ORTEGA

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ORTEGA Y GASSET

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REVISTA DE OCCIDENTE

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ESCUELA DE MADRID

Ortega y Gasset, José (1883-1955)

 Filósofo, profesor y escritor español nacido en Madrid. Fue una de las personalidades más brillantes de la primera mitad del siglo XX. Era hijo de Ortega y Munilla y nieto de Eduardo Gasset, ambos periodistas y promotores de periódicos. Estudió con los jesuitas de Cádiz y, en 1904, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Al año siguiente, se trasladó a Alemania para ampliar sus conocimientos de Filosofía; allí, siguió estudios en Leipzig, Berlín y Marburg, donde profundizó notablemente en el pensamiento neokantiano. En 1910, un año después de su regreso a España, ganó la cátedra de Metafísica en la Universidad de Madrid, desde donde se propuso impulsar su proyecto de regeneración cultural de España.

Ortega vivió su primer gran momento en 1914, año en el que fundó la "Liga de Educación Política de España", pronunció su conferencia Vieja y nueva política y asistió al nacimiento de la revista España, de la que fue el primer director. Poco tiempo después, animó la fundación del diario El Sol (1917) y de la editorial Calpe (1920), en la que dirigió la "Biblioteca de ideas del siglo XX".

En el prólogo de su primer libro, Meditaciones del Quijote (1914), enuncia lo que sería el núcleo de su pensamiento filosófico. Julián Marías, discípulo suyo,dice de esta obra que constituye una metafísica de la vida, así como la visión de una España en potencia. esde 1916 hasta 1934, publicó bajo el título El Espectador, una colección de ensayos que versan sobre temas culturales y literarios; paralelamente a este trabajo, escribió numerosos artículos políticos en El Sol, con el objetivo de crear opinión.

Uno de sus libros más polémicos apareció en 1921. Se trata de La España invertebrada, obra en la que, partiendo del concepto de decadencia, denuncia la deficiente estructuración de la sociedad española, causada por la inexistencia de unas minorías selectas. Ahí, Ortega considera que los males de España estaban ya presentes, al menos su germen, en el débil reino de los visigodos.

El tema de nuestro tiempo (1923) es la obra fundamental de su metafísica temprana. En ella supera la dependencia de su educación neokantiana, al anteponer la vida al pensamiento para ofrecer una razón vital que viene a reemplazar a la razón pura de sus predecesores. La vida es un proceso continuo y las circunstancias destruyen y alteran el papel de la razón. Este mismo año fundó la Revista de Occidente, que se convertirá en el pilar de la vida intelectual española. La Deshumanización del Arte e Ideas sobre la novela (ambas de 1925), son dos de sus mejores obras de este momento.

Sin duda alguna, La rebelión de las masas (1930), es su obra más conocida y, a la vez, más polémica. Se trata de un nuevo trabajo elitista, en el estilo de la España invertebrada, en el que aboga por la creación de los estados unidos de Europa para contrarrestar el nacionalismo y el declive europeo. Su aparición coincide con momentos especialmente difíciles de la intervención política de Ortega, que desembocaron en el pesimismo y el desengaño.

Separado de su cátedra por Primo de Rivera hasta 1929, pronto abandonó también El Sol. En este momento, Ortega fundó la "Agrupación al Servicio de la República" y fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes; sin embargo, en 1933 abandonó todo tipo de actividad política. De su retiro de la política queda constancia en su discurso Rectificación de la República (1931).Desde este momento y hasta su muerte, se dedicará al estudio y a la maduración de su obra.

En el verano de 1936 abandona España y marcha a Francia, donde vivirá hasta 1939, año en el que se traslada a Buenos Aires. Ensimismamiento y alteración (1939), Historia como sistema (1941) y En torno a Galileo (1942), son algunas de las obras más significativas de esta etapa, que alterna con sus trabajos de conferenciante en diversas universidades europeas y americanas. De Buenos Aires se traslada a Lisboa, en 1942. Desde ese año, la familia Ortega vuelve a España al llegar el verano.

