Militancia: implicarse en transformar el mundo mejorándolo, haciéndolo más justo y más libre
Lourdes Zambrana
A la comunidad parroquial de San Rafael, donde estoy aprendiendo que es posible y vale la pena luchar por una Iglesia más evangélica, y a todas las comunidades que también están sufriendo estos vientos que pretenden borrar el Vaticano II. Que estas páginas sean de aliento y esperanza, ánimo e ilusión. Y a la pequeñita Irene, que heredará el futuro que nos atrevamos a construir.
Con frecuencia experimentamos impotencia ante las situaciones de injusticia y dolor que sufren la mayoría de la humanidad. Quisiéramos hacer “alguna cosa”, pero no sabemos “qué”...
Estas páginas pretender ser pistas de reflexión y actuación: sin querer agotar todas las posibilidades, sugerimos estilos, hábitos y actos transformadores, “disidentes”, que apuntan hacia otras maneras de pensar y vivir, de estructurar nuestras relaciones personales, sociales e internacionales. Sugerimos desde la firme esperanza que este mundo nuestro puede cambiar (al menos un poco), y desde la convicción de que el mayor obstáculo a los cambios no es la complejidad innegable de los problemas, sino la resistencia interesada de los poderosos, pero también conscientes de la prudencia y la humildad necesarias ante las grandes dificultades con que nos enfrentamos..
Las palabras son teoría, y no son nada más hasta que no se hacen vida. Las palabras de este cuaderno no serán nada si no se hacen vida, si no se reflexionan, se comparten, se experimentan, y así podrán contribuir a gestar una nueva realidad, una manera diferente de vivir, más humana, más digna, más evangélica.
Lourdes Zambrana (Barcelona 1969), licenciada en Ciencias Políticas. Trabaja en el “Centre Obert Arrels” de atención a los “sin techo”. Miembro del equipo de Cristianisme i Justicia.
1. POR UNA “SOLIDARIDAD DISIDENTE”
1. ¿PODEMOS HACER ALGO?
Resulta difícil formular soluciones, y cuando esto se hace, o bien se proponen sólo valores, ideales sin concreciones ni repercusiones en la vida cotidiana (lo cuál tiene la ventaja de que no compromete a nada) o bien se descarga toda la responsabilidad en organismos internacionales, gobiernos, etc. (lo cual tampoco compromete a nada). Pero, ¿no se puede hacer nada más?
Responder nada, o muy poco, o aquello del granito de arena, y volver a nuestra cotidianidad y a nuestros problemas es la primera respuesta. Pero es falsa. Primero porque nuestros problemas difícilmente son solo “nuestros” (el paro, vivienda, medio ambiente, salud, etc.): son una de las muchas caras de los problemas del mundo, que en nuestro contexto se concretan así; y en segundo lugar porque podemos hacer y transformar mucho más de lo que nos imaginamos.
Pero si superamos este primer momento, y la inquietud por “hacer algo” sigue ahí, la falta de pistas concretas y la inmensa complejidad con que percibimos los problemas del mundo, nos provoca rabia, impotencia, cinismo o inhibición. Así pues se hace necesario formular propuestas concretas y realizables, así como crear espacios de disidencia donde compartir experiencias más humanas, aprender para ser más eficaces y fortalecer inquietudes y esperanzas.
Porque los problemas son nuevos: globalización, desencanto político, fragmentación, exclusión social, etc, y las respuestas tendrán que serlo también. Y porque no sólo vivimos el dominio de nuevos poderes que provocan nuevos problemas, sino también la sorprendente capacidad de estos nuevos poderes para absorber, asimilar y neutralizar toda propuesta que cuestione –incluso potencialmente- el orden establecido (y si no, pensemos en lo que ha ocurrido con la palabra “solidaridad”...).
Es pues necesaria creatividad para articular nuevas maneras de hacer frente a nuevos poderes que siguen amenazando la dignidad humana. A estas nuevas formas de lucha proponemos llamarlas nuevas formas de militancia.
1. La militancia comporta un descentramiento: mirar y situarse en el mundo de una manera diferente. Se puede ver el mundo solo desde un/a mismo/a[1], desde “mi mundo”, lo cual me sitúa al lado de los afortunados, o se puede intentar ver el mundo desde toda la humanidad, lo que significa situarse automáticamente desde las víctimas. El 80% de las personas que viven en este planeta sufren, y el 20% vive fantásticamente. Es cuestión de números: la mayoría de la humanidad está formada por víctimas. Si quieres situarte en el mundo desde toda la humanidad, tienes que situarte desde las víctimas, porque son la gran mayoría. La existencia de la injusticia es real y objetiva: las victimas lo ponen en evidencia. Tomar la opción de no excluir, de ver el mundo desde todas las personas, significa reconocer que la mayoría sufre.
Todo esto conlleva asumir el riesgo que supone entrar en conflicto. En una sociedad con injusticias estructurales, donde la pobreza es un problema social, no individual, tomar partido por el débil es situarse contra el fuerte y su manera de vivir.
2. La militancia significa integrar en el propio proyecto de vida un estilo de solidaridad disidente que cuestiona, que hace crecer, historizada, que implica el encuentro con las víctimas de un sistema injusto. Una solidaridad que busca la justicia, no la autocomplacencia.
En cambio, actualmente asistimos a la generalización de un “voluntariado” y de una “solidaridad” acríticos, donde se siguen criterios e impulsos emocionales (no existe una reflexión y comprensión de los problemas y sus causas), que no cuestiona ni transforma la vida, que se abandona cuando hay que preocuparse por “cosas más importantes”. De la misma manera la “solidaridad” se utiliza como reclamo publicitario, o como objeto de consumo en sí misma, explotando sus aspectos emocionales, que se olvidan hasta la próxima crisis bélica o desgracia medioambiental que los medios de comunicación quieran poner de moda.
Las consecuencias son generalmente dejar todo como estaba, desculpabilizar, y como mucho “tener una experiencia” de marginación (como si la marginación se experimentase como quién prueba una fruta tropical... ¡la marginación se sufre!). En los receptores se puede generar una dependencia que puede ser incluso “mejor” (para nosotros/as) que la situación anterior, porque entonces ya tenemos mercados donde vender excedentes o modelos atrasados, o relaciones de dependencia que solucionan algunos problemas de autoestima.
Lo que era potencialmente peligroso, la solidaridad y el voluntariado, porque podía poner en cuestión muchas cosas, se asume, se integra, e incluso se utiliza como reclamo publicitario y objeto de consumo. Ya no hay peligro de que cuestione ni transforme nada.
La militancia incluye la lucha por construir un mundo mejor en el propio proyecto de vida, desde esta solidaridad disidente, que cuestiona y transforma la vida, porque forma parte de las opciones fundamentales de la persona.
3. La militancia requiere coherencia y no admite “departamentos estancos”, condiciones, plazos... Es incompatible con la desintegración que sufren muchas personas del mundo occidental: vidas con “departamentos” cerrados, sin relación entre ellos, y así pueden mostrarse con unos valores y una lógica en el ámbito laboral (competitividad, eficacia...), otros en la familia, otros en el tiempo de ocio, etc.
O pueden cambiar fácilmente opciones que tendrían que ser vitales y totales: se puede cambiar la creencia religiosa fácilmente, porque es un “departamento” de la propia vida que no tiene ninguna conexión con los otros (familia, trabajo, ocio, política, ética...). Y mover una “pieza” de esta estructura no cambia nada del conjunto, porque no hay relación...
La militancia no admite estas posibilidades. Exige personas integradas, sin “departamentos” separados, con una sola lógica que estructura toda la vida, todos los ámbitos y relaciones con el mundo.
