1.3.
La ampliación de su formación
en Alemania Justamente en este contexto de deseo de beber en las fuentes culturales europeas para aclimatarías a España, es donde hay que encuadrar el viaje de estudios que, al finalizar su doctorado en filosofía con la tesis titulada Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda, Ortega hace a Alemania. Efectivamente, en 1905 marcha a Alemania para continuar sus estudios, y visita las universidades de Leipzig, Berlin y Marburgo. Precisamente en esta última Universidad será donde conozca a los neokantianos H. Cohen y P. Natorp, a los que considerará siempre sus maestros. También por este viaje de Ortega a Alemania se puede establecer un cierto paralelismo con la estancia de Julián Sanz del Rio, fundador del krausismo español, en Heidelberg. Con ello Ortega continúa una cierta tradición española que dura hasta los años cincuenta, momento en que la meca de la filosofía pasa para los españoles a los paises anglosajones. Esta tradición consistía en que todo joven español que aspirase a una formaión intelectual más completa que la que podía proporcionar la universidad española debía viajar a Alemania. El panorama filosófico que el
joven doctor en filo-sofía por la Universidad de Madrid encontró en
Mar-burgo estaba presidido por el neokantismo, esto es, la doctrina filosófica
que postulaba la vuelta a Kant como modo de superar los callejones sin salida
a que habla llegado la filosofía idealista alemana de la mano de Hegel y sus discípulos. Pero, y aquí
se rompe el paralelismo con Sanz del Río, así como el krausismo español
importó el pensamiento de Krause de forma monolítica y sin una actitud
demasiado crítica, Ortega llegó a Alemania con un espíritu más critico y
avispado -no en balde habla pasado más de medio siglo de viajes de
intelectuales españoles a Alemania-, y su actitud ante los neokantianos no
fue la de la beatería discipular, sino una actitud ambivalente. De este modo,
a la vez que reconoce la impagable deuda para con sus maestros de Marburgo,
también adopta una actitud crítica frente a ellos y frente al propio Kant.
La deuda y la crítica para con Kant y los neokantia-nos las resume
magistralmente con las siguientes palabras: Durante diez años he vivido en el mundo del pensamiento kantiano. Lo
he respirado como una atmósfera, fue a la vez mi casa y mi prisión. (O.C, IV, p. 25) Así pues, Ortega es consciente de que el pensamiento kantiano fue para él tan necesario como lo es la atmósfera que respira cualquier hombre, pero también fue para él una prisión de la que hubo de liberarse para poder construir su propia filosofía de madurez. Además del significado que tuvo para su formación filosófica,
su estancia en Alemania también desempeñó una importante función vital,
pues los años que Ortega vivió allí, los años en que comenzó su madurez
humana, fueron tan fructíferos que los recuerdos de esta estancia quizás
constituyan algunas de sus mejores páginas literarias. Así, cuando tiene
que describir El Escorial en 1915, no puede alejar de si la imagen de la
ciudad donde vivió «el e4uinoccio de su juventud», proporcionando una
descripción literaria de una belleza rara en el gremio de los filósofos: Permitidme que en este punto os traiga un recuerdo privado. Por circunstancias personales yo no podré mirar nunca el paisaje del Escorial sin que vagamente, como la filigrana de una tela, entrevea el paisaje de otro pueblo remoto y el más opuesto al Escorial que quepa imaginar. Es una pequeña ciudad gótica puesta junto a un manso río' oscuro, ceñida de redondas colinas que cubren por entero profundos bosques de abetos y de pinos, de claras hayas y de bojes espléndidos. En esta ciudad he pasado yo el equinoccio de mi juventud; a ella debo la mitad, por lo menos, de mis esperanzas y casi toda mi disciplina. Ese pueblo es Marburgo, de la ribera del Lahn. (OC., II, PP. 558 y 559) A pesar de la profunda huella vital e intelectual
que Alemania dejó en él, Ortega regresa pronto a España, física e
intelectualmente, pues para él, el viaje a Alemania sólo puede tener
sentido en la medida en que sirva para volver a España, de modo que haya una
ósmosis intelectual tal que España se impregne de Europa y, a su vez, España
impregne a Europa. De este modo, ya en 1910, exclamará: «queremos una interpretación
española del mundo... España es una posibilidad europea. Sólo mirada
desde Europa es posible España» (O.C.,
1, p. 138). A su regreso, en 1910, oposita y gana la cátedra de Metafísica
de la Universidad de Madrid, en la que sucede a N. Salmerón, y comienza su
actividad universitaria como catedrático antes de haber publicado ningún
libro de filosofía. Ese mismo año casa con doña Rosa Spottorno, y a partir
de entonces comienza su vida pública. |