HEGEL SEGUN ENCICLOPEDIA OXFORD DE FILOSOFIA
(1770
- 1831)
De
entre todos los más importantes filósofos occidentales, Hegel se ha ganado
la reputación de ser el más impenetrable. Fue un formidable crítico de su
predecesor Immanuel Kant e influyó en la formación de Karl Marx. A través
de esta influencia sobre Marx, el pensamiento de Hegel ha cambiado el curso de
la historia de los siglos XIX y XX.
Hegel
vivió y trabajó en lo que ahora llamamos Alemania, aunque en su tiempo no se
habían unido aún en una sola nación los diversos Estados independientes.
Alcanzó la mayoría de edad en el tiempo de la Revolución francesa,
compartiendo lo que él mismo llamó más tarde «la jubilación de esta época».
Su carrera incluyó períodos en los que ejerció de tutor privado y nueve años
de director de un centro de segunda enseñanza antes de que su creciente
reputación le abriera el acceso a una cátedra universitaria. Acabó sus días
como profesor de filosofía en la Universidad de Berlín, que bajo la
reformada monarquía prusiana se había convertido en el centro intelectual de
los Estados alemanes.
Hegel
escribió una serie de densos y voluminosos libros, los más importantes de
los cuales son la Fenomenologia
del espíritu,
la Ciencia
tic la lógica y los Principios de la filosofía del derecho. Su Enciclopedia
de las ciencias filosóficas es
una versión abreviada de su sistema filosófico. Otra serie de obras fueron
elaboradas como conferencias o lecciones y en algunos casos publicadas después
de su muerte a partir de sus notas. Estas obras incluyen sus Lecciones sobre la filosofia ele la historia, Lecciones sobre Estética,
Lecciones sobre la filosofia de la religión y Lecciones .sobre la historia de
la filosofia.
Hegel
es un pensador difícil porque toda su obra refleja una concepción sistemática
del mundo, y hace pocas concesiones a los que no están familiarizados con su
modo de pensar. Por añadidura, su estilo es cualquier cosa menos «asequible»;
en una primera aproximación, los lectores encontrarán sus proposiciones
sencillamente incomprensibles. Lo cual ha llevado a algunos a denunciarlo como
un charlatán que, tras una deliberada oscuridad de expresión que quiere
darse un aire de profundidad, oculta un vacío de pensamiento. Pero el
significado de los escritos de Hegel se torna eventualmente manifiesto después
de un cuidadoso estudio. Aunque su sistema filosófico, tomado como un todo,
encuentra pocos adeptos en la actualidad, sus obras encierran originales
intuiciones y argumentos que iluminan muchas cuestiones filosóficas, sociales
y políticas.
La
puerta de entrada más fácil para el pensamiento de Hegel está en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia. Una
de las grandes contribuciones de Hegel a nuestra herencia intelectual es -
como Marx supo apreciar - su captación de la naturaleza históricamente
condicionada de nuestro pensar. Podríamos preguntarnos por qué un filósofo
tendría que detenerse a escribir una obra que es, en un sentido, un breve
esquema de la historia del mundo, desde los antiguos tiempos hasta sus propios
días. La respuesta es que los hechos de la historia son para Hegel el
material bruto al que el filósofo ha de dar algún sentido. Porque Hegel
piensa que la historia despliega un proceso racional de desarrollo, y que
mediante su estudio podemos entender nuestra propia naturaleza y posición en
el mundo. Esta idea de una historia con sentido puede ser interpretada como
una reelaboración de la idea religiosa de que el mundo fue creado por un ser
con algún propósito en su mente; pero también cabe entenderla en el sentido
más limitado de afirmar que la historia tiene una dirección que podemos
discernir, y que conduce a un fin que podemos aprobar.
Hegel
presenta su concepción del sentido de la historia en una famosa sentencia de
la introducción a las Lecciones
sobre la Filosofía de la historia: «La
historia del mundo no es sino el progreso de la conciencia de la libertad.»
El resto de la obra es una larga ilustración de este pensamiento. Hegel
comienza con los antiguos imperios de China, India y Persia. En éstos,
afirma, sólo es libre un individuo: el gobernante. A juicio de Hegel, los súbditos
de estos déspotas orientales carecían no sólo de libertad política, sino
hasta de la conciencia misma de ser capaces de formarse sus propios juicios
sobre lo bueno y lo malo. Fue sólo en la antigua Grecia donde se desarrolló
el principio
del pensar individual libre, y aun entonces estaban los griegos tan
estrechamente ligados a su ciudad-Estado, y tan absolutamente regidos por hábitos
y costumbres, que les era imposible verse a sí mismos como individuos
independientes en el moderno sentido del término. Aunque la chispa de la
individualidad fue encendida por el pensamiento crítico de Sócrates, la
individualidad no triunfó realmente hasta que la Reforma protestante reconoció
que cada individuo puede encontrar su propia salvación y otorgó a la
conciencia individual el derecho a ocupar su lugar propio.