4. La militancia tiene como premisa la lucidez esperanzada que evita las autojustificaciones. No siempre podemos ser tan coherentes como nos gustaría, siempre hay acciones, situaciones, hechos, en los cuales nos encontramos o participamos que no podemos evitar, y que generan injusticia. El único antídoto es la lucidez. Si no nos engañamos, ni nos autojustificamos, encontrar caminos para la coherencia y la justicia será cuestión de tiempo, o de conocimientos, o de oportunidad, pero no será ya una cuestión ética. Y esperanzada porque la lucidez sin esperanza puede provocar el desengaño y la amargura. Donde encontrar esta esperanza es, o bien un don, o bien otra “militancia” personal, o quizás las dos cosas a la vez, dependiendo del momento histórico o personal. Los cristianos y cristianas encontramos la esperanza y el impulso para actuar en aquel “loco” que rompió todo esquema y toda previsión...
5. La militancia necesita de un contenido ideológico. Necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos, cual es el modelo de sociedad que queremos construir. Si no sabemos hacia dónde vamos, difícilmente avanzaremos, difícilmente podremos colaborar y compartir con otros. No es fácil construir un modelo detallado del mundo que queremos, pero podemos escoger entre valores, entre prioridades y situaciones que configuran un mundo más o menos humano para todos y todas. Por ejemplo, ignorar o rechazar el trabajo infantil ya es una opción que configura un futuro u otro.
6. La militancia necesita de espacios de disidencia donde compartir y discutir todas estas cuestiones, donde aprender y fortalecernos mútuamente en este trabajo pequeño y cotidiano. Familias, todo tipo de grupos que ya existen o pueden crearse pueden ser lugar donde inventar y alimentar estas pequeñas, y grandes a la vez, disidencias que proponemos.
Un aviso. Todo esto está pensado y reflexionado desde la posición de bienestar del Norte. No quiere ser una reflexión eurocéntrica, porque se enmarca dentro de las contradicciones de nuestro mundo, y la perspectiva es deliberadamente mundial, desde toda la humanidad. Pero arranca de las contradicciones que vivimos, quizás con más crudeza, en el Norte, y quiere ser una pista para actuar desde el Norte, desde los países ricos, para reducir y transformar estas contradicciones. No quisiéramos ser eurocéntricos en nuestra perspectiva, solo en las propuestas de actuación, porque este es nuestro objetivo: proponer líneas de actuación, reales y posibles, desde nuestra realidad más cotidiana.
No solo han cambiado los problemas y situaciones que vivimos, sino que también ha cambiado la manera de hacer. Vivimos en un contexto de globalización. Este es un concepto básicamente económico, que hace referencia a la unificación del mercado mundial y la victoria del sistema económico capitalista desde los postulados neoliberales. También se puede hablar de una globalización cultural en la medida en que se puede identificar un modelo cultural dominante que se impone a todos los demás. Esta victoria del capitalismo tiene consecuencias muy importantes en todas las dimensiones de nuestra vida (social, política, económica) a las que después haremos referencia.
Pero la globalización no sólo ha transformado estas dimensiones, sino también la manera de articular las relaciones del poder. Antes el poder se estructuraba de manera jerárquica, vertical, piramidal. Los centros de poder eran claros y definidos, se sabía quién mandaba y contra quién había que luchar. Esto ya no es así. Con la globalización el poder se estructura de manera difusa, horizontal, con muchos centros de poder diferentes que se relacionan con redes que transmiten mucha información de manera muy rápida y ágil. Es una estructura ágil, flexible y difusa.
Un ejemplo. Las instituciones con esquemas jerárquicos, verticales y autoritarios, donde la información circula muy lentamente, con muchos pasos intermedios, no se adaptan bien a la globalización. Son ineficaces y lentas. Este es el problema, uno de los problemas, de la Iglesia jerárquica, del ejército, de algunos partidos y sindicatos. En cambio, las ONGs, o los nuevos movimientos sociales como el movimiento okupa tienen este tipo de funcionamiento y se han adaptado perfectamente a la globalización. Por tanto, es necesario también cambiar la manera de hacer, la metodología.
Tenemos que ocupar espacios de autonomía con valores y proyectos contrarios a la lógica inhumana –y por tanto ilógica- de la globalización que sufrimos. Usamos conscientemente verbo “ocupar”, haciendo referencia al movimiento okupa, para proponer que tenemos que ser okupas de la globalización.
Para ello es necesario crear microproyectos que contradigan la lógica del mercado mundial neoliberal, desde una perspectiva local y con objetivos locales, desde abajo. En el ámbito local es mucho más fácil vivir valores y opciones contrarias a la globalización: la opción por los más pobres y débiles, la democracia, la solidaridad, la igualdad, el respeto a la naturaleza, la comunidad fraterna que quería Jesús...
Pero estos microproyectos locales deben enmarcarse en el macroproyecto de una sociedad alternativa. La perspectiva debe ser local y global a la vez, y las acciones deben ser locales y globales a la vez. Los objetivos deben ser globales, y han de existir redes que coordinen y multipliquen la capacidad de incidencia, por donde la información circule rápida y ágilmente.
Ya hemos participado en algunos ensayos de esta nueva manera de hacer: la campaña contra las minas antipersonales, contra la explotación infantil, contra la deuda externa, las protestas contra Seattle, Praga, etc. Es, sencillamente, globalizar la resistencia, las alternativas.
Llegados a este punto podemos sentirnos ya abrumados/as: ¡cómo si fuera tan fácil crear redes! ¡Ya es difícil intentar vivir con un poco de coherencia! Pero los cristianos y cristianas ya tenemos redes, tenemos vínculos y una estructura territorial que puede servir como base de estas redes o para aumentar su eficacia. Esta es una de las aportaciones que podemos hacer desde la Iglesia al mundo de hoy... Solo tenemos que conseguir que a través de estas redes circule una información diferente, contraria a esta globalización inhumana, que vaya creando y reconquistando espacios de autonomía. Ya tenemos las redes, los contactos, solo tenemos que transformarlos. Okuparlos, en definitiva.
La globalización ha desarrollado también “mecanismos de seguridad”, “trampas”, que funcionan de manera casi automática, porque por repetición y saturación terminamos por aceptarlos sin discusión y sin cuestionamiento. Estos mecanismos ayudan a neutralizar visiones críticas y cuestionamientos. Antes de actuar, hay que conocer estas “trampas de la globalización”.
Comenzando por el mismo nombre: “globalización”. No todo ni todos están globalizados. Solo están globalizados algunos aspectos (finanzas, informática...) y una pequeña parte de la población (los ricos de EUA, Europa y Japón y las élites del Sur). Está globalizado el comercio de manufacturas (que beneficia a los países ricos), no el de materias primas (que beneficiaría a los países pobres). Las finanzas pueden circular con total libertad y rapidez por todo el mundo, pero en cambio no está globalizada la mano de obra: las personas (especialmente si son pobres) no pueden ir a trabajar donde quieran. Solo el dinero y las manufacturas pueden ir donde quieran. Tienen más derechos que las personas.
Si realmente se hubiese producido una globalización del todo, no de una parte, la perspectiva sería necesariamente muy diferente. De los 6.000 millones de personas del mundo, 5.000 sufren porque para ellos la vida no es algo obvio, sino una lucha continua; y solo 1.000 pueden dar la vida (y toda una serie de derechos, prestaciones, bienes, etc) por supuesto. Para tener una visión global del mundo habría que mirarlo desde los 5.000 millones que sufren. Esta perspectiva global transformaría la economía, la política, etc. Bastaría imaginar cuáles serían las prioridades respecto a las inversiones, por ejemplo, o cómo cambiarían las relaciones comerciales, si se decidiesen situándose desde las mayorías que sufren.
La globalización nos divide como personas: podemos tener unos valores en el trabajo, otros en la familia, otros en el ocio, otros en las relaciones de pareja... Somos personas divididas, desestructuradas, y por tanto débiles. Es necesario rescatar la firmeza y fuerza de personas enteras, con una sola lógica, unos solos valores para todos los ámbitos de la vida.
