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Lledó, Emilio (1927-       )

  • presentación
  • algunas obras
  • autobiografía intelectual
Emilio Lledó

Emilio Lledó buen filósofo sevillano tiene numerosas publicaciones. Historia, lenguaje y sociedad son las tres palabras claves que sintetizan su actividad filosófica. No deja de ser muy interesante este fragmento de su autobiografía intelectual que aparece en http://www.unizar.es/cce/vjuan/autobiografia.htm

Autobiografia intelectual de Emilio Lledó (fragmento)

"Nací en Sevilla el 5 de noviembre de 1927. Mi padre, militar, fue destinado a La Coruña y, posteriormente al Regimiento de Artillería de Vicálvaro,en las proximidades de Madrid, donde nos instalamos cuando yo tenía seis años de edad.

Aquí en Vicálvaro comencé a ir al colegio, y es aquí donde tuve una de las más hermosas experiencias intelectuales, si es que a esa edad puedo ya hablar así. Durante la guerra civil, el colegio instalado en un amplio y alegre caserón del pueblo, con un jardín misterioso, con rincones secretos, invernadero y estanque, constituía nuestra delicia, en las horas de recreo. Para mí, sin embargo, el máximo atractivo de aquella época inolvidable no tenía que ver con el jardín, ni con mis amigos. Se llamaba don Francisco. Era el maestro de nuestra clase. No vivía en el pueblo. Cada día, en el autobús de línea, venía de Madrid y la mayoría de la clase lo esperaba en la parada y ya en su compañía, emprendíamos el camino de la escuela.

 A pesar de mis pocos años, nunca he olvidado aquella clase luminosa, cuyas ventanas recogían el verde de los árboles del jardín, ni aquel maestro joven que convertía aquellas horas en un juego_ maravilloso de curiosidad, de enseñanza, de abría. Aún recuerdo sus famosas "sugerencias de la lectura". Don Francisco nos leía pasajes del periódico, del Quijote, de algún libro histórico, y nos pedía, a nosotros que en su mayoría no habíamos cumplido los diez años, que escribiésemos libremente lo que esa lección despertaba, evocaba, aludía.

He tenido posteriormente buenos maestros, sobre todo en mis años de estudiante en Heidelberg, pero no recuerdo nadie que llegase a despertar en mí, de una forma tan intensa, el convencimientczde-que la educación es la clave de la vida humana, que el aprendizaje y el conocimiento se puede convertir en una apasionante aventura. Entonces no podía ver la transcendencia que un hombre como nuestro don Francisco tenía para la madurez y la "humanización" de aquellos niños que se estaban desarrollando entre el estrépito de los bombardeos.

Con el tiempo he comprendido después, en el odio que esos maestros de la República despertaron y en los estúpidos sistemas pedagógicos y en los estúpidos sistemas pedagógicos que, en manos de una larga serie de incompetentes, proliferaron y proliferan en nuestro país, la importancia de no abandonar la educación a esos ideólogos anquilosados que en buena parte la administran.

Anthropos, septiembre de 1982, N° 15, pp. 11-12

                  


ASTURIAS, 11/06/2002

GIJON
El placer de pensar

Hace tiempo que me gusta observar con atención las inercias en que derivan las aglomeraciones de gente. La amalgama de manifestantes en plena calle, el magma de un concierto numeroso, la hinchada de un equipo de fútbol o el gentío resuelto y feliz, en celebración. Unas veces me sorprende, otras me fascina o me conmueve tanto el éxtasis de la alineación y de la vinculación como el silencio o la soledad. El alineado, como el que se sale de la fila. Una parte de nosotros se confunde con el resto en multitud, el interés común seduce y la empatía en masa deja a un lado las inclinaciones y predilecciones particulares.

Estaba leyendo una entrevista de un hombre que vive solo, muy atento al tiempo presente, al que como a Saramago le preocupa que estemos dejando de pensar. Dice más, dice que en nuestro tiempo «el gran problema es poder pensar, porque para eso es necesario tener un alma navegable y una mente fluida, no apelmazada y encastillada». Piensa él que «las ideologías nos transforman de tal manera que ya no sabemos pensar, ni podemos hacerlo».

Emilio Lledó, además de eterno pensante, es un filósofo que ocupa uno de los sillones de la Real Academia Española, un humanista que nos ve ahora menos humanos a pesar de los avances de la ciencia y la cultura contemporánea. Se cuestiona si es que no hemos avanzado nada, y considera pues vigentes los ideales de la Ilustración: libertad para pensar y poder pensar.

Qué grave lo que dice Lledó, lo que repite Saramago, la peligrosidad que ambos ven del momento presente, en la complicada situación que derivó del 11-S. ¿Terrorismo? Para Lledó el principal problema de este viejo mundo sigue siendo la misera; la pobreza en la que viven millones de seres humanos a pesar de la cultura y de la ciencia. Para él, «la democracia no contempla que el camino de los seres humanos sea el imperio de un señor que mande sobre los otros, sino que está para que la sociedad se organice de tal modo que los beneficiados seamos todos». A este escritor y catedrático de Historia de la Filosofía en distintas universidades le escandalizó tanto la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York como los posteriores bombardeos contra Afganistán y piensa que desde ninguna moral se puede ejercer esa violencia.

No es el único tipo de violencia que percibe. Sin salir de España, reflexiona en voz alta que en este país «ya no se opina, se agrede al otro, se busca el conflicto, el grito. El desgarro y la violencia de las tertulias es muy desagradable. Es como una especie de mini guerra civil verbal». Coincido con Lledó en que además de la cantidad de violencia verbal que contienen algunas tertulias mediáticas las consideró de pésimo gusto; donde las formas básicas y la discreción no existen, los conductores suelen ser tan repelentes o aburridos como la mayoría de los entrevistados y donde el grado de frivolidad es tal que a menudo la gente opina con una insolencia y con un descaro, cuando no cinismo, que más que programas parecen peleas de gallos, de una cutrez, que me supera.

Como dice Lledó, «el cotilleo rastrero es una condena, una especie de pequeño infierno humano. Que sólo nos entretenga es de una gran pobreza. Ni es estimulante ni conlleva nada positivo. Tú te envileces cada vez más y ya está».

Este licenciado de Filosofía propone, para salvar el momento presente, cambiar los valores imperantes del dinero, la competitividad y el neoliberalismo, propugnando como ideales la justicia, la generosidad y la educación. «Es necesaria una buena educación porque te ayuda a pensar, a ser crítico, a ser persona», dice Emilio Lledó.

La educación y la formación cultural fue la llave que despejó el camino para que las mujeres pudieran desarrollarse como personas de pleno derecho en la sociedad. Lo que nos ayudó a pensar, a aprender, a ser críticas son la sociedad heredada, y a ser personas. A ser hoy lo que muchas somos. No es mal camino, ya hay muchas experiencia positivas.

Yolanda Encinas es periodista.

Yolanda Encinas


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