Según
Hegel, el curso de la historia a partir de la Reforma ha estado gobernado por
la necesidad de transformar el mundo a fin de que reflejase el recién
reconocido principio de la libertad individual. La era de la llustración, que
culmina en la Revolución francesa, fue un intento de abolir toda institución
que dependiese de la mera costumbre, y asegurarse en su lugar de que la luz de
la razón, que todo individuo puede libremente aceptar, guiase todos los
aspectos de nuestra vida social y política. A juicio de Hegel, este
objetivo estaba basado en un «glorioso amanecer mental»: el entendimiento de
que el pensamiento debería gobernar la realidad, y no a la inversa. Pero los
revolucionarios franceses interpretaron mal la razón, tomándola en un
sentido demasiado abstracto, que dejaba fuera de consideración la naturaleza
de las comunidades existentes y el modo en que estas comunidades habían
conformado a los individuos que vivían en su seno. De este modo, el
universalismo abstracto de la llustración condujo a los excesos de la
guillotina. Pero ahora que comprendemos lo que se necesita, concluía Hegel,
una organización del mundo totalmente racional y, por tanto, una comunidad
verdaderamente libre - está lista para poder ser desplegada.
El concepto de libertad es central en el pensamiento de Hegel, pero su sentido es tergiversado a menudo por el lector moderno, educado en una concepción de la libertad que se ha hecho popular a través de los escritos de pensadores liberales clásicos tales como John Stuart Mil]. Según la concepción liberal estándar, yo soy libre cuando estoy solo, no interfiero con nadie, y puedo elegir como quiera. Este es, por ejemplo, el sentido de libertad usado por los economistas que ven a los consumidores como individuos libres cuando no hay restricciones sobre los bienes y servicios que les apetezca comprar en un mercado libre. Hegel considera que esta noción de libertad es absolutamente superficial, puesto que no penetra más allá de la superficie para preguntarse por qué los individuos eligen lo que eligen. Según Hegel, estas elecciones de los individuos están determinadas por fuerzas externas que efectivamente nos controlan. E incluso anticipa, más de un siglo antes, la moderna crítica que se dirige a la sociedad consumiste de crear necesidades para luego poder satisfacerlas: "la necesidad de un mayor confort, observa Hegel, no nace en nuestro interior, sino que es sugerida en nosotros por los que esperan sacar beneficio de su creación».
Por
debajo de tales intuiciones está la comprensión que tiene Hegel de la
historia como un proceso que conforma nuestras elecciones e incluso nuestra
verdadera naturaleza. Así, el hecho de poder adoptar nuestras propias
elecciones sin interferencia de otros no es ser libre; es meramente estar
sujetos a las fuerzas históricas de nuestro propio tiempo. La libertad real
empieza cuando comprendemos que, en lugar de permitir que esas fuerzas nos
controlen, podemos tomar el control de ellas. Pero ¿cómo conseguirlo?
Mientras nos contemplemos a nosotros mismos como seres independientes con
voluntades conflictivas, la existencia de los otros seres humanos se nos
aparecerá siempre como algo ajeno que establece límites a nuestra propia
libertad. Según la tradición liberal clásica, así es simplemente el
mundo, y no hay nada que pueda hacerse para remediarlo. Para Hegel, sin
embargo, el problema queda superado cuando reconocemos que todos los seres
humanos comparten una común capacidad de razonar. Por tanto, si es posible
construir una comunidad sobre una base racional, todo el mundo podrá
aceptarla, no como algo extraño, sino como expresión de su propia voluntad
racional. Nuestro deber y nuestro interés egoísta coincidirán entonces,
pues nuestro deber tendrá un fundamento racional, y nuestro verdadero interés
es desarrollar nuestra propia naturaleza como ser racional.
En su creencia de que sólo somos libres cuando actuamos de acuerdo con nuestra razón, Hegel coincide con Kant; e igualmente coincide con él en su idea de que nuestro deber está basado en nuestra razón; pero Hegel critica la noción kantiana de moralidad basada en un imperativo categórico derivado de la razón pura, por ser demasiado abstracta, un desnudo marco formal que carece de todo contenido. Además, según la concepción de Kant, los seres humanos están condenados a un perpetuo conflicto entre deber e interés. Los hombres estarán por siempre sujetos a deseos que deben reprimir si han de actuar tal como el imperativo categórico les ordena. A los ojos de Hegel, una moralidad puramente racional necesita ser combinada de algún modo con las costumbres éticas que son parte de nuestra naturaleza como seres de un particular tiempo y lugar. Así Hegel busca una síntesis entre nuestra naturaleza ética concreta, formada en una comunidad específica, y los aspectos racionales de nuestro ser. Cuando esta síntesis fuera lograda, tendríamos una comunidad en la que cada uno de nosotros encontraría su propia realización mientras contribuyese a su vez al bienestar del conjunto. Seríamos libres tanto en el sentido subjetivo, puesto que podríamos hacer lo que quisiéramos, como en el sentido objetivo, puesto que determinaríamos racionalmente el curso de nuestra historia en lugar de ser determinados por ella. Esta organización sería entonces un verdadero estado racional que reconciliaría a la libertad individual con los valores de la comunidad.