Todo parece muy complicado, no se puede hacer nada, ni influir en nada, porque los problemas son muy grandes y muy complejos. Podemos estar comunicados por redes informáticas que conectan todos los puntos del mundo, podemos enviar todo tipo de nave al espacio para estudiar cualquier detalle de cualquier planeta, podemos conectar todas las bolsas del mundo, pero no podemos construir pozos de agua potable para todos, o acabar con el trabajo infantil...???
Aquí no hay problemas técnicos, sino opciones políticas y éticas. No nos engañemos, ni dejemos que nos engañen. Es indiscutiblemente más difícil técnicamente la carrera espacial que los pozos de agua potable, pero es una prioridad, aunque de lo primero no dependa ninguna vida humana, y de lo segundo sí. ¿Por qué será que es más “fácil y sencillo” hacer aquello que siempre beneficia a los mismos, y “complicado” aquello que beneficia a los más pobres y débiles...?
Todas estas trampas nos llevan también a la propuesta de militancias. La globalización se ha colado en nuestra vida cotidiana, en nuestro lenguaje, en el pensamiento. Muchos de los pequeños actos cotidianos que hacemos refuerzan este proceso de inhumanización que sufre nuestro mundo. Existen mecanismos, trampas que funcionan de manera automática y casi autónoma y que, si no existe cuestionamiento y lucidez, refuerzan y agravan esta lógica que querríamos combatir. Por eso es necesaria una “resistencia” y una “militancia” continua, porque con unas horas a la semana no haremos nada...
2. ¿QUÉ HACER?1. MILITANCIA ECONOMICA
La economía es el poder que domina nuestra sociedad y nuestro mundo. No es un poder nuevo, pero sí que es nuevo el modo como se estructura, como se impone, y como la lógica económica ha invadido todas las dimensiones de la vida humana y no humana.
Vivimos en un contexto de economía neoliberal globalizada. Esto significa dos cosas:
- el dominio del mercado en materia económica,
- el dominio de la economía sobre cualquier otra dimensión de la vida humana y ecológica.
Es el dominio incuestionable de la economía. Y el dominio global, lo cual significa que ya no tiene fronteras, ni geográficas, ni éticas. Llega a todos los rincones del planeta, a todas las dimensiones de la vida (política, ética, religiosa, afectiva, ecológica, genética, sanitaria, etc.) y todos y todas quedamos unidos por un único flujo económico, como único vínculo posible.
Los métodos clásicos de lucha (huelgas, manifestaciones, etc.) tienen cada vez menos aplicación en este sistema económico neoliberal donde los empresarios están muchas veces a miles de quilómetros de los consumidores/as, donde la flexibilidad laboral amenaza con el paro y el despido a todo luchador/a...
Esta situación es nueva y pide nuevas formas de lucha y resistencia que puedan resituar la economía al servicio de las personas, de la justicia y de la paz. Es necesario poner límites éticos a la economía, para que todas las otras dimensiones humanas (política, ética, religión, ecología, etc.) recuperen su espacio. En un momento en el que sólo parecen contar las razones del mercado, es necesario encontrar nuevos instrumentos económicos que transformen la economía desde dentro, para que sean prioritarias las razones de las personas.[2]
La lucha más difícil y definitiva en el ámbito económico es resistirse al consumismo. Esto, en nuestro contexto, es una revolución. En este contexto de desigualdad y de consumismo sin límite, intentar discernir qué es imprescindible y vivir con eso es una gran victoria, silenciosa, discreta, y definitiva, porque la economía, tal y como se configura actualmente, se basa en el consumo ilimitado del 20% de la población mundial. A medida que vayamos erosionando este aspecto, erosionamos la base del “dominio de la economía” que vivimos.
Esto, que parece sencillo, es extremadamente difícil, porque en todo momento y lugar estamos expuestos a la influencia de la publicidad, de la moda, del márqueting, etc., y porque lo tenemos totalmente interiorizado y asumido. Y porque no estamos hablando solo de un hecho concreto, consumir, sino de un estilo de vida y de una respuesta de sentido. El consumismo es aquello que necesita la economía capitalista neoliberal para mantener y aumentar su ritmo de crecimiento y beneficios. Y la mejor manera de asegurar el funcionamiento de este mecanismo es conseguir su “funcionamiento automático”. ¿Cómo? Haciendo que lo interioricemos, lo asumamos sin cuestionamientos ni críticas. Y así al nivel de consumo se le llama “nivel de vida”, y consumir es “bienestar”. Vivimos en una sociedad de consumo, la “única” sociedad posible, y además la mejor, porque es la sociedad del bienestar. Esto se aprende en la familia, en la escuela, en la calle, en el trabajo, TV, universidades... Y por eso resulta tan difícil cuestionar el consumo, porque consumo significa bienestar, y cuando se toca el consumo lo que se están cuestionando son las expectativas de bienestar que tienen las personas. “Consumo, luego existo”, es el primer axioma intocable del que derivan todos los demás.
Resistir al consumismo significa vivir un estilo y un sentido de la vida diferente, un contraestilo, un contrasentido. Hay que estar bien enraizado en los “contravalores” de la sencillez, la austeridad, el compartir, la justicia. Es necesaria aquella lucidez esperanzada de la cual hablamos antes para discernir qué se necesita verdaderamente y de qué se puede prescindir. Y es necesaria una cierta valentía, por dos razones: porque nos encontraremos en conflicto con valores, pautas, costumbres, personas; pero especialmente porque en el momento en que dejemos esta respuesta de sentido, el consumismo, dejaremos “espacio” para interpelaciones, dudas, interrogantes. Cuando sacamos los objetos que nos ahogan nos encontraremos personas, primero a nosotros mismos, y después a los demás. Y las personas somos más complicadas que los objetos, damos más “problemas”, pero también satisfacciones más profundas y sinceras.
Puede resultar de ayuda anotar, durante uno o dos meses nuestros gastos. Quizás ni siquiera somos conscientes de las cantidades que gastamos. Apuntémoslo. Contrastarlo, comentarlo en familia, o en otros grupos de los que podamos formar parte puede ayudarnos a ver con mayor lucidez, a compartir y difundir maneras alternativas de satisfacer necesidades, a aprovechar objetos, a intercambiar servicios, etc.
Seguramente son muchas las cosas que no nos hacen falta, de las cuales podemos prescindir, o bien quizás descubrimos necesidades que podemos satisfacer de otras maneras. Reparar, aprovechar, reciclar, en esta cultura en la cual todo es de usar y tirar también es una forma de resistencia. No todo tiene que ser siempre nuevo: regalar, prestar, aprovechar, reutilizar, inventar, intercambiar.
El comercio justo y la economía social son ámbitos donde podemos satisfacer necesidades desde unos planteamientos donde la economía está al servicio de la persona y no la persona al servicio de la economía. Productos de alimentación, textil, artesanía, o servicios diversos, como recogida de ropa, fontanería, albañilería, etc., se pueden satisfacer en este sector.
El comercio justo parte de la premisa de que una de las causas de la pobreza de los países del Sur son unas relaciones comerciales tremendamente injustas, herencia de la estructura industrial y comercial impuesta por las metrópolis en los procesos de colonización. Así pues, unas relaciones comerciales basadas en relaciones más justas, igualitarias, y respetuosas pueden ser transformadoras y dignificadoras.
El principio fundamental del comercio justo es garantizar a los productores del sur una compensación justa por su trabajo. Para hacerlo posible, el comercio justo adquiere directamente los productos a los campesinos/as y artesanos/as del Sur, de manera que se eliminan los intermediarios y la especulación. De esta manera se aseguran mayores ingresos a los productores, y una retribución justa por su trabajo.