En 1946 inaugura el Ateneo de Madrid con su conferencia "Idea del Teatro". Dos años más tarde funda, con Julián Marías, el Instituto de Humanidades. Su presencia prendió con entusiasmo en la nueva generación, para quienes era una gran desconocido, y supuso un enriquecimiento de la vida intelectual española, especialmente en la universidad, su obra se lee y discute en los pasillos. Gravemente enfermo, regresó a España para morir pocos meses después de su llegada. El mismo año de su muerte vieron la luz sus Obras inéditas.

Revista de Occidente.

& Revista mensual fundada en 1923 por José Ortega y Gasset, de la que Fernando Vela fue el secretario de redacción. Antes de la Guerra Civil, fue el órgano intelectual más influyente de la época -"faro y guía" al decir de A. Carpentier-, y sirvió como modelo a otras publicaciones internacionales, caso de Contemporáneos en México o Sur en Buenos Aires.

La lista de sus colaboradores en el floreciente periodo cultural de entreguerras sería prácticamente inabarcable, si bien se puede apostillar que no faltó en sus páginas ni uno solo de los escritores o pensadores más importantes, españoles y extranjeros, de su tiempo. Su permanente mirada hacia Europa la mantuvo atenta sobre todo al pensamiento alemán y a las corrientes literarias de vanguardia. Del mismo modo, contó con diseñadores gráficos de primera línea, como lo pudieran ser el portugués Almada Negreiros, Maruja Mallo o Benjamín Palencia.

Paralelamente, la editorial publicó libros de filosofía y otros ensayos y títulos clave de poesía y de literatura en general. Así por ejemplo, las obras del propio fundador, Cal y canto de R. Alberti, Romancero gitano de F. García Lorca, Cántico de J. Guillén, Seguro azar de P. Salinas, o la colección "Nova novorum", en la que se dio cabida, entre otros, a A. Espina, B. Jarnés, V. Andrés Álvarez y Eugenio d'Ors.

La dispersión y el exilio consecuencia de la Guerra Civil supuso el fin de la publicación. Gracias al hijo de su fundador, José Ortega Spottorno, la revista volvió a la imprenta a partir de 1963, esta vez con una periodicidad trimestral. Esta etapa se vio interrumpida durante casi tres años, hasta que en 1980 comenzó su cuarta etapa de publicación, bajo la dirección de Soledad Ortega Spottorno. Su Directora de Redacción es Magdalena Mora. Publica 11 números al año y alterna los de tema variado con monográficos sobre cuestiones de actualidad, manteniendo el interés de siempre.

Escuela de Madrid.

& Con el nombre "Escuela de Madrid" se ha designado la influencia de la persona, la actividad y el pensamiento de Ortega y Gasset sobre un amplio grupo de pensadores. El tener esta expresión similitudes semánticas con filosofías de escuela o escolásticas, y resultar ello muy lejano de cualquier forma de interpretación del pensamiento orteguiano, ha llevado a algunos autores a matizar que no puede hablarse en sentido estricto de una escuela filosófica. El término "escuela" puede usarse con una gran variedad de significados muy distintos entre sí. Para Abellán y para la mayoría de los tratadistas, si se entiende por escuela "...la inspiración en una misma orientación doctrinal y el seguimiento de la metodología inspirada en ella...", resulta evidente que puede hablarse de una Escuela de Madrid.

Se ha mantenido como un supuesto o tópico no cuestionado que el creador de la expresión fue Julián Marías, y así ha sido recogido por José Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía: "...Julián Marías ha propuesto este nombre para caracterizar una serie de trabajos filosóficos que han adoptado como punto de partida el pensamiento de Ortega y Gasset o que, de un modo o de otro, han tomado contacto con dicho pensamiento. Ello no significa que la expresión "Escuela de Madrid" sea idéntica a las expresiones "orteguismo" o "filosofía de Ortega". Es posible considerar como pertenecientes a la escuela pensadores cuyas doctrinas filosóficas, en muchos puntos decisivos, son distintas a las propuestas por Ortega. Lo importante es haber participado en el movimiento de renovación filosófica impulsado por Ortega y Gasset y haber mantenido, con éste, la necesidad de que el pensamiento filosófico producido en España esté, según su conocida expresión, a la altura de los tiempos. En este amplio sentido pertenecen a la escuela de Madrid filósofos como Manuel García Morente, Xavier Zubiri, José Gaos, María Zambrano, Julián Marías y Luis Recaséns Siches. No son, sin embargo, los únicos; pueden agregarse a ellos los nombres de José Luis L. Aranguren y de Pedro Laín Entralgo, Manuel Granell, Luis Rodríguez Huéscar y Paulino Garagorri. En algunos casos, a la influencia ejercida sobre ciertos pensadores por Ortega debe agregarse la de Zubiri: así ocurre, por ejemplo, con Julián Marías y, sobre todo, con Pedro Laín Entralgo y José Luis López Aranguren..."