En
la Filosofía
del derecho describe
Hegel esta comunidad racional de un modo que guarda un paralelo - aunque
no identidad - con la monarquía prusiana de su tiempo. Por esta razón fue
acusado por Schopenhauer de haberse vendido a quienes lo empleaban. Tras la
muerte de Hegel, los Jóvenes Hegelianos, un grupo de jóvenes radicales, que
por aquel tiempo incluía a Marx entre sus miembros, pensaron que en la Filosofia
del derecho
Hegel había traicionado la esencia de su propia filosofía. Y determinaron
desarrollar las ideas hegelianas guardando una mayor fidelidad al corazón del
pensamiento del maestro que la que había guardado el propio Hegel. De este
grupo surgió la crítica de la religión desarrollada por Bruno Bauer y
Ludwig Feuerbach, el anarquismo individual de Max Stirner, desarrollado en su
obra El único v su propiedad, y
en escritos iniciales de Marx tales como Los manuscritos
económico-filosóficos
de 1844 y La ideología alemana.
En
época más reciente, Karl Popper ha visto en Hegel un precursor del estado
totalitario moderno. Popper argumenta que, al exaltar el estado racional y
usar el concepto de libertad
de un modo que niega que las decisiones irracionales sean
verdaderamente libres, Hegel hizo posible que posteriores gobernantes
autoritarios justificaran su tiranía bajo el argumento de que ellos debían
forzar a sus ciudadanos a ser libres. Puede ser verdad que la filosofia de
Hegel propicie una lectura equivocada, pero semejante lectura es equivocada.
El Hegel real apoyó una monarquía constitucional, el imperio de la ley, el
tribunal con jurado, y (para lo habitual en su tiempo) una considerable
libertad de expresión. Nunca hubiera considerado el tipo de Estado construido
por Hitler o Stalin como un Estado racional de ciudadanos libres.
Sin
embargo, Popper ha tocado un problema real en la filosofía hegeliana. Hegel
se dejó llevar por un extraordinario optimismo respecto a la perspectiva de
superar el conflicto entre los seres humanos y, por tanto, a la de construir
una comunidad racional y armoniosa. Las raíces de esta visión optimista se
encuentran en su metafísica, y especialmente en su concepto de Geist. Esta
palabra alemana puede traducirse, de acuerdo con el contexto, o como «espíritu»
o como «mente». En el primer sentido puede tener connotaciones religiosas;
en el segundo, es la palabra normal utilizada para describir el lado mental o
intelectual de nuestro ser, en tanto que distinto del tísico. Puesto que el término
alemán cubre estos dos significados, Hegel puede utilizarlo de modo tal que
sugiera un Espíritu colectivo que planea sobre todo, que ejerce una fuerza
activa a lo largo de la historia, y del cual forman parte todos los espíritus
o mentes individuales, ‑esto es, todos los seres humanos, considerados
en su aspecto mental o espiritual. Así, Hegel ve el estudio de la historia
como un medio para llegar a conocer la naturaleza del Geist,
y
el estado racional como Geist
objetificado.
En adelante se empleará aquí el término «Espíritu» con mayúscula - y
ocasionalmente el de «espíritu» o «mente» para expresar el concepto
hegeliano de Geist.
La obra rnás grande de Hegel es su Fenomenología del espíritu, descrita por Marx como « el verdadero lugar de nacimiento y el secreto de la filosofia de Hegel». En esta obra busca Hegel mostrar que todo el desarrollo intelectual humano hasta el tiempo en que él escribe es la elaboración lógicamente necesaria del Espíritu en su proceso de conocerse a sí rnismo.
La
lógica de este proceso no es, sin embargo, la tradicional lógica del
silogismo, sino más bien la propia lógica dialéctica de Hegel. En lógica
dialéctica, partimos de una posición dada; a título de ejemplo, podríamos
tornar la ética usual de la antigua Grecia. Luego advertimos que esta posición
lleva dentro de sí las semillas de su propia destrucción, en la forma de una
contradicción interna. Las interrogaciones de un Sócrates conducen
eventualmente, por ejemplo, al derrumbamiento de la ética usual y su
reemplazo durante la Reforma por una moralidad basada en la conciencia
individual aislada. Pero esta posición es también unilateral e inestable y,
por tanto, hemos de movernos a una tercera posición, la comunidad racional.