Existe un gran número de tiendas y puntos de venta de productos del comercio justo en Europa y en España. Son muchas las ONGs donde podemos informarnos y adquirir estos productos, así como existen también numerosas publicaciones sobre este tema, a las cuales nos remitimos.[3]
La economía social está formada por empresas, entidades mercantiles que venden bienes o servicios al mercado, e intentan ser rentables y competitivas. Pero tienen una finalidad social, ya que no buscan como primer objetivo el beneficio de los propietarios o accionistas, sino objetivos sociales: creación de puestos de trabajo, facilitar el acceso al mercado laboral, etc.
Se parte de la premisa de que el trabajo es el mejor medio para conseguir la inserción social de personas que sufren exclusión por diferentes razones. Se combina la parte formativa, con el apoyo personal y social, y la práctica laboral.
Las empresas de inserción ofrecen la posibilidad de ocupar un puesto de trabajo temporalmente, hasta que las personas están en condiciones de acceder al mercado laboral, mientras se van trabajando aquellos aspectos que se consideran necesarios.
Los centros especiales de trabajo tienen en cambio una orientación finalista: ofrecen puestos de trabajo permanentes a personas, normalmente discapacitadas, que de esta manera pueden acceder al trabajo, como un elemento dignificador y normalizador.
Las cooperativas de trabajo asociado son también un tipo de organización empresarial que apuesta por la participación y la corresponsabilidad de las personas que la forman. La desvirtuación que en la práctica sufren algunas de ellas, no les resta su valor como propuesta económica de coparticipación.
Existe también toda una serie de empresas y entidades mercantiles, que sin estar específicamente orientadas a colectivos de personas que sufren marginación, apuestan por valores alternativos como la participación, la ecología, la solidaridad, etc: asociaciones de consumidores, servicios de reparto en bicicleta, agricultura biológica, fuentes de energía alternativas, etc. Son apuestas por valores y mecanismos de gestión alternativos muy sugerentes, pero forman un grupo muy amplio y heterogéneo donde se pueden encontrar propuestas muy interesantes, junto a otras mucho más oscuras y poco definidas.
Este sector, especialmente las empresas o entidades que incorporan personas que sufren procesos de marginación, no cuentan con un marco legal que las defina y regule, y que les asegure el apoyo institucional, así como ayudas económicas, que necesitan para llevar a cabo su labor. Estas empresas ocupan a personas con una productividad más baja que es necesario compensar con ayudas, reducción de costes, tratamiento fiscal especial, etc en la medida en que desarrollan una función social muy importante (que siempre será más dignificadora, y más barata incluso, que ayudas pasivas a estos colectivos). Otra dificultad añadida es la de la financiación, que resulta muy difícil en las condiciones actuales del mercado financiero. Es aquí donde pueden jugar un papel determinante el ahorro y las inversiones alternativas, de los que hablaremos en el próximo apartado.
Solo un aviso: no sirve de nada, o de muy poco, cambiar el tipo de objetos o servicios que consumimos, si no cambiamos nuestras pautas de consumo. El problema no es tanto que consumamos un café u otro, sino que consumimos diez, veinte, treinta veces más de lo que nos tocaría en un reparto igualitario de los recursos del planeta... No se trata de cambiar los productos que consumimos, pero consumiendo lo mismo, sino nuestro estilo de vida. Consumir menos para compartir más, para que otros puedan vivir más dignamente. La apuesta por la austeridad solidaria, que incluya además estas opciones económicas alternativas es la que es radicalmente transformadora. Si no, tan sólo caeremos en un “esnobismo solidario”, que puede dar muy buena imagen, pero que no cambia nada.
El dinero y los ahorros que depositamos en los bancos y cajas no siempre se destina a inversiones con las cuales estaríamos de acuerdo: empresas contaminantes, que contratan mano de obra infantil o adulta explotada, industrias de armamento... No tenemos ningún tipo de control sobre el destino de nuestro dinero. Por otra parte, el sector de la economía social tiene un grave problema: falta de capital inicial. Ninguna entidad bancaria está dispuesta a dar préstamos a estas iniciativas, o lo hacen con unas condiciones inasumibles para estas entidades.
La financiación ética y solidaria entiende la economía al servicio de las personas, utilizando los instrumentos tradicionales de financiación (bancos, cajas de ahorro, cooperativas de crédito, fondos de inversión, etc) en coherencia con los propios valores éticos. De esta manera se asegura también el derecho de los inversores a saber dónde las entidades financieras invierten sus ahorros, así como la posibilidad de escoger inversiones con contenido social y ecológico.
En Europa y E.U.A. existe, desde hace varias décadas, un gran número de experiencias de este tipo: bancos éticos, fondos de inversión, etc. En el estado español no existe todavía ningún banco ético, aunque si algunas propuestas interesantes.
FETS es una asociación, constituida en el verano de 1999, con el fin de promover la financiación ética y solidaria en Cataluña. Entre sus finalidades están tanto el promover el ahorro y las inversiones éticas y solidarias, como la reflexión, la investigación y difusión sobre estas cuestiones.
Algunas iniciativas que trabajan en esta línea son:
COOP 57 es una cooperativa catalana de servicios financieros a las cooperativas a partir de principios éticos.
OIKOCREDIT, entidad financiera que destina la totalidad de sus fondos a financiar microcréditos para proyectos de desarrollo en los países pobres del Sur.
ACCIÓ SOLIDÀRIA CONTRA L’ATUR es una fundación que concede microcréditos a personas que viven en situaciones precarias y que presentan un proyecto de autoempleo viable.
Los FONDOS ÉTICOS FIM están promovidos por Intermón y gestionados por AB Asesores, y se trata de un fondo mixto de renta que tiene en cuentra criterios éticos para valorar las empresas en las que se invierte.
El boicot en una campaña social organizada entre los consumidores y consumidoras que deciden no comprar, temporalmente, uno o más productos de ciertas empresas, con el objetivo de que la reducción del volumen de ventas obligue a la empresa a aceptar las propuestas de los consumidores, que generalmente giran en torno a demandas éticas, sociales, ecológicas. La decisión de no comprar ha de ir acompañada de una carta, u otra acción informativa, que haga llegar a la empresa el motivo y las razones del boicot.
Esta propuesta está dentro de la lógica del mercado y el beneficio, ya que presiona a las empresas en aquello que es su primer objetivo: vender. Utilizando esta lógica se puede presionar para que las empresas se sometan a los principios éticos que a menudo desprecian buscando el máximo beneficio.
El boicot a Nestlé a causa de la promoción de la leche artificial en los países africanos, a Levi’s o a Nike para eliminar el trabajo infantil son algunos de los más conocidos.
Requiere, por parte de la organización que lo propone, una gran capacidad de resistencia: las empresas a las que se quiere boicotear, generalmente grandes empresas, disponen de equipos de asesoramiento fuertes y hábiles, y no tienen dificultades en iniciar costosos y desgastadores procesos legales que no todas las ONGs o entidades pueden soportar.
Una segunda dificultad de esta propuesta es la falta de conciencia de los consumidores y consumidoras sobre su propia fuerza. La idea, errónea, de que es necesaria una cantidad inmensa de personas que boicoteen ese producto, hace que se llegue a la conclusión de que no vale la pena participar, porque una acción individual no aportará nada. Es falso. Ni siquiera es necesario que desciendan las ventas para que una empresa se cuestione su política empresarial y ceda a las presiones de los consumidores. Basta con que los beneficios, o el incremento de las ventas sea menor del previsto.
Cuando los boicots puedan tener repercusiones en países del Sur es imprescindible incluir en su diseño la opinión de los sectores afectados en los países más pobres, que probablemente serán los más débiles de todos los involucrados en el boicot, y los que sufrirán sus consecuencias de manera directa. Esto, desde ese eurocentrismo nuestro tan interiorizado y tan difícil de superar, no siempre se ha hecho.