Pero, como ha mostrado José Luis Abellán, fue José Gaos, en un artículo fechado en diciembre de 1938, el primero en hablar de "escuela" refiriéndose a Ortega y a la influencia que tuvo sobre sus colegas y discípulos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid durante la Segunda República española. También fue, al parecer, Gaos quien acuñó la propia expresión "Escuela de Madrid" al comienzo de un ensayo de 1949, que cuatro años después serviría a Manuel Granell para encabezar un escrito en el que reflexiona, en la línea de Gaos, sobre la filosofía en la Universidad de Madrid en tiempos de la Segunda República.

José Luis Abellán ha periodizado esquemáticamente la Escuela en tres fases: antecedentes (1910-1932), establecimiento (1933-1936) y exilio y disociación (1939-1955). Propiamente hablando, según Gaos, la Escuela de Madrid no empezó a funcionar articulada e institucionalmente hasta el advenimiento de la Segunda República; durante el periodo que ésta estuvo vigente, los años que discurrieron entre 1933 y 1936 serían los de establecimiento y máxima vigencia de dicha escuela, pues hasta entonces no se dieron ciertas condiciones necesarias, como la existencia de personas integrantes de un núcleo aglutinador o de un marco institucional con fundamento jurídico suficiente, y posteriormente se disolvieron prácticamente estas condiciones institucionales en el exilio.

Las personas que integraron ese núcleo del entorno orteguiano fueron García Morente y, a partir de 1929, Xavier Zubiri y José Gaos: "...Desde Ortega existe una filosofía española. Dentro del espacio más amplio de la tradición fundada por él, se recorta el recinto de su escuela. De los pensadores españoles lanzados por la guerra civil a distintos países americanos (Gaos, Xirau, Morente, Nicol, García Bacca, María Zambrano, Pescador, Recaséns Siches, Ferrater Mora y otros) y de algunos que permanecieron en España como Zubiri y Julián Marías, no es del caso establecer ahora quiénes deben contarse como discípulos suyos afiliados a la escuela. Pero todos, creo que sin excepción, pueden considerarse dentro de la tradición de la cual es fundador Ortega. Esta filosofía española participa de la condición habitual de los filósofos españoles: el destierro. Ortega también pasó los últimos años de su existencia en un desierto virtual. Pero, aun dispersos, estos filósofos, a diferencia de los otros, mantienen un vínculo solidísimo, el vínculo de su común origen. Son, por primera vez, la filosofía española, y atestiguan de diversos modos la eficacia y la persistencia del impulso fundador..."

El apoyo jurídico e institucional le vino dado a la Escuela, según sus defensores, por la reforma educativa de la enseñanza superior emprendida por la Segunda República (cuando Fernando de los Ríos y Marcelino Domingo fueron ministros de Instrucción Pública) e impulsada por el decreto de autonomía de 5 de septiembre de 1931. El alma y espíritu de la reforma en la Facultad de Filosofía y Letras sería su decano Manuel García Morente, nombrado en 1932, ayudado por José Gaos, profesor de Introducción a la Filosofía (asignatura llave para orientar hacia la filosofía a los alumnos más idóneos del curso común y preparatorio para todas las secciones de la facultad) y el encargado del año preparatorio y la presidencia de los exámenes de ingreso.

Abellán ha señalado las convicciones, compartidas con mayor o menor rotundidad por casi todos los integrantes de la Escuela, que pueden ser consideradas como el legado histórico del orteguismo. 

