Helenismo
Período de tiempo de
alcance históricamente difuso, que comienza con la muerte de Alejandro
Magno (en el 323 a.C., año también de la muerte de Aristóteles) y llega
hasta finales del s. II d.C.
En ocasiones se
asigna el comienzo de la época helenista a los años de la conquista del
imperio persa por Alejandro Magno y su acabamiento a los años del apogeo
del imperio romano, alargando incluso el período grecorromano hasta la
caída del imperio romano. El helenismo es propiamente el fenómeno de
difusión del espíritu griego (lengua y cultura) en el ámbito del mundo
oriental, difusión que supone una universalización de esta cultura,
vehiculada por el griego como idioma común ( koiné), dentro no obstante
de un proceso histórico de descomposición del imperio macedónico, que
pasa por las fases de desmembración, conquista de Grecia por Roma y el
surgimiento del imperio romano.
Esta época de
profundas transformaciones sociales está marcada por la aparición de las
llamadas a) escuelas helenísticas y b) el florecimiento de la ciencia
griega, así como por c) la decadencia de la ciencia helenística.
a) Escuelas
helenísticas
Comprende el
conjunto de escuelas de filosofía helenístico-romana que se desarrollan
primero en Grecia y luego en Roma, desde finales del s. IV hasta finales
del s. II d.C., cuando comienza a cobrar impulso la filosofía cristiana
naciente.
El vasto
imperio que Alejandro Magno deja a su muerte se lo reparten sus
sucesores, los diádocos, tras una serie de disputas y luchas que duran
42 años. Los territorios de Grecia y Macedonia quedan bajo el poder de
los antigónidas, dinastía fundada por Antígono Gonata, que puede
mantenerse en el poder hasta que los romanos, en el año 148 a.C., hacen
de Macedonia una provincia romana. Egipto es dominado por la dinastía de
los lágidas, de Lagos, padre de Ptolomeo I Soter (el salvador), general
de Alejandro, primero de los Ptolomeos en nombrarse rey de Egipto; su
monarquía dura hasta que Octavio, en el año 30 a.C., convierte Egipto en
provincia romana. Mesopotamia, Persia y Asia menor constituyeron el
reino de los seléucidas, dinastía fundada por Seleuco I Nicator (el
vencedor), que se proclama rey en el 305; su extenso imperio dividido en
satrapías, con la capital primero en Seleucia y luego en Antioquía,
acaba con la conquista de Siria por los romanos en el año 64 a. C.
En este tiempo
se produce un profundo cambio cultural en el mundo griego: las ciudades
griegas, las poleis, ceden su importancia y funcionalidad a una gran
monarquía que se gobierna desde una capital lejana; la ciudad
helenística es una ciudad de súbditos gobernados por funcionarios, más
que una sociedad de ciudadanos interesados en la vida pública; no
interesa tanto la ciudad, como la propia autarquía, y la filosofía deja
de ser sistemática y se convierte en forma de vida orientada a la
felicidad del individuo. Como contrapartida, surge un nuevo espíritu
cosmopolita, que hace que las personas cultas se consideren «ciudadanos
del mundo» y comienzan a caer las barreras y los prejuicios racistas
entre griegos y bárbaros. Por su parte, la universalización de la
cultura griega paga el impuesto de tener que mezclarse con las culturas
locales, y Atenas deja de ser el centro del saber: Pérgamo, Rodas y
sobre todo el Museo de Alejandría ocupan su lugar, y junto al
sincretismo religioso aparece también, sobre todo llegada ya la
dominación romana, el eclecticismo filosófico.
Las principales escuelas filosóficas helenísticas son el cinismo, que
representa la última evolución de las escuelas socráticas menores; el
epicureísmo, fundado por Epicuro de Samos, quien instala en Atenas hacia
306 a.C. su escuela llamada «el jardín» (kepos); el estoicismo, fundado
en torno al 300 a. C. por Zenón de Citio, que ubica su escuela en el
pórtico (stoa) pintado por Polignoto; el escepticismo, que más que una
escuela es una forma de pensar que difunde Pirrón de Elis antes de que
se fundaran las dos escuelas filosóficas anteriores; y el eclecticismo,
introducido por Filón de Larisa en la Academia platónica, dominante en
los siglos II y I, y que se mantiene con fuerza durante el período
romano, con su gran figura, Cicerón.
La mayoría de estas escuelas filosóficas tiene su período romano, que
alarga su pervivencia. Entre los filósofos epicúreos, destaca Lucrecio
(Titus Lucretius), autor del poema De rerum natura, [De la naturaleza de
las cosas], una de las obras universales de la literatura y obra también
de divulgación de las doctrinas físicas, cosmológicas y éticas del
epicureísmo. En Roma florecen también los últimos estoicos, y es el
estoicismo la más difundida de las filosofías entre los romanos, tanto
en la época de la república como en tiempos del imperio. El escritor y
político Lucio Anneo Séneca, preceptor de Nerón, el esclavo Epicteto y
el emperador Marco Aurelio, destacados filósofos estoicos los tres,
atestiguan que esta escuela filosófica se había difundido en Roma en
todos los estamentos sociales.