Además de las dificultades que pueda suponer la organización de un boicot, en el estado español no existe un fácil acceso a información sobre los boicots que ya se están llevando a cabo en Europa y Estados Unidos, donde estas acciones tienen una mayor tradición. Puesto que la mayor parte de las empresas son multinacionales, no sería muy difícil colaborar en los boicots que ya están en marcha. He aquí un reto para ONGs y asociaciones de consumidores que podrían colaborar en informar y difundir estas acciones, para que superando las fronteras estatales, tengan una mayor repercusión.
Las campañas son acciones que se basan en el poder de la palabra y de la denuncia. Tienen como objetivo informar sobre diferentes cuestiones éticas para, de esa manera, sensibilizar y provocar cambios en las opiniones, comportamientos y actitudes de personas, empresas o instituciones. Puede ir asociada a otras iniciativas, siempre no violentas, como manifestaciones, reuniones, cadenas humanas, sentadas, fiestas, recogida de firmas, ayunos, etc.
Señalaremos algunas de las campañas, que hacen referencia a aspectos económicos, que se están llevando a cabo actualmente.
Ropa limpia
Esta campaña está coordinada en el estado español por SETEM. Su objetivo es concienciar a los consumidores/as sobre las condiciones de explotación de millones de trabajadores/as del sector textil, y reclamar que las empresas textiles y de material deportivo que confeccionan sus productos en el Sur respeten los derechos humanos y laborales de los trabajadores/as de estos países.
La campaña promueve un comercio basado en el respeto a la persona, un consumo crítico e informado y la adopción por parte de las empresas de códigos de conducta con medidas de control efectivas y avalados por instituciones independientes.
Deuda externa, deuda eterna
Promovida por Caritas, Justicia y Paz, Manos Unidas, y muchas otras ONGs y entidades, pretende informar, sensibilizar y movilizar a la opinión pública sobre el grave problema de la deuda externa, para que presione a los gobiernos con el objetivo de conseguir liberar de la carga de la deuda externa a más de mil millones de personas en todo el mundo. La Campaña tiene un carácter mundial y se propone conseguir la condonación de deudas impagables de los países más pobres de la Tierra.
¿Alimentos manipulados genéticamente? No, gracias
Esta campaña tiene como objetivo sensibilizar sobre los peligros de los alimentos transgénicos, y en general contra las patentes sobre la vida, los riesgos de la introducción de organismos modificados genéticamente en la naturaleza, y la necesidad del control social de las tecnologías genéticas. Está impulsada por entidades ecologistas, sindicatos, organizaciones de consumidores y ONGs.
Educación ahora
Se calcula que son 125 millones los niños y niñas del mundo que no pueden ir a la escuela. Además, uno de cada cuatro adultos son analfabetos, de los cuales las mujeres son el 70%. La educación es uno de los medios fundamentales para salir de la pobreza. En 1995 los gobiernos del mundo se comprometieron a garantizar la educación primaria universal antes del 2.015, pero hasta ahora no han tomado las medida necesarias. El objetivo de esta campaña de Intermón y Oxfam Internacional es presionar a los gobiernos para que cumplan este compromiso.
Tasa Tobin
James Tobin, premio Nobel de Economía, formuló en 1972 una propuesta muy concreta: fijar un pequeño impuesto a todas las transacciones monetarias que se produjeran, para reducir sus fluctuaciones y permitir a los gobiernos recuperar autonomía en política macroeconómica. Fue rechazada.
ATTAC -Asociación por una Tasación a las Transacciones Financieras para Ayuda a los Ciudadanos- nace en Francia en 1988 como respuesta a una propuesta de Ignacio Ramonet en la publicación “Le Monde Diplomatique”, y actualmente se extiende por todo el mundo y coordina la campaña en defensa de la Tasa Tobin, que se propone como un instrumento válido para luchar contra la especulación financiera que beneficia a unos pocos y no genera riqueza para todos.
Patentes, ¿a qué precio?
La legislación actual asegura los derechos exclusivos de comercialización durante 20 años a los propietarios de las patentes de productos farmaceúticos, por lo cual no se pueden producir productos genéricos de medicinas patentadas. Estas medidas protegen los intereses económicos de las grandes empreses farmaceúticas, y convierten en inaccesibles medicinas esenciales para los más pobres. Esta campaña defiende un cambio en la legislación y en las prácticas de las multinacionales farmaceúticas que evite que los intereses de las grandes industrias farmaceúticas se antepongan a la vida de las personas.
Vivimos una época de desprestigio de la política y de desencanto respecto la participación política. La crisis de los partidos como instrumentos de la democracia se ha añadido a la crisis de la democracia[4].
Han caído los grandes modelos de sentido, las grandes teorías ideológicas, y nos hemos quedado solos ante el pragmatismo, el utilitarismo y la eficacia (valores económicos). Aparecen nuevas respuestas de sentido, a menudo superficiales, parciales, contradictorias, y egocéntricas.
Esta fragmentación y contradicción provoca que la vinculación social quede reducida a lazos económicos (producción y consumo): esto provoca individualismo, debilitamiento de la sociedad, y que la defensa de intereses comunes se limite a la defensa de intereses corporativos, a menudo vinculados a la defensa del propio bienestar, situación privilegiada, etc.
Una segunda consecuencia de la fragmentación y la contradicción sería la fuerte división y contraposición entre público y privado: el individuo se cierra en la esfera privada de la familia, el trabajo y el consumo. Desde esta postura, se priorizan los valores “materialistas “ individuales, y desaparecen los conceptos de bien común, moral pública, etc. Este marco posibilita también fuertes contradicciones personales: se puede ser un empresario agresivo y cruel y un tierno padre de familia a la vez, porque son dos ámbitos diferentes (aunque los viva la misma persona).
A todo esto se ha de añadir el protagonismo que han alcanzado los medios de comunicación de masas (MCM), la economía, y la ciencia en la dimensión socio-política. Los MCM, víctimas de la necesidad de dinero, saturan de noticias seleccionadas con una orientación difícilmente neutra, a los ciudadanos y ciudadanas. La función formadora que han tenido partidos, sindicatos, escuela, familia, etc, ha quedado asumida por los MCM, que configuran un tipo de persona saturada y acrítica.
Vivimos el dominio global de la economía, y también, y muy vinculado a éste, porque se refuerzan mutuamente, vivimos el dominio de la ciencia y la tecnología, y de su lógica. Es un dominio mucho más interiorizado que el de la economía por que forma parte de nuestro substrato cultural e ideológico. Junto a la lógica económica nos domina cada vez más, de una manera más silenciosa y discreta, la tecnología.
Nuestra sociedad parece “adolescente”: fragmentada, contradictoria, sin compromisos, a la búsqueda de resultados inmediatos, sin visión a medio y largo plazo...
Es necesario revitalizar la participación en partidos políticos y sindicatos, desde el conocimiento de sus limitaciones y incongruencias, pero desde la convicción de que es imprescindible su transformación desde su interior. Los partidos y sindicatos han sido tradicionalmente los instrumentos privilegiados de participación política. Sus funciones eran vehicular las demandas de la sociedad hacia el poder, y la formación política de afiliados y simpatizantes. Hoy, la bajísima afiliación hace que no tengan una base social significativa, y el dominio de los medios de comunicación de masas hace que sean éstos los que asuman la función de formación política (o desinformación, o manipulación).
La profesionalización de la política, las remuneraciones y privilegios de los altos cargos políticos, hacen que éstos no tengan ningún estímulo para abandonar la política, sino más bien para perpetuarse. La dificultad de muchos de ellos para reincorporarse a su profesión hace que se refuerce esta situación. Situación que por otro lado repercute en el desprestigio y la desconfianza de unos votantes que sienten rabia e impotencia ante unos políticos que perciben como corruptos y aprovechados, pero de los que saben que no pueden prescindir, porque son el único mecanismo, el menos malo, de que disponemos para organizar la vida social.