La primera es la de tratarse de una filosofía escrita y sentida en castellano. La lengua española se habría convertido, con Ortega, por primera vez y después de siglos de hacer filosofía en latín, en una maravillosa lengua filosófica tan apta como la que más. Pero el legado intelectual de Ortega no sólo significaría la creación de una posibilidad nueva en nuestra lengua, sino también una enérgica invitación a ejercerla. Para Francisco Romero, Ortega es el creador de un lenguaje de extraordinaria flexibilidad y riqueza, apropiado para las nuevas inflexiones del pensamiento y aun de la emoción.

La segunda convicción es el hecho de que con Ortega y Gasset España se incorpora a la historia universal de la filosofía. La obra de Ortega y Gasset significaría la incorporación del pensamiento español a la universalidad de la cultura a través de la filosofía. Si Ortega se hubiese contentado con explicar filosofía a sus discípulos, su representación en el espíritu español no habría excedido del plano puramente magistral, ya que hubiera sido un excelente profesor; pero nada más. Lo que llevó Ortega y Gasset a la filosofía no fueron sólo consideraciones de orden general y abstracto, sino principal y fundamentalmente una necesidad íntima y radical de ponerse en claro los últimos problemas del ser y de la existencia. Así lo vio también su discípulo Julián Marías: "...Si de algo tengo orgullo es de no haber dimitido de mi puesto (el último sin duda, pero no por eso menos efectivo en esa escuela) cuando todo lo aconsejaba, y haberla afirmado cuando parecía desvanecida sin remedio. No he podido renunciar a mi inserción en esa escuela filosófica, porque hubiera sido renunciar a mí mismo, en la medida en que mi vida y mi persona están definidas por la filosofía. Porque, hoy por hoy, sería extraño que quedasen dudas acerca de esto: sólo se puede hacer filosofía efectiva en España haciendo la que hay que hacer, la exigida por la situación íntegra de Occidente; y únicamente se puede entrar en esa filosofía penetrando primero en el ámbito circunstancial y concreto en que ha tenido existencia auténtica entre nosotros. Sólo así es posible algo que pueda llamarse, en un sentido aceptable, 'filosofía española actual'; en cualquier otro caso hay que renunciar por lo menos a uno de los tres términos que intervienen en esa expresión..."

La tercera convicción es la de encontrarse, con la obra de Ortega, ante la posibilidad de una nueva forma de historiar la filosofía. Para Abellán, que la Historia de la filosofía de Julián Marías (1941) esté dedicada a García Morente, que se exponga en todo un capítulo la orteguiana filosofía de la razón vital, que el libro esté prologado por Zubiri con el rumor de haber aprovechado en algunos capítulos sus lecciones, son elementos importantes de una comunidad espiritual o inspiración común en el hacer historia de la filosofía, pero lo más importante es que esta Historia de la filosofía puede ser considerarla como un producto intelectual emanado directamente de la Escuela de Madrid, lo que prueba la particular fecundidad de la filosofía orteguiana y de su modo de historiar el pensamiento occidental. Que esa Historia de la filosofía de Marías se inspirara en el ensayo de Ortega "Ideas para una Historia de la filosofía", en donde fundamenta la necesidad de cambiar el modo de escribir la historia filosófica, que un discípulo de Ortega como Manuel Granell escribiera una historia de la lógica desde los presupuestos de la razón vital, o que José Gaos confeccionara una historia de las ideas son, para Abellán, muestras de la existencia de ese nuevo modo de historiar la filosofía.

La cuarta convicción sería que la obra de Ortega constituye no sólo la posibilidad abierta de hacer filosofía en español, sino que viene a ser una legitimación de la misma historia de la filosofía española. Por haber sido la filosofía española una filosofía hecha desde la vida, para la vida y, con frecuencia, bajo la forma de literatura, encuentra en la razón vital su adecuada fundamentación filosófica. Según Gaos filosofía no es sólo la Metafísica de Aristóteles, la Ética de Spinoza, las Críticas de Kant o la Lógica de Hegel, sino también Del sentimiento trágico de la vida de Unamuno, las Meditaciones del Quijote de Ortega o los Motivos de Proteo de Rodó.

José Manuel San Baldomero Ucar.

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