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LA MUJER GRIEGA |
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En la Grecia de Platón y Aristóteles ser mujer
no era, desde luego, algo deseable. Las mujeres tenían prácticamente el
mismo estatus social que los esclavos, lo que suponía que no podían participar
en la política ni tener derechos cívicos de ninguna clase.
Ser ciudadano griego de plenos derechos estaba reservado a una élite no muy numerosa que no suponía nunca más de una cuarta parte de la población total: hijos varones de padre y madre libres y nacidos en la pólis de residencia. Eran ellos los únicos capaces ejercer una vida pública que los hacía merecedores de estimación . El tomar parte en los actos públicos, asambleas, teatro, juegos, ritos y competiciones era monopolio de los varones libres (salvo raras escepciones) y objeto de su máximo orgullo: o se era ciudadano o no se era nada. Por ello, una de las sanciones más comunes en Grecia era el ostracismo, el exilio forzoso o la atimía, es decir, la pérdida de los derechos civiles que impedían a un ciudadano participar de la vida pública, con lo que se le reducía a la nada. |
La exclusión de las mujeres de la vida pública hacía que ésta quedara relegada a la vida doméstica: el mantenimiento de las posesiones y las tareas domésticas así como el cuidado de los niños eran sus tareas cotidianas. La mujer no era ciudadana sinó hija o esposa de ciudadano.Salvo en Esparta, no había escuelas especiales para muchachas y la educación no se dirigía a ellas. Todo lo aprendían en el ámbito privado de su madre, hermanas o esclavas. Por lo tanto, el analfabetismo era muy alto en este grupo. Excepcional fue el círculo de Safo, la poetisa de Lesbos, que aunó un grupo de mujeres en el s.VI a.C. donde se formaban en la poesía , el canto y la danza y donde eran normales las relaciones homosexuales. Todo ello hacía difícil que hubiera un acercamiento igualitario y satisfactorio entre hombres y mujeres o, incluso, entre esposos. Difícilmente podría encontrar alicientes un hombre culto en la relación con su mujer debido a sus carencias. Tampoco pretendían otra cosa. El paso a la edad adulta en la mujer venía marcado por el casamiento, verdadero rito de paso para ella. El matrimonio no era una relación privada hombre-mujer, sinó una transacción masculina, un contrato entre el padre de la novia y su futuro marido. El padre entregaba a la hija junto con una dote, y ésta pasaba de la casa paterna a la casa del marido, propiciando con ello el orden ciudadano: la herencia y los hijos legítimos, futuros ciudadanos de la pólis. Esto provocó también que el infanticidio femenino en Grecia estuviera bastante extendido, y que la exposición o el abandono de las hijas fuera más frecuente que el de los hijos varones. Los más pobres no tenían más alternativa que la exposición si nacían muchas hembras, ya que difícilmente podrían hacerse cargo de sus dotes. La marginación de la mujer trajo consigo que ésta se integrara en cultos y sectas alternativas a las "oficiales" y propias de los ciudadanos de las póleis. Las sectas mistéricas se dirigían al hombre concreto , y se admitía
en ellas a extranjeros, esclavos y mujeres, es decir, a los grupos marginales.
Muchas de estas sectas formaron sociedades paralelas y formas de vida
articuladas a través de preceptos, obligaciones y prohibiciones que
se enfrentaban claramente a los poderes establecidos a través de la
diferenciación: no comer carne, vivir a las afueras de las ciudades,
rechazo del sacrificio animal, etc. " -Por consiguiente, querido mío, no hay ninguna ocupación entre las concernientes al gobierno del Estado que sea de la mujer por ser mujer ni del hombre en tanto hombre, sino que las dotes naturales están similarmente distribuídas entre ambos seres vivos, por lo cual la mujer participa, por naturaleza, de todas las ocupaciones, lo mismo que el hombre; sólo que en todas la mujer es más débil que el hombre. |