Una propuesta para revitalizar la participación en los partidos es la de la realización de “elecciones primarias”, pero se olvidó tan rápidamente como se propuso, en el momento en que las cúpulas de los partidos se dieron cuenta de que significaba una pérdida de control sobre la base. Desprofesionalizar la política o reducir los beneficios que se obtienen de la actividad política, de tal manera que fuese más beneficioso trabajar en la propia profesión que en la política, sería otra alternativa. Difícil en la medida en que los políticos no parecen muy dispuestos a reducir sus prerrogativas, pero no necesariamente imposible.
Son necesarias personas que desde la fe cristiana y unos valores diferentes quieran entrar en los partidos políticos y sindicatos y transformarlos desde dentro. Personas vocacionadas que estén dispuestas a impregnar la vida política de valores y principios éticos que devuelvan a la política su prestigio, desde la gratuidad y la prioridad del bien común sobre el propio. Es una tarea difícil, ya que una vez dentro de los partidos y sindicatos las tentaciones y dificultades serán muchas. Una comunidad o grupo que apoye y ayude a discernir son imprescindibles para estas personas.
Es necesario replantearse la abstención electoral. Votar es un derecho, no una obligación, y existen personas que renuncian al ejercicio de ese derecho para manifestar actitudes de desacuerdo, bien sea respecto al sistema político o a los partidos. Es una actitud pensada y reflexionada que manifiesta una postura política. También exite la posibilidad de expresar nuestro desacuerdo mediante el voto en blanco, con el que no renunciamos a ejercer este derecho.
En cambio, es preocupante la abstención cuando es consecuencia de la indiferencia y la superficialidad. Es importante tomar conciencia de la importancia de las decisiones que se toman desde las instituciones políticas, y de que estas nos afectan directamente a todos y todas. Nuestra pasividad ante las decisiones políticas es la que permite decisiones y gestos que después criticamos y ponemos como excusa para no participar políticamente.
No sólo es importante votar, sino también leerse los programas electorales, hablar con los candidatos/as, hacerles llegar nuestras inquietudes y demandas, y sobre todo, exigir el cumplimiento de los programas. No es suficiente con no votarles en las próximas elecciones: hay que hacerles llegar los motivos de nuestro descontento. Estos políticos que nos desagradan y de los cuales desconfiamos se aprovechan de nuestra indiferencia y pasividad. Si les reclamásemos y exigiésemos se verían obligados a responder a las prioridades de los votantes, ya que al fin y al cabo son nuestros representantes y dependen de nuestro voto.
También es importante la revitalización del tejido asociativo participando en asociaciones, promoviéndolas, financiándolas. Las asociaciones son también un instrumento clásico de participación política que ha perdido mucha fuerza respecto a épocas pasadas. En la época franquista fueron importantes instrumentos de movilización política y lucha. Después se fueron apagando en beneficio de los partidos y de una cierta paz social (o quizás pasividad) que parecía necesaria para poder asentar la naciente democracia. No se supo, o no se quiso, aprovechar su fuerza e implantación y las asociaciones perdieron su protagonismo y fuerza social.
Sería necesario revitalizar las asociaciones, de todo tipo, de tal manera que recuperaran su protagonismo e implantación social, como una manera de superar el feroz individualismo y el mercantilismo en las relaciones sociales.
Podemos empezar informándonos y conociendo las asociaciones que trabajan en nuestro pueblo, ciudad o barrio, y por qué no, animarnos a colaborar en algunas de ellas, cuyos objetivos y finalidades nos interesen. Quizás ya formamos parte de alguna asociación (de madres y padres de alumnos, de estudiantes, deportivas, etc.) pero no participamos de manera activa. Hacerlo podría ser una buena manera de empezar.
Las ONG se están configurando como nuevos actores socio-políticos determinantes. Hasta no hace mucho eran los estados los que más peso tenían en el espacio internacional. Hoy son las instituciones financieras internacionales (FMI, BM, OMC, etc.) y las empresas multinacionales las que tienen ese peso. Sólo las grandes ONGs parecen capaces de contrarrestar esa influencia y de incluir temas de derechos humanos, justicia, etc. en la agenda internacional.
Pero hay que separar el trigo de la paja. Después del “boom” de las ONG que hemos vivido, sería deseable que se produjese una segunda etapa de madurez, de lucidez, de clarividencia, que permita a las ONG librarse de superficialidades, de manipulaciones mercantilistas y políticas, que clarifique quién es quién en este sector, que las libere de dependencias.
La superficialidad domina en los planteamientos y definición de los problemas de algunas ONGs, que no son capaces de ver los mecanismos económicos, políticos y sociales que provocan las realidades con las que se enfrentan. Esta miopía en la definición de los problemas se traduce en superficialidad a la hora de definir actuaciones y soluciones, a veces eurocéntricas, a veces ineficaces. Comporta también una visión equivocada del voluntariado y de la solidaridad. Es aquello que hago unas horas a la semana, durante una época de mi vida, porque tengo tiempo, porque necesito currículum, para ligar, etc. Pero no cambia mi vida en nada, ni mi manera de ver el mundo, de relacionarme. El contacto con otras realidades no me provoca preguntas, ni me hace crecer, ni cambiar nada. Lo que hago es una anécdota en mi vida, no forma parte de un proyecto de vida, y lo dejaré cuando ya no me vaya bien hacerlo. [5]
Las ONG pueden ser actores decisivos en el espacio socio-político, o pueden contribuir a esta falsa “solidaridad” que adormece conciencias y evita todo compromiso serio y transformador. Todo depende de cómo se plantee la participación y el compromiso dentro de ellas.
De todas maneras, el balance es necesariamente positivo. Su papel internacional es cada vez más decisivo: son actores internacionales importantes, con capacidad para influir en la agenda política internacional y crear opinión política alternativa.
Seattle y Praga han significado el principio de una nueva manera de hacer llegar a los poderosos del mundo el descontento y la rabia ante tanto dolor y tanta injusticia. Una nueva manera de hacer que ya planteamos en la primera parte, y que tiene su razón de ser en la transformación del ejercicio del poder.
Esta nueva manera de hacer plantea la creación de nuevas redes alternativas y nuevos vínculos de complicidad entre los que queremos huir del dominio de la economía, el desencanto de la política y la pasividad. Nuevas relaciones más dinámicas y ágiles, dispuestas a la colaboración y a la difusión de tantas propuestas que forman parte de un mismo macroproyecto de justicia y respeto, que puede concretarse de maneras muy diferentes en el ámbito local.
Así es necesario participar en las plataformas, los movimientos internacionales, las campañas que nos sea posible, para fortalecer y aumentar estas redes alternativas, para globalizar también las resistencias. No debemos olvidarnos de los pueblos de Sur, que muchas veces no son tenidos en cuenta, aunque muchas de las propuestas y causas por las que se trabaja les repercuten directamente.
Todo acto educador es potencialmente transformador porque puede romper el destino de los educandos, pero para que esto suceda es necesario crear en las escuelas cauces y condiciones de participación, cercanía y libertad. Hay apuestas educativas que merecen tener espacio en el mapa escolar, por la capacidad de apertura y hasta riesgo, por el seguimiento personalizado de los alumnos, por el compromiso contra la injusticia y la lucha a favor de la solidaridad.
Desgraciadamente, hay también otras experiencias educativas que potencian la sumisión y pasividad de los alumnos y alumnas, con esquemas jerárquicos, autoritarios, con decisiones que no se consultan ni se contestan... El miedo, la opción por la eficacia frente a la participación, o la costumbre hacen que en algunos centros educativos (bien sean escuelas, “esplais”, “casals”, ludotecas, etc.) se formen personas pasivas y acríticas.