Esta tercera posición combina los aspectos positivos de sus dos predecesoras.
Esta
dialéctica es descrita a veces corno un rnovimiento que va desde una tesis a
una antítesis y a una
.síntesis. En
el ejemplo ofrecido, la moralidad usual de la antigua Grecia es la tesis, la
moralidad de la conciencia individual propia de la Reforma es su antítesis, y
la comunidad racional es la síntesis de ambas. Esta última es, en la
filosofia de la historia hegeliana, la síntesis final; pero, en otras
instancias, la síntesis de un estadio de la dialéctica puede servir de tesis
para un nuevo movimiento dialéctico. En la Ciencia de la lógica aplica
Hegel el mismo método a las categorías abstractas con las que pensamos. Aquí
parte Hegel de la mera noción de existencia, o ser, y argumenta que, puesto
que esta desnuda noción de ser no tiene contenido en absoluto, no puede ser
cosa alguna. Por tanto, tiene que ser nada, la antítesis de ser. Ser y nada,
sin embargo, son opuestos, que constantemente se acercan y se apartan uno de
otro; y los dos necesitan ser reunidos bajo la síntesis, el devenir. A partir
de aquí, la dialéctica continúa moviéndose a lo largo de una muchedumbre
de oscuros estadios, hasta que finalmente Hegel declara estar preparado para
demostrar la necesidad del idealismo absoluto: esto es, que la única cosa que
es en último término real es la idea absoluta: el Espíritu, que se conoce a
sí mismo como la entera realidad.
El idealismo absoluto parece una doctrina extraña, pero en modo alguno es exclusiva de Hegel. Kant había argumentado ya que el espíritu constituye cl universo conocido, porque nosotros sólo podemos conocer las cosas dentro del marco de nuestra propia creación, a saber, bajo las categorías de espacio, tiempo, y sustancia. Pero Kant pensó que allende esas categorías tiene que haber la «cosa-en-sí», por siempre incognoscible. Al prescindir de la «cosa-en-sí», y decir que todo lo que sabemos es todo lo que hay, Hegel estaba siguiendo la línea del criticismo kantiano desarrollada antes que él por Johann Fichte.
Por
tanto, la Fenomenología
del espíritu y la Ciencia de la lógica tienen
ambas el mismo proceso como tema, el proceso del Espíritu que llega a
conocerse a sí mismo como realidad última. En la Fenomenología,
este
proceso está presentado mediante el intento de mostrar la necesidad lógica
inherente al desarrollo histórico de la conciencia humana. En la Lógica
es
exhibido como una pura necesidad dialéctica, como (nos dice Hegel) un proceso
que nos muestra a «Dios tal como es en su eterna esencia, antes de la creación
de la naturaleza y de un espíritu finito». La Lógica
es
con mucho, por tanto, la más abstracta y dificil de sus obras. La Fenomenología
es
en comparación (pero sólo en comparación) un apasionante relato del modo
en que los espíritus finitos progresan hasta un punto desde el cual pueden
ver que el mundo con que se enfrentan no es ajeno ni hostil a ellos, sino
parte de ellos mismos. Y esto es así porque solamente el Espíritu es todo lo
que es real, y cada espíritu finito es una parte de ese Espíritu.
Un
curioso aspecto de la empresa de la Fenomenología
es
que se propone entender un proceso que queda completado por el hecho de ser
entendido. La meta de toda la historia consiste en que el espíritu llegue a
entenderse a sí mismo como la única realidad última. ¿Cuándo se alcanza
por primera vez ese entendimiento" ¡Por Hegel mismo en la Fenomenología!
Si
hay que creer a Hegel, las páginas que cierran su obra maestra no son una
mera descripción de la culminación de todo lo que ha sucedido desde que
fueron creados los espíritus finitos: son
esa
culminación.
A la luz de su convicción de que todos los espíritus finitos participan de una más grande realidad subyacente, podemos apreciar por qué pudo creer Hegel en la posibilidad de una forma de sociedad que trascendiese todos los conflictos entre el individuo y la colectividad, y que fuese verdaderamente libre sin ser al mismo tiempo anárquica en ningún sentido. Igualmente podemos comprender por qué esa convicción hizo posible que las ideas de Hegel condujeran a algunos de sus sucesores, Marx entre ellos, a un similarmente equivocado optimismo sobre la posibilidad de evitar tales conflictos. Porque, a pesar de sus alardes de haber rechazado el «misticismo» en el cual envolvía Hegel su sistema, el propio Marx no se liberó nunca de la convicción de que la historia tendía hacia un destino final en el cual habría completa armonía entre los intereses del individuo y los intereses colectivos de la comunidad. Ésta es la razón de que creyera que el comunismo tendría que ser la condición en la que cada uno promoviese libremente los comunes intereses de todos.
PETER
SINGER