo que trascienden la posibilidad de toda experiencia.
Un paralogismo es confundir la unidad del Yo pienso con la unidad
trascendental del yo como substancia simple y como personalidad (alma).
CONCLUSIÓN
A la pregunta de si son posibles los juicios sintéticos a
priori en la metafísica Kant responderá negativamente.
La metafísica no es posible como ciencia, pues la razón
encuentra paralogismos y antinomias y no conocimiento.
Sin embargo, esto no quita todo valor a la metafísica: la
función de ésta ha de ser metodológica y reguladora:
expresa el ideal del hombre de seguir avanzando en el camino del conocimiento,
a la vez que le fija un límite donde detenerse.