Un centro participativo da más “trabajo”: se acaba antes con una imposición “porque sí”, o “porque lo digo yo”, pero es mucho más pobre. Faltan en estos casos mecanismos de participación de los alumnos y alumnas, en algo que les repercute tan directamente como es su propia educación y formación. Esta falta de mecanismos puede también sufrirse por parte de los padres y madres, del claustro docente, o los monitores/as.
Los consejos escolares, las asociaciones de padres y madres de alumnos, el claustro, las reuniones de monitores, etc, son espacios existentes que podrían servir para profundizar la participación y el diálogo de todos los implicados en la educación, y habría que potenciarlos desde la escuela.
Hay que inventar en los centros educativos medios y condiciones para una mayor creatividad, para una verdadera participación de los niños y niñas, aunque sean muchas las dificultades que se añaden a la apasionante y ya difícil tarea de educar. Todo educador sabe el largo camino recorrido y el que queda por andar...
La escuela debe incorporar en sus programaciones la educación para la salud, la paz, la diversidad, la solidaridad, la prevención de drogodependencias, la educación vial, etc. Y además debe transmitir unos determinados contenidos educativos, e instrumentos y procedimientos para el estudio. A veces este equilibrio entre conocimientos y actitudes no le resulta fácil de vivir, pero es función de la escuela abrir puertas y romper los muros separadores.
Hay familias comprometidas por el destino de sus hijos, pero otras han descargado en la escuela y en los medios de comunicación (la televisión y los videojuegos) la educación de sus hijos e hijas, a veces porque el mercado laboral no deja otra opción, a veces por el simple afán de tener más, o por comodidad. Las familias deben recuperar la responsabilidad de educar en los valores esenciales para la vida: respeto, solidaridad, paz, etc.
Podríamos preguntarnos, en foros de padres y educadores: ¿en qué valores se educa? ¿Las escuelas y los centros de tiempo libre (“esplais”, ludotecas, campamentos, etc.) educan en valores alternativos, o en el consumo de actividades? ¿Qué tiene prioridad en la educación, la creatividad o el consumo para pasar el rato?
La importancia de las entidades que se dedican a la educación del tiempo libre es muy significativa. En una sociedad donde el tiempo libre se dedica a ver la televisión y a consumir, educar para ocupar ese tiempo de una manera más fecunda y comunitaria es un gran reto, como señalamos a continuación.
El tiempo de ocio también se ha dejado impregnar por los valores de la economía: la actividad lúdica principal de muchas personas y familias es comprar. Para comprobarlo sólo hay que visitar una gran superficie un sábado por la tarde. Consumir ya no es una necesidad, sino un tipo de ocio con unas características muy concretas. Individualista, porque lo realizan personas solas o, como mucho, familias, donde no se establece ningún vínculo social que supere las fronteras de la unidad familiar. Es pasivo, porque no requiere de ningún esfuerzo o actividad por nuestra parte. Es estéril, porque no desarrolla ninguna capacidad personal o comunitaria ni crea nada. Inmediato, porque la satisfacción es automática.
Otras alternativas al ocio, que tienen estas mismas características son los parques temáticos: individualistas, pasivos, estériles e inmediatos. Aunque tienen también “ventajas” añadidas (además de ser grandes negocios): los parques temáticos son también maneras de vivir “virtualmente”. En un futuro no muy lejano nos tendremos que enfrentar a una generación que habrá vivido, y vivirá más “virtualmente” que realmente (si es que “vivir virtualmente” es vivir). Habrá visto, oído y experimentado las cosas más lejanas y emocionantes, pero de manera “virtual”, es decir, irreal, programada, predecidida y manipulada. No tendrán referencias de la realidad, ni siquiera de la más cercana. Cuando se vive en “mundos virtuales” sólo se ve lo que te dejan ver, y se pierde la visión de la realidad, los problemas, las incoherencias, las desigualdades... y si no se tiene visión de la realidad, difícilmente se tienen una visión crítica de la realidad.
Es necesario resistirse a estas formas de ocio tan poco humanas –deshumanizadoras- y rescatar otro tipo de actividades y actitudes ante el tiempo libre: creativas, comunitarias, sencillas, activas, fecundas, tanto desde la familia, como desde las escuelas, los centros de tiempo libre, etc.
La opción por la no-violencia y la construcción de una cultura de la paz tiene una dimensión social y política, y también una importante dimensión personal. Existen muchas instituciones, asociaciones y ONGs que trabajan desde los planteamientos pacifistas, el no militarismo, la resolución no violenta de los conflictos, y que realizan reflexiones, acciones, campañas (señalamos algunas a continuación), etc.
Vivimos en un mundo donde la violencia es el principal mecanismo de resolución de cualquier conflicto. Esto no es ninguna novedad. Desde siempre se ha preferido la violencia porque termina con las controversias (o con el contrario) de una manera más rápida, aunque no las resuelva y los problemas continúen. Quizás lo que sí es nuevo es la capacidad de destrucción de la violencia de nuestros días, vinculada al desarrollo tecnológico y científico, que ha multiplicado la capacidad de herir y matar.
Es necesario controlar y limitar esta desorbitada capacidad de hacer daño. Amnistía Internacional, Greenpeace, Intermón y Médicos sin Fronteras promueven varias campañas con relación al desarme. Es necesario potenciar mecanismos e instituciones que trabajen por la resolución pacífica de los conflictos sociales y políticos. Y aquí no nos referimos solamente a Naciones Unidas, por ejemplo, sino también a otras cuestiones mucho más asequibles a nosotros, como la solución pacífica a los conflictos que se puedan producir con nuestros vecinos/as, compañeros/as de trabajo, familiares.
Trabajar por una cultura de la paz supone también un importante compromiso personal. ¿Cómo resolvemos nuestros conflictos? Puede ser un ejercicio interesante observar y analizar nuestros hábitos, y los de las personas que nos rodean, para analizar cuales son los mecanismos que utilizamos para resolver los conflictos. No olvidemos que la violencia tiene muchas formas, y puede ser física, pero también verbal (gritos, insultos), emocional (chantajes, reproches, manipulaciones), económica (explotación laboral, extorsión, fraude), etc.
Señalamos algunas de las campañas que se están llevando a cabo con relación al desarme, así como la objeción fiscal a los gastos militares.
El comercio de armamentos es una actividad que funciona al amparo del secretismo, indispensable para realizar operaciones que serían mal vistas por la opinión pública o que incluso puedan estar prohibidas por la legislación del país exportador.
En España, las exportaciones de armas tienen que estar aprobadas por una Junta Interministerial en la que están representados diferentes ministerios, y cuyas actas son secretas. Ni tan sólo los parlamentarios tienen acceso directo a ellas; es, por tanto, un asunto que está al margen de cualquier control político, y, por supuesto, popular.
El objetivo de esta campaña es conseguir una mayor transparencia sobre el comercio de armamentos.
Eliminemos las minas
Hoy día existen más de 110 millones de minas dispuestas a explotar en más de 64 países. Estas hipotecan el futuro de muchos de estos países al estar colocadas sobre todo en centros de abastecimiento, en centros de cultivo y producción, en vías de comunicación. Son siempre los más débiles, especialmente los niños y niñas, los que sufren sus consecuencias.
Por ello, desde diciembre de 1994 se trabaja en esta campaña para la total y absoluta erradicación de las Minas Antipersonal, campaña que logró el Premio Nóbel de la Paz en 1997.
La campaña para el control de las armas ligeras, tiene como objetivo conseguir un mayor control sobre el comercio y el uso de estas armas, evitando su tráfico ilegal, aumentando la transparencia de las transacciones, y reduciendo su demanda.