b) La ciencia
griega
La ciencia
griega, que tuvo sus orígenes con la filosofía de los primeros jonios,
florece de un modo espectacular durante el s. III y mediados del II
a.C., en torno al Museo de Alejandría; es el período alejandrino de la
ciencia helenística. Tras el esplendor del Liceo, con el impulso que
Aristóteles da a la filosofía de la naturaleza y a la biología,
Alejandría se convierte, por obra de los Ptolomeos y de algunos sabios
peripatéticos, en especial de Estratón de Lámpsaco, que abandona Atenas
para dirigir la actividad científica del Museo, en centro de la
investigación científica en el mundo conocido. En el Museo, las
investigaciones se orientaron por especialidades: matemáticas,
astronomía, mecánica, geografía, ingeniería, medicina, filología,
zoología y botánica, y los sabios helenistas no son ya, en su mayoría,
ni propiamente filósofos ni poseedores de un saber universal; liberados
tanto de las concepciones religiosas como de las generalidades
filosóficas, se especializan en sus respectivas investigaciones
teóricas, y recurren a la observación y a la experiencia. El desarrollo
de las matemáticas fue excepcional en Grecia también en este período, y
las ciencias empíricas llegaron durante el período alejandrino a su
mayor esplendor, pero nunca el saber teórico de los griegos unió el
espíritu especulativo con la observación sistemática de la realidad y
los hechos, ni fue en general la ciencia griega una ciencia aplicada. La
tecnología fue ignorada, fundamentalmente por razones de tipo social. La
esclavitud, por un lado, que abarataba la mano de obra en cualquier tipo
de trabajo, y el rechazo del hombre libre al trabajo manual hicieron
innecesarias las máquinas e impidieron que la ciencia griega abandonara
su actitud habitual de ciencia teórica o contemplativa .
c) La decadencia de la
ciencia helenística
El esplendor de la ciencia helenística dura aproximadamente un siglo y
medio. El período grecorromano de la ciencia griega transcurre entre la
mitad del s. II a.C. y el s. II d.C. (B. Farrington lo alarga hasta la
caída del imperio romano, a comienzos del s. V d.C.), pero es un período
de decadencia creciente; aparecen no obstante dos nuevas ciencias, la
trigonometría y el álgebra, y las figuras de Ptolomeo, Estrabón y Galeno
no son poco relevantes. Alejandría continúa siento el centro intelectual
y cultural, de importancia decreciente: en el 145 a.C., se produce un
enfrentamiento de Ptolomeo Physkon con los sabios griegos, que se ven
obligados a abandonar temporalmente Alejandría; durante la campaña de
César en Egipto, en el 47 a.C., se produce el incendio de la Biblioteca,
que destruye buena parte de sus 700.000 libros (en realidad, rollos), y
el año 30 Egipto se convierte, por obra de Octavio, en provincia romana.
Claudio Ptolomeo de Alejandría es el último gran astrónomo griego, que
vive entre los años 100 y 170 d.C. Su obra, Composición matemática, o
Sintaxis matemática, bautizada por los árabes como Almagesto (la más
grande), desarrolla y completa el sistema astronómico de epiciclos y
ecuantes de Hiparco y construye el modelo de universo geocéntrico
vigente hasta Copérnico. En geografía sigue igualmente a Hiparco y el
principio mantenido por éste de determinar astronómicamente los lugares
geográficos.
Destacado geógrafo de esta época es Estrabón, nacido en Amasia, en el
Ponto, en el 64/63 a.C., y que vivió en Alejandría y en Roma. En los
diecisiete libros de su Geografía describe con claridad de estilo las
costumbres y la historia de los principales países incluidos en el
imperio romano y la situación general de la ciencia en su tiempo.
Galeno (ca.129-200 d.C.), nacido en Pérgamo, médico personal de
emperadores romanos, reúne en una obra inmensa -casi cien tratados de
medicina y filosofía- una verdadera enciclopedia del saber médico, que
se inspira en diversas fuentes: en la medicina anatómica y fisiológica
de los médicos de Alejandría, en la biología de Aristóteles, en las
doctrinas hipocráticas de los humores, en doctrinas del platonismo
medio, en el pneuma de los estoicos y en el finalismo platónico y
aristotélico. Sus escritos fueron autoridad médica hasta el
Renacimiento; Vesalio imitó su técnica anatómica.
Según Benjamin Farrington, la ciencia griega había llegado, no sólo en
tiempos de Ptolomeo y Galeno, sino sobre todo durante el período
alejandrino, «al umbral de la ciencia moderna» .
El helenismo tuvo también su encuentro con el cristianismo, y aunque a
menudo se ha hecho responsable al cristianismo de la decadencia de la
ciencia griega, más bien se mantiene que es la decadencia de la ciencia
griega y el espíritu científico una de las condiciones que favorecen la
aparición de las religiones. El cristianismo buscó un difícil equilibrio
con el helenismo. Por un lado, al presentarse como única religión
verdadera, tuvo que enfrentarse con las diversas filosofías helenísticas
a las que se opuso también como única filosofía verdadera. Por otro
lado, el cristianismo, fenómeno religioso en principio, por el hecho de
tener que propagarse en un mundo helenístico dado a la especulación,
tuvo que revestirse de formas intelectuales y argumentos racionales para
discutir o dialogar con los helenistas. El cristianismo no sólo adoptó
para sus escritos sagrados el griego común (koiné) y las formas
literarias del mundo griego, sino que también aceptó conceptos
filosóficos fundamentales, como el logos de los estoicos (que se
convierte en el Verbo, o la Palabra) y también orientaciones filosóficas
generales, como el neoplatonismo, y hasta las costumbres éticas
helenísticas de reglamentar la conducta humana distinguiendo entre
vicios y virtudes. De la oposición con el helenismo y de su intercambio
cultural con el mismo surgió la primitiva justificación racional del
cristianismo, embrión de la filosofía cristiana.
Alejandría fue perdiendo su carácter de capitalidad de la ciencia, pero
se mantuvo todavía como centro filosófico de importancia. Allí se
desarrolla, en la primera mitad del s. I d.C., la filosofía de Filón,
que intenta armonizar el pensamiento griego con el pensamiento judío, y,
entre los siglos II y III d.C., la escuela de Ammonio Saccas, maestro de
Plotino y de Orígenes.
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Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
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