1. El problema del lenguaje

La idea que vertebra la obra Tres diálogos entre Hilas y Filonús, es la negación de la substancia material, concebida como algo pasivo e inextenso, soporte o substrato de cualidades que la hacen presente al entendimiento humano.

Como bellamente expresó Ferrater Mora en su Diccionario de filosofía, la materia es percibida como "una delgada película transparente que se interpone entre el hombre y Dios, y que impide al primero la adecuada visión del segundo" (Op.Cit. pag 204, TomoI, Edit. Sudamericana).

La substancia corporal no existe ni podemos tener una noción no contradictoria de ella. Lo único que podemos concebir como existente en el mundo son las substancias espirituales y las ideas percibidas por ellas, cuya noción no entraña contradicción alguna.

Para captar el verdadero significado de lo que Berkeley afirma, debemos trasladarnos al fundamento de su doctrina. Desde allí, uno se percata en seguida de la profunda preocupación que el autor sentía por los problemas del lenguaje y la significación de las palabras. Será gracias al examen linguüístico como Berkeley destrozará el concepto de substancia material de J. Locke.

El lenguaje genera confusión; puede inducir a errores y controversias: juegos vacíos de significado que nos alejan de la verdadera especulación.

Si la función primordial del lenguaje es la comunicación de ideas que sean significadas por las palabras, la principal y previa tarea del filósofo será someter a análisis los términos empleados en el lenguaje y su relación por lo significado por él.

Así pues, el primer paso que Berkeley dará será examinar el concepto de percepción utilizado en la tradición, reelaborándolo bajo una nueva luz que le otorgará un nuevo significado.

Locke había escindido el mundo que percibimos en dos esferas totalmente heterogéneas: la esfera del mundo exterior y la esfera del mundo interior. Si lo que percibimos son ideas que representan las cosas, entonces nunca podremos estar seguros de acceder a la realidad representada, porque el mundo interios (el de las percepciones en nuestra mente) y el exterior (el de los objetos representados en la percepción) no tienen que coincidir en modo alguno.

 

Si no podemos acceder directamente al mundo de los objetos, de las cosas, no habrá comparación posible entre mi conocimiento del mundo y el mundo mismo. Nunca podré afirmar que mis ideas se adecúan perfectamente a lo que ellas representan ya que ésto último no puede hacerse sinó a través de las ideas mismas..

La ecuación:

COSAS=IDEAS

nunca podrá ser demostrada ni verificada. Y si ésto es así, la teoría representativa de la percepción de Locke nos conducirá inevitablemente al escepticismo.

La causa de este absurdo es, según Berkeley, la errónea concepción del término "percibir".

Las ideas no actuan de intermediarias entre la mente y las cosas: Percibir algo no es tener una idea representativa de ese algo. Las ideas que la percepción nos proporciona no son la copia de un modelo.

Constantemente vemos, olemos, palpamos algo a lo que denominamos "cosas". Pero, cuando llamamos así a ese algo, no hacemos sinó obrar bajo la acción de un prejuicio tradicional.

En mi contacto directo con el mundo corporal, yo no accedo a lo que los filósofos llaman la "materia" de dicho objeto. Únicamente distingo un conjunto de cualidades sensibles que están unidas coherentemente conformando un objeto peculiar al que denomino con un nombre.

Lo que percibimos directamente de las cosas no es más que un conjunto de cualidades o reuniones de cualidades que me informan acerca del mundo. Precísamente lo que hay es lo que veo, toco o palpo. Por consiguiente, si lo sensible es lo percibido, su existencia no podrá consistir más que en eso: ser percibida..

El ser de las cosas sensible es ser percibidas: esse est percipi .

Siendo esto así ¿Qué razón habrá para pensar en la existencia de una materia oculta bajo sus cualidades, pero ella misma imperceptible? ¿Por qué suponer que ésta habita una instancia separada de nuestras mentes?

El problema aquí planteado es el de si es justificable y lícito el paso de lo interior a lo exterior, de las ideas a las cosas mismas.

El error fundamental, según Berkeley, ha venido dado por la mala utilización del verbo "existir".

Filonús: Las cosas sensibles, pués, no son otra cosa que diversas cualidades sensibles o combinaciones de cualidades sensibles.

Hilas: Así es, ciertamente.

Filonús: Entonces, el calor es una cosa sensible.

Hilas: sí.

Filonús: ¿La realidad de las cosas sensibles consiste en que sean percibidas? ¿O es algo distinto de que sean percibidas y sin implicar una relación con la mente?

Hilas: Existir es una cosa y ser percibido es otra.

Filonús: Hablo sólo con respecto a las cosas sensibles. Y te pregunto si por existencia real de ellas entiendes una subsistencia exterior a la mente y distinta de que sean percibidas.

Hilas: Entiendo un ser real absoluto, distinto de y sin ninguna relación con el hecho de que sean percibidas.

(TD, O.C. pag. 89)

Berkeley va a llevar a cabo una crítica de las ideas generales abstractas, poniendo de manifiesto su afinidad con el nominalismo. Todo razonamiento se ha de llevar a cabo a partir de ideas particulares. A las ideas del tipo "substancia material" únicamente les pertenece su universalidad en cuanto que sustentan una función representativa. Considerada en sí misma, esa idea es particular, pero en cuanto que suponemos que a esa idea le corresponde una entidad aparte de los objetos de la percepción, no estamos sino cediendo al engaño de las palabras.

Yo no puedo construir la idea de un hombre o su imagen, que incluya todas las características diferenciales e individuales de cada hombre y, a la par, que no quede clasificada como la imagen de un tipo particular de hombre (moreno, alto, gordito, etc.).

La representación ha de ser de lo individual, de lo particular y concreto y ésto siempre incluye rasgos diferenciales.

Es imposible concebir ideas que tengan un contenido positivo universal y general, de las cualidades que nunca se dan aisladas en la percepción, como por ejemplo, un color sustraído de la figura, o un tamaño de la extensión.

No obstante, esto no impide que puedan elaborarse ideas generales. Éstas son posibles sólo en la medida en que una ides puede representar una pluralidad de ideas particulares que tengan algo en común, o que sean e la misma clase o especie.

La crítica de la abstracción estará fundamentalmente dirigida contra la aplicación, generalmente admitida, del término "existencia".Esta es, sin duda, la gran originalidad del autor.

Elena Diez de la Cortina Montemayor

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