Se calcula que en el mundo existen unos 500 millones de armas ligeras, en manos de guerrilleros, mafias, paramilitares, delincuentes, etc, además de los millones de armas de los cuerpos policiales y de seguridad. Estas armas las producen unos 70 estados que guardan un gran secretismo sobre su producción y venta. La proliferación de armas en manos de diferentes grupos aumenta las posibilidades de que se usen en caso de conflicto y enfrentamiento.
La objeción fiscal a los gastos militares es un movimiento de desobediencia civil que supone negarse a colaborar económicamente en los gastos militares del estado español, y a cumplir las leyes que nos obligan a contribuir, mediante los impuestos, en dichos gastos.
El sistema militar consume una gran cantidad de recursos: sin necesidad de utilizar armamento ya produce grandes desastres y sufrimientos al desviar recursos que podrían cubrir necesidades sociales no atendidas. En el estado español el presupuesto de 1998 del Ministerio de Defensa, más otras partidas relacionadas con asuntos militares, ascendía a 1,8 billones de pesetas. Son muchas las cosas que podrían financiarse con esta cantidad.
Concretamente, la objeción fiscal consiste en desviar del impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas el porcentaje que corresponde al ministerio de Defensa de acuerdo con los presupuestos del Estado del aquel año, o bien una cantidad fija. Esta cantidad se desvía hacia finalidades socialmente útiles: se ingresa en la cuenta de algún proyecto alternativo, y se incluye el resguardo de dicho ingreso y una carta explicativa con el resto de papeles de la declaración de renta.
No supone pagar menos impuestos, ya que se paga exactamente lo mismo, pero se ejerce el derecho a negarse a colaborar al mantenimiento del aparato militar, y se opta por entregar directamente ese importe a otra causa o proyecto alternativo. [6]
Los medios de comunicación de masas (MCM) se constituyen como uno de los grandes poderes de nuestro tiempo. Es imprescindible aprender a resistir su influencia por cuanto es razonable sospechar de la neutralidad de casi todos ellos. Pero somos “analfabetos” del lenguaje mediático que domina nuestras vidas, las noticias (que crean opinión), la publicidad, el entretenimiento (que crea valores), etc. Necesitamos “escuelas” para aprender este lenguaje, y “mapas” para orientarnos en la oscuridad de los mass-media, formación que nos permita entender qué estamos leyendo y viendo, porque sospechamos que las intenciones de los medios son difícilmente neutras.
Mientras no sepamos cómo conseguir esta formación, o no podamos, sólo podemos plantearnos la abstinencia, para desintoxicarnos, y consultar medios de comunicación y formación alternativos, para conocer otros criterios y puntos de vista.
La abstinencia supone primero aprender a apagar y encender el televisor y el resto de pantallas que pueda haber en casa (videos, videojuegos, videoconsolas, internet, etc.). No es imprescindible que siempre esté encendida la televisión como ruido de fondo, quizás se puede sustituir por música, radio, o por nada. Quizás valga la pena negociar en familia momentos donde no haya ninguna pantalla encendida, y proponer otras maneras de compartir el tiempo de ocio. [7]
El hacer uso de medios de información alternativos puede ayudarnos, aunque sea de manera autodidacta, a aprender ese lenguaje mediático. En la programación de televisión podemos encontrar programas informativos y documentales donde se plantean cuestiones sociales, políticas y económicas de interés. Muchas de las publicaciones de ONGs, asociaciones y otras entidades con orientación social pueden ayudarnos también a conocer otras realidades y otros enfoques. [8]
Cualquiera de las propuestas concretas que presentamos es potencialmente transformadora de la realidad, pero ninguna de ellas está exenta de críticas ni de limitaciones. No pretendemos afirmar, desde un purismo imposible, que son perfectas. Pero que no sean perfectas no significa que no sean útiles, porque a pesar de ello nos permiten avanzar en esta propuesta de una solidaridad disidente. Decía de sí misma la Iglesia primitiva: “si decimos que no tenemos pecado, mentimos”[9]. El problema no está tanto ahí, como en si se lucha o no por cosas que son más evangélicas y más conformes con el Reino de Dios que las realidades actuales.
Estos problemas, estas limitaciones o incluso incoherencias, pueden ser vistas como barreras insuperables, o como pistas que señalan las posibilidades de mejorar y profundizar. La realidad es compleja, y raramente perfecta, lo cual no nos desanima, sino que nos obliga a aprender, a reflexionar, a enriquecernos mutuamente trabajando juntos desde la pluralidad. Estas limitaciones pueden ser barrera o reto.
Como señalamos al principio, las palabras no son nada hasta que no se hacen vida. Estas palabras son propuestas de vida, de una vida plena y humana a la que humilde y esperanzadamente aspiramos. Son invitación a caminar, a experimentar, y a reflexionar.
Son una invitación a VIVIR, porque la vida es al fin y al cabo lo que cuenta: la vida que vivimos, la que compartimos, la que multiplicamos.
Y como la vida, estas propuestas no se agotan aquí, ni pretendemos haberlo dicho todo: es mucho más lo que nos queda por conocer, por aprender y por inventar.
Un aviso final: la crítica, la militancia, la transformación, no tienen sentido sino se viven desde el amor, la ternura, y el buen humor. No podemos militar de cualquier manera, sino que tenemos que hacerlo desde un estilo muy concreto. No de cualquier manera y a cualquier precio. El fin no justifica ningún medio. Los medios han de ser coherentes con el fin, que es la vida plena de todos los humanos. Militar y resistir sí, pero con buen humor, ternura, esperanza y un amor fiel y profundo.
[1] Cuando escribimos, siempre llega un momento en que nos hemos de enfrentar al problema del género. Usar solamente el masculino, irrita, con razón a las mujeres, que no nos sentimos representadas por un lenguaje que se refiere solo a media humanidad. Utilizar la opción de “un/a”, se hace tremendamente pesado. Y no siempre es posible encontrar palabras neutras que nos incluyan a todos y a todas. Es un problema de difícil solución donde es necesario hacer compatible el lenguaje inclusivo con una cierta fluidez del texto.
Ante este problema hemos optado por utilizar todas las posibilidades: cuando es posible, usaremos palabras inclusivas y neutras; cuando nos interese llamar la atención de quién lee usaremos ambas palabras en los dos géneros: “lectores y lectoras” por ejemplo, para que todas las personas nos sintamos aludidas. Y en el resto de ocasiones, o bien usaremos la solución de “o/a”, o bien no nos preocuparemos de los géneros y usaremos el que nos parezca más conveniente.
[2] El cuaderno de CiJ nº 103 (J. MÀRIA, La globalización) puede ayudarnos a entender mejor estos nuevos contextos globalizados.
[3] También podemos encontrar más información sobre el comercio justo en el cuaderno extra de CiJ nº105, en el artículo de C. Llobet y E. Cantos sobre este tema.
[4] Para profundizar en este tema proponemos la lectura del cuaderno de CiJ nº 56, Ante una democracia de baja intensidad, de D. Oller .
[5] Reflexiones muy interesantes sobre el papel del voluntariado pueden encontrarse en los cuadernos de CiJ nº 68 de P. Coduras, Voluntarios; y en el nº 79 de E. Falcón, Dimensiones políticas del voluntariado.
[6] Se puede ampliar la información sobre la objección fiscal en las sedes locales de Justicia y Paz, y en el cuaderno de CiJ nº 69, ¿No hay nada que hacer?
[7] Sigue siendo perfectamente válida la reflexión que sobre la televisión, y el uso que puede hacerse de ella, del cuaderno nº69, ¿No hay nada que hacer?, a la cual nos remitimos para quienes quieran profundizar en esta cuestión.
[8] Una visión mucho más detallada sobre los medios de comunicación en el estado español puede encontrarse en el cuarderno de CiJ nº 70 de N. Alcover y M.T. Simón, La trama oculta de la gran prensa española.
[9] “Si afirmásemos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no estaría en nosotros”, (Primera carta de Juan, capítulo 1 verso 8).